16 Jun
Victoria Sobre la oscuridad.
Fue escrito por el doctor Neil Anderson es fundador y presidente de Ministerios Libertad en Cristo. Ex presidente del departamento de Teología Práctica en la Escuela de Teología Talbot de la Universidad de Biola.
El Doctor Neil Anderson narra que hace años fue maestro de seminario y que se tomó un año sabático pero que era el único maestro que no quería escribir un libro. Su primer libro publicado fue este y desde ahí en unos 10 años Neil Anderson ha publicado, se han publicado más detreinta libros, ediciones para jóvenes y guías de estudio.
Me siento muy agradecido de la excelente facultad de la Uníversidad de Biola/Escuela de Teología Talbot, donde he tenido el privilegio de enseñar durante 10 años.
Hace varios años, durante suprimer ministerio pastoral, adquirí el compromiso de guiar en el discipulado cristiano a un joven de mi iglesia. Este fue su primer intento de tener un discípulo. Russ y else reunían todos los martes por la mañana así Neil podría guiarlo en un estudio bíblico inductivo acerca del amor. Los dos tenían buenas esperanzasde este discipulado , Russ tenía muchas ansias de crecer en su vida como cristiano y Neil quería ayudarlo a desarrollarse hacia la madurez cristiana.
Seis meses pasaron y ellos dos seguían trabajábando arduamente en el mismo estudio sobre el amor, pero por alguna razón no llegában a ninguna parte. Según Neil ellos debían ser como Pablo y Timoteo perono funcionaba. Russ no crecía como cristiano, se sentía derrotado y Neilse sentía responsable por su derrota, pero ya
no sabía qué hacer con él, y poco a poco, interrumpíeron las sesiones.
Dos años más tarde, vino a ver al Doctor Neil una visita de Russ. Entonces, le contó lo que pasaba con él durante su discipulado, una doble vidaque llevaba este chavo, hasta ese momento, Russ estaba fuertemente atado al pecado y no queriá contar bien lo que le pasaba,Neil se que él no era libre, pero no daba con cual era el problema.
Neil pensaba que el problema mayor era la negativa de Russ de contarle sus broncas que traía.Neil vio que sus intentos por guiarlo en el discipulado fallaron por otra razón.
El apóstol Pablo dijo: “Os di a beber leche, y no vianda, porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre
vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? (1 Corintios 3:2-3) Aparentemente, por un problema sin resolver en su vida, muchos cristianos carnales no pueden recibir el alimento sólido de la Palabra de Dios.
En palabras de el Doctor Neil Anderson dijo: Así comencé a comprender que guiar a alguien para alcanzar la madurez cristiana, involucra mucho más que guiarlo paso a paso a través de 10 semanas de estudios bíblicos. Vivimos en un país con abundancia de material bíblico; libros cristianos, radio y televisión, pero, a pesar de esto, muchos cristianos
no avanzan hacia la madurez espiritual, algunos no aman más hoy que hace 20 años.
Leemos en 1 Timoteo: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5).
Desde entonces, el propósito de el ministerio del Doctor Neil, ha sido un ministerio interrelacionado de discipulado y consejería cristiana. Neil Andersonha discipulado y aconsejado a innumerables personas.
Además Neil Anderson ha enseñado discipulado y consejería pastoral a nivel de seminario, en iglesias y conferencias de liderazgo a través de los Estados Unidos y alrededor del mundo.
Dice Neil Anderson “ya había encontrado un común denominador para cada cristiano agobiado. Ninguno de ellos sabía que estaban “en Cristo”, ninguno entendía qué significa ser “
¿Por qué no, si El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios? (Romanos 8:16); entonces, ¿por qué ellos no lo sentían así?
Narra Neil Anderson, Como pastor, yo creía que Cristo era la respuesta y la verdad que haría libre a la gente, pero en realidad no sabía cómo. Algunas personas de mi iglesia tenían problemas para los cuales yo no tenía solución, pero Dios sí la tenía. Cuando el Señor me llamó a enseñar en la Facultad de Teología de Talbot,
yo buscaba ansiosamete respuestas para mí mismo; luego, lentamente comprendí cómo ayudar a las personas a resolver sus conflictos espirituales y personales, por medio
de un verdadero arrepentimiento con sometimiento a Dios y resistiendo al diablo (ver Santiago 4:7).
Dice el Doctor Neil Anderson,Durante mi educación en el seminario había aprendido sobre el Reino de Dios, pero nada sobre el reino de las tinieblas y que “No tenemos lucha contra sangre
y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
A través de innumerables e intensas horas de orientación a cristianos derrotados, comencé a entender la batalla que se gestaba en sus mentes y cómo podrían ser transformados por la renovación de las mismas.
Es una lástima que las iglesias han separado los ministerios del discipulado y la consejería. Muy a menudo, el discipulado cristiano ha llegado a ser un programa impersonal, a pesar de que se usa un buen material teológico. En cambio, la consejería cristiana es absolutamente personal, pero, algunas veces, existe una carencia en la parte teológica. Sostengo,
que la rama del discipulado y la consejería son bíblicamente las mismas. Si eres una persona que conoce el discipulado serás un buen orientador y viceversa.
La consejería es el proceso en que dos o más personas se reúnen en la presencia de Cristo, aprenden cómo la verdad de la Palabra de
Dios los hace libres, así se ajustan a la imagen de Él y van por el camino de la fe con el poder del Espíritu Santo.
Mientras aprendía esto, mi familia y yo atravesamos por una prueba muy dolorosa. Durante 15 meses estuve en el dilema de no saber si Joanne, mi esposa, viviría o moriría; gastamos todo lo que teníamos. El Señor me había dado algo muy querido para mí, y yo no lo podía arreglar. Sin importar lo que hiciera, las cosas no cambiaban. Dios me llevó hasta el límite, en que agoté todos mis recursos, para de
esta forma, descubrirlo a El. Este fue el nacimiento del Ministerio Libertad en Cristo. Ninguna persona que lea este libro sabe mejor que yo, que no
puedo por mí mismo liberar absolutamente a nadie; sólo Dios puede hacerlo. No puedo consolar el corazón destrozado de nadie, sólo Dios puede. El es el Maravilloso Consolador. El quebrantamiento es la llave para un ministerio efectivo y el ingrediente final para el discipulado y la consejería.
El mensaje y el método vienen unidos; con el pasar del tiempo, me convencí que el discipulado y consejería deben comenzar donde la Biblia comienza: Debemos tener un conocimiento verdadero acerca de Dios y que somos como niños para Él.
Si realmente llegamos a conocerlo, nuestro comportamiento cambiará en forma inmediata y radical. En la Biblia, cuando el cielo se abríó para revelar la gloria de Dios, cada uno de los testigos fue cambiado en
forma profunda e inmediata. Creo que para lograr la salud mental y espiritual, y alcanzar la libertad del espíritu, son necesarios el buen entendimiento de Dios y una buena relación con Él.
Una buena base teológica es un prerrequisito indispensable para una buena psicología. Algunas semanas después de una de mis conferencias, un amigo me contó la historia
de una mujer cristiana que había asistido y a quien él había ayudado. Esta mujer vivíó durante muchos años bajo una profunda depresión y, sólo había “sobrevivido”
gracias al apoyo de sus amigos, tres sesiones de consejería a la semana, y una diversidad de drogas que le habían recetado.
Durante la conferencia esta mujer se dio cuenta de que su grupo de apoyo incluía a todos y a todo, excepto a Dios. No había entregado su angustia a Cristo y dependía de cualquier cosa, pero no de Él.
Al terminar la conferencia se llevó el programa de estudios a su casa y comenzó a fijarse en su vida con Cristo y a sentir confianza en Él para entregarle sus necesidades; se deshizo de todo otro apoyo (decisión que personalmente no recomiendo) y se deci- dió a confiar sólo en Cristo para superar su depresión.
Comenzó a vivir con una fe renovada y un corazón nuevo, así como el programa de la conferencia lo sugería. Al cabo de un mes, ella era una persona diferente. El buen conocimiento de Dios es un punto fundamental para ser un cristiano libre y maduro.
Otra materia que compete al discipulado y a la consejería es la responsabilidad individual de cada persona. Alguien que tomó la decisión de seguir a Cristo en forma seria, puede recibir beneficios de la consejería de otros, también puede ser ayudado a liberarse de su pasado, pero, como cristiano, es responsable de sí mismo para lograr la madurez y la libertad que Cristo entrega. Esto significa que nadie puede ayudarte a crecer, es tu decisión y tu propia responsabilidad. Nadie puede resolver tus problemas. Tú debes iniciar el camino y seguir a través de todo el proceso. Afortunadamente, sin embargo, nadie puede andar solo por el camino de la madurez y la libertad, ya que Cristo está dispuesto a dar con nosotros cada paso.
Este es el primero de dos libros que he escrito, basados en mi educación y experiencia en discipulado y consejería a otros y está enfocado hacia los aspectos fundamentales de
la vida y madurez en Cristo; podrás descubrir quién eres en Él y cómo vivir en la fe.
Aprenderás a caminar con el Espíritu y a ser sensible a Su liderazgo. Él camino de la gracia se vive por fe en el poder del Espíritu Santo.
También, descubrirás la naturaleza de la batalla contra tu mente y aprender porqué tu mente debe ser transformada para que vivas en fe y crezcas en espiritualidad. Podrás controlar tus emociones negativas y sentirte libre de los traumas emocionales de tu pasado, todo esto, a través de la fe y el perdón. Mi segundo libro, Rompiendo las cadenas (Editorial Unilit) trata sobre nuestra libertad en Cristo y los conflictos espirituales que los cristianos de hoy deben enfrentar.
