21 Nov

1) TRAYECTORIA POÉTICA:

Después de los tanteos de sus poemas adolescentes, Miguel Hernández siente la necesidad de una rigurosa disciplina poética.  Surge así Perito en lunas (1934), compuesto por 42 octavas reales en las que objetos humildes y usuales son sometidos a una elaboración metafórica hermética y deslumbrante. La plenitud poética de Miguel Hernández se alcanza con un libro iniciado en 1934 y que se publicará en 1936 con el título definitivo de El rayo que no cesa. En él se ha consolidado su gran tríptico temático (según Cano Ballesta): la vida, el amor y la muerte.

El libro se compone, sobre todo, de sonetos. En ese momento de plenitud, Miguel Hernández escribe otros poemas penetrados asimismo de sentido trágico y de presagios de muerte: Mi sangre es un camino, Sino sangriento, Vecino de la muerte…

Llega la guerra. Miguel, como otros, somete su fuerza creadora a los fines más inmediatos. Así aparece Viento del pueblo (1937)

Entre cantos épicos, arengas, poesía de combate, en fin (como el romance inicial, que da título al libro), destacan poemas de nítida preocupación social como Aceituneros (Andaluces de Jaén… »), El sudor, Las manos y, sobre todo, El niño yuntero. En la misma línea se inscribe El hombre acecha (1939), obra en la que, sin embargo, irrumpe un acento de dolor por la tragedia de la guerra. En ambos libros, el lenguaje poético es más claro, más directo. La preocupación estética es, evidentemente, menor (así se lo exigía la nueva «urgencia creadora»), sin que por eso escaseen los logros artísticos.

Finalmente, en la cárcel compone la mayor parte del Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) Miguel Hernández depura de nuevo su expresión, inspirándose ahora en las formas más escuetas de la lírica popular. Así alcanza una nueva cima poética. Otra vez nos habla del amor: ahora del amor a la esposa y al hijo (y es de nuevo un amor frustrado por la separación). Otros temas son su situación de prisionero y las consecuencias de la guerra. La desnudez y la concentración formal, unida a la índole del contenido, da como resultado un libro conmovedor como pocos. No se pueden recorrer sus páginas sin escalofrío. De esta misma época son otros poemas entre los que destacan las estremecedoras Nanas de la cebolla, poema al hijo en que Miguel Hernández, con gesto sobrehumano, aún encuentra fuerzas para pedir la sonrisa. Por otra parte, Miguel Hernández había escrito varias obras dramáticas. A su primera época pertenece un hermoso auto sacramental, Quién te ha visto y quién te ve, y sombra de lo que eras, calderoniano y moderno. A la manera de Lope, escribirá más tarde El labrador de más aire (1937), drama de intención social. Y, durante la contienda, compuso varias piezas cortas recogidas con el título de Teatro en la guerra. En conjunto, son obras interesantes, sobre todo, por la brillantez de sus versos.


2.  TRADICIÓN Y VANGUARDIA    EN LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ


Miguel Hernández absorbíó desde sus ávidas lecturas de adolescente a nuestros clásicos y, muy pronto, a los poetas de la Gen´27, sus mayores.

A)

La tradición literaria

:

  • Los clásicos de nuestro Siglo de Oro, desde San Juan de la Cruz, Fray Luis y Garcilaso (no sólo sus sonetos, sino también sus églogas) hasta los poetas del Barroco: el trágico sentir del amor en los sonetos de Quevedo, el teatro y los poemas de Lope (sus sonetos amorosos y su neopopularismo) y, sobre todo, la metáfora culterana de la poética de Góngora.

  • La poesía de Bécquer, presente en los comienzos de los jóvenes del 27, por lo que tiene de Romanticismo depurado por la pureza, la desnudez y la técnica del Simbolismo.

  • El neopopularismo, versión culta de nuestra formas populares (el Romancero, el cancionero tradicional, las cancioncillas de Gil Vicente…).

B)

El magisterio de la generación inmediatamente anterior

:

  • La poesía simbolista-modernista de Rubén Darío, cuyo magisterio es fundamental para la modernización poética de nuestras letras al entrar en el Siglo XX.

