09 Jun

Apoyos a la Sublevación y a la República

La Guerra Civil Española evidenció una profunda división en la sociedad. Si bien la sublevación fue impulsada por una minoría oligárquica temerosa de perder sus privilegios, encontró apoyo en sectores del ejército, la policía, la judicatura y la diplomacia, reticentes a la República. Esta minoría buscó el apoyo de las clases medias rurales, especialmente en Castilla-León, y de un sector del campesinado.

Por otro lado, la República contó con el apoyo mayoritario de obreros y clases medias urbanas, quienes veían en ella la posibilidad de consolidar la democracia. Este apoyo fue unánime en regiones con movimientos nacionalistas como Cataluña y el País Vasco. Sin embargo, el campesinado, influenciado por la Iglesia o por tendencias extremistas, no se convirtió en un aliado fiable para la República.

La Ideología Ecléctica de Franco

La ideología de Franco puede definirse como ecléctica, ya que combinaba elementos tradicionalistas, fascistas (totalitarismo y corporativismo), nacionalistas y católicos integristas.

Por un lado, Franco garantizó la pervivencia del sistema capitalista, defendiendo la propiedad privada y limitando los derechos de los trabajadores. Por otro lado, utilizó a la Iglesia Católica como herramienta de legitimación, aprovechando su amplio apoyo social.

Esta alianza se tradujo en una política restauracionista en materia religiosa: abolición de la legislación laica republicana, regreso de los jesuitas y reintroducción de los crucifijos en las aulas. La Iglesia recuperó el control del sistema educativo, purgando a los maestros republicanos y sometiendo a los que permanecieron a una intensa reeducación religiosa.

Instituciones de la Dictadura

Diversas instituciones fueron claves para la instauración y pervivencia de la dictadura franquista:

El Ejército

El Ejército, defensor acérrimo del régimen, no solo se encargaba de la defensa del territorio, sino que también tenía jurisdicción sobre los delitos políticos a través de los “consejos de guerra”. Los altos mandos compartían la ideología anticomunista, antiseparatista y de orden público del régimen.

La Falange

La Falange, con su mezcla de patriotismo tradicional y autoritarismo fascista, proporcionó al régimen su principal arsenal ideológico en las décadas de 1940 y 1950. Tras el Decreto de Unificación de 1937, Franco controló el partido, diluyéndolo en el “Movimiento Nacional”.

La Iglesia Católica

La Iglesia Católica legitimó el franquismo al presentar la Guerra Civil como una “cruzada” contra el ateísmo marxista. El Concordato de 1953 consolidó su presencia en la educación y la vida intelectual, convirtiéndola en un instrumento de propaganda del régimen.

La estrecha alianza entre la Iglesia y el “Nuevo Estado” se reflejó en la participación de los obispos en instituciones como el Consejo del Reino y las Cortes, así como en la influencia de Franco en la elección de obispos.

Las “Familias” del Franquismo

Además de las instituciones, diversas “familias” políticas no institucionalizadas sustentaron el régimen:

Los Monárquicos

Divididos entre carlistas y donjuanistas, los monárquicos nunca fueron una oposición fuerte. Los primeros, que representaban el tradicionalismo católico y conservador, ocuparon algunos cargos en el régimen. Los segundos, partidarios de restaurar la monarquía constitucional de Alfonso XIII, se apartaron del régimen al no ver cumplidas sus aspiraciones.

Los Tecnócratas

Los tecnócratas, muchos de ellos monárquicos “franquistas” o miembros del Opus Dei, emergieron en la década de 1960. Creían que el desarrollo económico, impulsado por un régimen autoritario “modernizado”, generaría bienestar y desplazaría la ideología política.

Los Franquistas Puros

o integrales, cuya seña de identidad era la “adhesión incondicional” al Caudillo. El representante más claro de este grupo fue el almirante Carrero Blanco. Para este grupo el franquismo aparecía como inalterable. Formarán en los últimos años del régimen y en los inicios de la transición el llamado búnker.

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