Vivir y ser libres en Cristo, no podemos crecer en forma instantánea. Nos toma gran parte de la vida renovar nuestra mente y hacernos a su imagen, pero por el contrario, no nos toma tiempo darnos cuenta de nuestra verdadera identidad y de la libertad que Cristo nos entrega. El mundo, la carne y el diablo son los enemigos de nuestra santificación, pero estos fueron y, volverán a ser vencidos por Cristo.
Neil Anderson sugiere, terminar de leer este libro primero, aprender sobre la vida y el crecimiento en Cristo y, luego, profundizar en el tema de los conflictos espirituales y la libertad, leyendo Rompiendo las cadenas, está escrito según el modelo de una Epístola del Nuevo Testamento. La primera mitad de este libro es de doctrina y define algunos términos que son necesarios para el buen entendimiento y la buena aplicación de los capítulos siguientes.
Tal vez te veas tentando a saltar la primera mitad de este libro, porque te parezca menos importante para la experiencia diaria.
Pero es esencial discernir tu posición y victoria en Cristo, para poder poner en práctica el crecimiento en Él. Necesitas saber lo que debes creer, antes de poder entender lo que tienes que hacer.
He sostenido muchas conversaciones con personas como Russ, mi primer discípulo. Son cristianos, pero no han crecido ni tampoco han rendido frutos. Quieren servir a Cristo,
pero no logran alcanzar la cima ni tampoco parecen tener éxito con una vida significativa y fructífera.
Según Neil Anderson la madurez es el resultado del tiempo, la fuerza, la aflicción, las dificultades, el buen conocimiento de la Palabra de Dios, también de que comprendas quién eres
realmente en Cristo y de la presencia del Espíritu Santo en tu vida.
Insiste Neil sobre la pregunta, ¿quién soy? La respuesta va más allá de lo que parece.
El apóstol Pablo dijo: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne” (2 Corintios 5:16) Puede ser que la Iglesia Primitiva no hiciera esto, pero nosotros, por lo general, sí lo hacemos. Esto sucede porque tendemos a identificarnos a nosotros mismos y a los demás por lo que somos físicamente (alto, bajo, robusto, esbelto) o también por lo que hacemos (plo- mero, carpintero, enfermera, ingeniero, oficinista).
Neil Anderson dice que cree que la esperanza de crecer, siendo y cumpliendo los requisitos de un cristiano, se basan en entender quiénes realmente somos, específicamente, nuestro ser en Cristo como hijos de Dios.
La comprensión de quién es Dios y quién eres tú en relación a Él es el fundamento más importante para tu estructura de creencia y tus patrones de comportamiento como cristiano.
En el Reino de Dios podemos ver las cosas como ecuaciones que dicen el éxito es igual a la felicidad y que el fracaso es igual a la inutilidad, no existen.
En el Reino de Dios todos tenemos exactamente las mismas oportunidades de tener una vida feliz, debido a que una vida significativa no es el producto de lo que tenemos o no tenemos, de lo que hemos hecho o no hemos hecho. Tú, ya eres toda una persona que tiene una vida de inmenso significado y propósito, tan sólo por lo que eres, un hijo de Dios. Lo único
que existe y funciona en el Reino de Dios eres tú más Cristo que nos da como resultado la aceptación y el sentido del ser.
Si nuestra relación con Dios es la llave para la propia aceptación, ¿por qué tantos creyentes luchan contra su propia identidad, seguridad, significado, sentido de lo que vale la pena y madurez espiritual? Probablemente la primera razón sea por ignorancia. El profeta Oseas dice: “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6). Pero para otras personas la razón
se atribuye a la carne, la falta de arrepentimiento y fe en Dios y para otros es que han sido engañados por el padre de las mentiras. Este engaño llegó a m¡ hace algunos años,
cuando orientaba a una joven cristiana que estaba siendo víctima de una opresión satánica:
Esa joven dijo que se sentía como una mala persona, pero Neil la convencíó que no era malvada y él lo supo porque vio el profundo arrepentimiento que demostró después de haber pecado.
La joven estaba basando su identidad en una ecuación equivocada. En vez de ver la verdad, estaba dejando que las acusaciones de Satánás la influenciaran en la percepción de sí misma.
Lamentablemente, muchos cristianos se ven envueltos en el mismo problema. Nosotros, como seres humanos, fallamos y, por lo tanto, nos vemos a nosotros mismos como personas fracasadas, que sólo somos capaces de seguir fracasando durante nuestras vidas. También pecamos, y nos vemos como pecadores que sólo agregan más pecado.
Hemos sido inducidos a creer que lo que hacemos determina lo que somos. Este pensamiento erróneo nos lleva a sentirnos rodeados por desesperanza y más derrota.
Lo único que existe y funciona en el Reino de Dios eres tú y Cristo.
Pero, por otro lado, “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). Dios quiere que sepamos quiénes somos para comenzar a vivir en consecuencia. Ser un hijo de Dios, o sea, estar vivo y libre en Cristo, debería determinar lo que hacemos.
Estamos ocupados en nuestra salvación (Filipenses 2:12), no trabajando por ella.
Para comprender el Evangelio y quiénes somos en Cristo, necesitamos tomar en cuenta la importancia de la Creación y la subsiguiente caída de la humanidad
En Génesis 2:7 leemos: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Esta combinación de
polvo de tierra y aliento de vida es lo que forma al ser humano.
Muchos teólogos han discutido acerca de los miembros de la raza de Adán. Algunos sostienen que esta raza esta constituida de 2 ó 3 partes. Esta tricotomía sería: cuerpo, alma (que incluye la mente, emociones y voluntad) y espíritu. Por otro lado, hay otros que creen en la dicotomía del ser humano, y esta estaría constituí- da por una parte material y una parte no material, o sea, una identidad exterior y otra interna. Dicen que el alma y el espíritu son exactamente lo mismo.
Para terminar con el problema, describiremos quiénes somos desde una perspectiva realmente eficaz. Basta con decir que contamos con una parte externa, es decir, con un cuerpo, el que se relaciona con el mundo a través de sus cinco sentidos, y por último, contamos con una parte interna, la que se relaciona con Dios y está hecha conforme a Su imagen (Génesis 1:26,27). Ser creados conforme a la imagen de Dios nos da la capacidad de elegir,
de pensar y de sentir. Una vez que Dios sopló en su nariz aliento de vida,
Adán estuvo física y espiritualmente vivo.
Físicamente vivo. La vida física que hemos heredado de Adán la podemos encontrar descrita en el Nuevo Testamento, por el vocablo bios. Bios describe la uníón de tu cuerpo físico con tu parte
no materialmente, emociones y voluntad. Estar vivos físicamente significa que el alma o el alma/espíritu se encuentra en uníón con el cuerpo y, la muerte física significa su separación del cuerpo transitorio. En la Biblia, morir significa “ser separado de y vivir, estar en uníón con”. Pablo dice que estar ausente del cuerpo es estar presente en el Señor (ver 2 Corintios 5:8). Obviamente, lo que somos abarca mucho más que nuestro cuerpo material, ya que, este es dejado atrás cuando morimos físicamente, pero de todas maneras estaremos presentes en el Señor.
Según Génesis 1,2 la biblia nos dice como debería ser la esencia del hombre
El hombre tenía un propósito divino. (Génesis 1:28).
Todas las necesidades del hombre fueron satisfechas y Dios les dió seguridad (Génesis 1:29).
El hombre tiene un sentir de pertenecer (Génesis 2:18). Dios, El alma en uníón con el cuerpo.
El alma tiene una uníón con Dios.
A pesar de que nuestra identidad va más allá de lo físico, no podríamos vivir sin el cuerpo, es decir, nuestra parte no material necesita de la material para sobrevivir en este mundo.
Podríamos decir, como ejemplo, que nuestro cerebro es como el hardware de una computadora y nuestra mente, no material, es como el software. Un computador necesita el software para funcionar y, a su vez,
el software necesita de la computadora. Necesitamos de nuestro cerebro físico para controlar movimientos y reacciones, pero también necesitamos de nuestra mente no material para
razonar y realizar juicios valora tivos. Nuestro cerebro no podría funcionar independientemente a como ha sido programado.
El más fino cerebro humano no puede lograr nada dentro de un cuerpo que no posee la mente. Nuestra mente puede puede estar perfectamente programada, pero si nuestro
cerebro sufre alguna enfermedad como la de Alzheimer, no podríamos desarrollarnos bien como personas.
Durante el tiempo que vivamos en el mundo, tendremos que hacerlo en un cuerpo físico. Por tanto, cuidaremos de nuestros cuerpos lo mejor que podamos ejercitándonos,
comiendo correctamente, etc. Pero la verdad es que nuestro físico, a medida que el tiempo pasa, se deteriora y decae. No luzco igual a como luda 20 años atrás, y no tengo gran expectativa para los próximos 20 años. En 2 Corintios 5:14, Pablo dice que el cuerpo
de un creyente es un tabernáculo temporal donde mora nuestra alma. Usando esta ilustración, tengo que confesar que ¡los soportes de mi tabernáculo se están cayendo,
y mis costuras se están deshaciendo! A mi edad, estoy contento de saber que soy más que este simple traje desechable que uso aquí en la tierra.
Tarnbién hemos heredado de Adán la capacidad de una vida espiritual. Pablo escribe: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Aquí, él se refiere a la vida espiritual del creyente, la que no envejece ni se deteriora como la cáscara del exterior.
