03 Mar

En medio de la trama de la revolución vivíó la activista revolucionaria Olympe de Gouges quien fue, sin lugar a dudas, la protagonista de la contestación femenina. Escribíó su famosa Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana en respuesta a la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional. Olympe de Gouges denunció que la revolución hubiera olvidado a las mujeres. Así afirmó que la “mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en sus derechos”. Su propuesta fue bastante clara y contundente: libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho de voto para las mujeres. Su visionaria propuesta chocó con la oposición de los hombres que dirigían la revolución. El encarcelamiento y ejecución de Olympe de Gouges durante el período de la dictadura jacobina simbolizó el fracaso de los reclamos feministas durante la revolución.
Por estos tiempos la inglesa Mary Wollstonecraft, en su Vindicación de los derechos de la mujer también ha dejado descrito su oposición al absolutismo. Su vida y obra reflejaron su visión acerca de la conexión existente entre ese sistema político y las relaciones de poder entre los sexos. Los hombres ejercían una verdadera tiranía absolutista sobre las mujeres en el ámbito de la familia y la casa. Para Wollstonecraft, la clave para superar la subordinación femenina era el acceso a la educación. Las nuevas mujeres educadas no sólo alcanzarían un plano de igualdad con respecto a los hombres, sino que podrían desarrollar su independencia económica accediendo a actividades remuneradas. Wollstonecraft, sin embargo, no dio importancia a las reivindicaciones políticas y no hizo referencia al derecho de voto femenino. Cabe destacar que una de las revoluciones sociales más importantes que vivíó con intensidad en esta época fue, sin lugar a dudas, la lucha por el derecho a voto de las mujeres. Conocida mundialmente como Sufragismo, movimiento al  que debemos gran parte de los derechos de los que gozamos hoy en día y que se puede comparar con el movimiento obrero. Las mujeres comienzan apelando a la persuasión y convencimiento para intentar desbancar esos prejuicios (a los que apelaban para negarles el voto), ya que esto no tenía efecto poco a poco empezaron a subir la escala. Decidieron ir a mítines políticos e interrumpirlos para hacerse oír. Llegaron a encadenaron delante del Parlamento, además hubo un “Viernes Negro” con gran intervención de la policíal y abusos por parte de estés. Este movimiento estaba formado mayoritariamente por mujeres de clase media y formadas, muchas de ellas casadas (muchos para criticarlo apelaban a que la mayoría eran mujeres “que no tenían quien les mirase a la cara”, solteras). A partir de esto y sobre todo del Viernes Negro, muchos sectores vieron excesivo el trato a las sufragistas. Fue una de las consecuencias de lo que los expertos han venido a denominar la “Segunda Revolución Industrial”, que trajo consigo una serie de cambios dentro de los países desarrollados (haciendo referencia en este caso sobre todo a Europa y Estados Unidos) y que tuvieron su plasmación en los distintos ámbitos. Del mismo modo, la incorporación de la mujer al trabajo como consecuencia directa de la Primera Guerra Mundial, constituyó otro elemento clave en la fundación y movilización de las sufragistas: la toma de conciencia de su valor dentro de la sociedad, sirvió como aliciente a sus demandas. En España nunca hubo un movimiento sufragista al estilo del inglés o del americano. Hubo una cierta la preocupación por lo que se llamaba la condición femenina, comenzó con la filosofía krausista (educar a las mujeres, que accedan a la educación y que se pudiesen profesionalizar por en si en ciertas circunstancias necesitasen tener un trabajo). El derecho a voto fue obra casi exclusiva de Clara Campoamor (teniendo mucho en su contra), muchas de las mujeres de su partido si eran feministas pero creían que las mujeres españolas estaban muy influenciadas por la iglesia y votarían a los de derechas.. Aunque sus comienzos datan de finales del Siglo XIX, cada una de las naciones donde las sufragistas buscaban abolir el sufragio universal masculino (según el cual tan sólo los varones tenían potestad para votar) sufríó su propia evolución, consiguiendo su objetivo en fechas diferentes y con un desarrollo de los acontecimientos, aunque parecido, distinto.
Las principales metas de este movimiento feminista no eran otras que las siguientes: la consecución como decimos del derecho a voto, pero también una mejoría en la educación femenina, conseguir la capacitación profesional y una apertura de los horizontes laborales (hasta ese momento muy limitados para las mujeres); del mismo modo, se perfilaba como uno de los rasgos más importantes la igualdad entre los sexos dentro de la familia, como una de las medidas básicas para evitar la subordinación de la mujer, así como la doble moral sexual hasta entonces imperante. Con los países anglosajones a la vanguardia (Inglaterra y Estados Unidos), el resto de naciones europeas fueron consiguiendo progresivamente el derecho al voto para las mujeres, no sin antes haber protagonizado estas una amplia movilización colectiva y, en muchas ocasiones, unas duras represalias.
El feminismo no ha quedado fuera del desconcierto que genera cualquier aspiración de cambio social profundo. La crisis ha reanimado al feminismo. La crisis nos ha exigido situarnos en una perspectiva “crítica” para, así, revisar, repensar y reformular la teoría y práctica feminista. Y ésta es la actual situación del movimiento feminista, tal y como se evidencia en la autorreflexión que se hace desde las Feministas En Resistencia. La tarea del movimiento feminista ha permitido que el movimiento popular valore positivamente la diversidad y posibilitado la articulación de las “diversas” maneras de hacer política con el feminismo. Por tanto, se puede decir que ante la crisis de los proyectos emancipadores, el feminismo ha revisado sus planteamientos al tomar conciencia de que el camino de la liberación, como la realidad misma, no es uno, sino múltiple. El feminismo no está agonizando y no es una mera locura de un grupito de mujeres. Más bien es una reflexión sobre el ser humano y una manera de vivir. Sabemos que no todos lo que NO son feministas pueden defender valores como la libertad, la solidaridad, la tolerancia, la autodeterminación. Sabemos que históricamente los movimientos revolucionarios han sido protagonizados por hombres y mujeres. Pero cuando han tenido éxito, ha sido el hombre quien ha tomado el poder y la mujer quien ha continuado estando oprimida. Esta situación podría cambiar si entendíéramos el feminismo, no como un apéndice de los movimientos revolucionarios, sino como una fuerza de cambio social, ético y político, es decir, de cambio global. Y debemos tener claro que debemos construir una sociedad diferente, más justa y solidaria, ya que son muchas las mujeres conscientes de que nuestra lucha no va a concluir con la igualdad legal. La igualdad de derecho no nos sirve si de hecho todavía hay discriminación. Tenemos que dejar de ser uno de los objetos de la concepción patriarcal del mundo (donde el sujeto es el hombre y los objetos son todo aquello que le rodea). Pedimos ser sujetos (históricos, políticos, sociales, éticos). Y para conseguirlo todavía nos queda mucho por recorrer.

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