09 Ene
1. EL NOVECENTISMO. Con el nombre de “novecentistas o “Generación del 14” nos referimos a un grupo de escritores nacidos hacia 1880, que se dan a conocer entre 1910 y 1913 y que sirvieron de puente entre la generación de fin de siglo y las vanguardias. Su primer nombre proviene de la centena del nuevo siglo (novecientos) mientras que la denominación Generación del 14 viene determinada por la 1ª Guerra Mundial, que estalló en ese año.
Todos los novecentistas poseen una sólida formación académica, lo que se refleja en sus carácterísticas más destacadas: • En su concepción del arte, defienden lo intelectual y rechazan los rasgos subjetivos, personales y anecdóticos. Separan la literatura y la vida, dando lugar a lo que José Ortega y Gasset llamó “la deshumanización del arte”. • Huyen del tono vehemente y apasionado y persiguen el equilibrio clásico, basado en lo simple (arte puro), pero alejándose de lo fácil. • Antisentimentalismo. • Siguen preocupándose por la modernización de España, pero defienden el europeísmo y lo universal frente al localismo del 98. • El género literario carácterístico de esta etapa es el ensayo. Esta elección les aleja del público mayoritario, de modo que es una literatura para minorías. 2. LAS VANGUARDIAS. Otro momento importante en la poesía son los ismos o movimientos de vanguardia, experimentos artísticos que rompen violentamente con la estética anterior y proponen un arte radicalmente distinto y original, que supone una fecunda renovación del lenguaje poético. Se suceden en torno a la Primera Guerra Mundial y triunfan en los felices años veinte. El iniciador del Vanguardismo español fue Ramón Gómez de la Serna, en cuya obra, extensísima y muy variada, destaca la greguería, género inventado por él, que se basa en la suma de humor + metáfora. Las primeras vanguardias (Cubismo, Futurismo, expresionismo y dadaísmo) son movimientos artísticos y literarios que surgen en el ambiente bohemio y alternativo de las grandes ciudades de principios de siglo, con París a la cabeza. Los jóvenes vanguardistas buscan romper con el pasado, provocar a la sociedad burguesa de la que proceden y renovar por completo la concepción del arte. En literatura hacen cuatro propuestas: -Evitar la poesía intimista o sentimental (deshumanización). -Someter la realidad a un proceso de transformación que supere la imitación realista.
La originalidad y la provocación serán un fin en sí mismos. -Actualizar los temas a partir de la observación de la vida moderna (el automóvil, la bombilla, el tren, la fábricas, los deportes…). -Abandonar la métrica tradicional, con experimentos como los caligramas y el uso del verso libre, que seguirá presente en la poesía posterior, hasta nuestros días. En el periodo de entreguerras, se formará la vanguardia más influyente: el Surrealismo (o suprarealismo). Influidos por las teorías de Freud, los artistas surrealistas defienden que en el inconsciente reside nuestra verdadera forma de ser, encarcelada y anulada por la educación cristiana y burguesa. Para evitar el control de la razón y así liberar nuestro inconsciente, proponen diferentes técnicas, como el collage, la 13 escritura automática o la trascripción de los sueños. Con estos métodos, afloran imágenes ilógicas que sorprenden por ser chocantes, divertidas o inquietantes. En su propia evolución interna, el Surrealismo, cada vez más vinculado a las ideologías de izquierdas, recupera la conexión con la realidad (humanización), para desenmascararla y denunciar sus injusticias. Entre 1930 y 1936 se inicia la rehumanización en el arte, ya que recoge las emociones, la angustia y la rebeldía ante la sociedad moderna, acentuada por el estallido de la Guerra Civil. Algunas vanguardias dejaron su huella profunda en el arte posterior, como el Surrealismo; otras fueron efímeras, como el dadaísmo y el ultraísmo. Su mayor logro fue imponer la libertad total del artista, herencia de la que se beneficia todo el arte del Siglo XX. Las ideas vanguardistas no convencerán a los poetas ya consagrados, como Machado o Juan Ramón Jiménez; pero sí interesaron a los jóvenes de la Generación del 27, si bien de una manera menos radical que la francesa y combinada con el aprecio por el pasado. 3. LA GENERACIÓN DEL 27. Son un conjunto de escritores nacidos entre 1892 y 1905 y que se dan a conocer en la década de los veinte (Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre…). La fecha (1927) hace referencia a un acto celebrado en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tercer centenario de la muerte del poeta del Siglo XVII Luis de Góngora al que asistieron muchos de los miembros del grupo. También en este año se publicaron algunos libros importantes como Perfil del aire, de Cernuda;