Estar espiritualmente vivo definido en el Nuevo Testamento por el vocablo zoe — significa que el alma o el alma/espíritu está viva en uníón con Dios. Esa es la condición en que fue creado Adán, física y espiritualmente vivo, en uníón perfecta con Dios. Para los cristianos, estar espiritualmente vivos es estar en uníón con Dios. La vida espiritual se refleja más en el Nuevo Testamento como estar en Cristo o en Él. Como Adán, luimos creados para estar en uníón con Dios. Como veremos
en los próximos capítulos, Adán pecó y, por eso, esta uníón se rompíó. Por esto, el plan eterno de Dios fue tener a la humanidad consigo nuevamente y, restaurar la uníón que
Él compartía con Adán en el tiempo de la Creación. Esta restauración de la uníón con Dios, la encontramos “en Cristo” y esto es lo que nos define como hijos de Dios.
Significado
Durante la creación original, la humanidad tenía un propósito divino. El hombre tenía dominio sobre todas las criaturas: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26,27).
Adán no tenía que buscar un significado, todo eso era resultado de la creación misma. Satánás debíó arrastrarse sobre su vientre como una serpiente ante la presencia de Dios,
entonces, después que Adán pecó y perdíó la relación que sosténía con Dios, usurpó la autoridad entregada a Adán y a sus descendientes.
Protección y seguridad
Adán no sólo tenía sentido de significado, también disfrutaba de protección y seguridad. Todas sus necesidades eran satisfechas.
Génesis 1:29,30 dice: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrasra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue asf . Todo lo que Adán necesitaba se encontraba en el Huerto. todas sus necesidades estaban provistas. Él podría comer del árbol de la vida y vivir para siempre. Se encontraba protegido y seguro en la presencia de Dios.
Pertenencia
Adán aparentemente disfrutaba de una comunión íntima, uno a uno, con Dios, pero algo sucedíó. Y dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18),
Adán y Eva, no solamente pertenecían a Dios, a su vez, se pertenecían el uno al otro. Cuando Dios crea a Eva se consolida una relación humana entre Eva y Adán, una relación abierta y compartida el uno con el otro. Ambos se encontraban desnudos y no sentían vergüenza, ya que no tenían nada que esconder, porque sus cuerpos eran limpios.
Dios creó al hombre y a la mujer y les dijo que fructificaran y se multiplicaran. Ellos podrían, abiertamente, haber tenido una relación sexual en la presencia de Dios.
Lamentablemente, el marco ideal que se vivía en el Jardín del Edén fue quebrantado. Génesis 3 nos lleva a la triste historia que Adán y Eva tuvieron que vivir al perder su relación con Dios debido al pecado. Los efectos de su caída fueron dramáticos, inmediatos y de largo alcance. Efectos que p-ovocaron consecuencias para todos los miembros del género humano.
Muerte espiritual
¿Qué sucedíó con Adán y Eva espiritualmente luego de su caída? Murieron. Su uníón con Dios fue dañada y fueron separados de Él. Dios específicamente había dicho: “Del árbol de la
ciencia del bien y del malno comerás; porque el día que de él comieres. ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Así, en cuanto comieron, murieron.
¿Murieron físicamente? No de forma inmediata, a pesar de que la muerte física debería ser, también, consecuencia de la Caída. Adán y Eva murieron espiritualmente, fueron separados de la presencia de Dios. Físicamente, fueron echados del Jardín del Edén: «Echó, pues, fuera al hombre, y puso al Oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:24). Algunos creen que este acto conserva un camino de regreso como plan de Dios para una salvación revelada.
La caída tuvo como consecuencia: La muerteespiritual, el Conocimiento perdido de la gloria de Dios, las emociones negativas dominantes
También Adán y Eva sufrieron junto con la caída de:
Rechazo, vergüenza y culpabilidad, Debilidad e impotencia.
Por tal razón necesitamos recibir de Dios: Necesitamos sentir que pertenecemos a alguien, Necesitamos un sentir de valor propio, Por tanto, necesitamos fuerza y autocontrol.
Todo comportamiento pecaminoso es un intento equivocado de cumplir las necesidades básicas. La esencia del pecado es el hombre viviendo independiente de Dios, quien ha dicho que suplirá todas nuestras necesidades cuando vivamos nuestras vidas en Cristo.
Así como nosotros heredamos la vida física de nuestros primeros padres, también heredamos su muerte espiritual (Romanos 5:12; 1 Corintios 15:21,22). Por lo tanto, todo ser humano venido a este mundo, nace físicamente vivo, pero espiritualmente muerto y separado de Dios (ver Efesios 2:1).
Pérdida del conocimiento de quién es Dios
¿Qué efectos produjo la Caída en la mente de Adán? Él y Eva perdieron la verdadera percepción de lo real y perdieron también el conocimiento de quién es Dios. Leemos en Génesis 3:7,8 que ellos trataron de esconderse de Dios. Esto nos revela que ya no sabían quién era Dios, porque ¿cómo podemos escondernos de su omnipresencia? Pablo nos
describe el pensamiento errado de quienes no le conocen “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18). En esencia, cuando Adán y Eva pecaron perdieron el verda- dero conocimiento de Dios. En el designio original de Dios, el conocimiento era una relación.
Para los hebreos, el conocimiento de Dios, implica una relación íntima y personal con Él. Por ejemplo.
“Conocíó Adán a su mujer Eva, la cual concibió” (Génesis 4:1). Sin embargo, nosotros, por lo general, no comparamos un conocimiento de alguien con la intimidad personal.
Cuando ellos pecaron y fueron desterrados del Jardín, Adán y Eva perdieron su relación con Dios y el conocimiento de Él, lo que había sido intrínseco a la relación.
En nuestro estado no regenerado, quizá sabemos algo acerca de Dios, pero en realidad no le conocemos, ya que no tenemos ninguna relación con Él. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
La necesidad de tener una relación con Dios para poder conocerlo, está claramente expuesto en el anuncio de Juan: “Y aquel Verbo” [ Lagos en griego] “fue hecho carne (Juan 1:14). Este anuncio tiene un gran significado en un mundo profundamente influenciado por la antigua filosofía griega. Para los filósofos griegos, lagos representa la forma más alta de conocimiento filosófico. Al decir que el Verbo fue hecho carne significa que logos es encarnado, ese conocimiento definitivo llega a ser personal y relacional. Jesús encarna la verdad, porque Él es la verdad. No podemos separar su Palabra de lo que Él es. En hebreo dabar , significa palabra”, que, también, expresa la indiscutible sabiduría de Dios. En el Evangelio de Juan, podemos encontrar estas dos culturas y estos dos conceptos juntos en Cristo. La verdad (Cristo y su Palabra) debería hacernos libres y lopuede hacer.
Dios nos dice, por medio de Juan, que el verdadero conocimiento de Dios, el conocimiento que sólo se descubre a través de una relación personal con Él, lo podemos alcanzar, ahora, en la tierra, ya que Dios se hizo carne osea, Cristo Jesús. Con Cristo, podemos conocer a Dios en forma personal, porque hemos recibido “La mente de Cristo” en nuestro ser interior para salvación (1 Corintios 2:16).
Esta verdad tiene una profunda importancia en la educación cristiana. Por ejemplo, el conocimiento del mundo occidental no es más que una recopilación de datos. Esta clase de conocimiento nos envanece, pero el amor nos edifica (1 Corintios 8:1).
Pablo dice: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida (1 Timoteo 1:5). La verdad (Cristo y su Palabra) debería
hacernos libres y permitirnos ser conforme a la imagen de Dios. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).
Las emociones negativas que nos dominan
Adán y Eva, aparte de estar enceguecidos con relación a su entendimiento, también llegaron a ser personas temerosas y angustiadas. Miedo, es el primer sentimiento que aparece luego de la caída de la humanidad (Génesis 3:10). El temor a nadie más que a Dios, es recíprocamente, exclusivo de la fe en Él. ¿Por qué el temor a Dios es el primer paso para alcanzar sabiduría y cómo este temor echa fuera todos los demás temores?
(Ver Proverbios 9:10.)
Chuck Colson dijo:
“Para que la iglesia de Occidente viva, debe resolver sus crisis de identidad, quedarse en la verdad, renovar su visión… y, más que cualquier otra cosa, necesita recobrar el temor a Dios”.
Otros sentimientos que provienen del pecado son la vergüenza y la culpabilidad.
Antes que Adán y Eva desobedecieran a Dios, estaban desnudos y no sentían vergüenza (Génesis 2:25). Dios los había creado como seres sexuales. Sus órganos sexuales y su actividad
sexual eran sagrados. Pero, cuando pecaron sintieron vergüenza de estar desnudos y tuvieron que cubrirse (ver 3:7). La mayoría de las personas usan máscaras para ocultar lo que en realidad
hay en su interior y viven con el miedo de que alguien los descubra.
Cuando a una persona la dominan la culpabilidad y la vergüenza, es poco probable que se revele ante los demás.
Asimismo, la depresión y la ira en el ser humano son resultados de la Caída. Cuando Caín presenta su ofrenda, por alguna razón Dios no miró con agrado a él ni a su ofrenda.
“Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Dios dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha
decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:5,7).
¿Por qué Caín sentía ira y depresión? Porque no había hecho lo correcto. En otras palabras Dios dice: “Si sientes que no vas por un buen camino, conduce tu camino a los buenos sentimientos”
, y Jesús dijo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
Mientras investigaba y escribía el libro “Reencuentro con la esperanza”, noté que la gente sufre una “epidemia de melancolía” durante esta “era de angustia”. La depresión es un mal tan
común que, en el ambiente médico, le llaman el “resfrío común” de las enfermedades mentales. Incluso, en Estados Unidos el número de visitas a doctores, con un diagnóstico que resulta
ser depresión, llegó a aumentar al doble entre 1985 y 1995, también adquiere un incremento aún mayor en el siglo veinte.
