08 Nov
Estrofa 4
Góngora comienza con una descripción detallada y simbólica del lugar donde se desarrollará la historia, evocando la grandeza mítica de Sicilia y su naturaleza volcánica. A través de un uso complejo de recursos literarios, especialmente el hipérbaton, se crea una geografía poética que otorga a la escena un carácter etéreo y clásico. Las palabras «Donde» y «Allí» actúan como referencias espaciales que enfatizan la topografía. Se mencionan el «mar siciliano» y el «Lilibeo», que apuntan a la precisión de la ubicación, mientras que el verbo «argentar» produce un efecto visual evocador, acentuado por el cromatismo de «argenta de plata», alineándose con el tópico clásico del ut pictura poesis. La atmósfera se torna más sombría al introducir figuras mitológicas como Vulcano y Tifeo. Estas alusiones cumplen una doble función: no solo identifican al volcán Etna como escenario de la acción, sino que también dotan al paisaje de un sentido mítico, conectando la actividad volcánica con el mito de Vulcano, dios romano del fuego, y la leyenda de Tifeo, el gigante que intentó asaltar el Olimpo y que fue castigado siendo sepultado bajo la isla. Ambos mitos convergen en la idea de la actividad volcánica, simbolizada en la estrofa por la «bóveda de las fraguas de Vulcano» o la «tumba de los huesos de Tifeo», en la que el volcán, como lugar de creación y destrucción, se convierte en el epicentro de la dualidad vida-muerte. La descripción avanza hacia un paisaje desolador y violento, con el «llano cenizoso» que refleja la constante presencia de cenizas y el peligro de la actividad volcánica, dando «señas pálidas» del trabajo de Vulcano y de la ambición de Tifeo. Se utiliza la estructura «A cuando no B» para contrastar el «oficio» de Vulcano y el «deseo sacrílego» de Tifeo, creando una dualidad simbólica que refuerza la tragedia mítica del paisaje. La imagen final de una «alta roca» como «mordaza» de una gruta intensifica la sensación de contención y represión, simbolizando la naturaleza violenta del volcán. La metáfora de la «mordaza» sugiere un intento de controlar la fuerza destructiva contenida en el Etna, atrapada en la boca de la gruta como una bestia a punto de erupcionar.
Estrofa 6
Describe el hogar de Polifemo, presentando su caverna como un lugar imponente y sombrío. A través de un hipérbaton complejo, Góngora transforma la caverna en un «bostezo formidable de la tierra», donde la palabra «bostezo» sugiere una enorme abertura o grieta, comparada con una boca que se abre, reforzando la imagen de un espacio natural gigantesco y oscuro. La «choza bárbara» y el «albergue umbrío» subrayan la rudeza del lugar y su aspecto salvaje y sombrío, acorde con la brutalidad y soledad del cíclope. En la segunda parte, se muestra la caverna no sólo como la morada de Polifemo, sino como un redil que alberga su rebaño. Las palabras «cuanto las cumbres ásperas cabrío / de los montes esconde» sugieren la magnitud de su ganado, enfatizando la fusión de Polifemo con su entorno natural, agreste y salvaje. El latinismo «copia» refuerza esta abundancia, y el cierre de la estrofa -«un silbo junta y un peñasco sella»- describe cómo Polifemo reúne a su ganado con un silbido y sella la caverna con una enorme piedra, casi como un guardián o una fuerza natural en sí mismo. Este fragmento destaca la naturaleza bestial de Polifemo, viviendo en armonía con una geografía que refleja su brutalidad y aislamiento. Mediante un cuidadoso empleo de recursos literarios y referencias naturales, Góngora dota al paisaje de una atmósfera inquietante, acorde con la figura imponente y trágica del cíclope.
Estrofa 7
Góngora comienza la descripción de Polifemo, resaltando su inmensa figura y su naturaleza casi mitológica. La comparación inicial entre el cuerpo del cíclope y una montaña («Un monte era de miembros eminente») enfatiza su tamaño descomunal mediante el hipérbole y el hipérbaton, otorgando a Polifemo una presencia que parece fusionarse con el entorno natural. La mención de su linaje como «hijo fiero de Neptuno» añade una dimensión marina y violenta a su carácter, que se refuerza al mencionar su único ojo en el centro de su frente. Esta «redondez» (orbe) compite con el «mayor lucero» -el Sol- en una metáfora que sugiere que el ojo de Polifemo es tan deslumbrante y poderoso como el astro, destacando así la mezcla de monstruosidad y magnificencia en su figura. La estrofa cierra con una imagen potente de fuerza: el pino más robusto obedece a Polifemo como si fuera un simple «bastón» o «cayado». Mediante hipérbole, Góngora enfatiza la fuerza sobrehumana del cíclope, que maneja un tronco enorme como si fuera un ligero junco, tanto para apoyarse como para dirigir su rebaño. Esta imagen final fusiona la descomunal fuerza de Polifemo con el rol de pastor, destacando su naturaleza salvaje y la poderosa relación que mantiene con la tierra y los elementos naturales que lo rodean. En conjunto, esta descripción transforma a Polifemo en una fuerza casi elemental, una mezcla de brutalidad y grandeza que anticipa su papel en el poema como una figura trágica y mítica.
