27 Ene
David Hume: Empirismo y Crítica a las Ideas Innatas
David Hume fue uno de esos santones laicos que tanto abundan en este gremio de los filósofos, gran amigo de sus amigos, y amable y generoso con sus servidores. Pero también se había ganado cierta fama de ateo contumaz. Hume fue un hombre de su tiempo: el Siglo de las Luces. Un siglo en el que la Filosofía se puso al servicio del combate contra la ignorancia, el fanatismo, la superstición y el mal gusto. En opinión de Hume, las ciencias de la naturaleza progresan porque consideran nada como cierto a menos que venga avalado por el testimonio de los sentidos. Toda idea viene siempre precedida de una impresión, y Hume sostuvo que incluso de las ideas más complejas, o más fantásticas, cabe encontrar sus elementos sensoriales o impresiones.
Las Tres Ideas Falsas según Hume
Las principales ideas falsas son tres: la falsa idea de “Causa”, la falsa idea de “Yo” y la falsa idea de “Dios”.
La Falsa Idea de «Causa»
Comencemos por la idea de “Causa”. Su importancia radica en que, para Hume, la causalidad aparece como cómplice de toda generalización empírica. En consecuencia, sólo si la relación efecto-causa está suficientemente fundamentada podremos alcanzar conclusiones válidas sobre cuestiones de hecho que vayan más allá de las evidencias de nuestra memoria y de nuestros sentidos.
La Falsa Idea del «Yo»
Es el turno ahora de la falsa idea de “Yo”. Según Hume, esta idea no es más que una pura invención de filósofos y teólogos. Estos últimos prefieren hablar de “Alma”, pero se trata de la misma cosa: una palabra con la que aludimos al conjunto de nuestras experiencias y estados mentales pasados y presentes. Es decir, que el “Yo” no es más que un puñado de estados mentales que varían a cada momento.
La Falsa Idea de «Dios»
Para Hume, la falsa idea de “Dios” se habría formado al reflexionar sobre las operaciones de nuestro propio pensamiento y al aumentar sin límites nuestras cualidades de bondad y sabiduría. A partir de ahí, una proyección sin fundamento de toda esta reflexión produciría el hábito de creer en la existencia de un tal ser trascendente.
Santo Tomás de Aquino: Teología Natural y Revelada
La teología es el estudio de Dios. Santo Tomás distingue dos tipos de teología: la natural y la revelada. La teología revelada es la que se estudia en las fuentes de la fe. La teología natural es la que aborda el estudio de Dios mediante la luz natural de la razón, sin necesidad de creer. Tomás entiende que esta teología natural se divide en dos partes: la teología esencial y la teología existencial.
El Argumento Ontológico de San Anselmo
San Anselmo, un monje inglés del siglo XI, había propuesto un inteligentísimo argumento que demuestra la existencia de Dios a partir de su concepto. Más o menos el argumento dice lo siguiente: Todos, incluso aquellos que niegan la existencia de Dios, tienen en su mente la noción de Dios; en efecto, si no la tuvieran, no entenderían lo que dicen cuando afirman que Dios no existe. Ahora bien, esa noción es la del Ser más allá del cual no cabe ni siquiera concebir algo más perfecto. Pues bien, ese Ser Perfectísimo ha de existir necesariamente, pues de no ser así, cualquier cosa que existiera sería más perfecta que Él y eso sería contradictorio. Por lo tanto, es preciso que Dios exista.
Las Cinco Vías de Santo Tomás
Santo Tomás, como buen seguidor de Aristóteles, imponía unos requisitos serios a cualquier demostración: en primer lugar, se ha de partir de alguna característica que presenten las cosas de este mundo; en segundo lugar, el argumento no puede proseguir hasta el infinito de la cadena causal, sino que ha de tener un fin, pues en caso contrario, no sería un argumento. Sobre esta doble base, Santo Tomás está seguro de poder construir cinco vías que nos lleven a Dios.
René Descartes: Racionalismo y el Método Matemático
El joven Renato salió del “cole” hecho un mar de dudas, pero muy seguro de su fe en Dios y de los razonamientos matemáticos. Decidió levantar el saber universal que había soñado sobre la base de esas dos certezas. Para Descartes, el mundo posee una estructura matemática que es lo que lo define y, por tanto, requiere un método matemático para ser conocido. El hombre sería un animal compuesto de un cuerpo, que es pura materia medible, res extensa, y de un alma racional, res cogitans, que está particularmente dotada de las matemáticas. Los sentidos, según Descartes, nunca nos muestran nada de forma clara y distinta. Más bien son confusos y tienden a engañarnos. La claridad y distinción cartesianas se refieren a algo que sale de dentro de la mente, no que viene de fuera. O sea, a una idea que se nos presenta de forma “impepinable”.
«Cogito, ergo sum»
«Dudo de todo», dice, «pero de lo que no puedo dudar es de la duda misma. Es decir», añade, «que pienso; y si pienso, entonces existo». Don Renato siempre pensó que su sistema filosófico sería del agrado de sus maestros jesuitas. Sin embargo, excepto un par de curas inteligentes, el resto de la Iglesia Católica coincidió en apreciar en Descartes un exceso de racionalismo que lo hacía peligroso, y no dudaron en prohibir todas y cada una de sus obras.
El Legado del Racionalismo
A pesar de ello, el racionalismo tiene escuela y éxito, porque no se conforma con los conocimientos que obtenemos a través de nuestros sentidos y nos ofrece un mapa de lo absoluto. Otro racionalista es Baruch Spinoza (1632-1677). El pensamiento de este hombre tiene una grandeza tal que cualquiera que se asome a él tiene la sensación de contemplar una filosofía definitiva. El punto de partida de este sistema es la afirmación de que la Naturaleza es Dios, y Dios, la Naturaleza. En su Ética, Spinoza afirma que el universo contiene una única sustancia con infinitos atributos, de los cuales sólo conocemos dos: la extensión y el pensamiento. Por eso sólo hay propiamente dos ciencias: las físicas, que miden la extensión de la sustancia, y las psicológicas, que ahondan en la naturaleza del pensar.
Leibniz y la Subjetividad de la Materia
Destacó como teólogo, estudioso y renovador de la lógica formal, descubridor del cálculo infinitesimal, jurista, historiador, astrónomo, filósofo y, lo más importante de todo: Leibniz fue el inventor de la carretilla. Leibniz dijo que, en realidad, las propiedades de la materia son subjetivas, o sea, que a nosotros nos parece que la materia es como es, pero, en realidad, la materia no es lo que parece: en concreto, la materia es invisible e inextensa, de suyo.
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