21 Ago

1«Explica las diferencias entre la economía y la organización social del Paleolítico y el Neolítico, y las causas del cambio».

En la P. Ibérica, el Paleolítico se inicia hacia el 800 000 a.C., coincidiendo con el primer poblamiento peninsular (Homo Antecessor). Esta primera etapa de la Prehistoria se subdivide en tres periodos: el Paleolítico Inferior (800 000-100 000 a.C.), que conocemos gracias a yacimientos como el de Atapuerca (Burgos); el Paleolítico Medio (100.000-35.000 a.C.), entre cuyos yacimientos destaca Cueva Morín (Cantabria); y, finalmente, el Paleolítico Superior (35.000-10.000 a.C.), estudiado gracias a yacimientos como Altamira y El Castillo, en Cantabria, y Tito Bustillo, en Asturias. Tras el Paleolítico, se inicia un período de transición conocido como Mesolítico en el que los grupos humanos deben adaptarse a los cambios derivados del fin de las glaciaciones.  Finalmente, el Neolítico se desarrolla en territorio peninsular entre el 5.000 y 3.000 a.C. Destacan los yacimientos de Can Tintorer (Barcelona) y Menga (Málaga).

El Paleolítico está caracterizado por una economía depredadora; los grupos humanos vivían de la caza la pesca y la recolección.  Estos grupos eran nómadas, y de pequeño tamaño, con una organización muy elemental en la que no había profundas diferencias sociales, ni acumulación de riqueza, ni una marcada especialización en las funciones. Tampoco existiría un sentido de la propiedad muy marcado ni conflictividad social.
Los grupos humanos vivían en abrigos, en bocas de cuevas (el interior constituiría “santuarios” con pinturas y grabados), y en tiendas al aire libre. Para fabricar herramientas, armas y adornos utilizaban piedra tallada, hueso y asta, y madera, con los que fabricaban bifaces, puntas, raspadores. El Neolítico está caracterizado por la aparición de una economía productiva: surgen la agricultura y la ganadería (domesticación de especies vegetales y animales, las cuales generaron nuevas herramientas y técnicas. Aparecen tejidos y la piedra pulimentada, y se impulsa la actividad comercial. Los grupos neolíticos eran sedentarios y las sociedades se hicieron más complejas: los grupos aumentaron su tamaño, y se asistíó a una mayor jerarquización social , mayor sentido de la propiedad, conflictividad, y la especialización y división de funciones. 

El cambio entre el Paleolítico y el Neolítico está en relación con un cambio climático (calentamiento) que se produjo en la Tierra hace unos 12000 años y que produjo el final de la última glaciación (la que afectó al Paleolítico Superior). Debido al calentamiento, la vegetación y la fauna cambiaron: desaparecieron las especies propias del clima frío (mamuts, renos…) y el bosque se extendíó, lo que obligó a los grupos humanos a desarrollar nuevas estrategias de captación de recursos en un medio diferente (y también por la escasez de recursos naturales del periodo anterior). Con estas nuevas condiciones ambientales, los grupos humanos se percataron de que podían controlar el ciclo reproductivo de animales y plantas, que fueron domesticados. La aparición de la economía productora permitíó mejorar la alimentación y por consiguiente aumentó la población, que pasó a habitar poblados estables (aldeas). Todos estos cambios llegarían a Europa procedentes del foco de neolitización de Oriente Medio (Creciente Fértil), donde los cambios se iniciarían hace unos 10000 años. En Europa, la costa mediterránea fue la primera zona receptora de estas novedades. En la Península Ibérica, el Neolítico se inició en el VI milenio a. C. En el sur y el Levante (cerámica cardial), y de ahí se extendíó al resto del territorio.



2. Explica el diferente nivel de desarrollo de las áreas Celta e Ibérica en vísperas de la conquista romana, en relación con la influencia recibida de los pueblos colonizadores.