Estrofa 12
Góngora finaliza la caracterización de Polifemo mediante la descripción de su rudimentaria y desmesurada «música», subrayando su naturaleza rústica y formidable. La escena comienza con Polifemo construyendo un tosco instrumento musical al unir cera y cáñamo para crear «cien cañas» – una cantidad exagerada que resalta su torpeza y fuerza bruta. La reiteración de esta idea en el verso 3 («de más ecos que unió cáñamo y cera») junto con el hipérbole del «bárbaro ruido» acentúa la crudeza del sonido que genera, contrastando con la suavidad que se suele asociar a la música. Los efectos de este ruido impactan el entorno de forma monumental: «la selva se confunde» y «el mar se altera», imágenes que muestran cómo la «música» de Polifemo afecta tanto la tierra como el mar. La reacción de Tritón, dios marino que rompe su caracola, podría simbolizar su intento de competir o calmar el estruendo de Polifemo, subrayando la naturaleza imponente del sonido que emite el cíclope. La imagen culmina con un barco que «sordo huye a vela y remo», intensificando la metonimia del terror que causa Polifemo. Esta expresión refleja cómo el estrépito del cíclope lleva a los tripulantes a huir rápidamente, como si temieran quedar sordos o, interpretado de otro modo, escapando en silencio para evitar atraer su atención. El verso final resume esta escena: «¡tal la música es de Polifemo!», destacando la ironía entre la idea de música y el tremendo ruido que realmente produce, y dando un cierre dramático a su retrato. Esta estrofa final proyecta a Polifemo como una figura rústica y poderosa, que se integra violentamente con su entorno, dotándolo de una cualidad atemorizante y descomunal que impregna incluso su expresión musical.
Estrofa 13
Góngora inicia la descripción de Galatea, resaltando su belleza y divinidad. Polifemo la «adora» como si fuera una diosa, mostrando no solo su amor, sino también la intensidad de su veneración. Galatea es presentada como la «más bella» de las hijas de Doris, madre de las Nereidas, lo que sitúa a Galatea en un entorno marino y místico, destacado también por el «reino de la espuma», una perífrasis que alude al mar. Los versos siguientes describen cómo en Galatea, «Venus suma» las cualidades de las Gracias – Aglaya, Talía y Eufrósine- de modo que ella encarna la perfecta belleza y gracia femenina. Este hipérbaton enfatiza la dulzura y elegancia de Galatea, idealizando su figura como una síntesis de las virtudes que representan las acompañantes de Venus, diosa del amor y la belleza. A continuación, Góngora utiliza una metáfora astral para ensalzar sus ojos, comparándolos con «estrellas luminosas», en referencia a su brillo y pureza. Su piel, descrita como «blanca pluma», sugiere una suavidad y blancura comparable a la de los cisnes. Finalmente, Góngora construye una imagen de su carácter: si bien Galatea es «roca de cristal» de Neptuno, haciendo alusión a su belleza y frialdad, también es descrita como «pavón de Venus» y «cisne de Juno», intercambiando las aves simbólicas de cada diosa. La «roca de cristal» representa su dureza y rechazo hacia sus pretendientes, pero el «pavón» y «cisne» sugieren que su apariencia y carácter reúnen la gracia, pureza y exotismo. Así, Galatea se convierte en una figura única y celestial que, por su belleza y dureza, se erige como un ser idealizado e inalcanzable para el cíclope que la adora.