Demasiados posibilidades de elección
El pecado de Adán y Eva, también afectó su capacidad de elección. Ambos tenían solo una posibilidad de hacer una mala elección en el Jardín del Edén. Todo lo que hicieran estaba correcto,
excepto comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:16,17). Ellos tenían la posibilidad de tomar una miríada de buenas elecciones y, sólo una de tomar una mala decisión
Finalmente, sin embargo tomaron esa elección equivocada. Debido a esa mala elección, todos estamos enfrentados, día a día, a millones de buenas y malas elecciones.
Aparte del poder del Espíritu Santo en nuestras vidas, el poder más grande que poseemos es el poder de elección. Podemos elegir orar o no orar, leer nuestra Biblia o no leerla,
asistir a la iglesia o no asistir, es decir, podemos elegir andar en la carne o en el Espíritu.
Los atributos se vuelven necesidades
Otra gran consecuencia del pecado es que los atributos de la humanidad, antes de la Caída, llegan a ser grandes necesidades después de ella. Esto, específicamente, ocurre en 3 áreas,
que hasta el día de hoy están vigentes en nuestras vidas.
La aceptación fue reemplazada por el rechazo; por eso, tenemos la necesidad de pertenencia. Incluso, antes de la Caída, Adán sentía la necesidad de pertenencia. Su necesidad de pertenecer a
Dios estaba satisfecha con su compañía en el Jardín. Pero de todas las cosas que eran buenas en ese Jardín la única “no buena” era que Adán se encontraba solo (Génesis 2:18). Así es como
Dios crea a Eva y satisface la necesidad de Adán. Aunque el pecado de Adán y Eva los alejó de Dios y, también, trajo conflictos dentro de las relaciones humanas, aún experimentamos una necesidad
de pertenencia. Aunque la gente tenga un encuentro verdadero con Cristo y satisfaga su necesidad de pertenecer a El, necesitan sentirse aceptadas en el círculo social del pueblo de Dios.
Si la iglesia no da la oportunidad de fortalecer la amistad entre sus miembros, terminarán buscándola fuera de la iglesia. Quienes han estudiado las tendencias de crecimiento de la iglesia,
aseguran que pueden hacer que la gente encuentre a Cristo, pero si no logran que nazca una amistad entre sus miembros, lamentablemente, la iglesia los perderá en poco tiempo. La uníón espiritual en
Cristo llamada kpinonia en el Nuevo Testamento no es sólo algo bonito que la iglesia debe proveer; sino que es una necesidad que tiene que proveer.
Nadie entenderá el poder de las presiones sociales en nuestra cultura, hasta que comprenda la necesidad legítima de pertenencia y el temor al rechazo que todos compartimos.
La inocencia fue reemplazada por la culpabilidad y la vergüenza, de ahí nace la necesidad de reconstruir el sentimiento de merecer. Los expertos que trabajan ayudando a otras
personas a resolver sus problemas,
concuerdan que la humanidad sufre y lucha con la sensación de que no vale la pena. La crisis de identidad y la imagen negativa de sí mismo ha sido el drama de la humanidad desde la Caída.
El consejo del mundo secular de elevarnos mutuamente el ego y de levantarnos a nosotros mismos por nuestros propios medios, no es una respuesta satisfactoria. Nuestro sentido del valor
no es algo relacionado con dotación, talentos, inteligencia o belleza. El sentido del valor personal proviene de entender que somos hijos de Dios y del crecimiento de nuestro carácter.
Hablaremos sobre la dimensión de nuestra identidad en (insto y cómo esto ayuda a nuestro sentido del valor personal en los capítulos siguientes.
El dominio fue reemplazado por la debilidad y la falta de ayuda, por eso necesitamos fuerza y autocontrol. La gente tiende a controlar estas necesidades disciplinándose a sí mismas,
o bien, buscan controlar y manipular a otros. Pero nadie está más inseguro y enfermo que los mismos controladores, ya que, erróneamente creen que pueden controlar y manipular
situaciones e incluso personas. En otras palabras, juegan a ser Dios. El fruto del Espíritu no es controlar situaciones, en realidad es el propio control (Gálatas 5:23).
Por otro lado, los esfuerzos extremos por alcanzar el dominio propio sin la gracia de Dios, siempre, terminan en intentos de perfección o legalismo, con el resultado de la autodestrucción.
El mundo nos hace pensar que “somos amos de nuestro destino y capitanes de nuestra alma”, pero esto no es cierto. El alma humana no está hecha para funcionar como un amo.
No podemos servir a Dios y a las riquezas a la vez, si lo hacemos nos engañamos y nos servimos a nosotros mismos (Mateo 6:24).
Toda tentación es un intento de Satánás para hacer que vivamos separados de Dios, nos tienta como lo hizo con Jesús y lo hace apelando a nuestras necesidades básicas y elementales.
La pregunta es: ¿Serán estas necesidades satisfechas por el mundo, la carne y el diablo; o serán satisfechas por Dios, quien prometíó suplirlas todas “conforme a sus riquezas en gloria
en Cristo Jesús?” (Filipenses 4:19). Nuestra necesidad más importante es la de sentirnos necesarios y esta necesidad es la más maravillosamente satisfecha cuando estamos en Cristo.
Quien soy en Cristo
Soy aceptado: .
Juan 1:12
Soy hijo de Dios.
Juan 15:15
Soy amigo de Cristo.
Romanos 5:1
He sido justificado.
1 Corintios 6:17
Estoy unido al Señor y en espíritu soy uno con Él.
1 Corintios 6:20
He sido comprado con precio. Pertenezco a Dios.
1 Corintios 12:27
Soy miembro del cuerpo de Cristo.
Efesios 1:1
Soy santo.
Efesios 1:5
Fui adoptado como hijo de Dios.
Efesios 2:18
Tengo directo acceso a Dios por medio del Espíritu Santo.
Colosenses 1:14
He sido redimido y perdonado de todos mis pecados.
Goloseases 2:10
Estoy completo en Cristo.
Me siento seguro:
Romanos 8:1,2
Estoy seguro que las cosas resultarán para bien.
Romanos 8:31-34
Soy libre de todo cargo condenatorio en mi contra.
Romanos 8:35-39
No me pueden separar del amor de Dios.
2 Corintios 1:21,22
He sido creado, ungido y sellado por Dios.
Filipenses 1:6
Estoy escondido con Cristo en Dios.
2 Timoteo 1:7
Puedo encontrar gracia y misericordia en tiempo de angustia.
1 Juan 5:18
Soy hijo de Dios y el diablo no puede alcanzarme.
Soy importante:
Mateo 5:13,14
Soy la sal y la luz de la tierra.
Juan 15:1,5
Soy rama de la verdadera vid, un canal de su vida.
Juan 15:16
Soy ministro de reconciliación de Dios.
2 Corintios 6:1
Soy colaborador de Cristo (Ver 1 Corintios 3:9).
Efesios 2:6
Estoy sentado con Cristo en lugares celestiales.
Efesios 2:10
Soy un trabajador
de Cristo.
Efesios 3:12
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
El plan redentor de Dios comienza a desarrollarse cuando aparece Cristo, el segundo Adán. Lo primero que notamos de la vida de Cristo es su completa dependencia de Dios el Padre. Dijo:
“No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30); “Yo vivo por el Padre” (6:57); “De Dios he salido y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. Las palabras que
os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (14:10).
La prueba suprema ocurre después de un ayuno de cuarenta días. El Espíritu Santo conduce a Jesús al desierto y Satánás lo tienta. “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan
en pan” (Mateo 4:3). Satánás quiere que, para salvarse, Jesús use sus atributos divinos independientemente del Padre. Jesús responde: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios” (4:4). Hacia el final de su ministerio terrenal, Jesús oró: “Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado proceden de ti”
Como el primer Adán, Jesús nacíó física y espiritualmente vivo. Esto se hizo evidente por el hecho de que Jesús fue concebido por el Espíritu de Dios, y nacíó de una virgen. A diferencia
del primer Adán, Jesús fue tentado en todo, pero nunca pecó. Nunca perdíó su vida espiritual porque no cometíó pecado. Conservó su vida espiritual en todo el camino hacia la cruz.
Allí derramó su sangre y murió, llevando sobre El los pecados del mundo. Entregó su espíritu en manos del Padre cuando su vida física llegó a su fin (véase Lucas 23:46). Adán y Eva
perdieron la vida espiritual en la caída, pero Jesús vino a darnos vida. Jesús dice:
“Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia” (Juan 10:10). Juan declara: “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4). Nótese que la luz no
produce vida. La vida produce Luz. Jesús dice: “Yo soy el pan de vida” (6:48) y “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” (11:25). En otras palabras
, los que creen en Jesús seguirán viviendo espiritualmente aun cuando mueran físicamente. Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (14:6). El valor final no es nuestra vida física,
que es temporal, sino nuestra vida espiritual, que es eterna.
Muchos cristianos viven bajo medio evangelio. Han oído que Jesús es el Mesías que vino a morir por los pecados, y que si oran para recibir a Cristo, al morir irán al cielo y recibirán
el perdón de sus pecados. En esta afirmación hay dos errores. Primero, es sólo la mitad del evangelio. Si encuentras un muerto y tienes el poder de salvarlo, ¿qué harías? ¿Darle vida?
Si eso fuera todo lo que haces, entonces moriría nuevamente.
Para salvar al muerto tendrías que hacer dos cosas. Primero, curarle la enfermedad que le causó la muerte.