Durante el I milenio antes de Cristo, anteriormente a la conquista romana, convivían en la Península Ibérica los llamados pueblos prerromanos: íberos, celtas y celtíberos. Cada uno de estos pueblos tenía un distinto nivel de desarrollo, en relación con la influencia recibida de los pueblos colonizadores. Los primeros colonizadores de la Península llegaron a través de los Pirineos, alrededor del siglo XI a VI a.C., y se establecieron en Cataluña y en la Meseta para después expandirse hacia el norte y oeste peninsular. Estos eran los pueblos indoeuropeos. Conocían el hierro, tenían una economía basada en la agricultura y la ganadería, y practicaban rituales funerarios. A través del mar Mediterráneo llegaron a las costas de la Península griegos, fenicios y cartagineses. Estos pueblos provenientes del Mediterráneo oriental fundaron establecimientos comerciales a lo largo de las costas del sur y el levante peninsular. Los fenicios ocuparon la costa andaluza entre los siglos VIII y VI a.C., mientras que los griegos se asentaron en la costa este y nordeste mediterránea en el siglo VII a.C., y los cartagineses ocuparon la costa sudeste en los siglos VI a III a.C. Estos pueblos mantuvieron contactos comerciales entre sí, y favorecieron el desarrollo y difusión de la agricultura, de las actividades artesanales y de la metalurgia del hierro. Se tiene constancia, asimismo, de la existencia de un pueblo del sur peninsular conocido como Tartessos. Su economía debíó basarse en la agricultura, aunque se han hallado múltiples asimismo tesoros de metales preciosos (tesoro de El Carambolo), abundantes en la zona. La civilización tartessia mantuvo una intensa actividad comercial. Se cree que la sociedad estaba dominada por una aristocracia, con caudillos o monarcas al frente. Tartessos desparecíó por causas desconocidas en el siglo VI a.C. Siglos después se conformaron los pueblos celtas, celtíberos e íberos. Las tribus celtas (cántabros, vascones, lusitanos, vacceos), habitantes del centro, oeste y norte de la Península, presentaban rasgos culturales indoeuropeos. Desarrollaron una economía agropecuaria, trabajaban la cerámica y fabricaban instrumentos y armas de hierro y bronce, hablaban un idioma indoeuropeo y no conocían ni la moneda ni la escritura. Los pueblos celtas ganaderos eran nómadas, mientras que los pueblos agricultores eran sedentarios y vivían en poblados (castros). Las tierras gallegas eran ricas en estaño y oro, lo que favorecíó el desarrollo de la actividad minera y el comercio con fenicios y cartagineses además de otros pueblos celtas de Francia e Inglaterra. En cuanto a la organización social, los celtas vivían en clanes familiares que se agrupaban formando tribus, en las que existía una cierta jerarquización social, con predominio de la casta guerrera. Los pueblos celtíberos (arévacos, lusones, belos) habitaron una zona central de la península. Su economía estaba basada en una agricultura cerealista y en la ganadería, aunque también en la producción de hierro. Desarrollaron el torno de alfarero, la rueda y la moneda bajo influencia íbera, y adoptaron asimismo su alfabeto. Habitaban poblados castreños, de influencia celta, y su sociedad estaba jerarquizada en torno a una aristocracia guerrera. Los pueblos ibéricos (oretanos, turdetanos, layetanos, indigetes) poblaron la zona sur y la costa mediterránea. La cultura ibérica estuvo plenamente desarrollada hacia el siglo V a.C., perdurando hasta la romanización. Su economía era básicamente agrícola (cereales, vid, olivo, y plantas de uso textil), aunque también la minería y metalurgia tenían gran importancia, destacando la fabricación de armas y la orfebrería. Practicaban también la elaboración de cerámica y tejidos. Manténían relaciones comerciales con los pueblos colonizadores, lo cual propició la acuñación de moneda propia y el desarrollo del urbanismo y la escritura. Vivían en poblados amurallados con un plan urbanístico regular. La sociedad se organizaba de forma tribal, con una cierta jerarquización en relación con el poder económico o militar. Las tribus hablaban lenguas emparentadas entre sí, del cual se han hallado inscripciones. Se sabe de la existencia de creencias religiosas.

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