20 Jul

¿Qué es la autonomía y la heteronomía ética?

La autonomía moral significa que las leyes por las que se rige la conducta ética proceden de ella misma. Afirmar que el ser humano es autónomo quiere decir que se regula siguiendo leyes. Sabemos que el hombre es un animal político, un animal urbano y social. Convivir con otros seres humanos lleva consigo más que formar una simple manada. La convivencia humana solo es posible si es de acuerdo con leyes que garanticen el orden, la legalidad, la regularidad de la convivencia y la justicia. La ley humana se encuentra dentro del campo de lo que debe ser, es algo que debe cumplirse, que es bueno para la sociedad que se cumpla, pero que puede vulnerarse. Para poder definir qué es el hombre es necesario explicar de dónde procede la ley humana, que forma parte de la ley moral.

Sócrates mantiene una postura denominada intelectualismo moral que defiende los conocimientos, conceptos o valores éticos como son el bien y el mal. Para los sofistas lo moral no es alcanzable por la vida eidética, no existen esencias o valores morales ideales e inmutables, sino que solo pueden surgir y aprehender socialmente impuestos desde fuera, de forma heterónoma.

El deontologismo kantiano

Para Kant la ley moral surge de la propia razón humana que no solo tiene una función teórica, sino que también tiene una función práctica, una ley para saber lo que tiene que hacer. Al hombre le basta con apelar al tribunal de la propia razón. Justo por ello es autónoma la ética según Kant. La ley moral no puede ser algo excesivamente complejo, sino que ha de ser sencillo. Solo contiene un único principio, un solo imperativo, el imperativo categórico, que en realidad es la forma de un principio sin contenido concreto. Esta oposición a las éticas materiales, que son aquellas que están compuestas por multitud de preceptos que sirven para guiar la conducta moral.

Kant formula un solo principio que posee la virtualidad de poder ser aplicado en todos los casos, de forma que la totalidad de los principios están contenidos estructuralmente en él. «Obra según la máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se tome en ley universal». Lo que quiere decir Kant es que la máxima pueda convertirse en ley universal, que cualquiera en tu caso tuviera que hacer lo mismo que tú. Si lo que moviese nuestras acciones fuese el interés subjetivo, nunca podremos hacer de ellas una ética válida para todos. Los principios éticos han de poseer validez universal y no pueden estar sometidos a intereses particulares, de lo contrario, no solo pierde validez universal, sino que también se convierte en heterónoma. He de obrar siempre por deber. La universalidad es el criterio inequívoco de que obro por deber. Las acciones pueden ser contrarias al deber, conformes al deber o hechas por deber, pero solo estas últimas son éticas. Para que mi acción sea ética tengo que realizarla exclusivamente por deber, si la realizo por deber, podré universalizarla, pues el deber es universal. Una consecuencia de la moral autónoma kantiana es que al actuar con correlación a la ética no está asegurada la felicidad como recompensa. Si se cumpliese la máxima kantiana y todo el mundo actuase según el deber, probablemente se reducirían los males en el mundo, exceptuando catástrofes naturales, y llegaríamos al reino de los cielos.

Las éticas heterónomas

Una moral es heterónoma cuando no es ella un fin en sí misma, sino que se rige por un objetivo o ley exterior cuyo fin último es la felicidad. Hay 3 éticas heterónomas:

La ética estoica

Recibe su nombre del estoicismo, que obtuvo variantes y reformulaciones. Un elemento común en todas ellas es el principio fundamental que ordena «vivir conforme a la naturaleza» ya que es perfecta y nunca se equivoca. Se identificará como actuar conforme a la razón. Para saber cómo debemos actuar bastaría con fijarnos en el comportamiento de los sabios que son modelo de perfección y prudencia. En ello se pueden distinguir dos aspectos fundamentales de la realidad: las cosas que dependen de nosotros y las cosas que no dependen de nosotros. Lo sabio será únicamente atender a las cosas que dependan de nosotros y actuar conforme a la razón. Respecto al resto solo queda la indiferencia, no debemos reprimirnos si ha ocurrido algo que no estaba en nuestras manos.

La ética epicúrea

Es propia del epicureismo, que trata de identificar la felicidad con el placer, es más, tendemos por naturaleza a buscarlo y a huir a toda costa del dolor. Una ética hedonista, que deberá decidir qué cosas aumentan o disminuyen el placer, las primeras serán bienes y las segundas males. Hay diferentes tipos de placeres, pues no todos tienen el mismo grado de felicidad, existen placeres pasivos (ausencia de dolor) y placeres activos (gozo y alegría). Lo buscado es la ataraxia, la imperturbabilidad y la ausencia de dolor. El epicureismo tiene como fin último conducirnos a la felicidad, no se trata de una mera teoría hedonista, si se entiende por ella abandonarse ilimitadamente al placer. Pretende maximizarlo rechazando ciertos placeres a corto plazo que producirán dolor en el futuro y cuestionándose siempre qué es lo que ocurrirá en el futuro con los placeres, ya que la felicidad es algo a calibrar a largo plazo.

La ética utilitarista

El utilitarismo pretende una felicidad colectiva alcanzando así al mayor número de personas mediante un principio de utilidad. Utiliza un proceso llamado ciencia de la felicidad que trata de averiguar en qué medida haría más o menos felices a la mayoría de las personas calculando la felicidad que obtendría el conjunto.

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