Segundo presentar el evangelio no conla impresión de que la vida eterna se recibe al morir. No es así. “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:1 1-12). Si no tenemos vida espiritual (eterna) antes de morir físicamente, solo nos espera el infierno.
La diferencia entre el primero y el segundo Adán decide la diferencia entre la vida y la muerte para nosotros. Quizás esta diferencia vivificadora esté mejor presentada en 1 Corintios 15:22: “
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. Muy a menudo el hecho de estar espiritualmente vivo se describe en el Nuevo Testamento con las frases
“en Cristo” o “en Él”. Todo lo que vamos a decir en los capítulos que siguen se basa en el hecho de que los creyentes están vivos en Cristo. El tema sobrecogedor del Nuevo Testamento
en estar vivo en Cristo.
Por ejemplo, en los seis capítulos de Efesios hallamos 40 referencias a estar “en Cristo”, y “tener a Cristo en vosotros”. Por cada pasaje que habla de “Cristo en vosotros”,
diez enseñan que estás “en Cristo”, Una persona no puede conducirse coherentemente si su conducta no coincide con la percepciónque tiene de si.
También es la base para la teología de Pablo. Por esto mismoos he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará
mi proceder en Cristo , de la manera que enseño en to- das partes y en todas las iglesias.
La vida exige un nuevo nacimiento
No nacimos en Cristo. Nacimos muertos en nuestros delitos y pecados (véase Efesios 2:1). ¿Cuál es el plan de Dios para transformarnos de estar “en Adán” a “estar en Cristo’?
Jesús dice: “De cierto, de cierto os digo, que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). El nacimiento físico sólo nos da vida física. La vida espiritual,
la vida eterna prometida por Cristo a los que vienen a Él se obtiene solo mediante un nacimiento espiritual (véase 3:36).
¿Qué quiere decir estar espiritualmente vivos en Cristo? En el momento que naces de nuevo tu alma se une con Dios de la misma manera que Adán estaba en uníón con Dios antes de la caída.
Comienzas a vivir espiritualmente; tu nombre está escrito en el Libro de la vida del Cordero (véase Apocalipsis 21:27). La vida eterna no es algo que obtienes al morir.
Querido creyente, ya está vivo en Cristo. Nunca estarás espiritualmente más vivo de lo que estás ahora mismo. Lo único que
cambiará cuando mueras físicamente es que cambiarás tu cuerpo mortal por un nuevo cuerpo resucitado. Tu vida espiritual en Cristo que comenzó cuando personalmente
confiaste en Él simplemente seguirá su camino. La salvación no es un agregado futuro; es una transformación presente. Esa transformación ocurre en el nacimiento espiritual, no en la muerte física.
La nueva vida inicia una nueva identidad Ser cristiano no es sólo recibir algo; es llegar a ser alguien. El creyente no es sólo una persona perdonada que va al cielo. El cristiano,
en función de nuestra más profunda identidad es un santo, un hijo de Dos nacido de nuevo, una obra maestra de Dos, un hijo de luz, un ciudadano del cielo. El nuevo nacimiento te
transformó en alguien que no existía antes. Lo importante no es lo
que recibes como cristiano; es lo que eres. No es lo que haces como cristiano lo que determina quién eres; lo que eres determina lo que haces (véase 2 Corintios 5:17;
Efesios 2:10; 1 Pedro 2:9, 10; 1 Juan 3:1, 2).
Para llevar una vida cristiana es esencial que entiendas tu identidad en Cristo. Una persona no puede conducirse coherentemente si su conducta no concuerda con la
percepción que tiene de sí. Tú no cambias por la percepción que tiene de ti. Cambias tu percepción cuando crees la verdad. Si tu concepto personal es errado, vivirás en el error porque lo
que crees no es verdad. Si piensas que eres una buena porquería, probablemente vivirás como una buena porquería. Sin embargo, si te ves como hijo de Dios espiritualmente vivo en Cristo,
comenzarás a vivir de acuerdo con eso. La verdad más importante que puedes poseer después de conocer a Dios es conocerte a ti mismo.
La principal estrategia de Satánás es tergiversar el carácter de Dios y la verdad de lo que somos. El no puede cambiar a Dios ni puede cambiar nuestra identidad y posición en Cristo.
Sin embargo, si puede hacer
que creamos una mentira, entonces viviremos como si no fuera verdad.
La integridad del evangelio
La nueva vida da como resultado una nueva identidad, nótese que Pablo no dice que son santos por su arduo trabajo. Claramente dice que son santos por llamamiento. La tendencia de
la iglesia es creer que los santos son personas que han ganado su elevada posición
viviendo con excelencia ó logrando cierto nivel de madurez. En la Biblia los creyentes se describen como “santos”, lo que significa santificados(por ejemplo Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2; 2 Corintios 1:1;
Filipenses 1:1).
Ser santo no refleja necesariamente alguna medida presente de crecimiento en carácter, pero identifica a los que se relacionan rectamente con Dios. Los creyentes
son llamados santos, santificados o justos más de 200 veces. En contraste, a los inconversos se les llama “pecadores” más de 300 veces. Es claro que la palabra santoen las Escrituras se
refiere al creyente y que pecador se usa para referirse al incrédulo.
Aunque el Nuevo Testamento da bastantes evidencias del pecado del creyente, nunca identifica al creyente como pecador.
En una referencia a sí mismo, Pablo declara: “soy el primero” de los pecadores, lo que se interpreta en sentido contrario (1 Timoteo 1:15). A pesar del uso del presente, hay varios detalles
que hacen preferible considerar su descripción como “el peor” de los pecadores, como referencia a la oposición al evangelio de antes de su conversión. Si se toma como una afirmación veraz,
él era el principal de los pecadores.
Nadie se opuso a la obra de Dios con más celo que él, a pesar de poderse jactan ‘En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es por la ley, irreprensible
(Filipenses 3:6). Por diversas razones, creo que esto se refiere a Pablo antes que acudiera a Cristo.
En primer lugar la referencia de sí mismo como “pecador” apoya la primera parte del versículo de 1 Timoteo: ‘Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores”(l Timoteo 1:15).
“Impíos y pecadores”, unos versículos antes, con otros usos de la palabra pecadores en el Nuevo Testamento para indicar a los que están lejos de la salvación, muestra que los “pecadores” a los que
Cristo vino a salvar estaban fuera de la salvación y no eran creyentes que pudieran todavía tener libertad para pecar.
Segundo, la referencia de Pablo a sí mismo como “pecador” va seguida de inmediato por la afirmación, “pero por eso fui recibido [tiempo pasado] a misericordia” (v. 16), con lo que
señala claramente a la ocasión ya pasada de su conversión. Pablo sigue maravillado de la misericordia de Dios hacia él, que era el “primero” de los pecadores.
Se nota una evaluación presente de sí basada en el pasado cuando el apóstol dice: “Porque soy [presente] el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí
a la iglesia de Dios” (1 Corintios 1 5:9).
Debido a su acción pasada, Pablo se considera indigno de lo que es en el presente, por la gracia y misericordia de Dios, apóstol que en “nada he sido menos que aquellos grandes
apóstoles” (2 Corintios 12:11).
Tercero, al mismo tiempo que declara que es el peor de los pecadores, el apóstol declara que Cristo lo fortalecíó para el ministerio, y lo tuvo por “fiel”, esto es, digno del ministerio
al que lo llamó (1 Timoteo 1:12).
Por lo tanto, la palabra “pecador” no lo describe como creyente; más bien la usa recordando lo que era antes que Cristo lo transformara.
Los únicos lugares en la Escritura que podrían referirse a los cristianos como “pecadores” son dos referencias que se encuentran en Santiago. La primera,
“Pecadores, limpiad las manos” (4:8) es uno de 10 mandamientos verbales que llaman a quienes lean la epístola a romper en forma definitiva con la vida vieja. Esto se en- tiende mejor como el llamado al lector al arrepentimiento, y por tanto, a la salvación.
Estamos tratando de llegar a ser como Cristo y en el proceso somos como santos.
El segundo uso de “pecador” en 5:19, 20 parece ser igualmente una referencia similar a los incrédulos. El “pecador” debe volverse del error de su camino, y de esa manera ser salvo de la muerte. Dado
que muy probablemente se refiera a la muerte espiritual, sugiere que la persona no era creyente. En estos dos usos de “pecador”, Santiago usa la palabra de la manera que se usaba
particularmente entre los judíos para referirse a quienes desechaban la ley de Dios y desobedecían abiertamente las normas de la moral.
El hecho de que estos “pecadores” se encuentren entre los creyentes a los que se dirige Santiago no significa necesariamente que son creyentes, porque la Escritura enseña que puede
haber incrédulos entre los santos (cf. 1 Juan 2:19), como seguramente ocurre en la actualidad en nuestras iglesias. La referencia a ellos como pecadores concuerda con la descripción de
los que no han acudido al arrepentimiento y a la fe en Dios, mientras el resto de las Escrituras identifica claramente a los creyentes como santos que todavía pueden pecar.
El estado de santos es paralelo al concepto de ser llamados o elegidos por Dios. Los creyentes son “amados de Dios, llamados a ser santos” (Romanos 1:7; cf. también 1 Corintios 1:2).
Son “escogidos de Dios, santos y amados” (Colosenses 3:12). Son escogidos “mediante la santificación por el Espíritu (2 Tesalonicenses 2:13); cf. además 1 Pedro 1:2). Dios los escogíó y
los apartó del mundo para ser su pueblo. Como resultado, los creyentes son “hermanos santos” (Hebreos 3:1).
