19 Jun

ANÁLISIS DE LOS RIEGOS: ESCALAS A, B y C.

A la hora de analizar los riesgos es necesario conocer previamente el valor de los objetos de la colección, en función de lo cual se clasificarán en cuatro categorías:
Objetos irremplazables o tesoros, objetos de valor alto, objetos de valor medio y objetos de valor bajo.
Los riesgos primordiales serán aquellos que pongan en peligro a los objetos irremplazables. Una vez establecido este punto se llevará a cabo el análisis de los riesgos aplicando las escalas A, B y C.  

En primer lugar habrá que valorar la frecuencia de cada riesgo a través de la escala A, que en principio es la más sencilla, transformando las probabilidades en números. Habrá que saber si son eventos raros, un evento esporádico o algo continuo. Cuando se trate de eventos raros se tomarán en consideración los datos históricos, buscando el tiempo entre eventos y dividiendo el número de daños entre el tiempo (generalmente expresado en años).   La escala A va a valorar la frecuencia con que se va a producir un riesgo, expresando el tiempo entre eventos en años, pudiendo ser raros o continuos; cada año representará un valor en la escala A: 1-2 años, 5; 2-6 años, 4,5; 6-20 años, 4…). También se puede expresar en porcentaje, o en un porcentaje cada x años. A los eventos esporádicos que causen un daño sustancial o significativo se les valorará como si fueran eventos raros, mientras que si el daño es muy pequeño se tratarán como eventos continuos; en cuanto a los procesos continuos, o se considera el efecto adverso menor observable, o bien el momento final del deterioro total (ambos expresados en años). En función del valor obtenido se atenderá a lo más urgente dentro de las posibilidades económicas.  

La escala B, que cuantifica la pérdida de valor de un objeto o colección, es subjetiva, existiendo cuatro maneras diferentes de utilizarla: puede medirse por fracciones numéricas, por palabras, por fracciones de área o por equivalencia numérica, aunque a menudo se comparan las cuatro formas para ver si los valores se aproximan y para comprobar que no haya ninguna equivocación. La única forma de expresarla hace referencia al número de objetos que se está dispuesto a que se dañen de una determinada manera antes de que uno se pierda totalmente.

La escala C valora la extensión del daño (fracción susceptible de daño) en función de que se vea afectado todo o casi todo el valor de la colección, una fracción considerable, una fracción pequeña, una fracción mínima o una fracción insignificante. En el caso de esta escala se pueden dividir las colecciones, teniendo en cuenta el valor de cada una de sus partes (que viene determinado por los expertos).  

Para afinar, en vez un de asignar único valor a cada escala se le dan tres: se consideran el peor de los casos, el más probable y el más común (P, E y M), obteniéndose la magnitud del riesgo (MR), también con tres valores. Se evalúa el riesgo y se divide en cinco grupos:

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Entre 15 y 13,5: prioridades catastróficas, el valor de la colección se puede perder en muy pocos años.

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Entre 13 y 11,5: prioridades significativas, toda la colección se ve dañada de forma significativa, o bien una parte importante se pierde en una década.

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Entre 11 y 9,5: prioridad alta, pérdida significativa de una fracción pequeña de su valor en una década, o pérdida significativa de valor de la mayor parte de la colección en un siglo.

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Entre 9 y 7,5: prioridad media, daño o pérdida moderada de valor en muchas décadas o pérdida significativa de la colección en varios milenios.

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Menos de 7: prioridad baja, daño mínimo o insignificante de una fracción mínima de la colección en varios milenios.

ESTRUCTURA Y FUNCIONES DEL EMBALAJE

Hoy en día existen materiales muy variados para el embalaje de los bienes culturales, aunque no siempre ha sido así (por ejemplo, a principios del Siglo XX se utilizaban mantas, telas, etc.). En la actualidad aparecen materiales continuamente, incluso algunos diseñados exclusivamente para las obras de arte, o con las necesidades y terminaciones requeridas por este campo, habiendo cada vez una gama más amplia.   Estos materiales han de cumplir unos requisitos mínimos: la resistencia al agua, que sean aislantes térmicos  amortiguadores de los cambios de humedad relativa, que absorban impactos y que sirvan de barrera para la circulación de los gases; sin embargo; no siempre se cumplen estas propiedades. Además, se busca una relación adecuada calidad-precio, la relación con el peso, así como el grosor (si abulta mucho) y su fácil manejo (tanto para usarlo como para fabricarlo). Las carácterísticas favorables son pues la resistencia mecánica, la ligereza, la durabilidad, el vibroaislamiento y la estabilidad química. También es importante que sean ecológicos, aunque en España aún hay que concienciarse sobre ello.   Se establece una distinción entre los materiales seguros y los inseguros. Los materiales seguros son los metales, el vidrio, la cerámica, los papeles y cartones neutros y con reserva alcalina, el lino sin teñir, el poliéster… En cambio, no son seguros la madera o los derivados nitrocelulósicos (como el acetato de celulosa o el acetato de polivinilo), aunque se utilizan de todos modos, si bien se procura que no entren en contacto directo con la obra.

