20 Sep
El despegue de la industria española se inició en el Siglo XIX, pero su consolidación no se produjo hasta mediados del Siglo XX. En este largo proceso se pueden diferenciar varias etapas. Los orígenes de la revolución industrial (1855-1900) Pese a la existencia de condiciones favorables, el proceso industrializador se inició en España con retraso respecto a otros países de Europa occidental. La tardía incorporación de nuestro país a la revolución industrial se debíó, fundamentalmente, a la escasez de recursos energéticos, humanos y tecnológicos, y también a la inestabilidad sociopolítica. Hasta el último cuarto del Siglo XIX la producción industrial española no experimentó un crecimiento continuo, apoyado sobre todo, en el desarrollo de la siderurgia y la industria textil. La expansión de estas actividades se produjo en torno a unos focos muy localizados: Andalucía, País Vasco, Asturias y Cataluña, cuya localización estaba condicionada por la de las materias primas y la proximidad a los principales puertos. Tardíamente, en comparación con esos territorios, y debido a la expansión de la red ferroviaria y a la necesidad de abastecer a una población creciente, Madrid se convirtió en un núcleo industrial, especializado en bienes de consumo. En el resto del país, los intentos de crear industrias modernas tuvieron un carácter aislado. En el proceso industrializador tuvo un papel relevante el ferrocarril, que favorecíó la formación de un mercado nacional y, además, contribuyó de forma directa al desarrollo de la industria, en concreto de la siderurgia. El Estado también influyó en el desarrollo de la industria, al imponer medidas proteccionistas para favorecer la producción nacional; así, se potenció la creación de grandes monopolios, como, por ejemplo, Uníón de Explosivos, Altos Hornos, Papelera Española, etc.
Un crecimiento industrial discontinuo (1900-1959) En el primer tercio de Siglo XX, el proceso de industrialización fue irregular, alternando etapas de crisis y prosperidad, pese a que las expectativas eran favorables debido a la adopción de medidas proteccionistas y a la aplicación industrial de la energía eléctrica. Durante este periodo se produjeron importantes cambios en la estructura de la industria española: Desde el punto de vista social, tuvo lugar un importante proceso de diversificación. Además de la siderurgia y de la textil, se desarrollaron otras industrias tales como la metalurgia, la cementera, la de material eléctrico, la química, etc. Por otra parte, la minería del carbón se desarrolló enormemente, debido al encarecimiento de la hulla extranjera. Desde la perspectiva territorial, se consolidaron las diferencias entre el litoral, más industrial, y el interior, eminentemente rural salvo Madrid. Cataluña ocupaba la primacía fabril, seguida de la cornisa cantábrica (Asturias y País Vasco) y el resto de la fachada mediterránea. Además, la industria se establecíó en zonas urbanas y, frecuentemente en las proximidades de las estaciones ferroviarias o de los puertos. La Guerra Civil supuso un giro radical en la política industrial española. Entre las medidas adoptadas destaca la creación, en 1941, del Instituto Nacional de Industria (INI). Su objetivo era potenciar el desarrollo de la industria, en especial de los sectores orientados a la defensa del país y de aquellos que permitieran mantener el modelo autárquico vigente entonces. De la expansión a la crisis (1959-1975) A lo largo de este período la estructura productiva española experimentó una transformación radical. España pasó de ser un país eminentemente agrario a tener una industria desarrollada, que empleaba al 37% de la población ocupada y aportaba un 40% del PIB. Desde el punto de vista sectorial, el desarrollo industrial de los años sesenta y mediados de los setenta, que alcanzó los índices de crecimiento más altos del Siglo XX, se basó en ramas que necesitaban mucha mano de obra y energía y que, generalmente, se orientaban hacia la exportación: la siderurgia, la industria del automóvil, la juguetera, la alimentaria, la química, etc. Desde el punto de vista espacial se agudizaron los desequilibrios territoriales debido a dos factores: ▪ El incremento del grado de concentración en los tradicionales focos catalán, vasco y madrileño, que dio lugar a la formación de áreas metropolitanas congestionadas. En el resto del país tuvo lugar un proceso de polarización en núcleos