Por la elección y el llamamiento de Dios, los creyentes han sido apartados para Dios y ahora pertenecen a la esfera de su santidad. Comenzamos nuestro andar con Dios como bebés inmaduros
en Cristo, pero somos verdaderos hijos de Dios. Somos santos pecadores, pero tenemos todos los recursos en Cristo para no pecar. Las palabras de Pablo a los efesios son una interesante
combinación de los dos conceptos de santidad.
Como creyentes no estamos tratando de ser santos; somos santos en el proceso de llegar a ser como Cristo. De ningún modo esto es una negación de la lucha continua con el pecado,
pero da al creyente alguna esperanza para el futuro.
A muchos cristianos los domina la carne y están engañados por el diablo. Sin embargo, decir a los cristianos que son pecadores y luego disciplinarlos si no actúan como santos parece
contraproducente en el mejor de los casos, e incoherente con la Biblia en el peor de ellos.
Puesto que eres santo en Cristo por llamamiento de Dios, tienes parte en la herencia de Cristo. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16, 17).
Aquí una parte de la lista de lo que realmente eres en Cristo. Son algunas de las carácterísticas bíblicas que reflejan lo que llegaste a ser en el nacimiento espiritual.
No puedes ganarlas ni comprarlas, como una persona nacida en Estados Unidos no puede ganar ni comprar los derechos y la libertad de que disfruta como ciudadano.
Yo soy la sal de la tierra (Mateo 5:13).
Yo soy la luz del mundo (Mateo 5:14).
Soy un sarmiento de la vid verdadera, un canal de la vida de Cristo (Juan 15:1, 5).
Soy siervo de justicia (Romanos 6:18).
Soy siervo de Dios (Romanos 6:22).
Soy hijo de Dios; Dios es mi Padre espiritual (Romanos 8:14, 15; Gálatas 3:26; 4:6).
Soy coheredero con Cristo, tengo parte en su herencia (Romanos 8:17).
Soy templo, morada de Dios. Su Espíritu y su vida moran en mí (1 Corintios 3:16, 6:19).
Estoy unido al Señor y soy un espíritu con él (1 Corintios 6:17).
Soy miembro del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27; Efesios 5:30).
Soy nueva criatura (2 Corintios 5:17).
Estoy reconciliado con Dios y soy ministro de reconciliación (2 Corintios 5:18, 19).
Soy hijo de Dios y uno con Cristo (Gálatas 3:26,28).
Soy heredero de Dios, puesto que soy su hijo (Gálatas 4:6,7).
Soy santo (1 Corintios 1:2; Efesios 1:1; Filipenses 1:1 (Colosenses 1:2).
Soy justo y santo (Efesios 4:24).
Soy ciudadano del cielo, ya sentado a la diestra de Dios (Efesios 2:6; Filipenses 3:20).
Soy expresión de la vida de Cristo, porque Él es mi vida (Colosenses 3:4).
Soy escogido de Dios, santo y amado (Colosenses 3:12;
1 Tesalonicenses 1:4).
Soy hijo de luz y no de las tinieblas (1 Tesalonicenses 5:5).
Soy una de las piedras vivas de Dios, edificado en Cristo como casa espiritual (1 Pedro 2:5).
Soy linaje escogido, real sacerdocio, nacíón santa, pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 2:8, 10).
Soy extranjero y peregrino en este mundo donde vivo de paso (1 Pedro 2:11).
Yo no soy el gran Yo Soy (Éxodo 3:14; Juan 8:24, 28, 58), pero por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Corintios 15:10)
Puesto que estás vivo en Cristo, cada una de esas carácterísticas tuyas es completamente válida, y no puedes
hacer nada para hacerlas más ciertas. Sin embargo, puedes hacer que sean carácterísticas más significativas
y productivas en tu vida decidiendo creer lo que Dios ha dicho acerca de ti.
Una de las mejores formas de ayudarte en el crecimiento hacia la madurez en Cristo es que te acuerdes
continuamente de quién eres en Cristo. En mis conferencias hacemos esto leyendo al unísonó y en voz alta la lista “¿Quién soy?”
Sugiero que vuelvas y la leas en voz alta ahora mismo. Lee la lista un par de veces al día durante una o dos semanas. Léela
cuando pienses que Satánás trata de engañarte para que creas que eres un fracasado que nada vale.
Mientras más reafirmes quién eres en Cristo, en mejor forma tu conducta comenzará a reflejar tu verdadera identidad. Al comentar
el capítulo 6 de Romanos, John Stott dice que “la necesidad de recordar “quién eres” es el método por el cual Pablo baja su elevada
teología al ámbito de la experiencia cotidiana” y prosigue en su resumen:
“De modo que en la práctica hemos de acordarnos continuamente quiénes somos. Tenemos que aprender a hablar con nosotros
mismos, y hacer preguntas: ‘¿No sabes? ¿No conoces el significado de tu conversión y bautismo? ¿No sabes que fuiste unido con
Cristo en su muerte y resurrección? ¿No sabes que has llegado a ser esclavo de
Dios y que te has comprometido a obedecerle? ¿No sabes estas cosas? ¿No sabes quién eres?’ Debemos seguir presiónándonos
con tales preguntas hasta que nos respondamos: Sí, yo sé quién soy: Una nueva criatura en Cristo, y por la gracia de Dios, viviré en conformidad con esto.
Un hombre viajó en su auto centenares de kilómetros para asistir a nuestra conferencia “Vivir libre en Cristo”.
Mientras conducía de regreso a casa, decidíó usar la lista “¿Quién soy?” como lista personal de oración. Oró por cada carácterística
de la lista, una por una, y pidió a Dios que las grabara en su vida consciente. El viaje a casa le tomó casi cinco horas, y todo
el camino fue orando por las carácterísticas “¿Quién soy?” Cuando se le preguntó acerca del efecto de esta experiencia
sobre su vida, simplemente respondíó con una sonrisa: “cambio de vida”.
Como hijos del primer pecador Adán, éramos obstinados y de mal genio, inútiles y sin futuro, pues nada había en
nosotros que nos recomendara delante de Dios. Sin embargo, el amor de Dios súperó nuestra fealdad.
Por medio de Cristo, Dios nos abríó un camino de acceso a su familia. Como hijo adoptivo de Dios, se te ha dado una
nueva identidad y un nombre nuevo. Ya no eres un huérfano espiritual; eres hijo de Dios. Como hijo en la familia
de Dios has llegado a ser partícipe de su “naturaleza divina (2 Pedro 1:4).
Si comienzas a pensar que eres alguien especial como cristiano, estás pensando en forma correcta; eres especial
Lo especial que eres no es resultado de algo que hayas hecho. Todo es obra de Dios. Somos lo que somos por la
gracia de Dios. Lo que hiciste fue responder por fe a la invitación de Dios para ser su hijo. Como hijo de Dios en
uníón con Él, dado que estás en Cristo, tienes todo el derecho de disfrutar de tu relación especial con tu Padre celestial.
¿Qué tan importante es saber que estás en Cristo? Un número incalculable de cristianos lucha con su conducta cotidiana
porque sufren bajo una falsa percepción de lo que son. Se consideran pecadores que esperan lograr su entrada en el cielo por
la gracia de Dios, pero parece que no pueden vivir por sobre sus tendencias pecaminosas.
Mira de nuevo las palabras llenas de esperanza de 1 Juan 3:1,
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
¿Cuál es la esperanza del creyente? Que eres hijo de Dios ahora, y que te vas conformando a la imagen de Dios. La persona que tiene esta
esperanza se purifica, y comienza a vivir en conformidad con lo que realmente es. Tienes que creer que eres hijo de Dios para vivir como
hijo de Dios. “Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
El problema de los cristianos como creyentes es que tratamos de basar nuestra madurez y crecimiento espiritual en secciones prácticas de las Escrituras, y gastamos poco
tiempo en analizar las partes de doctrina.
Por ejemplo, las cartas de Pablo se dividen en dos grandes partes. La primera generalmente es llamada la sección de doctrina; como: Romanos 1-8, Efesios 1-3, Corintios 1-2, etcétera.
Estas secciones revelan que necesitamos conocer a Dios, el pecado y la salvación por nosotros mismos. La segunda mitad es la sección práctica: Romanos 12-15,
Efesios 4-6, Corintios 3-4, etc. Estos pasajes indican lo que necesitamos hacer diariamente para vivir nuestra fe.
Con el ánimo de corregir los problemas en nuestra vida, nos saltamos la parte doctrinal y sólo realizamos la segunda mitad, la parte práctica. Queremos un rápido ajuste,
una lista de instrucciones o una regla, para usarla como guía para hacer bien las cosas.
No contamos con el tiempo necesario para profundizar en un estudio de conceptos teológicos de las Escrituras, ya que queremos soluciones prácticas y rápidas.
Posiblemente, ya has descubierto que abordar el problema diariamente con una guía no es la solución. ¿Por qué no? Porque se necesita una base adecuada de
la verdad para vivir una vida práctica de fe. ¿Cómo queremos estar firmes contra las acechanzas del diablo? (Efesios 6:1) si aún no aprendemos que “él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en lugares
celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6).
¿Cómo podemos estar gozosos en la esperanza y sufridos en la tribulación (Romanos 12:12) sin la confianza de que somos justificados por fe y “tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1 )? Cuando tiembla nuestro plan básico de creencia en Dios y en nosotros mismos, nuestro plan de
comportamiento diario también tiembla. Cuando el plan de creencia está intacto y nuestra relación con Dios
se basa en la verdad, tenemos pocos problemas para desarrollar el aspecto práctico de la vida cristiana.