  • La poética de Juan Ramón Jiménez, el maestro primigenio de la Gen´27: su “poesía desnuda”, siguiendo la estela de la “poesía pura” de P. Valéry, orientó la trayectoria poética de los primeros años veinte. A su vez, la “desnudez” preconizada por Juan Ramón, unida a la “pureza” de Valéry, estaba imbricada en el concepto que por entonces acuñó Ortega y Gasset de la “deshumanización del arte”, piedra de toque del Novecentismo.

C)

Las vanguardias literarias

:

  • Dentro del concepto de la “deshumanización del arte” que busca una “poesía pura”, asentimental y hermética, depurada de “anécdota” humana, de confesionalismo ROMántico, las vanguardias buscaron un lenguaje propio que hiciera del poema un “artefacto artístico” basado, sobre todo, en la audacia de la metáfora.

  • Con los años treinta, a partir de A. Bretón en Francia y Juan Larrea en España, irrumpe otro movimiento de vanguardia, el Surrealismo, que implica una “rehumanización del arte”, un nuevo Romanticismo e irracionalismo que dará cabida a lo humano, e incluso o social y político.

  • No podemos olvidar al pionero de las vanguardias en España, Ramón Gómez de la Serna, que ejercíó su magisterio entre los jóvenes poetas de los años veinte. De él, sobre todo, queda el espíritu de la greguería (metáfora + humor), el trabajo poético para encontrar la metáfora insólita y conceptual que nos viene a la cabeza cuando leemos los “acertijos poéticos” encerrados en octavas de Perito en lunas
    .

Una magistral simbiosis entre las fuerzas de estos vectores se puede apreciar tanto en los poetas del 27 como, a través de ellos, en Miguel Hernández, poeta que conjuga una gran permeabilidad ante las influencias y una originalidad enorme.

La estética de este  primer poemario hernandiano se concreta en tres ejes que fusionan tradición y vanguardia:

a) El gongorismo, que le proporciona el esquema métrico cerrado de la octava real, las fórmulas sintácticas, el hipérbaton recurrente, el gusto por un léxico cultista y las imágenes metafóricas complejas.

B) Un Vanguardismo tardío, cubista y ultraísta, que enriquece el hermetismo y la imaginería de sus poemas

C) El hermetismo intenso y lúdico


Cuando Hernández concibe El rayo que no cesa (escrito en 1935 y publicado en Enero de 1936), vive una crisis amorosa y personal que deviene correlato de su viraje estético. El poeta abandona ya el influjo religioso y clasicista de Sijé así como el de la “poesía pura” y sigue la estela de Neruda (Residencia en la Tierra
) y V. Aleixandre (La destrucción o el amor
), la de un nuevo Romanticismo de la mano del Surrealismo que implica una “rehumanización del arte” (la “poesía impura”). Es, pues, la estela de la segunda etapa, ya en plenos años treinta, de la Gen´27 y su entorno. Pero este poemario de amor trágico funde esa concepción poética (“poesía impura” y metáfora surrealista) con la tradición:

a) Trabaja la métrica clásica: domina el soneto quevedesco (la Gen´27 tiene grandes sonetistas) y hay tres composiciones en silvas, redondillas y tercetos encadenados.

b) La estructura y los componentes temáticos del poemario nos remiten al modelo del “cancionero” de la tradición del “amor cortés” petrarquista. Así, su experiencia (pena-herida) amorosa se articula en tres tópicos dominantes: la queja dolorida, el desdén de la amada y el amor como muerte.

c) La “herida” de amor tiñe el poemario de un tragicismo que emana de la vivencia amorosa como una fatal tortura y encuentra sus modelos clásicos en el “doloroso sentir” del lamento garcilasiano y, sobre todo, en el “desgarrón afectivo” de Quevedo; en efecto, muchos de los sonetos de este poemario, los más desgarradores, tienen un hálito quevedesco (su sentir trágico, su manera de transmutar el sufrimiento amoroso en un dolor físico…).