secundarios preexistentes (Valencia, Santander, Asturias, Sevilla…) y en ciudades declaradas Polos de Desarrollo (Zaragoza, Valladolid, Huelva, etc.) ▪ La aceleración del ritmo de urbanización y un éxodo rural de enormes dimensiones, debido al trasvase de población activa desde al agricultura a la industria. En esta época fue importante el papel del capital exterior, introducido en España por multinacionales de EE.UU, la entonces CEE y Suiza. Estos capitales se dirigieron principalmente, a Madrid, Cataluña y País Vasco. De la crisis a la reconversión industrial (1975-1985) La crisis de mediados de los años setenta, reflejo de la experimentada a nivel mundial por el alza de los precios del petróleo, junto a la tendencia fuertemente expansiva de los servicios, originó la pérdida de la preponderancia del sector industrial en el conjunto de la economía española. En tan sólo una década, la participación de la industria en el PIB se redujo al 35% y el empleo industrial disminuyó en casi un millón de personas, situándose en el 32% de la población ocupada. Por otra parte, la crisis también contribuyó a modificar profundamente la estructura sectorial de la industria. Así, tuvo lugar un significativo retroceso de los sectores de producción tradicionales: las industrias básicas (siderometalúrgica y construcción naval, entre otras) y algunas manufacturas tradicionales como la industria textil; mientras que otras, como la alimentaria, la del automóvil y la química, aumentaron su importancia. A principios de los años ochenta, se inició en nuestro país un proceso de reconversión industrial que afectó a los sectores industriales más tradicionales.
Esta política de reconversión fue acompañada posteriormente por otra de reindustrialización. Así, por ejemplo, se establecieron determinadas figuras legales, entre las que merecen particular atención las Zonas de Urgente Reindustrialización (ZUR). Éstas surgieron con un objetivo muy concreto: promover las inversiones necesarias para reactivar el tejido industrial y generar puestos de trabajo alternativos en aquellas ciudades o comarcas más gravemente afectadas por las pérdidas de empleo o por una elevada representación de sectores tradicionales. En total fueron seis las áreas declaradas en 1985 como ZUR, que incluían más de ochenta municipios. La actual política industrial La industria española ha tenido que hacer frente en los últimos años a importantes retos, fundamentalmente a la incorporación de nuestro país a la UE y, muy especialmente, a su integración en la zona euro. Las vías para hacer frente a esos desafíos han sido dos. Por un lado, la optimización del funcionamiento del sistema productivo, minimizando costes e incrementando la eficacia. Por otro, la mejora de los factores de competitividad distintos de los precios, tales como el diseño, la calidad, la innovación y los valores de elementos de seguridad y protección del medio ambiente. Desde esta perspectiva, la política industrial llevada a cabo en los años noventa se caracteriza por tres líneas prioritarias: ▪ La modernización del sector público empresarial. Por un lado, la disolución en 1997 de la Agencia Industrial del Estado (AIE), organismo encargado de las empresas del INI, pasando todas sus participaciones a depender de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Por otro, la conclusión de las privatizaciones de algunas empresas públicas: Repsol, Aceralia, Endesa, etc. Este proceso de privatización ha contribuido a incrementar los ingresos del Estado español. ▪ La liberalización del sector energético . La Ley del Sector Eléctrico (1997) y la Ley de Hidrocarburos (1998) constituyen los principales hitos en este ámbito. ▪ Apoyo a la competitividad industrial. En este sentido, se han creado diversos organismos y entidades, cuyo objetivo fundamental es el apoyo a las estrategias empresariales innovadoras. Es el caso del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), que promueve la innovación y el desarrollo tecnológico de las empresas españolas. A modo de conclusión, se puede señalar que, si bien inicialmente la política industrial se centró en la modernización del sector público empresarial, en la actualidad se orienta hacia la resolución del retraso tecnológico y la falta de innovación de la industria española. Esto redundará en la mejora de la competitividad de los productos españoles en el mercado. LAS CarácterÍSTICAS DE LA INDUSTRIA