Posicionamiento y santificación progresiva
La mayoría de los cristianos saben que para el que cree, la salvación es de tiempo pasado, presente y futuro. Por esto, quiero decir que
hemos sido salvados (tiempo pasado, ver Efesios 2:4, 5, 8), somos salvos (tiempo presente, 1 Corintios 1:18, 2 Corintios 2:15) y, algún día, seremos salvados
de la ira que viene (tiempo futuro, Romanos 5:9, 10; 13:11). Aún no experimentamos una salvación total, pero creo que podemos tener la certeza de ello.
Pablo dice: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo
de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.
(Efesios 1:13, 14). Juan dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en
el nombre del Hijo de Dios (1 Juan.. 5:13).
En relación con el creyente, la santificación también es de tiempo pasado, presente y futuro. Hemos sido santificados (tiempo pasado, 1 Corintios 6:19; 2 Pedro 1:3, 4),
somos santificados (tiempo presente, Romanos 6:22; 2 Corintios 7:1) y en algún momento seremos santificados (tiempo futuro, 1 Tesalonicenses 3:12, 13; 5:23, 24).
El proceso de la santificación comienza en nuestro nuevo nacimiento y culmina con nuestra glorificación.
Cuando se habla de santificación en tiempo pasado, generalmente se refiere a santificación posicional que significa la posición o el nivel que el creyente tiene en Cristo’ .
En tiempo presente, la santificación tiene que ver con santificación progresiva o experimental.
La verdad posicional de lo que somos en Cristo es la verdadera y única base para la santificación progresiva que sigue. Así como la realidad pasada de la salvación es la base
en tiempo presente para la obra de nuestra salvación, nuestra posición en Cristo es la base para el crecimiento en Él. En otras palabras, no estamos tratando de ser hijos
de Dios, porque ya lo somos; estamos tratando de ser semejantes a Cristo.
Creo firmemente que si tomamos la primera mitad de las epístolas de Pablo, que nos consolidan en Cristo, podríamos, en forma natural (o sobrenatural), vivir la segunda
mitad. Para un buen estudio de la santificación se puede acudir a Lo común hecho santo, libro que tuve el privilegio de escribir junto a Robert Saucy.
Lo primero es estar bien con Dios, hace algunos años, un pastor me solicitó que orientara a una pareja de su iglesia. Eran el director de música y Su esposa.
Mírate tal como eres
Durante toda su vida Neil no había visto una familia tan golpeada. Ambos entraron a la oficina gritándose mutuamente. Su relación estaba quebrantada por la infidelidad y
el abuso. En el momento en que se dispónían a abandonar el lugar en direcciones opuestas, en silencio oré a Dios y dije: Señor, si existe algún camino para salvar este
matrimonio, tú eres el único que lo conoce. Después de escuchar durante bastante rato su amarga discusión, los interrumpíó diciendo Creo que deben olvidar su matrimonio.
En estas condiciones nunca podrían salvarlo. Pero sí les imploraría que, en forma individual, cada uno restaurara su relación con Dios así Neil ganó su atención.
Neil le dijo a su esposa.
¿Hay alguna forma en que usted pueda desaparecer completamente por un tiempo?
Ella pensó y dijo: Mi hermana tiene una cabaña en las montañas y creo que me dejaría usarla.
Bien, aquí tengo unas grabaciones que quiero que escuche. Apártese por unos días y escuche los mensajes. Descubra quién es usted en Cristo y comprométase a alinear su mundo interno con Dios.
Para la sorpresa de Neil, ella accedíó. Le pidió lo mismo al esposo y también le entregué una colección de las mismas grabaciones. Tenía la pequeña esperanza de volver a verlos nuevamente juntos.
Después de dos años, yo estaba en un restaurante y entró al lugar el mismísimo director de música con sus 3 hijos. Oh, no pensé, el matrimonio ya se disolvíó, así que me mantuve lejos de su vista porque me sentía mal y no quería enfrentarlo. Después de unos minutos llegó su esposa y se sentó con ellos. Me sorprendí aun más, porque parecían tan felices como cualquier familia cristiana.
De repente me vieron, me reconocieron y fueron a saludarme. Hola Neil, es un placer volver a verte lo saludaron animadamente. Sí, qué bueno verlos en realidad quería decir verlos juntos„ ¿Cómo han estado? no me hubiera sorprendido si me hubiesen dicho que estaban divorciados y que se habían reunido allí sólo por los niños.
Estamos muy bien dijo ella , hice lo que me pediste y estuve sola en las montañas por dos semanas, escuché las grabaciones y, finalmente, me reencontré con Dios.
El esposo me dijo que había hecho lo mismo y agregó:
Pudimos dar una buena solución a nuestros problemas matrimoniales y juntos nos regocijamos por lo que Dios hizo con nosotros, primero, en forma individual y, luego, como familia.
Habían descubierto que para estar bien el uno con el otro, primero, debían estar bien con Dios y, esto, siempre se hace comprendiendo que Dios es un padre amoroso
y tú eres su hijo amado, esta es la verdad fundamental por la que vivimos.
Somos hijos de Dios, creados a su imagen y justificados por Él, ya que Cristo consumó su obra y nuestra fe está en Él. Si creemos esto y caminamos
de acuerdo con lo mismo, nuestra experiencia diaria de cristianismo práctico resultará en crecimiento. Estarás luchando, si cuestionas la buena obra de
Cristo tratando de convertirte en alguien que ya eres.
Uno no sirve a Dios para ganar su aceptación; ya somos aceptados y, por eso, servimos. Tampoco seguimos a Dios para ser amados; como ya somos
amados, le seguimos. Esto aclara que lo que hacemos no determina lo que somos, sino lo que somos determina qué hacemos. “Amados, ahora somos hijos de Dios”
(1 Juan 3:2). Así es como somos llamados a vivir por fe (Romanos 1:16,17).
Mírate tal como eres
Neil Anderson se cuestiona.¿No es increíble? La verdad de quiénes somos en Cristo hace la gran diferencia para nuestro éxito con los desafíos y conflictos de nuestra vida.
Es primordial crecer y madurar en la certeza de la verdad de Dios sobre quiénes somos.
Considerando la importancia de que Dios nos acepte por medio de Cristo, cabe la pregunta: ¿Qué sucede con esta perfecta relación cuando pecamos? ¿Interfiere nuestro fracaso
con la aceptación de Dios?
En el plano espiritual, cuando volví a nacer, me convertí en miembro de la familia de Dios. Él es mi padre y tengo una relación perdurable con Él, gracias a la preciosa sangre de Cristo
(1 Pedro 1:18, 19). Como hijo de Dios, ¿puedo hacer algo para que nuestra relación cambie? Ahora, me doy cuenta de que aquí puedo sumar algunos puntos de teología. El tema de la
eterna seguridad aún es asunto de debate para muchos cristianos. Pero por el bien del argumento, en este momento me importa más hacer la separación entre estas dos áreas que el
debate en sí mismo. Nuestra relación con Dios está fundada en la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Somos salvos por lo que creemos, no por nuestro comportamiento.
Tan importante como descubrir nuestra propia identidad en Cristo, es que reconozcamos a los demás como
hijos de Dios y los tratemos de esa forma, como lo merecen. Creo que la forma en que tratamos a los otros nace de nuestra propia percepción de ellos. Si los vemos como perdedores,
así los trataremos. Pero si creemos que son hermanos y hermanas redimidos y santos en Cristo, los trataremos como santos y se sentirán apoyados a comportarse como tales.
Algunos estudios demuestran que en el hogar, un niño, por cada opinión positiva que recibe, al mismo tiempo recibe otras diez negativas. En el ambiente escolar el problema no mejora.
Por cada siete opiniones negativas que el niño recibe, sólo le dicen una positiva. Con razón tantos niños crecen sintiendo que son un fracaso. Padres y maestros entregan
esa percepción todos los días a sus hijos y estudiantes.
Si pudiéramos memorizar tan sólo un versículo del Nuevo Testamento, ponerlo en práctica y nunca violarlo; podríamos so- lucionar la mitad de los problemas en nuestros hogares e iglesias. Este versículo es: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia
a los oyentes” (Efesios 4:29).
¿No es asombroso que podamos dar gracia a otros a través del uso apropiado de las palabras? Si no pronunciáramos palabras que entristecieran a los demás, y sólo les hiciéramos comentarios constructivos,
como dice Efesios 4:29, seríamos parte de la multitud edificadora de Dios en la iglesia y no parte de la multitud destructora de Satánás.
Somos santos en las manos de un Dios amante que nos llama a acercarnos “con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22); “porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18); “en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Efesios 3:12).
Algunos líderes cristianos creen que se debe poner énfasis en la parte pecadora de nuestra naturaleza humana para motivarnos a vivir correctamente. Yo no estoy de acuerdo con esto.
¿Cómo podemos motivarlos culpándolos si “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” Cómo los podemos motivar a través del miedo si “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Creo que debemos decirle a los creyentes la verdad sobre quiénes son en Cristo y motivarlos a vivir en forma correcta. Para ilustrar esto, les voy a contar un testimonio que un misionero me envió luego de leer la primera edición de este libro:
Algo viejo, Algo nuevo
Vaya a una iglesia que crea en la Biblia y pregunte a la congregación;
¿Cuantos creen que son pecadores?” Todos levantarán las manos. Luego pregunta; “¿Cuántos creen ser santos.?” Muy pocos levantan las manos. ¿A que se debe? A algunos nunca se les ha enseñado de otra forma Otros piensan que sería jactancia identificarse como santos. A pesar de la provisión de Dios en Cristo para nosotros, todavía nos falta mucho para ser perfectos. Somos santos pecadores. Nuestra posición en Cristo está establecida, pero nuestro comportamiento cotidiano suele estar marcado por el fracaso personal y la desobediencia que nos frustra e interrumpe la armónía de nuestra relación con Dios.