Al irrumpir la guerra, Miguel Hernández se convierte en un “poeta soldado” con Viento del pueblo
: comienza el tiempo de la poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia y poesía de solidaridad con el pueblo oprimido.


Finalmente, con Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), intenso diario íntimo de un tiempo de desgracias, la oscura desolación del poeta quiere componer un canto (cancionero) desnudo y un cuento (romancero) emocionado de una vida “herida” de muerte. Hernández completa el profundo proceso de intimización que venía experimentando su poesía desde El hombre acecha, correlato del proceso de esencialización y de desnudez poética a la que llega el Cancionero…
,


3. TEMAS DE LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ

  • EL AMOR

La poesía de Miguel Hernández se modula en torno a tres grandes motivos, tres grandes asuntos que todo lo invaden y determinan, y que, por otro lado, son los tres grandes temas de la poesía de siempre: la vida, el amor y la muerte (el vivir, el amar y el morir pugnan con idéntica insistencia por dominar su aliento poético). Así lo resume el poeta, en Cancionero y romancero de ausencias.

El mundo poético de Miguel Hernández se puede concentrar, pues, en este hondo tríptico de elementos en perfecta correspondencia mutua:

Vida = Amor + Muerte

Muerte = Vida + Amor

Amor = Muerte + Vida


La metáfora de la herida, perteneciente al lenguaje del amor-pasión de los cancioneros medievales y de la mística, se convierte en el vehículo simbólico de toda la existencia hernandiana.

Con la sorprendente aventura metafórica de Perito en lunas se inicia la etapa gongorina de Miguel Hernández, donde el poeta desarrolla un decidido ejercicio de expresión plástica de la naturaleza en la que se ponen de relieve sus grandes pasiones, vinculadas aquí a la naturaleza, pero no sólo fueron los elementos tradicionales de su naturaleza levantina los que formaron parte del mundo poético de este primer libro, pues entre los poemas de este libro hay algunos de una sensualidad encendida que revelan el vitalismo natural que Miguel quiso imprimir a su poesía, siempre como reflejo de su sensibilidad y de sus pasiones.

Tras este encendido vitalismo sensual de sus inicios, Miguel Hernández encuentra su voz y su “herida”, la del amor (su muerte y su vida), con El rayo que no cesa
.A su vez, la estructura y los componentes temáticos del poemario nos remiten al modelo del “cancionero” de la tradición del “amor cortés” petrarquista. Así, su experiencia (pena) amorosa se articula en tres tópicos dominantes: la queja dolorida, el desdén de la amada y el amor como muerte. Ciertamente, el poeta vive su pasión amorosa como una tortura, un permanente sufrimieno. La solidaridad será a hora el lema de Miguel Hernández. Fruto de esa necesidad de compromiso será su poemario Viento del pueblo
.

Según avanza la guerra, la posibilidad de la victoria se aleja y el espectáculo cruento del enfrentamiento fratricida se intensifica. En otoño de 1937, el poeta está cansado y, pese a la alegría del nacimiento de su primer hijo, Manuel Ramón, el 19 de Diciembre de ese año, su voz se acoge a un progresivo intimismo pesimista que le hace interiorizar el espantoso espectáculo bélico que hace tambalear su fe en el hombre. Es el tiempo de la preparación de su segundo libro de guerra, El hombre acecha
.

Así, el tono vigoroso, entusiasta y combativo de Viento del pueblo se modera en El hombre acecha ante la realidad brutal del curso de la guerra: la voz del poeta pasa de cantar a susurrar amargamente, el lenguaje se hace más sobrio, el tono más íntimo. Se va apagando la exaltación de héroes y se va encendiendo el lamento por las víctimas.

Con los últimos y trágicos bandazos de la República, la vida de Miguel entrará en una zona de sombra de la que no saldrá. Vivirá la muerte de su hijo, Manuel Ramón.

En Septiembre de 1939, al salir de la cárcel y antes de volver a ser detenido definitivamente, Miguel Hernández entregó a su esposa un cuaderno manuscrito con poemas que había titulado Cancionero y Romancero de ausencias
. Con este último poemario, Miguel Hernández alcanza la madurez poética.

