07 Feb
El Conocimiento y Control del Tiempo: Orígenes y Evolución de los Calendarios
La fijación de los acontecimientos en el tiempo es la base de la historia. Nuestro calendario solar procede de la reforma gregoriana del año 1582, llamada así por haber sido realizada por el Papa Gregorio XIII.
Mediciones del Tiempo: Unidades y Orígenes
- El día: Una medida inalterable y fácilmente percibida por el hombre.
- Las estaciones: Aunque variables, son fácilmente asumidas por una economía agrícola.
- Las semanas: Un elemento artificial.
- Los meses: Vinculados a los ciclos lunares, son más largos y su duración fue difícil de medir.
El día de doce horas y la noche de doce horas parecen tener su origen en la cultura hebrea. La semana, con el mismo origen, está vinculada al carácter sagrado del número siete. La influencia religiosa y los hábitos culturales han facilitado la aceptación de esta división temporal.
Desarrollo de Calendarios en Diferentes Culturas
La duración de los meses se estableció mediante la observación de los movimientos de la luna. Los sabios sacerdotes de Babilonia, cuna de la astronomía, desarrollaron la medición del tiempo fijando los movimientos de la luna, al servicio de la religión. El calendario se elaboró en Babilonia y en las culturas primitivas de todas partes como un ciclo de fiestas religiosas.
Hacia la mitad del segundo milenio antes de Cristo, Babilonia ya disponía de un calendario anual dividido en doce meses lunares que sumaban 354 días. Añadían, tras un período de años no determinado, un mes más, el mes trece, para ajustar las fiestas.
La ciudad egipcia de Alejandría tiene un lugar muy destacado en la elaboración del calendario. Los egipcios se habían regido por un calendario lunar, pero fue la ciencia griega la que llegó a elaborar en aquella ciudad un calendario solar.
Los romanos comenzaron con uno lunar de 355 días y añadían un mes de 22 ó 23 días alternativos cada dos años. Julio César decretó en el año 46 a.C. que el año tendría 365 días y se añadiría un día más cada cuatro años.
Los musulmanes han tenido siempre un calendario lunar. Los antiguos árabes, como los caldeos y los hebreos, intercalaban un período de tiempo equivalente a un mes entre los doce meses para cubrir el desfase con relación al año solar. Mahoma prohibió esta práctica, así como la realización de un calendario solar. El año musulmán tiene doce meses, alternativamente de 30 y de 29 días, lo que hace un total de 354 días por año. Así, 33 años del calendario juliano-gregoriano corresponden a 34 años del calendario musulmán, con una pequeña diferencia de 5 ó 6 días.
El Calendario Litúrgico Cristiano
El Concilio de Nicea (325) ordenó que la Pascua se celebrara el primer domingo después de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera (21 de marzo). Se trata de una fiesta móvil que puede caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril. La Pascua, el día de la resurrección de Cristo, es la fiesta por excelencia del cristianismo, y a partir de ella se elabora el calendario litúrgico de la Iglesia.
El Calendario de la Revolución Francesa
Una de las oposiciones más célebres a la aceptación del calendario gregoriano se produjo entre algunas de las personas más destacadas de la Revolución Francesa. Elaboraron un nuevo calendario con las siguientes características:
- Cambio de los nombres de los meses y su adaptación al orden de la naturaleza, el clima, las estaciones y la actividad agrícola.
- Cambio de la duración de las semanas, que pasaron a tener diez días.
- Los meses, todos de treinta días.
Otros Calendarios
Algunos pueblos primitivos de África tienen un calendario que determina los días festivos con la celebración de actos religiosos o mágicos. En China, la elaboración del calendario estaba encomendada a los astrónomos, pero la iniciativa y la promulgación de las reformas pertenecían al poder político.
Egipto y Mesopotamia: El Despertar de la Historia
El conocimiento que ahora tenemos de la historia de Egipto y de Mesopotamia es el fruto de las excavaciones arqueológicas.