Romancero gitano de Lorca o Cántico de Jorge Guillén. Hay que citar a Juan Ramón Jiménez y a Ortega y Gasset como las dos figuras que ejercieron un magisterio sobre estos poetas. El primero en el plano poético y el segundo como influencia ideológica y teórica. Todos ellos pertenecen a la burguésía liberal, tienen una considerable cultura literaria y un sentido cosmopolita muy profundo. Mantienen una relación personal estrecha (conviven en la Residencia de Estudiantes, escriben en las mismas revistas) y, en general, unas ideas estéticas parecidas: coinciden con las vanguardias en el propósito de renovar la poesía, pero respetan la tradición española, tanto culta (Góngora, Lope de Vega, los místicos, Juan Ramón, Machado) como popular (romancero, lírica popular). En su trayectoria se suelen distinguir tres etapas: • Hasta 1927 cultivan una lírica deshumanizada, evasiva y alegre en sintonía con los movimientos de vanguardia europeos: la literatura se considera un juego con las palabras y con los conceptos, no tiene por qué reflejar la realidad de la vida y no busca otra cosa que no sea la propia belleza. Dentro de esta línea situaríamos el neopopularismo (o primitivismo) presente en Lorca (Romancero gitano, Poema del cante Jondo) o Alberti (Marinero en tierra). La poesía vanguardista más cercana a los movimientos europeos se observa en Gerardo Diego (Manual de espumas). La poesía pura, en la que predomina la reflexión sobre la emoción siguiendo las huellas de Juan Ramón Jiménez, está representada por Jorge Guillén (Cántico) y Pedro Salinas (La voz a ti debida, Razón de amor). • A partir de 1927 observamos un movimiento de rehumanización: vuelven a escribir sobre los grandes problemas del hombre (el sentido de la vida, el amor, el dolor, la angustia, la muerte, las dudas religiosas). En esta etapa es importante la influencia del Surrealismo, por ejemplo 14 en Lorca (Poeta en Nueva York), Alberti (Sobre los ángeles), en Vicente Aleixandre (La destrucción o el amor) y en Luis Cernuda (Los placeres prohibidos). • Con el final de la Guerra Civil en 1939 se dispersa el grupo: los que sobreviven siguen escribiendo una poesía profundamente humana.
4. Juan RAMÓN JIMÉNEZ (Moguer-Huelva 1881 – San Juan de Puerto Rico 1958). Hijo de una acaudalada familia andaluza, recibíó la educación básica con los jesuitas y, después, estudió Derecho. La muerte de su padre lo sumíó en una profunda depresión, siendo por ello internado dos veces en los sanatorios de Burdeos y de Madrid. Después de pasar varios años en Moguer, donde escribíó su famoso Platero y yo, regresa a Madrid. Allí conoce a Zenobia, una joven feminista, culta y elegante, con la que se casará en Nueva York. Ella será desde entonces su principal apoyo ante las sucesivas crisis depresivas. Juntos traducen al poeta indio Tagore y otros textos de filosofía oriental. La pareja vivíó en Madrid varios años, durante los cuales Juan Ramón trató sin éxito de ser el líder de la cultura del momento: no supo asimilar que los jóvenes del 27, que tanto lo admiraban, alcanzaran personalidad propia y mayor reconocimiento que él. En 1936, se autoexilió en América y viajó por ella de norte a sur. Se asentó finalmente en San Juan de Puerto Rico, donde recibe el Premio Nobel dos años antes de morir. Tras una primera etapa, marcada por el Modernismo, publica su mejor colección de poemas, Diario de un poeta reciencasado (1916), compuesto durante su viaje de bodas. El ritmo y la adjetivación modernistas dejan paso a una poesía más filosófica o conceptual, que trata de captar, en las palabras justas (ni una más ni una menos) las ideas que le obsesionan: el miedo a la muerte y a la nada y la necesidad de buscar consuelo en el amor, en la poesía y en la belleza. El poeta se concibe a sí mismo como un ser capaz de captar las esencias que explican el mundo y comunicárselas a los demás. Esa tendencia a lo esencial le llevará a elaborar una poesía cada vez más críptica. En su última producción, La estación total y Animal de fondo, el objetivo ya no será comunicarse con los demás, sino consigo mismo. La poesía actúa como una religión (en la que él es su propio Dios) o una medicina que calma sus temores y sus depresiones crónicas. Ante las críticas por la dificultad de la lectura, responde como siempre: que escribe para una minoría capaz de descifrar sus mensajes. El mismo Juan Ramón clasificó su evolución personal y literaria en tres etapas: sensitiva, intelectual y suficiente o verdadera.
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