Gemimos con el apóstol Pablo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:19, 24).
En nuestros esfuerzos por entender el fracaso que suele perturbar nuestro sentido de santidad, luchamos con palabras bíblicas tales como carne, naturaleza y viejo hombre. ¿Qué significan realmente estas expresiones? ¿Son distintas entre sí o son sinónimos referidos al mismo problema? La definición de estas expresiones se hace más difícil cuando el equipo editorial de algunas versiones modernas de la Biblia en lugar de “carne (sarx) traduce vieja naturaleza o naturaleza pecaminosa.
Es verdad que se trata de un tema de la teología que es difícil. Los eruditos bíblicos han luchado con estas preguntas durante siglos y nadie pretende haber logrado la respuesta definitiva. Sin embargo, en este capítulo quiero explorar algunas de las expresiones que suelen confundir a los creyentes que procuran entender el lado pecaminoso de su santidad. Creo que una captación bíblica más clara de estas palabras te ayudará a comprender mejor lo que eres y preparará el camino para una mayor madurez espiritual.
Jesús, no obra en forma independiente de nuestro Padre celestial, como lo hace la carne. Se puede definir la carne como vivir separado de Dios, una vida dominada por el pecado o un impulso opuesto a Dios.
La carne confía en sí misma en vez de depender de Dios; se centra en sí misma en vez de ser Cristocéntrica.
Este es el estado de la humanidad caída; pecaminosa por naturaleza, y espiritualmente muerta (esto es, separada de Dios). Además, el corazón, centro de nuestro ser, es engañoso más que todas las cosas y perverso
(Jeremías 17:9).
Además, Pablo iguala la idea de estar “en la carne” con estar “en Adán”. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados (1 Corintios 15:22, énfasis agregado). Los cristianos ya no están en la carne”, pero dado que las carácterísticas de la carne permanecen en el creyente, tienen una decisión que hacer. Pueden andar (o vivir) conforme a la carne (Gálatas 5:19-21) o pueden andar (o vivir) según el Espíritu (véase Gálatas 5:22-23). Este cambio de posición se puede presentar de la siguiente manera:
En Adán En Cristo
Viejo hombre Es un nuevo hombre por naturaleza
Naturaleza pecaminosa Efesios 2:1-3 Partícipe de la naturaleza divina 2 Pedro 1:4 Por descendencia
En la carne Romanos 8:8 En el Espíritu Romanos 8:9
Por nacimiento Vive según la carne Por decisión Vive según el Espíritu o según la carne. Gálatas 5:16-18
Somos injertados
Acerca de nuestra naturaleza, Pablo dice: “En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor” (Efesios 5:8). ¿Somos luz y tinieblas? Pablo dice: “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Esto en parte es un problema semántico. Cuando habla del nuevo “yo”, ¿Pablo habla de quién era antes de Cristo combinado con lo que hoy es en Cristo o se refiere sólo a la nueva criatura en Cristo?
El crecimiento espiritual en la vida cristiana requiere una relación con Dios que es fuente de la vida espiritual, una relación que produce una nueva simiente o cepa de vida.
Como en la naturaleza, si no hay alguna simiente o raíz de vida en un organismo no puede haber crecimiento. Así si no hay una raíz de vida en el creyente (esto es, un núcleo
de vida espiritual), es imposible el crecimiento. Nada hay que pueda desarrollarse. Por eso la teología de Pablo se basa en nuestra posición en Cristo.
UN NUEVO HOMBRE
Paralela al concepto de ser una nueva criatura en Cristo está la enseñanza de que el creyente se ha vestido del nuevo hombre (Colosenses 3:10). El nuevo hombre a veces
se refiere al nuevo individuo en Cristo así como a la nueva humanidad o la humanidad de la nueva creación unida en Cristo como su cabeza. F. F. Bruce dice: “El nuevo
hombre que es creado como la nueva personalidad que cada creyente llega a ser cuando nace de nuevo como miembro de una nueva creación cuya fuente de vida es Cristo”.
IDENTIDAD ES EN CRISTO Y COMPROMETERNOS A CRECER EN CONCORDANCIA
¿Qué significa ser un nuevo hombre? ¿Quiere decir que cada aspecto del creyente es nuevo en realidad?
Todavía somos iguales físicamente, y aún tendremos muchos de los mismos pensamientos, sentimientos y experiencias.
Por ejemplo, imagina el árbol ornamental que acaba de ser injertado con una pequeña yema. Debido a que en gran parte parece ser igual, a veces se enseña que nuestra
“novedad” se refiere sólo a nuestra
posición en Cristo. La novedad es sólo lo que hemos visto en relación con nuestra posición de justicia y santidad en la justificación y santificación posicional. No hay un verdadero
cambio en nosotros hasta
que somos definitivamente cambiados en la glorificación. Sin embargo, eso sería como enseñar la justificación sin la regeneración (perdonados, pero sin una nueva vida).
Si todavía somos el árbol silvestre,
¿cómo podemos pensar en producir fruto dulce? Tenemos que creer que nuestra nueva identidad está en la vida de Cristo y dedicarnos a crecer en armónía con ello.
Si eres una nueva criatura en Cristo, ¿te has preguntado por qué a veces sientes todavía de la misma manera que antes? Porque todo lo que aprendiste antes de conocer
a Cristo todavía está programado en tu memoria. No hay un botón en la mente que sirva para borrar lo que está mal. Por eso Pablo dice: “No os conforméis a este siglo,
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2).
Cuando estabas muerto en delitos y pecados, también serviste a un patrón cruel. El almirante de la flota es Satánás, el príncipe de las tinieblas, el Dios y príncipe de este siglo. Por gracia de Dios
fuiste “librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13). Ahora tienes un nuevo patrón; tu nuevo hombre ha sido infundido de la nueva naturaleza
de Jesucristo, tu nuevo almirante. Como hijo de Dios, ya no estás bajo la autoridad de Satánás ni estás dominado por el pecado y la muerte. El viejo hombre está muerto.
COSAS NUEVAS LLEGARON
A pesar de que todos los creyentes a veces siguen viviendo conforme al viejo hombre, como Pablo, son nuevas personas nuevas en relación con Dios y nuevas en sí mismas.
El cambio ocurrido cuando vinimos a Cristo comprende dos dimensiones.
Primera, tenemos un nuevo amo. Como mortales no tenemos opción sino de vivir bajo una autoridad espiritual nuestro Padre celestial o el Dios de este mundo. En la salvación,
el creyente en Cristo experimenta un cambio en el poder que domina su vida.
Segunda, hay un cambio real en la “naturaleza” de los creyentes de modo que la tendencia de sus vidas, o los deseos más pro- fundos de su corazón están orientados hacia Dios y no hacia el yo y el pecado.
Esto se hace evidente cuando los creyentes eligen el pecado. Quedan convictos. Lo que hacen ya no es coherente con lo que son realmente en Cristo. He dado orientación a
centenares de cristianos que dudan de su salvación por su lucha con el pecado. El hecho de que el pecado les preocupe es el mejor argumento para su salvación.
La naturaleza del hombre natural es pecar. Por otra parte, he conversado con personas que profesan ser cristianos, pero parecen tener poco o ningún remordimiento por el
pecado. Yo dudaría de su salvación. Si somos hijos de Dios, no vamos a vivir cómodamente en el pecado.
¿Por qué necesitas la naturaleza de Cristo en ti? Para que seas como Cristo, no sólo para que actúes como Él. Dios no nos ha dado el poder de imitarle.
Nos ha hecho partícipes de su naturaleza para que podamos realmente ser como Él. No llegas a ser cristiano actuando como uno de ellos. Tu trato con Dios no es un trato de
ejecución de obras. Él no dice: “Estas son mis normas, ahora trata de alcanzarlas”. Él sabe que no puedes resolver el problema de una vieja naturaleza pecaminosa mediante la
mejoría de tu conducta. Él debe cambiar tu naturaleza, darte un yo enteramente nuevo, la vida de Cristo en ti que es la gracia que necesitas para vivir según sus normas.
UN NUEVO AMO
Puesto que nos hemos identificado con Cristo en su muerte y resurrección, somos nuevos y formamos parte de una nueva humanidad. En este cambio, tenemos
un nuevo poder que domina nuestra vida. Esto lo expresa claramente Romanos 6:5-7: “Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en su resurrección;
sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto
ha sido justificado del pecado”. El “viejo hombre” en relación con el creyente ha sido crucificado en Cristo y se ha revestido del “nuevo hombre” (Colosenses 3:10).
Pablo dice: “Así también vosotros, considerados muertos al pecado, pero vivos a Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:1 1). No es que considerándolo así hacemos que ocurra. Debemos
creer continuamente que estamos vivos en Cristo y muertos al pecado, porque es así. Creer algo no lo hace verdad. Dios dice que es verdad, en consecuencia creemos. La muerte es el fin de una relación.
La muerte es el término de una relación, no de su existencia. El pecado aún está presente, seductor y poderoso; pero cuando eres tentado a pecar, puedes decir: “No tengo por qué hacerlo.
Por la gracia de Dios puedo llevar una vida recta”.
Para ilustrar esto, veamos Romanos 8:1, 2: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús… Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado del pecado y
de la muerte”. ¿Opera aún la ley del pecado y de la muerte? Sí, por eso Pablo la llama ley. No puedes quitar de en medio una ley, pero puedes vencerla por otra ley mayor, que es la
“ley de vida en Cristo Jesús”.
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