Entreverado entre estos polos negativos (muerte-hijo y cárcel-amor/esposa ausente), alienta en el Cancionero…
un ansia de arraigo, un ansia de salvarse del infortunio que busca sus raíces redentoras en el amor a la esposa. La amada es ahora esposa y madre de ahí el símbolo del vientre.   A su vez, el símbolo del agua es generador de vida frente a la sed en el.


4)LA VIDA Y LA MUERTE

Podríamos decir que toda la producción de Miguel Hernández es una constatación de la terrible definición de Heidegger: “el hombre es un ser para la muerte”. En efecto, en la poesía de Miguel Hernández se da perfectamente un discurrir dramático que comienza con la vida más elemental y balbuceante, una vida casi festiva, inconsciente y de ficción, que poco a poco, conforme se va configurando el sufrimiento y se va desarrollando la funesta historia personal del poeta, acaba por deslizarse por la pendiente de la tragedia. Con ello, podemos comprobar que la vida y la obra de Miguel Hernández son inseparables, porque el hombre vive para la poesía, al tiempo que la poesía es el termómetro constante de las embestidas de su humanidad desbordante, de su pasión, de su reciedumbre, de su vida, de su obsesión poética y de su discurrir trágico hacia el sufrimiento y la muerte.

La mayor parte de los primeros poemas (fundamentalmente hasta los que integran El rayo que no cesa
), contienen un soporte de cierta despreocupación consciente, de vitalismo despreocupado y hasta, en ciertas ocasiones, de optimismo natural: en esta época su vida va por un camino (sueña con poder vivir para dedicarse a la poesía) y su obra por otro (contempla el mundo desde la perspectiva de sus poeta leídos y admirados). Podríamos afirmar que el primer espacio poético hernandiano estaría contagiado por la idea del primer Jorge Guillén, el de Cántico, el de la armónía esencial, el que proclamaba que el mundo estaba bien hecho.

En sus primeros poemas, descubrimos, en definitiva, una naturaleza sentida como lector de la poesía del Siglo de Oro: un aire de égloga se escucha entre los versos de estas primeras creaciones, en un entorno que evoca el locus amoenus virgiliano y garcilasiano. Por eso, si hay pena, también ésta tiene el aire literario de la égloga renacentista.

En cierto modo, pese a la exaltación de la naturaleza y el sensualismo, llega la melancolía con Perito en lunas
: hay un toque de muerte, de melancolía lunar, que inunda de tristeza el paisaje y que unge de tristeza al poeta.

En la poesía de M. Hernández, amor y muerte, indisolubles en un dolor desagarrado casi físico encuentran su acomodo en el símbolo del “toro” y en el de la “sangre”. Pero no sólo amor y muerte, también amistad y muerte; así, estos instrumentos del dolor que proporcionan alguna suerte de herida, adquieren una expresividad dramática, agónica y desesperanzada en la «Elegía» dedicada a Ramón Sijé.

Al comenzar la guerra, Vientos del pueblo laza su voz combativa con tonos épicos.

Sin embargo, según avanza la contienda, se aleja la esperanza de la victoria y España se tiñe de sangre. Ante este espectáculo, M. Hernández modula su voz hacia el dolor y el pesimismo ante el género humano en El hombre acecha
: Las dos españas se han declarado la guerra hasta la muerte, ha desaparecido el entusiasmo hernandiano y los poemas se tiñen de dolor. La muerte, ahora, es un espectáculo de horror simbolizado en ese “tren” de sangre, tren agonizante que cruza la noche derramando miembros amputados de hombres y silencio.

Cuando pasa la guerra y llega la cárcel, la enfermedad y la desolación más cruel, los poemas de M. Hernández se oscurecen con el desengaño y la tristeza, la “ausencia de todo”. En la cárcel compone lo que podríamos describir como “diario de la desolación”, un poemario cercano a la desnudez de la verdad más dura y terrible, que es lo que viene a ser el Cancionero y romancero de ausencias

Vida, amor y muerte, las “heridas” del poeta, cuyo aliento no ha dejado de respirar por el “vendaval sonoro” de su cuello herido por el rayo, cierran el círculo en su Cancionero final para hacerlo inmortal.


5. EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ

Cuando, en Marzo de 1934,Miguel Hernández viaja por segunda vez a Madrid, comienza para él una nueva etapa en la que se introducirá en la intelectualidad de la capital y se “despegará” definitivamente del ambiente oriolano, lo que provocará una crisis personal y poética de la que saldrá su voz definitiva. Comenzará a colaborar en la revista «Cruz y Raya». El año 1935, en el que escribe El rayo que no cesa, conoce a Vicente Aleixandre, cuyo poemario La destrucción o el amor será su libro de cabecera; colabora con Pablo Neruda en la revista «Caballo verde para la Poesía», con lo que se decantará definitivamente por la “poesía impura”.

Muy pronto, el estallido de la Guerra Civil en Julio de 1936 obliga a Miguel Hernández a dar el paso al compromiso político. En Febrero de 1937, con la guerra recrudecíéndose, Miguel Hernández es trasladado al Altavoz del Frente Sur, en Andalucía, entre cuyos cometidos está el uso de la poesía como arma de combate, propagándola a través de altavoces. Este es el tiempo en que el poeta compone Viento del pueblo, que será publicado en Valencia (Ediciones del Socorro Rojo), en verano de 1937.

Miguel Hernández comprende el poder transformador de la palabra, su posible función social y política. La solidaridad es su lema poético. Fruto de esa necesidad de compromiso será  Viento del pueblo,  poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia y poesía de solidaridad con el pueblo oprimido. Esta concepción de la “poesía como arma” [“arma cargada de futuro”, dirá años después Gabriel Celaya] que domina este poemario implica que lo lírico cede a lo épico: el poeta asume una función “profética” (su voz se alza para proclamar el amor a la patria, para educar a los suyos en la lucha por la libertad y la justicia y para increpar a los opresores de la patria y los hombres). Dicha función se articula en tres tonos
:



Exaltación(exaltación heroica de los hombres que luchan por la justicia y la libertad): «Vientos del pueblo», «Canción del esposo soldado», «El sudor», «Rosario, dinamitera»…


Lamentación (lamentación por las víctimas de los opresores): «Elegía primera» [“A Federico García Lorca, poeta”], «Elegía segunda» [“A Pablo de la Torriente, comisario político”], «El niño yuntero», «Aceituneros»…


Imprecación (imprecación a los enemigos, opresores y explotadores): «Los cobardes», «Ceniciento Mussolini».


El tono de exaltación es el tono dominante en Viento del pueblo

En los poemas dominados por el tono de la lamentación también mitifica (glorifica) a los sujetos líricos. Así lo vemos en los poemas elegíacos, que devienen alabanzas («Elegía primera», dedicada a Lorca, o «Elegía segunda», dedicada a Pablo de la Torriente). Con todo, la lamentación también cobra otros matices: en los poemas más sociales («Niño yuntero» y «Aceituneros») el tono de lamento sirve para expresar la identificación íntima, solidaria, con los protagonistas, víctimas de la explotación.

Frente a la exaltación del heroísmo de los que luchan por la libertad y la lamentación por las víctimas (muertos o explotados a manos de los tiranos), el tono de imprecación implicará denigrar e insultar a los cobardes que tiranizan al pueblo.

Su voz se acoge a un progresivo intimismo pesimista que le hace interiorizar el espantoso espectáculo bélico que hace tambalear su fe en el hombre: comienza a escribir el que será su segundo libro de guerra, El hombre acecha.

Trasladado en el verano de 1941 al Reformatorio de Adultos de Alicante, enferma de gravedad de una neumonía que no es tratada y que se complica con una tuberculosis. Fallece el 28 de Marzo de 1942, no sin antes acceder al matrimonio eclesiástico con su esposa para evitarle problemas legales (su matrimonio civil no tenía valor en la España franquista). Sólo eso concedíó a todos aquellos que lo presionaron para que renunciara a su pasado militante y se adscribiera al Movimiento a cambio de su libertad.