EMBALAJES RÍGIDOS

Se entiende por embalaje todo el conjunto de materiales que se dispone de forma ordenada alrededor del objeto para manipularlo o trasladarlo, pudiendo ser rígidos, semirígidos o blandos. Han de ser temporales y no se pueden utilizar para almacenar; tienen una caducidad pues los materiales se deterioran y pierden sus propiedades, calculándose una durabilidad de unos cuatro años, durante los cuales se precisa de un espacio de almacenamiento (esto supone un gasto, por lo que a menudo se tiran). Suelen ser mixtos, con una parte blanda y otra rígida, y se han de hacer a medida para cada obra, aunque hay embalajes adaptables.

 La caja va a ser el embalaje rígido por excelencia, protegiendo frente a golpes e impactos. Una protección previa es el marco de viaje, una especie de caja que sólo lleva el perímetro y que permite no manipular directamente la obra; se trata de una estructura de madera similar a un marco que se emplea en el transporte sin introducirse en la caja. Estos marcos sirven para diferentes obras, con unos orificios para sujeción en los cuales se ajustan los acetaclips. 

  La caja básica de embalaje bidimensional consta de una caja de madera de contrachapado, que a veces es más grueso en los laterales (12 mm) que en la tapa y los laterales (19 mm). Las esquinas de refuerzo son de madera maciza, a veces en dos piezas externas o bien intercaladas con la estructura de la caja. Pueden llevar refuerzos entre las esquinas, así como patines.

Al interior, los seis lados deben ir forrados con espuma de polietileno, unos ajustes de espuma del mismo material y una junta de neopreno. Lleva asas, que pueden ser metálicas, normalmente a cada lado y a una altura que permita un transporte cómodo (ha de ser llevada por dos personas y en dirección perpendicular al soporte), salvo que fuera muy pequeña. Los cierres no han de coincidir con la zona de apoyo, y si va atornillada deberá llevar pletinas metálicas, siempre fuera de la junta de neopreno. 

 En el caso de las obras tridimensionales, las cajas presentan las mismas carácterísticas. Tiene que haber hueco suficiente entre los patines para que la caja pueda levantarse con una máquina si pesara mucho. Este tipo de cajas es mucho más estable que las anteriores por ser más anchas, a veces incluso añadiéndose una anchura adicional para aportar una mayor estabilidad y rellenando con espuma. Se utilizan espumas de polietileno como apoyo para la pieza (espumas de apoyo), o también espumas con forma de láminas completas partidas a la mitad (cajas de guillotinas). Como mínimo se ha de poder retirar la tapa y abatir una cara, aunque en ocasiones todas las caras son abatibles. 

El embalaje blando se sella con cintas y se emplea la cantidad justa para evitar caídas. Si se quiere poner más cantidad se cortan varios papeles (o el material que sea) con la medida adecuada, superponiendo los unos encima de los otros. La cinta ha de ser de la cantidad justa, con la solapa doblada para retirarla con facilidad y de colores, para que sea visible.   A veces, para obras muy delicadas se pueden hacer cajas dobles, introduciendo una caja en otra, multiplicándose muchísimo la amortiguación. Al contrario, también existen cajas con unas guías que permiten transportar varias obras, siendo mucho más estables que varias cajas delgadas diferentes.  También se pueden hacer cajas de cartón (de unos 15 mm de espesor) con refuerzos de madera, tornillos, etc.  Existen unas cajas conocidas como “cajas inteligentes” que permiten la creación de un microclima y realizan chequeos continuos. Llevan baterías para recargarlas, aunque también se pueden enchufar a la red, abríéndose y cerrándose con códigos y tarjetas.   Las cajas de bandejas presentan unas bandejas rígidas de espuma que se extraen y en las que se recorta la forma de los objetos que contiene, con otra capa de espuma sobre ella que sirve a modo de amortiguación. Se utiliza para obra tridimensional pequeña, de diferentes formas. 


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