19 Ago

La casa… comparte algunos temas con varias obras teatrales y poéticas de su autor: el choque entre autoridad y libertad que conduce a la frustración, el amor insatisfecho, el protagonismo de los personajes femeninos.

El tema central es el conflicto entre autoridad (Bernarda) y libertad (Adela y Josefa). Este choque arranca desde el inicio de la obra. Bernarda, como guardiana de la honra familiar, impone a sus cinco hijas un riguroso luto de ocho años: una imposición extrema, que provocará el desbordamiento de las pasiones, de la desesperación y de los conflictos entre las hijas. La rebeldía está encarnada por la hija menor, Adela. La pasión amorosa y el deseo de libertad le dan fuerzas para enfrentarse a la autoridad materna y a las normas de la sociedad. Su rebeldía se manifiesta también desde el principio, con su abanico rojo y verde incumpliendo el luto impuesto por su madre, hasta el final, cuando rompe el bastón de Bernarda. Pero su tiempo de libertad es muy breve y acaba en el suicidio. En Josefa, el deseo de libertad se manifiesta a través de su locura, ya que Bernarda la mantiene doblemente encerrada. En su locura, al final de la obra, cree por un momento haber escapado y proclama su deseo de tener un hijo. Pero la vuelven a encerrar. En los demás personajes, el deseo de libertad está mucho más reprimido. Solo otra hija, Martirio, se enfrenta a Bernarda y de las criadas, Poncia es la única que critica a Bernarda cara a cara. La rebelión de Adela o de Josefa no sirve de nada, ya que acaban en la locura y la muerte. Todo esto transmite al espectador un sentimiento habitual en las obras de Lorca: la frustración por el deseo imposible.


El segundo tema es el deseo amoroso, encendido por Pepe, personaje al que nunca vemos en escena, pero fundamental en la obra, ya que es el objeto de deseo de Angustias, Martirio y Adela. También en este tema, Lorca opone las normas sociales frente al deseo amoroso y sexual. Así, el amor sujeto a las convenciones sociales lo representa el noviazgo formal de Pepe y Angustias. Y el caso de Adela representa el amor apasionado. El deseo amoroso es una fuerza incontrolable que impregna todo en la obra. Dentro de la casa, la pasión de las hermanas, la nostalgia de maternidad de Josefa; fuera, la historia de Paca la Roseta, las citas nocturnas de Pepe y Adela. Un tercer tema es fundamental, el de los prejuicios sociales, pues son el origen de la frustración vital de los personajes.

  • La honra, asociada a la falsa moral sexual, a las apariencias, al miedo al qué dirán. Este concepto erróneo de la honra conduce a la murmuración continua que impide la realización personal. Y conduce a la hipocresía y la mentira.
  • La discriminación a la mujer, destinada al matrimonio o al hogar, sin ninguna otra perspectiva vital. Bernarda y sus hijas están marginadas de los varones, al trabajo y la ley. Las mujeres que se revelan acaban condenadas moralmente por la sociedad.
  • Las desigualdades sociales, visibles en el orgullo de Bernarda, por eso no quiere casar a nadie que no sea de su misma clase.
  • Los matrimonios concertados como el de Angustias y Pepe. En ellos, el interés económico se impone al deseo.

Un último tema: las relaciones familiares, basadas en el miedo, la envidia y el odio. Bernarda mantiene la fachada de su casa a base de gritos, insultos y bastonazos; entre las hermanas predomina la desconfianza. No hay amor. Una familia condenada a la esterilidad. En conclusión, la obra inicia con un conflicto entre autoridad y libertad que rebasa la categoría de drama de mujeres, como la calificó Lorca, y termina de forma similar a una tragedia. Silencio es la primera y última palabra de Bernarda: nada ha pasado, la rebeldía ha sido inútil, la casa seguirá igual, el autoritarismo ha impuesto su ley.

