22 Ene
Los enciclopedistas y el mito de la música italiana
Al final del siglo XVII, la música italiana generaba ya suficientes polémicas, pese a que, prácticamente, se desconocía todavía en París.
Las primeras representaciones de óperas bufas e intermezzi* italianos se llevaron a cabo en esta ciudad, en 1729 pasaron completamente inadvertidos para los franceses. Habrían de transcurrir aún más de veinte años para que tanto el público como la crítica se percataran de la existencia de la ópera bufa italiana
: La representación de “La serva padrona” por una mediocre trouppe (compañía de cómicos) de bufones, en 1752, sonó como el toque de batalla que dio comienzo a la célebre guerra entre bufonistas y antibufonistas.
Esta nueva querelle, que apasionó a todos los franceses, no fue sino la versión puesta al día de la disputa previa entre lullistas y ramistas, que hallaría su prolongación más tarde en la lucha entre gluckistas y piccinnistas. Se trataba, una vez más, no sólo de confrontar dos gustos diferentes, sino, fundamentalmente, de una polémica compleja que engloba motivaciones estéticas, culturales, filosóficas hasta políticas, polémica de la que surgirá una nueva concepción de la música.
Uno, más potente, más numeroso, constituido por los tipos importantes, por los ricos y por las mujeres, defendía la música francesa;
Otro, más fino, más vivo, más entusiasta, estaba integrado por los verdaderos conocedores, por las personas inteligentes”. A otro lado se situaron, sobre todo los enciclopedistas, quienes, aun cuando pertenecían al ámbito de una concepción iluminista de la música, contribuyeron, después de muchos arrepentimientos, incertidumbres y retrocesos, a configurar las bases de la futura concepción de la música como expresión privilegiada de los sentimientos. No obstante, la terminología de la que se sirvieron Rousseau, Grimm, Diderot, D´Alambert, Voltaire, etc., continuó siendo la de tiempos atrás: la imitación de la naturaleza, el buen gusto, la razón, la expresión de los afectos; a pesar de ser así, tales términos se vaciaron cada vez más de su significado original, hasta llegar a adquirir valores totalmente nuevos, incluso opuestos a los tradicionales.
El sentir de la Ilustración, que comienza a finales del siglo XVII y culmina con la Revolución francesa de 1789, se plasma en la Enciclopedia “Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios”, editada en París entre 1751 y 1780 por Diderot y D´Alambert, que tiene como objetivo difundir las ideas de la Ilustración francesa.
La Ilustración sólo es posible mediante la educación. En esta época adquieren gran importancia los Salones, aristocráticos y burgueses, dirigidos por mujeres, como Madame Geoffrin, Madame Deffand, Madame Staal Delaunay y Madame Lambert, como lugares de reunión de artistas, filósofos e intelectuales, a la vez de centros de difusión de las ideas ilustradas. Críticos y polemistas a favor de la música italiana, a la que veían como la más calificada antagonista de la tradición clásica francesa, que identificaban con los melodramas de Lully y Rameau.
Jean Jacques Rousseau (Suiza 1712-1778)
, es la personalidad de mayor realce, el teórico más acreditado entre los bufonistas. A él se debe el núcleo más importante de voces musicales en la Enciclopedia, que más tarde constituyeron el cuerpo de su Diccionario de Música, publicado en 1767.
En lo que se refiere a sus gustos musicales, Rousseau ama la ópera italiana por su melosidad, sencillez, su espontaneidad, su frescura y naturalidad, y el canto en tanto efusión del corazón; por el contrario aborrece la música francesa por su carácter artificioso, por sus texturas armónicas incomprensibles y por su carencia de inmediatez y de naturalidad;
asimismo, aborrece la música instrumental, la polifonía y el contrapunto, por considerarlos insignificantes, irracionales y contrarios a la naturaleza.
Es curioso observar que los defectos que, medio siglo antes, Lecerf había atribuido a la ópera italiana, Rousseau se los imputa a la ópera francesa. En otros tiempos, la música italiana se había considerado barroca, recargada, complicada y antinatural, mientras que la francesa se había considerado sencilla, lineal y natural. Entre tanto, varía también el concepto de naturaleza: para Lecerf, naturaleza equivale a razón y a tradición; para Rousseau, a sentimiento y a prontitud instintiva. Rousseau no amaba la música instrumental, las sonatas y las sinfonías, y concebía la música únicamente como canto.
En su origen, las lenguas poseían acentos musicales resultó ser un efecto desafortunado de la civilización el hecho de que las lenguas quedaran desprovistas de su melodiosidad inicial y devinieran aptas exclusivamente para expresar razonamientos.
Asimismo, sucedió que los sonidos musicales que, en otros tiempos, configuraban el acento propio del lenguaje y representaban su causa vital, quedaron aislados y empobrecidos en lo concerniente a su capacidad expresiva. Es el canto melódico el que reconstruye, pues, esta unidad.
Al principio “no había otra música que la melódica, ni otra melodía que el sonido modulado de la palabra; los acentos constituían el canto, las cantidades conformaban el ritmo y se hablaba tanto por medio de los sonidos como por medio del ritmo y de las articulaciones de las voces”.
La unión de la música con la poesía significa para Rousseau valorar expresivamente la una y la otra
En el pensamiento de Rousseau, armonía y melodía aparecen siempre como dos elementos contrapuestos, como dos enemigos que combaten entre sí sin tregua, tratando de excluirse recíprocamente en el horizonte musical.
Si la música debe de encontrar su condición más genuina en tanto acento de las palabras, su esencia deberá consistir entonces en la sucesión temporal, es decir, en la melodía
La armonía no imita la naturaleza: ésta “inspira cantos, no acordes; sugiere melodías, no armonías”
Si se contrasta el pensamiento de Rameau con el de Rousseau, se advierte con facilidad que nos situamos ante dos tentativas diferentes, incluso contrarias, de revalorización de la música. Por su parte, Rousseau, revalorizó la música al revalorizar el sentimiento y al considerar aquella como lenguaje que habla al corazón humano haciendo gala de mayor inmediatez. El carácter de la melodía difiere de pueblo a pueblo y de siglo a siglo; para Rameau, la música está dotada de una capacidad de comprensión universal, dado que todos los hombres participan de la razón; para Rousseau, la compresión de la música es un hecho histórico, cultural: “cada cual es conmovido por únicamente por los acentos que le son familiares”; la melodía varía según la lengua de cada pueblo.
Hay sin embargo una cuestión que acercaba a los dos pensadores: la aspiración de restituir a la música su dignidad artística y su autonomía expresiva.
René Diderot (1713-1784)
esboza la famosa teoría de las relaciones al hablar de la música, teoría que expondrá en la voz “bello” de la Enciclopedia. Plantea la supremacía de la música sobre las demás artes, ya que es el lenguaje más idóneo para expresar la tumultuosidad de las pasiones. Su obra maestra es “el sobrino de Rameau”, obra escrita hacia 1761 y que retocó durante veinte años. Se publicó cuando Schiller la descubrió y Goethe la tradujo al alemán. Está escrita en forma de diálogo y narra el encuentro en un café de París de dos personajes, un filósofo y un músico fracasado que defienden su modo de ver las cosas. Es una sátira en la que retrata la corrupción social de su época.
Deja un comentario