12 Ene

El impacto de la invasión napoleónica en España (1808-1814)

La invasión y el dominio francés

La tarde de 1808, Napoleón entró en España y en pocas semanas ocupó Aragón, Cataluña y Madrid después de vencer fuertes resistencias y de asaltar y bombardear ciudades (Gerona, Zaragoza…). En enero de 1809, José I volvía a Madrid. El dominio francés llegó a su nivel más alto en la primavera de 1812, cuando las tropas napoleónicas dominaron Valencia. Asimismo, a partir de ese momento se volvió a debilitar porque Napoleón había comenzado la invasión de Rusia y tuvo que desplazar efectivos militares hacia el nuevo frente. Así facilitó el contraataque de las tropas británicas y españolas, comandadas por el general Wellington, que venció en Arapiles (Salamanca, julio de 1812) y consiguió dar un giro irreversible a la guerra.

Su avance obligó a José I a huir y permitió recuperar Madrid en agosto de 1813. Napoleón, ante la imposibilidad de mantener dos frentes, optó por firmar el Tratado de Valençay, por el cual retiraba las tropas y restablecía la monarquía de Fernando VII, que atravesó la frontera de los Pirineos en 1814.

La guerra y sus consecuencias

Fue una guerra atípica, en la cual el ejército español había quedado prácticamente desarticulado tras la batalla de Bailén. Sus componentes se desmovilizaron, pasaron a actuar de manera subordinada al ejército británico o bien se integraron a las guerrillas, una nueva forma de organización que llegó a tener un protagonismo decisivo para fustigar constantemente a los franceses. Eran grupos reducidos de guerrilleros, que actuaban de manera informal, sobre todo en zonas rurales, y estaban comandados por militares y campesinos.

La guerra provocó un empeoramiento muy grave de las condiciones de vida, especialmente de las clases populares urbanas y del campesinado. Además, la presencia de los ejércitos contendientes perjudicó a los campesinos, sometidos a extorsiones y a derechos señoriales.

Afrancesados y opositores

Un gran número de españoles apoyó al régimen de José I: eran los afrancesados, que sostuvieron la administración francesa y consideraron que la situación era una oportunidad para modernizar el país. Eran reformistas, ilustrados, intelectuales y también hombres de negocios que se enriquecieron con actividades vinculadas al nuevo régimen, como los contratos con el ejército y con la nueva administración napoleónica.

La oposición a los franceses iba muy ligada a la defensa de la vuelta de Fernando VII y de la religión católica, pero amparaba actitudes ideológicas diversas:

  • Por un lado, buena parte del clero y de la nobleza asociaban esta oposición al restablecimiento del absolutismo y de la tradición, a la vuelta a la situación previa a 1808.
  • Un sector de reformistas moderados creía que la vuelta del rey tenía que comportar el desarrollo de un programa de reformas dentro del Antiguo Régimen.
  • Finalmente, los liberales querían un cambio profundo que permitiera poner fin al absolutismo; esperaban que Fernando VII implantaría un nuevo régimen constitucional basado en la soberanía nacional, la separación de poderes y las libertades individuales.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

En medio del conflicto, la Junta Central Suprema organizó y puso en marcha una convocatoria de Cortes. La Junta, que no pudo reponerse de las derrotas militares y del fustigamiento de los sectores absolutistas, tuvo que renunciar a sus funciones y fue sustituida por una regencia encabezada por el obispo de Ourense, que acabó organizando las Cortes. Estas se convocaron en Cádiz, la única ciudad que resistía el acoso francés.

Los diputados no siempre pudieron ser elegidos con normalidad a causa del conflicto y, a menudo, el sufragio no se pudo celebrar. Finalmente, se reunieron unos 300 diputados y acordaron que las Cortes fueran unicamerales y no estamentales.

El primer día, los liberales consiguieron un triunfo importante porque aprobaron que las Cortes eran depositarias de la soberanía nacional. Acordaron también la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y reconocieron a Fernando VII como rey de España, con un carácter revolucionario.

Durante más de tres años, las Cortes desarrollaron una actividad legislativa intensa. Aprobaron un número considerable de leyes y decretos, así como la primera constitución de España, y gracias a eso pusieron las bases de un nuevo sistema liberal y pusieron fin al Antiguo Régimen.

En su articulado, la Constitución definía los derechos del ciudadano, las libertades civiles y la igualdad jurídica y fiscal por medio del reparto proporcional de impuestos. Estableció el sufragio universal masculino para mayores de 25 años, con un sistema indirecto de elección en diversas instancias electivas. También garantizaba la seguridad individual a través de la inviolabilidad del domicilio, de los derechos penales y procesales y de la abolición de la tortura.

La Nación se definía como el conjunto de ciudadanos de todos los hemisferios, que ejercía la soberanía por medio del sufragio. La estructura del Estado correspondía a una monarquía limitada basada en la división de poderes:

  • El poder legislativo recaía en las Cortes.
  • El monarca era el jefe del poder ejecutivo y poseía la dirección del gobierno e intervenía en la elaboración de las leyes.
  • El poder judicial era competencia de los tribunales y se establecían los principios básicos de un Estado de derecho.

La Constitución reconocía la confesionalidad del Estado, establecía la enseñanza primaria obligatoria y la creación del Ejército Nacional con un servicio militar obligatorio. Organizaba el Estado en provincias y municipios, y creaba la Milicia Nacional como cuerpo de ciudadanos armados para defender los preceptos liberales ante quienes se opusieran a su desarrollo.

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