Lorca definió el teatro como ‘la poesía que se levanta del libro y se hace humana’, y lo concibió como un espectáculo total, con una función social. Por eso, La casa… combina tres planos: el social, que refleja algunos aspectos de la vida de los pueblos de España; el simbólico, que transciende esa realidad local para abordar de manera simbólica los problemas de toda la humanidad; y el poético, que recrea la realidad con un lenguaje personal. En lo referente al plano social, La casa… refleja algunos aspectos de la sociedad de su época, p. ej. escenas de la vida cotidiana. El desencadenante de los hechos es una costumbre real, pero exagerada, para intensificar la frustración de los personajes. La obra refleja también prejuicios sociales: la honra basada en una falsa moral, la preocupación por las apariencias, la hipocresía, las diferencias sociales, la discriminación de la mujer… Son prejuicios reales y Lorca los presenta con una evidente intención crítica. Sin embargo, no se trata de una obra de crítica social o política: más que criticar la sociedad española de su época, pretende mostrar el conflicto universal entre la autoridad y la libertad. No hay duda de que hay crítica social, pero Bernarda no representa a España. La casa… supera los límites de una obra realista y alcanza una significación simbólica con la que quiere cuestionarnos acerca de temas universales como la frustración vital, el deseo imposible o la muerte. Por eso, esas realidades se cargan de significados simbólicos:

  • La casa, espacio cerrado, simboliza el mundo de la represión, de la falta de libertad, del luto, de la muerte.
  • En el exterior, el mar y el campo simbolizan la libertad; el olivar, el lugar de encuentros amorosos. El río, agua en movimiento, simboliza la vida y el amor; el pozo, agua quieta, es la muerte. El corral y la ventana son los dos lugares de la casa que sirven para establecer contacto con el exterior y los hombres.
  • La sed que sienten a veces algunas de las hermanas simboliza el deseo erótico frustrado.
  • El caballo encerrado es un símbolo del impulso sexual reprimido y anuncia la presencia poderosa de Pepe.
  • Los colores son también simbólicos: el verde, vida; el blanco, pureza. Pero, por otra parte, se produce un contraste entre el negro y el blanco.

Los personajes contienen también su simbología, incluso en sus nombres:

  • Bernarda Alba encarna la autoridad tiránica y las normas sociales represoras, simbolizadas en su bastón, que Adela rompe como gesto de rebeldía, y en su lenguaje imperativo.
  • Adela encarna la rebeldía y la vitalidad de la juventud.
  • Poncia recuerda, en su nombre y su actitud, a Poncio Pilatos.
  • Martirio, Angustias y Magdalena llevan nombres relacionados con el sufrimiento.
  • Y Pepe encarna el objeto del deseo.

El plano poético. Para Lorca, el teatro poético es el que plantea los grandes problemas de la condición humana. Y en La casa… lo consigue mediante el uso de los citados símbolos y mediante un lenguaje muy personal, que combina rasgos del lenguaje más popular y rasgos de un lenguaje muy lírico. En La casa… se combinan realidad con poesía. El valor simbólico del espacio, la duración del luto, los personajes, los nombres llevan a la poetización de una realidad: todo alcanza una dimensión poética. En definitiva, la obra ha ido perdiendo realismo en beneficio del carácter poético. Y su mayor mérito reside en haber integrado el lenguaje poético en el habla de los personajes, de manera que parezca real y espontáneo. El habla de los personajes se recoge en un diálogo ágil, rápido, de réplicas cortas e intensas. Y con algunas expresiones coloquiales y populares, hipérboles, refranes, frases hechas: un lenguaje muy realista, pero nunca vulgar. Pero los personajes también intercalan frases más poéticas, con comparaciones, metáforas, frases cargadas de dobles sentidos… Lorca intercala pequeños poemas en verso: la letanía en el duelo del primer acto; la canción de los segadores; y la nana que canta Josefa, en el último acto. Todos sirven para resaltar momentos importantes de la acción. Por esta acertada mezcla de lenguaje popular y poético, y por el uso de los símbolos citados, puede hablarse de que Lorca cultiva un realismo poético, de alta calidad literaria, capaz de fundir poesía, simbolismo, realidad y crítica social. Así, esta pieza teatral es más que un texto realista: es una obra maestra de significación universal.

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