01 Oct
1. Entrevista a Julio Llamazares
Para empezar, vamos a leer una entrevista al escritor Julio Llamanzares, que conoce bien estos dos mundos.
Imagen en Wikimedia Commons
de Roy12 bajo CC
JULIO LLAMAZARES
Impresiona. Julio Llamazares impone con su más de metro
ochenta de estatura y una mirada taladrante que,
efectivamente, te taladra cuando entras en su campo visual.
Sentados ante un enorme ventanal, vigila su coche mal
aparcado con el rabillo del ojo mientras habla. Tiene fama de
polémico, pero sólo en su León natal: «Como no sirvo para
mentir y me duele lo que ocurre en mi tierra…». En el resto de
España, sin embargo, es uno de esos escritores más bien
bohemios que lo mismo arreglan un roto que un descosido.
Julio Llamazares escribe un cuento, una novela, un libro de
viajes o un reportaje periodístico, todo con la misma soltura.
Más allá de las modas, se atreve con lo que le apetece.
-Los paisajes rurales, la naturaleza, son una constante
en tu obra. ¿Cómo te las apañas viviendo en Madrid?
-Es que eso es más una idea que hay formada sobre mí que
la realidad. En lo que yo he escrito hay una carga muy fuerte,
no del mundo rural, sino de un mundo más en contacto con la
naturaleza, casi medieval, que ha desaparecido o está
desapareciendo. Pero he escrito muchas cosas que se
desarrollan en una ciudad. Soy fundamentalmente urbano,
entre otras cosas porque a partir de los doce años he vivido
siempre en grandes ciudades.
-Pero aún así te consideras de pueblo, ¿no?
-Sí, sí, yo soy de pueblo en origen y además creo que he sido un privilegiado por ello. A mí me dan mucha pena
los niños de las ciudades, porque les falta todo ese mundo de misterio y descubrimiento de los que tuvimos la
suerte de vivir en pueblos. También ellos no tienen el trauma de pasar de un mundo a otro. ¿Sabes lo que ocurre?
Que como es raro que alguien hable del mundo rural se pone esa etiqueta, como le pasó a Delibes. Quiero decir,
¿García Márquez es un escritor rural? ¿Cervantes es un escritor rural, que sus novelas tienen lugar en La
Mancha? Yo creo que la literatura no es rural ni es urbana, sino la destilación de tus sentimientos y pensamientos,
de tu manera de ser y de vivir. Yo no podría vivir en los pueblos de los que escribo; otra cosa es que en muchos
de mis libros parta de esos mundos que conocí.
Revista «Fusión».
Texto: Elena F. Vispo / Foto: José M. López
El texto que acabas de leer es una entrevista, un género periodístico que seguro que conoces en
diferentes medios (televisión, radio, prensa escrita…). En este caso, la entrevista no está
completa, se trata sólo de un fragmento, pero en ella podemos distinguir dos partes:
1. La introducción que realiza la periodista, por un lado.
2. El cuerpo de la entrevista propiamente dicha, es decir las preguntas y las
respuestas, por otro.
Observa esta frase, extraída de la entrevista anterior:
«Julio Llamazares impone con su más de metro ochenta de estatura y una mirada taladrante que,
efectivamente, te taladra cuando entras en su campo visual».
Las palabras «taladrante» y «taladra» se parecen en su forma
y en su significado. Las dos tienen la misma raíz o lexema,
pero cambian en el modo de referirse a la realidad:
-«taladrante» es un adjetivo que indica una cualidad del
sustantivo «mirada».
-«taladra», en cambio, es un verbo que, en este caso, nombra
una acción.
Saber distinguir las categorías gramaticales es fundamental
a la hora de comprender el funcionamiento de una lengua y
también para usarla correctamente.
Por ejempo, si queremos describir cómo es
nuestro barrio o nuestro pueblo, tendremos
que usar muchos adjetivos o sustantivos;
pero para hablar de lo que hacemos
normalmente un día cualquiera, los verbos
cobrarán mayor importancia.
– En primer lugar, habrás observado que en nuestro idioma hay palabras
que pueden cambiar de forma para indicar género, número, persona,
tiempo… (como los sustantivos, los verbos y los adjetivos); y hay otras
palabras que no cambian nunca de forma, como los adjetivos o las
preposiciones (entonces, aquí, en…). Es la distinción entre palabras
variables e invariables.
– Luego hay que tener en cuenta las diferentes categorías
gramaticales (o lo que es lo mismo, las clases de palabras)
Al describir un lugar o un paisaje sigue los pasos siguientes:
a) Se suele presentar primero una visión general.
b) Luego se van situando en ese lugar los distintos elementos (sustantivos) con palabras que
indican situaciones en el espacio (preposiciones, adverbios, locuciones…, por ejemplo: al fondo,
arriba, en el centro…).
c) Los objetos, a su vez, pueden estar matizados con palabras que indiquen sus cualidades
(adjetivos), o que transmitan las impresiones que el lugar causa en nosotros: misterio, alegría…
Observa, por ejemplo, la descripción de una plaza que realiza Miguel Delibes:
Se iniciaba ya el otoño. Los árboles de la ciudad comenzaban a acusar la ofensiva de la estación.
Por las calles había hojas amarillas que el viento, a ratos, levantaba del suelo haciéndolas girar en
confusos remolinos. […] Ignoro las calles que recorrimos hasta llegar a la placita silente donde
habitaba don Mateo. Era una plaza rectangular con una meseta en el centro, a la que se llegaba
merced al auxilio de tres escalones de piedra. En la meseta crecían unos árboles gigantescos que
cobijaban bajo sí una fuente de agua cristalina, llena de rumores y ecos extraños. Del otro lado de
la plaza, cerraba sus confines una mansión añosa e imponente, donde un extraño relieve, protegido
en una hornacina, hablaba de hombres y tiempos remotos; hombres y tiempos idos, pero cuya
historia perduraba amarrada a aquellas piedras milenarias.
Miguel Delibes
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