15 Jul
En la Conferencia de Algeciras en 1906 se acordó la división de Marruecos en dos áreas de influencia, la española al norte (el Rift) y la francesa al sur. Los intereses de España en Marruecos pasaban por asegurar las posiciones de Ceuta y Melilla, recuperar el prestigio tras el Desastre de 1898 y la explotación minera. Los rifeños (organizados en cabilas) se mostraron rebeldes al control español. La primera gran insurrección se produjo durante el gobierno largo de Maura, en 1909, tras el ataque rifeño a las explotaciones mineras españolas. La derrota del Barranco del Lobo obligó a llamar a reservistas lo cual desencadenó la Semana Trágica de Barcelona. Ambos acontecimientos forzaron la dimisión de Maura. La formación de un protectorado en Marruecos en 1912 provocó un aumento de la resistencia contra la presencia española, incapaz de controlar el territorio. En 1921 se planificó una ofensiva al mando del general Silvestre, en la que los rifeños, liderados por Abd-el Krim, respondieron con una emboscada que ocasiónó más de 13.000 muertos y heridos y la pérdida del control de la mayor parte del territorio. Este hecho fue conocido como el Desastre de Annual y provocó la indignación de la opinión pública y un debate sobre responsabilidades de militares, los políticos y el rey que derivaron en la creación de una comisión encargada de elaborar el informe Picasso sobre lo ocurrido que debía leerse en Cortes en Octubre pero el 13 de Septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, líderó un pronunciamiento militar contra el gobierno constitucional que desembocó en la Dictadura de Primo de Rivera y el restablecimiento del control español tras el Desembarco de Alhucemas en 1925. Dato declaró en 1914 la neutralidad en la Primera Guerra Mundial (1914-19); la opinión pública y los políticos se posicionaron en dos bandos, Germánófilos y aliadófilos que protagonizaron intensos enfrentamientos en la prensa. La neutralidad económica favorecíó la economía española pues España se convierte en exportadora de metales, minerales, tejidos y cereales; aumenta la población ocupada y suben los salarios. Sin embargo, los auténticos beneficiarios de esta situación fueron la burguésía industrial y financiera (sobre todo de País Vasco y Cataluña) pues el desabastecimiento de productos en el interior del país provocó la subida de precios de productos básicos, inflación y como consecuencia, la pérdida de poder adquisitivo de las clases bajas, el aumento de las diferencias de clase, aumento de afiliados a los partidos obreros y crecimiento de la tensión social y del número de huelgas. Tras el asesinato de Canalejas en 1912 se había acentuado la crisis de los partidos dinásticos, que fueron incapaces de adoptar las medidas necesarias para frenar la decadencia del sistema y hacer frente a la crisis social. La crisis de 1917 fue triple; por un lado, los militares (que llevaban tiempo enfrentados por los ascensos –por méritos o antigüedad- y reclamaban demandas salariales) ante el proyecto de reforma del ejército crearon en 1916 las Juntas de Defensa. Alfonso XIII se puso de parte del ejército desacreditando al ejecutivo y forzó un cambio de gobierno (Eduardo Dato).
Esta crisis evidenció la capacidad de coacción de los militares y su fuerza sobre el poder civil. Por otro lado, el gobierno de Dato suspende las garantías constitucionales, impone censura de prensa y disuelve las cortes ante lo cual, un grupo de políticos críticos con el sistema (republicanos, reformistas y socialistas) liderados por Francesc Cambó (Lliga Regionalista) convocaron en Julio de 1917 una Junta de parlamentarios cuyas demandas eran democratizar el sistema político, una nueva constitución o reforma de la misma y descentralización del estado. Por último, ante el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares debido a la IGM, UGT y CNT convocaron una huelga general que reivindicaba mejoras laborales y políticas. El ejército, una vez resuelta la crisis militar, se alineó con el Gobierno para combatir a los huelguistas. Se desató una dura represión y la crisis se saldó con unos 70 muertos y 2000 detenidos (entre ellos Largo Caballero futuro diputado por el PSOE). Ante la gravedad de la crisis, los principales líderes políticos aceptaron formar parte de un Gobierno de Concentración en Marzo de 1918, en el que se pusieron muchas esperanzas, pero que acabó fracasando seis meses después precisamente por las rivalidades que enfrentaban a los ministros. La crisis del sistema de la Restauración, sumada a la económica que sobrevino tras la Gran Guerra y las expectativas creadas por la Revolución soviética de Octubre, desencadenaron lo que se ha llamado el Trienio Bolchevique. Las mayores tensiones se localizaron en Andalucía donde el campesinado intensifica sus movilizaciones que se tradujeron en ocupaciones y reparto de tierras, quema de cultivos, pueblos controlados por comités revolucionarios y un aumento considerable de la afiliación a UGT y CNT. En Barcelona lo más significativo fue la huelga de la Canadiense en 1919. La patronal crea sindicatos libres para frenar el anarco-sindicalismo y aparece el pistolerismo y la Ley de fugas. En ambos casos la represión pone fin a esta revolución social en 1920. Reflejo de esta situación de crisis política y guerra social es que entre 1918 y 1923 se sucedieron 19 gobiernos que adoptaron medidas como la suspensión de garantías, cierre de las Cortes o recurrir al ejército lo cual evidenció la incapacidad del régimen y acentuó el desprestigio del sistema y hubo más de 800 atentados, entre ellos el que se cobró la vida del presidente Dato en 1921. Este clima de inestabilidad proporciónó al ejército y en concreto al general Miguel Primo de Rivera el argumento perfecto para justificar un pronunciamiento militar contra el gobierno constitucional y establecer la dictadura.
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