Estrofa 17
Góngora describe la naturaleza esquiva de Galatea, quien rechaza a sus pretendientes y evade a su enamorado, Palemón. A través de las designaciones perifrásticas de «ninfa bella» y «marino amante nadador», el poeta introduce una doble referencia mitológica. Por un lado, la fuga de Eurídice, quien murió al pisar una víbora (áspid) mientras huía; por otro, la carrera de Atalanta, quien fue detenida por Hipómenes mediante tres manzanas doradas, lo que refleja el deseo de Palemón de ser, si no un áspid mortal, al menos un «pomo dorado» para frenar la carrera de Galatea. En los siguientes versos, Góngora introduce una pregunta retórica que expresa la imposibilidad de detener a Galatea: ni «diente mortal» (el áspid) ni «metal fino» (la manzana de oro) pueden detener a alguien que huye de forma tan ligera. Estas metáforas sugieren que el amor no correspondido de Palemón no tiene esperanzas de éxito, incluso si intenta atraerla o amenazarla. La exclamación final resume la incompatibilidad entre los dos: «¡Oh cuánto yerra delfín que sigue en agua corza en tierra!» Aquí, Góngora utiliza el delfín como símbolo de Palemón y la corza como símbolo de Galatea. Este contraste señala la naturaleza inalcanzable de Galatea, destacando que, al igual que un delfín no puede alcanzar a una corza en tierra, Palemón y Galatea son seres de mundos incompatibles. Con esta imagen, el poeta enfatiza el amor imposible de Palemón, atrapado en una persecución sin esperanza.
Estrofa 32
Góngora describe cómo Galatea, aún desconocedora de Acis, experimenta una atracción que le causa una mezcla de incertidumbre y deseo. Aunque quisiera llamar al misterioso joven que dejó las ofrendas, no sabe su nombre, y por eso permanece muda (versos 1-2). Aquí, el poeta señala la eficacia de Cupido: aunque Galatea no ha visto a Acis ni conoce su nombre, el dios del amor ya ha empezado a influir en sus emociones. Incluso, Cupido ha bosquejado en su mente una imagen idealizada de Acis, sugiriendo que la fantasía puede engendrar el amor incluso antes del conocimiento real. En los versos siguientes, se muestra a Galatea movida por el impulso amoroso. Ha perdido parte del temor que la contenía y, ahora decidida, sus pies la llevan a buscar al joven en el campo (versos 5-6). Este impulso queda reflejado en la expresión «fía su intento», que indica su disposición a avanzar. Finalmente, el poeta describe cómo Galatea encuentra a Acis fingiendo que duerme en una «umbría cama de campo» (versos 7-8), lugar que simboliza tanto un lecho natural como un campo de batalla amoroso. La imagen de «campo de batalla» alude al simbolismo de la militia amoris, donde los encuentros amorosos se comparan con combates. Góngora enfatiza así la tensión entre la timidez inicial de Galatea y su creciente atracción hacia Acis, que configura el inicio de un juego amoroso en el que ambos jóvenes participarán.
Estrofa 42
Góngora describe el primer beso de Acis a Galatea, una escena cargada de delicadeza y sensualidad. En el momento en que las palomas, símbolo tradicional de amor y paz, están a punto de unir sus picos, Acis se adelanta y besa a Galatea, robando con osadía un momento de intimidad (versos 1-4). Los labios de los amantes son descritos mediante metáforas de gran riqueza visual: «rubíes» para los picos de las palomas y «clavel» y «hojas carmesíes» para los labios de Galatea. Esta descripción sugiere el deseo y la pureza de la escena, en la que la naturaleza misma parece acompañarlos. Los versos siguientes (5-7) intensifican la atmósfera con un hipérbaton que evoca una lluvia de flores: «cuantas produce Pafo, engendra Gnido». Góngora invoca estas ciudades asociadas a templos de Venus para mostrar cómo la diosa del amor parece bendecir el momento. Las «víolas negras» y «blancos alhelíes» representan la dualidad entre la pasión ardiente y la pureza, simbolizando cómo el amor de los jóvenes es bendecido con todos los matices del amor ideal. Finalmente, este rocío de flores se convierte en una ofrenda nupcial, cayendo sobre el «tálamo de Acis y Gala» (versos 7-8). La elección de «tálamo» eleva la escena, dándole un matiz de consagración amorosa, en la que el lugar donde reposan es un lecho sagrado, preparado por el propio Amor. Así, Góngora concluye esta estrofa resaltando el poder transformador del amor, que convierte un simple acto en un ritual donde naturaleza y divinidad se entrelazan en homenaje a la unión de Acis y Galatea.