A – Egipto: Desciframientos y Excavaciones
En Egipto, el camino lo abrieron los filólogos y paleógrafos con el descubrimiento y posterior desciframiento de la piedra Rosetta. El enigma de su contenido fue resuelto por Champollion en 1823. El segundo gran paso lo dio Lepsius, quien en 1837 publicó su Carta a Rosellini. En 1842 planificó el estudio del Libro de los Reyes de Egipto y el Libro de los Muertos, cuyo estudio era necesario para la comprensión de la mitología. Lepsius comprendió que sin una buena estructura cronológica era muy difícil establecer el desarrollo de la historia de Egipto.
Mariette fue el más grande de los excavadores y a quien debemos la resurrección del Antiguo Egipto. Junto a los dos autores ya citados, forma el trío de los grandes iniciadores de la egiptología. Maspero, amigo y colaborador de Mariette en sus últimos años, fue el descubridor del interior de las pirámides de Sakkara, donde se encontraron numerosos textos religiosos.
Los Anales Egipcios
Desde tiempos muy remotos de los distintos imperios egipcios, se han conservado algunos anales que recogen listas de reyes y hechos realizados por algunos faraones reinantes. Se trata de relatos muy escuetos referidos a acontecimientos acaecidos durante el reinado de cada uno de los reyes; es decir, son acontecimientos contemporáneos al propio redactor y en ningún caso se recogen acontecimientos de épocas pasadas. Estos redactores recibían el nombre de escribas. La profesión de escriba estaba vinculada a la actividad administrativa faraónica.
Los escribas de la Administración, como los adscritos a otros menesteres, preparaban los documentos de la administración ordinaria o de la Administración general del reino, y registraban cada uno de los documentos realizados. Tan solo una pequeña parte de aquella gran cantidad de documentación ha llegado hasta nosotros.
La famosa piedra de Palermo conserva los nombres y anotaciones de los hechos conocidos de los reinados de cinco dinastías anteriores a su tiempo. Está redactada siguiendo un sistema cronológico de año a año. Otros anales, entre muchos, son aquellos que narran la campaña militar de Thutmosis III contra las tropas sirias de Meggido o Armagedón. Se trata una vez más de la narración de un acontecimiento contemporáneo del autor, escrita con una clara finalidad de dejar constancia de la hazaña y los hechos gloriosos, pero no es una investigación realizada sobre los datos de épocas anteriores y destinada a rescatar el pasado del olvido.
Manethon es el único historiador egipcio del que tenemos noticias. De su Historia de Egipto solo conocemos aquellos textos que citaron autores posteriores, como Josefo, historiador judío, o los cronistas cristianos Julio Africano y Eusebio de Cesarea. Los egipcios se ocuparon poco de la investigación de su pasado, pero mantuvieron vivas las creencias religiosas y atesoraron mitos y leyendas de tiempos remotos.
B – Mesopotamia: Descifrando la Escritura Cuneiforme
Mesopotamia, la tierra entre el Tigris y el Éufrates. El primer paso fue descifrar las inscripciones. Eran inscripciones en escritura cuneiforme. En 1802, Grotefend identificó los tres idiomas de las inscripciones de los reyes de Persépolis: el persa, el susiano y el babilónico. Rawlinson consiguió en 1845 descifrar la escritura cuneiforme. La escritura cuneiforme era corriente entre los persas; la escritura babilónica se conocía y usaba en Babilonia.
El Pensamiento de Montesquieu
Montesquieu, aristócrata y presidente del Parlamento de Burdeos, desarrolló un pensamiento en el que destacan, entre otros, los siguientes aspectos: su teoría de los climas y su teoría de la separación de poderes. Como importante cosechero de vinos de Burdeos y entendido en el comercio internacional, daba mucha importancia a los factores físicos, en especial a los climáticos. Todos estos elementos le sirven para explicar las diferencias y los cambios que se producen en las distintas sociedades.
Consideraba Montesquieu que la naturaleza humana no cambia, es decir, es inmutable, y por lo tanto el esquema histórico puede ser aplicable a cualquier sociedad de cualquier período histórico. El hombre es siempre el mismo en todas las épocas, siempre que se mantenga en los mismos lugares, y por lo tanto el cambio social se produce como consecuencia de las migraciones y de los contactos culturales, favorecidos de forma especial por el comercio. Esta teoría se desarrolla en su obra El espíritu de las leyes.
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