En la actualidad, la industria española ocupa una posición secundaria en la estructura productiva, tanto desde el punto de vista del empleo como de su contribución a la producción. Se caracteriza, fundamentalmente, por la polarización en sectores estratégicos e intensivos en capital, e predominio de las pequeñas y medianas empresas, el retroceso de las empresas públicas, el gradual proceso de penetración de la inversión extranjera y una distribución muy desigual en el territorio. La estructura productiva Actualmente, el sector secundario da empleo a poco más de cuatro millones de personas en nuestro país, algo más del 30% de la población ocupada. El tanto por ciento varía de forma significativa según las distintas provincias y comunidades. La Rioja presenta el valor máximo, con el 41%, y las Canarias el mínimo, un 19%. En torno a una cuarta parte del PIB corresponde a este sector, si bien existen grandes contrastes territoriales. La contribución de la industria, incluida la energía y la construcción, al VAB regional oscila entre el 41% de la Comunidad Foral de Navarra y el 1% de las Islas Baleares. Estructura sectorial En los últimos años, ha tenido lugar un importante proceso de selección sectorial. Así, los sectores industriales tradicionales, maduros y menos competitivos, propios del despegue industrial, se encuentran hoy en declive. En la actualidad, la industria española presenta una especialización entres sectores: automóvilístico, químico y agroalimentario, debido al aumento de la demanda interior y, sobre todo, a las potencialidades del comercio exterior. ▪ La industria automóvilística. España es uno de los principales productores de vehículos, no sólo de Europa sino también del mundo. Uno de los rasgos más carácterísticos de este sector es la hegemonía del capital exterior, a través de la progresiva penetración de grandes empresas multinacionales, tanto de origen europeo, los grupos VGA, surgido tras la absorción de Fasa-Renault por Wolkswagen, y PSA, formado por las compañías Peugeot-Talbot y Citröen), como de origen estadounidense (Ford, General Motors, etc.) ▪ Las industrias químicas (tanto básicas – papeleras, fábricas de neumáticos, tejidos especiales, etc – , como de transformación farmacéÚtica o cosmética . Se caracterizan por una fuerte presencia de capital foráneo (Firestone, Bayer, etc) y una excesiva atomización. ▪ Las industrias agroalimentarias (vinos, conservas, lácteos, embutidos, etc.). El minifundismo es la nota dominante en este sector; sin embargo, en los últimos años se tiende hacia la concentración. Pese a la presencia de empresas ligadas a grandes grupos multinacionales extranjeros (Nestlé, Coca-Cola, Danone, entre otros), en este proceso están teniendo un fuerte protagonismo otros grupos con mayoría de capital nacional (como Ebro Agrícolas, Campofrío, Puleva, Leche Pascual o Pescanova, entre otros.)
Además, en los últimos años han alcanzado un importante desarrollo los sectores ligados a las nuevas tecnologías, que, a su vez están modificando los sistemas de producción. Entre ellos se encuentran la informática, la telemática, las telecomunicaciones, la microelectrónica, la automatización, la robótica, los nuevos materiales, la biotecnología, las nuevas energías, la ingeniería ambiental, etc, todos los cuales requieren altas inversiones en investigación y desarrollo y mano de obra muy cualificada. Estructura empresarial En la industria española predominan las pequeñas y medianas empresas (PYMES): las tres cuartas partes de las empresas existentes tienen menos de 50 trabajadores. Pero, junto a ellas, desempeñan un papel fundamental las grandes empresas, tanto de capital público como privado, y tanto nacional como multinacional. El sector público empresarial es cada vez menos numeroso. En la segunda mitad de los noventa ha tenido lugar la privatización de numerosas empresas públicas: Repsol, Aceralia, Endesa, Telefónica, etc. En la actualidad, es la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) el organismo encargado de gestionar las empresas públicas. El capital multinacional tiene mucho peso en la industria española. Controla totalmente sectores como el del automóvil, y tiene una fuerte participación en industrias agroalimentarias y químicas, es decir, en las tres actividades industriales más dinámicas hoy en día en nuestro país. Estructura espacial En los últimos años, han cambiado los factores que inciden