Fue en Septiembre de 1939, al salir de la cárcel y antes de volver a ser detenido definitivamente, cuando Miguel Hernández entregó a su esposa un cuaderno manuscrito con poemas que había titulado Cancionero y Romancero de ausencias
.

Con este último poemario, Miguel Hernández alcanza la madurez poética con una poesía desnuda (la sencillez de la lírica popular le da el molde), íntima y desgarrada, de un tono trágico contenido con el que aborda los temas más obsesionantes de su mundo lírico: el amor, la vida y la muerte, sus “tres heridas” marcadas siempre por la ausencia o la elegía [«Llegó con tres heridas».

Ya no hay canto combativo, ni exaltación de los héroes o del pueblo, ni imprecación a los verdugos, sólo hay lamento por el destino de cárcel y muerte que le aguarda. La guerra se retrata con una desnudez terrible, como un cuadro expresionista.

Por eso, el poeta nos quiso dejar en sus últimos versos de hombre vencido con sabor a pueblo unos versos de pacifismo en «Tristes guerras». Son los versos de un hombre cuya empresa fue el amor y cuyas armas fueron las palabras, versos verdaderos “aventados por el pueblo” con la “lengua bañada en corazón”.

6.- ESTILO, MÉTRICA Y SIMBOLOGÍA Y SIGNIFICADO DE  LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ

A) Metáforas e imágenes más utilizadas: Destaca en Miguel Hernández el uso de estos recursos retóricos a través de toda su poesía. Las principales serían:

  • En El rayo que no cesa, metáforas vegetales, campestres; imágenes metálicas, sangrantes, tiburones, toros, islas, arados, cuchillos y puñales como expresión de su insatisfacción y desequilibrio interno.

  • En Viento del pueblo serán los monstruos, las fieras, las hienas, liebres, podencos…significarán al hombre, en general. También la tierra, que será imagen de la naturaleza y del trabajo.

B) Simbología

  • 1ª etapa. Inicios. Luna: Lenguaje de la naturaleza. Vergeles, rosales, higueras, azucenas, naranjas…simbolizan lo erótico. Campos desnudos, espinos, olivos, trigales, almendros, significan la pureza.

  • 2ª etapa.

    El rayo que no cesa

    : el cuchillo amenazante y los puñales…cosmovisión trágica relacionada con la muerte, la tragedia y el amor. El limón: pasión, anhelo insatisfecho. El toro: luto, dolor, fuerza viril, lo indomable y sincero, la pena amorosa. La sangre: vitalidad desbordante y germen destructor
  • 3ª etapa.

    Viento del pueblo

    . El viento: la historia y la historia destruida. El toro: personificación de la patria. El vientre femenino: el amor a la vida. El tigre, la bestia, la garra: el odio y las guerras.
  • 4ª etapa.

    Cancionero y romancero de ausencia

    . El día y la noche: la fuerza viril y femenina de la fecundación. Esposa y esposo. La luz y la sombra: lo elevado y lo descendido, alegría y esperanza frente a lo trágico y funesto. El ave: la libertad.

Símbolos de vida y muerte: Estos aparecen en prácticamente toda su obras, independientemente de etapas. Amor, vida y muerte crean metáforas e imágenes muy personales en el poeta: amor como vida, luz, claridad, lo más elevado, la perpetuación de la especie; amor como destrucción, muerte, sombra, oscuridad. Los símbolos que lo representan son:

  • Los huesos: símbolo de vida y amor, como imagen de la muerte, como impulso épico, empuje a los combatientes, ausencia erótica y atracción amorosa.

  • La lluvia: símbolo de la muerte que florece. Designa una realidad natural. Es también el amor y la amada, la muerte de un ser querido, el esfuerzo y el trabajo…

En cuanto a la métrica de su poesía, encontramos en ella tanto formas cultas (octavas reales, décimas, sonetos), como formas populares (canciones y romances); junto al verso libre, de la herencia vanguardista de la Generación del 27.

En el estilo podemos ver que, tras el artificio de sus primeros poemas, Miguel Hernández irá evolucionando hacia un vocabulario más sencillo y depurado.


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