Estrofa 49
Polifemo se presenta como un pastor poderoso y rico en ganado, desafiando la imagen convencional del pastor pobre y humilde. La declaración «Pastor soy, mas tan rico de ganados» establece inmediatamente un tono de grandeza y desdicha. A través de la hipérbole, el poeta comunica la magnitud del poder de Polifemo, ya que su abundante ganado transforma el paisaje a su alrededor: «los valles impido más vacíos,» «los cerros desparezco levantados,» y «los caudales seco de los ríos.» Estas imágenes ilustran cómo la presencia del gigante no solo impacta su entorno físico, sino que también refleja su autopercepción. La primera persona del singular refuerza esta conexión entre Polifemo y su riqueza; él se identifica con su ganado y su poder. La fuerza de Polifemo contrasta con su dolor personal. En los versos «no los que de sus ubres desatados / o derivados de los ojos míos», se establece un paralelismo entre la leche que emana de las ubres de su ganado y las lágrimas que fluyen de sus ojos. Este juego de imágenes sugiere que, a pesar de su riqueza material, su corazón está repleto de sufrimiento debido a su amor no correspondido por Galatea. La relación entre «ubres-leche-bienes» y «ojo-lágrimas-males» enfatiza la paradoja de su existencia: mientras acumula bienes en forma de ganado, su vida está llena de dolor emocional. Finalmente, la frase «iguales en número a mis bienes son mis males» encapsula la tragedia de Polifemo: cada bien que posee está contrarrestado por un mal igualmente profundo. El comentario de Jáuregui sobre la única visión del gigante refuerza esta tragedia; el ojo que le da forma y poder también simboliza su incapacidad para ver más allá de su propia desdicha amorosa. Así, en esta estrofa, Góngora presenta a un Polifemo que, aunque formidable en riqueza y fuerza, es también un ser trágico, atrapado en un ciclo de deseo no correspondido y soledad.
Estrofa 60
Góngora aborda el desenlace trágico de la relación entre Acis y Galatea, marcando el final de su encuentro amoroso. La apertura con «De los nudos, con esto, más suaves» sugiere la separación de los amantes, donde «los dulces dos amantes desatados» se refieren a Galatea y Acis, que abandonan los «nudos más suaves» de sus abrazos. Este término, antes utilizado en la estrofa 45, evoca el acto de abrazarse, lo que indica una pérdida de intimidad entre ellos. La frase «con esto» remite a la acción de Polifemo, quien, al intentar espantar unas cabras, arroja piedras con su honda, revelando así el escondite de los amantes. El uso de hipérbaton, un rasgo característico del estilo gongorino, realza la musicalidad del verso, mientras que la diéresis en «suaves» destaca la habilidad del poeta para jugar con el lenguaje. Este desplazamiento sintáctico enriquece el texto, a la vez que establece un contraste entre la suavidad de su amor y la inminente llegada del peligro. A continuación, los versos «por duras guijas, por espinas graves / solicitan el mar con pies alados» ilustran el apuro de los amantes, quienes, a pesar de las dificultades del camino, están impulsados por la urgencia de alcanzar el mar. El término «solicitan», un cultismo semántico, denota un sentido de urgencia, mientras que la expresión «con pies alados» sugiere que su carrera es tan rápida que parece que vuelan. Las «duras guijas» y «espinas graves» que deben sortear simbolizan no solo los obstáculos físicos en su camino, sino también las dificultades que enfrenta su amor en un entorno hostil. paralelismo entre Polifemo y un sembrador que, sin intención, espanta a una pareja de liebres. En este contexto, «incauto meseguero» se refiere al sembrador inocente, que, al intentar proteger sus sembrados de aves dañinas, interrumpe la paz de Acis y Galatea. La palabra «redimiendo» implica una liberación de una molestia, destacando la ironía de que la acción del gigante es lo que desata el conflicto entre los amantes. El término «copia» en «dirimió copia así amiga» conecta a Acis y Galatea con la pareja de liebres, enfatizando la naturaleza de su amor y el hecho de que, a pesar de sus diferencias sexuales, han encontrado unidad en su relación. Al final de esta estrofa, la expresión «un surco abriga» implica que, aunque el amor de Acis y Galatea enfrenta la amenaza de Polifemo, su conexión es tan profunda que pueden hallar refugio el uno en el otro, como las liebres en su surco. Refleja la delicada tensión entre el amor y el peligro, reflejando la fragilidad de la felicidad en medio de la inminente tragedia.