en la localización industrial. Las nuevas tecnologías han permitido, por un lado, la segregación de las actividades industriales más cualificadas y, por otro, el trasvase de fases de producción y de las actividades menos cualificadas e intensivas en trabajo hacia empresas subcontratadas y pequeños talleres. El resultado es una nueva jerarquía de espacios productivos y un cambio en la división territorial del trabajo. ▪ Unas áreas centrales (Madrid y, en menor medida, Barcelona) se reservan las sedes sociales con la capacidad de decisión, gestión, control e innovación, y las unidades de producción estratégica y tecnología más avanzadas. ▪ Las áreas semiperiféricas se destinan a las fabricaciones que sólo requieren decisiones rutinarias y producciones estandarizadas con cierto grado de elaboración (Vizcaya, Zaragoza, Valencia). ▪ Las áreas periféricas se llevan la producción de artículos simples, más necesitada de mano de obra y menos cualificada. Por otra parte, se tiende a un aumento de la concentración de la producción industrial en espacios suprarregionales o ejes de desarrollo. Desde el punto de vista del mayor o menor grado de desarrollo industrial, y tomando como base las actuales comunidades españolas, se pueden diferenciar tres grandes categorías o tipos de espacios industriales en España: ejes de expansión, áreas en declive y áreas de bajo desarrollo. Ejes en expansión Tres son los ejes que concentran el mayor dinamismo industrial en la actualidad: • El arco mediterráneo es el que mejor responde al concepto de eje de desarrollo, ya que presenta zonas densamente pobladas, con un sistema de ciudades ordenado y una estructura económica que complementa bien a la industria. Ésta se halla muy diversificada y presenta una distribución espacial desigual. El eje fundamental es Barcelona y su área metropolitana; también sobresale el área metropolitana de la ciudad de Valencia. • El valle del Ebro, que se extiende por Navarra, La Rioja y Aragón. Se caracteriza por un sistema espacial fuertemente desequilibrado. Así, el noroeste de Navarra se ha beneficiado de la difusión industrial desde Guipúzcoa. Por su parte, Aragón padece una excesiva polarización en Zaragoza. • Madrid. Es, tras Cataluña, la segunda comunidad por su contribución en términos absolutos al VAB industrial de España. Además, induce el desarrollo industrial en las comunidades vecinas a lo largo de los principales ejes de comunicación, generando mallas (sobre todo en el sur) y corredores industriales. Por otro lado, el flujo de intercambios con el resto del territorio es muy intenso por su condición de subcentro europeo, tendiendo a especializarse en sectores estratégicos, de alta tecnología y como centro de decisión nacional. Áreas en declive Aquí se incluye toda la cornisa cantábrico-atlántica. Es estas áreas la industria se halla en Franco retroceso debido a la crisis de los sectores en los que se hallan especializadas: la siderurgia y metalurgia pesada, la minería y transformados metálicos, en el caso del País Vasco, Cantabria y el Principado de Asturias y la industria de la construcción naval, confección, madera y derivados de la pesca en Galicia. En estas regiones el procesos de reindustrialización está siendo difícil, ya que su alto grado de especialización en determinados sectores obsoletos no facilita la implantación de actividades alternativas y, además, dificulta la movilidad sectorial de los trabajadores. Áreas de bajo desarrollo En esta categoría se incluyen: Castilla y León, Castilla-La Mancha, Andalucía, Extremadura y los archipiélagos balear y canario. En las cuatro primeras comunidades aún existe una notable dependencia del sector primario. Sin embargo, hay grandes contrastes interiores, con algunos polos importantes. En Castilla y León sobresale el eje Valladolid – Palencia y los núcleos de Burgos y Miranda de Ebro, éste vinculado a fenómenos de difusión desde el País Vasco. En Castilla-La Mancha, Guadalajara y la Sagra toledana son un ejemplo de la expansión de Madrid, mientras que la zona oriental de Albacete está ligada al eje mediterráneo, quedando hoy aislado Puertollano. En Andalucía, existen localizaciones industriales relevantes en Sevilla, Huelva, Cádiz y Málaga. La fuerte especialización en el turismo deja a Canarias y Baleares fuera de los posibles ejes industriales. En estas regiones el sector secundario no aporta ni siquiera el 20% del VAB regional.
