12 Dic
El Ser Humano: Antropología Cartesiana
La Sustancia Pensante o *Res Cogitans*
Según Descartes, la certeza de la propia existencia se limita al acto de pensar. Mientras se duda de la existencia del mundo e incluso del propio cuerpo, percibido a través de los sentidos que pueden ser engañosos, la única certeza irrefutable es la del pensamiento propio.
Descartes establece una distinción entre el pensamiento y el cuerpo. El cuerpo, del cual se duda, no puede ser lo mismo que el pensamiento, del cual no se duda. Por lo tanto, se conciben como entidades separadas.
El pensamiento no solo es distinto del cuerpo, sino que existe independientemente de él. La duda sobre la existencia del cuerpo no afecta la certeza de la existencia del pensamiento. Esto implica que el pensamiento no necesita del cuerpo para existir, constituyéndose así como una sustancia.
Descartes denomina «alma» a la sustancia pensante, concluyendo que el alma existe de forma independiente del cuerpo. Afirma: «mi yo pensante no es mi cuerpo». El pensamiento existe sin necesidad del cuerpo, sin depender de él para su existencia.
La Independencia del Alma y el Problema de la Comunicación de las Sustancias
Descartes busca salvaguardar la libertad humana a través de la independencia del alma respecto al cuerpo. La concepción mecanicista del mundo material no deja espacio para la libertad ni para los valores espirituales que Descartes defiende. Para proteger estos valores, el alma debe liberarse del mundo material y de su mecanicismo. Se afirma así que el alma reside en una esfera autónoma e independiente de la materia. Esta independencia entre alma y cuerpo es un pilar fundamental en la filosofía cartesiana.
Sin embargo, la independencia de las sustancias plantea a Descartes el problema de su comunicación, un desafío que también enfrentarán otros racionalistas. Cuerpo y alma son dos sustancias separadas que pueden existir la una sin la otra: el alma es una sustancia que piensa; el cuerpo es una sustancia extensa.
No obstante, están unidas por un «yo» que las integra. El mismo «yo» que piensa es el que sufre, habla, crece y muere. Esta unidad, dada la independencia de las dos sustancias, debe ser accidental, no sustancial como en la concepción aristotélica de materia y forma, sino más bien de corte platónico. Por otro lado, la experiencia indica una íntima unión entre ambas: la misma realidad que piensa es la que siente.
¿Cómo se explica esta unidad? ¿Cómo se establece? Descartes propone la glándula pineal, ubicada en el cerebro, como la sede del alma. A través de esta glándula se logra la unidad, originándose una doble circulación hacia el alma y hacia el cuerpo, realizando así la unión entre ambas. Spinoza criticará a Descartes por no ajustarse a su propio principio de aceptar solo lo claro y evidente como criterio de verdad.
Dios en el Pensamiento Cartesiano
La Demostración de la Existencia de Dios
Descartes define el «yo» como una sustancia pensante que alberga ideas, voluntades y juicios. De estos tres, solo los juicios pueden conducir al error.
Las ideas, a su vez, se clasifican en tres tipos:
- Adventicias: Aquellas ideas que parecen provenir de objetos externos.
- Facticias: Ideas creadas por la imaginación a partir de las ideas adventicias.
- Innatas: Ideas que no se originan en la experiencia externa ni son construcciones a partir de ideas externas. Son ideas inherentes a la razón, connaturales al sujeto.
Entre las ideas innatas, se encuentra una muy especial: la de un «ser infinitamente perfecto» (Dios). Esta idea no puede haber sido creada por el «yo», que es finito e imperfecto. Por lo tanto, debe haber sido implantada en el sujeto por un ser realmente infinito, lo que demuestra la existencia de Dios.
Descartes ofrece dos demostraciones adicionales de la existencia de Dios. La primera es una variante del argumento ontológico de San Anselmo: dado que el «yo» posee la idea de un ser infinitamente perfecto, este ser debe incluir entre sus perfecciones la de existir necesariamente.
La segunda es una variante de la vía tomista de la contingencia. Si el «yo» se hubiera dado a sí mismo la existencia, se habría otorgado todas las perfecciones, incluida la existencia necesaria. Sin embargo, el «yo» no posee todas las perfecciones. Por lo tanto, ha tenido que ser creado por otro ser, que puede ser contingente o necesario. Si se considera una cadena de seres contingentes, esta no puede ser infinita, pues entonces el «yo» no existiría actualmente. Como el «yo» existe, debe haber un ser necesario, Dios, que lo ha creado y lo mantiene en la existencia.
Dios, como ser infinitamente perfecto, es bondadoso y no puede engañar ni permitir que un genio maligno lo haga. Él garantiza la existencia del mundo exterior y la validez de las leyes del entendimiento. La ciencia matemática, que se ocupa del mundo, es verdadera.
El Mundo Corpóreo o la *Res Extensa*
El mundo, las cosas físicas y los cuerpos se perciben como entidades que poseen extensión, el atributo de la sustancia corpórea. Descartes afirma: «La extensión en longitud, anchura y profundidad constituye la naturaleza de la sustancia corpórea».
La veracidad de esta idea de la extensión, su claridad y distinción, y la imposibilidad de ser engañados al respecto, provienen de Dios.
Descartes demuestra la existencia del mundo a partir de la existencia de Dios. Dado que Dios existe y es perfecto, no puede engañar. Si, a pesar de nuestra fuerte inclinación a creer en la existencia del mundo como causa de las sensaciones, este no existiera, Dios nos estaría engañando, lo cual es incompatible con su naturaleza divina.
Por lo tanto, el mundo existe. Las sensaciones que experimentamos no son fabricadas por nosotros, sino causadas por algo externo a la mente, algo objetivo y real.
Conclusión: Las Tres Ideas Innatas
Existen tres ideas innatas que se conciben de forma clara y distinta:
- El alma: sustancia pensante.
- Dios: sustancia infinita.
- La materia: sustancia extensa.
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