Estrofa 61
Góngora describe la ira de Polifemo ante la huida de Galatea, a quien describe con imágenes potentes y evocadoras que refuerzan la violencia de sus emociones. La apertura con «Viendo el fiero jayán con paso mudo» establece inmediatamente la figura de Polifemo, utilizando el giro perifrástico «fiero jayán» para subrayar su fuerza y tamaño imponente. La expresión «paso mudo» sugiere que, a pesar de su enorme presencia, su movimiento es silencioso, lo que añade un elemento de amenaza, como un depredador acechante. El verso «correr al mar la fugitiva nieve» se refiere a Galatea, destacando su blancura y su carácter etéreo como una «nieve» que huye, lo que genera una fuerte imagen visual. Este epíteto refuerza no solo su belleza, sino también su fragilidad en contraste con la brutalidad de Polifemo. Así, se establece una relación entre la pureza de Galatea y la ferocidad de Polifemo, aumentando la tensión dramática de la escena. Los versos «(que a tanta vista el líbico desnudo / registra el campo de su adarga breve)» revelan la impresionante agudeza visual de Polifemo. La hipérbole en «tanta vista» implica que su capacidad para ver es casi sobrenatural, capaz de discernir incluso los emblemas que adornan los escudos de guerreros desnudos de Libia. Este detalle no solo subraya su poder físico, sino también su capacidad de control y vigilancia sobre su entorno, intensificando la sensación de peligro que representa. A continuación, «y al garzón viendo, cuantas mover pudo / celoso trueno antiguas hayas mueve» muestra a Polifemo observando a Acis. La comparación del grito celoso de Polifemo con un «trueno» genera una imagen de fuerza desatada. La hipérbole sugiere que su grito es tan potente que puede mover «antiguas hayas», lo que refuerza la idea de que su rabia es capaz de alterar incluso la naturaleza. Aquí, el «garzón» representa no solo a Acis, sino también al amor que Galatea siente por él, lo que intensifica el celo y la furia de Polifemo. Finalmente, en los versos «tal, antes que la opaca nube rompa, / previene rayo fulminante trompa», se establece una comparación que subraya la conexión entre el trueno y el rayo. Esta imagen sugiere que, al igual que en una tormenta donde se ve primero el rayo y luego se escucha el trueno, el grito de Polifemo presagia su violenta acción. La «trompa» alude al sonido ensordecedor de su voz, que es tanto una advertencia como una manifestación de su desesperación y celos.
Estrofa 62
Góngora describe el clímax trágico de la historia, donde la violencia y la desesperación se entrelazan, marcando el destino fatal de Acis a manos de Polifemo. La apertura, «Con violencia desgajó infinita», indica el monumental esfuerzo de Polifemo al lanzar una roca. La frase «la mayor punta de la excelsa roca» sugiere tanto grandeza como brutalidad, estableciendo la naturaleza como testigo de la tragedia. En «que al joven, sobre quien le precipita, / urna es mucha, pirámide no poca», la roca se convierte en un símbolo de la muerte de Acis, quien es comparado con una «urna» o «pirámide», asociando su destino con la monumentalidad de su sacrificio y el amor que siente por Galatea. Los versos «Con lágrimas la ninfa solicita / las deidades del mar, que Acis invoca» muestran a Galatea desesperada, pidiendo ayuda a las divinidades marinas, reflejando su dolor. Acis, en su último momento, también clama por protección, enfatizando la conexión entre ambos. Finalmente, «concurren todas y el peñasco duro / la sangre que exprimió cristal puro fue» simboliza la transformación del sufrimiento en esperanza. La sangre, en lugar de muerte, se convierte en «cristal puro», sugiriendo que, a pesar de la tragedia, el amor de Acis por Galatea perdura y se renueva. Esta transformación puede interpretarse como un renacer, donde el amor de Acis por Galatea sigue vivo, a pesar de su muerte. En conjunto, la estrofa culmina en una poderosa representación de la lucha entre amor y muerte, destacando la ineludible conexión entre los amantes y su trágico destino.
Estrofa 63
Góngora describe el trágico destino de Acis tras ser aplastado por el peñasco de Polifemo. En los primeros versos, «Sus miembros lastimosamente opresos / del escollo fatal fueron apenas», se destaca el dolor de Acis mientras su cuerpo es aplastado. La palabra «apenas» sugiere el momento crítico de su sufrimiento. En «que los pies de los árboles más gruesos / calzó el líquido aljófar de sus venas», la imagen de su sangre como «líquido aljófar» enfatiza la pureza y belleza del agua que emana de su cuerpo, que, a su vez, «calza» el pie de los árboles, creando una conexión simbólica con la naturaleza. Los siguientes versos, «Corriente plata al fin sus blancos huesos, / lamiendo flores y argentando arenas,», revelan cómo su cuerpo, ahora convertido en agua, se transforma en una «corriente plata» que acaricia las flores y tiñe las arenas, simbolizando su unión con el entorno natural. Finalmente, en «a Doris llega, que con llanto / pío yerno lo saludó, lo aclamó río,» se menciona a Doris, la diosa del mar, quien recibe a Acis como su yerno, llorando con compasión por su muerte. Este verso resalta su transformación de amante trágico a deidad fluvial, consolidando su lugar en el mundo natural y su vínculo eterno con Galatea. La estrofa captura la esencia del amor, la muerte y la continuidad a través de la naturaleza.
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