LOS PAISAJES INDUSTRIALES En la actualidad, coexisten en nuestro país los espacios heredados de un pasado más o menos lejano y nuevos espacios industriales, que responden a las carácterísticas actuales de la industria española. Los paisajes industriales tradicionales Entre los que mejor reflejan la imagen tradicional de la industria en nuestro país se encuentran los denominados paisajes negros, donde minas, grandes fábricas, escombreras, etc., ocupan extensas áreas, provocando un fuerte deterioro del medio ambiente y una baja calidad de vida en las ciudades próximas. Estos espacios industriales predominan en algunas comunidades españolas, como Asturias y Castilla y León. La especialización en actividades tradicionales hoy en declive, como la siderometalurgia, y el escaso atractivo que ofrecen actualmente estas regiones a las empresas, se traducen en una crisis a veces intensa, origen de graves problemas económicos y sociales, como en el caso asturiano. Mayor dinamismo mantienen las áreas industriales portuarias, donde conviven grandes industrias pesadas que mueven productos por vía marítima (siderurgia, petroquímica, etc.), con depósitos y almacenes de mercancías, astilleros, etc., gracias, fundamentalmente a las obras de mejora y ampliación realizadas en los últimos años. Es el caso, por ejemplo, del puerto de Bilbao, el de mayor tonelaje de España y uno de los mayores de Europa y del mundo. Por lo que se refiere a las áreas industriales urbanas, en las últimas décadas ha tenido lugar en abandono de los espacios centrales y de las estaciones ferroviarias. Durante los años sesenta y parte de los setenta tuvo lugar en estos espacios un rápido despegue industrial, que propició un crecimiento incontrolado y con muy altas densidades; este proceso originó, a la larga, la degradación ambiental de estos espacios urbanos y, en consecuencia, la pérdida de calidad de vida de sus habitantes. La recesión económica de los setenta y la reconversión industrial de los ochenta puso en cuestión esas infraestructuras de transporte e instalaciones industriales, que se habían convertido en zonas degradadas y obsoletas. Desde entonces se han puesto en marcha proyectos para eliminar estas barreras en numerosas ciudades españolas; es, por ejemplo, el caso de Bilbao, Oviedo, Gijón, etc. El objetivo es la recuperación de estos espacios urbanos para el uso y disfrute de los ciudadanos. Los nuevos espacios industriales Las transformaciones acaecidas en la industria española en las últimas décadas han originado la aparición de nuevos paisajes industriales. Dos de los más relevantes, aunque muy distintos entre sí, son los polígonos industriales y los parques tecnológicos. En prácticamente todas las ciudades españolas ha tenido lugar la proliferación de polígonos y parques industriales planificados en la periferia urbana, donde el suelo es más barato. Generalmente, se sitúan junto a las principales vías de transporte rápido para facilitar el traslado de materias primas, productos y personas. Estos polígonos se conciben como reclamos de atracción inversora. Por otra parte, han aparecido los parques tecnológicos o científicos. Entre sus rasgos carácterísticos sobresalen los siguientes: ▪ Son espacios de alta tecnología. Se trata de áreas que integran actividades de investigación y desarrollo (I+D) y de producción, generalmente relacionadas con las nuevas tecnologías (informática, telecomunicaciones, nuevos materiales, energías renovables, aeronáÚtica, biotecnología, etc.) ▪ Se localizan, habitualmente, en la periferia urbana. Estos espacios suelen localizarse en las afueras de las grandes ciudades, en lugares bien comunicados, con una abundante oferta de servicios centralizados y un entorno agradable, de elevada calidad ambiental. ▪ Son construidos, con frecuencia, por iniciativa pública. En la mayoría de los casos son erigidos por iniciativa pública, principalmente por los gobiernos de las Comunidades Autónomas, con el objetivo final de impulsar la economía de la zona donde se instalan. Es el caso, por ejemplo, de Tres Cantos, en Madrid, Paterna, en Valencia, Zamudio, en Bilbao, el Vallés, en Barcelona, y Boecillo, en Valladolid.
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