10 Jul
NARRATIVA DE FIN DE SIGLO: GRUPO DEL 98
La última década del S. XIX es decisiva para entender la España del S. XX. El país deja de ser referente mundial como consecuencia de los problemas políticos que se viven durante la Regencia de la reina Ma Cristina (madre de Alfonso XIII) y la inestabilidad en el Gobierno, que continuó hasta iniciado el S.XX con alternancia en el poder de liberales y conservadores sin que hubiera apenas diferencias entre sus políticas. Esto se refleja en la política exterior, con el planteamiento de graves problemas que supusieron un importante golpe moral y provocaron que empezara a ser habitual el uso de la palabra “desastre”. (De ahí la expresión “el desastre del 98):
La crisis de Marruecos, donde se produjeron levantamientos en la frontera con Melilla. La derrota de la flota española en Filipinas ante la armada estadounidense. La pérdida de las últimas colonias españolas de ultramar; Cuba y Puerto Rico.
A consecuencia de esta situación, se produce una crisis en el pensamiento positivista como actitud filosófica. Los intelectuales se convencen de la ineficacia del orden social burgués y constatan que la ciencia no es suficiente para solucionar las preocupaciones humanas. Surge entonces el Regeneracionismo como movimiento de renovación ideológica con principios como la crítica a la tradición, la europeización y la mejora de la educación. Por todo esto, los jóvenes intelectuales españoles reciben con gran interés las novedades literarias que llegan de Hispanoamérica.
En este sentido, hay que destacar que la literatura y el arte de finales del S. XIX fueron una expresión del individualismo del artista, rebelde y enfrentado al conformismo de la vida burguesa y a sus valores materialistas. La literatura ya no debía reproducir fielmente la realidad, sino expresarla subjetivamente al mostrar los estados de ánimo y las percepciones sutiles que esta sugería al escritor.
A partir de 1898, momento en que Rubén Darío visitó España, se fusionaron los cambios literarios propugnados por los escritores de esta tendencia crítica e intelectualista (la denominada Generación del 98) y los de orientación esteticista (los llamados modernistas).
El escritor Azorín fue el primero en usar la denominación Generación del 98 en su estudio Clásicos y Modernos. En este se designa a un grupo de escritores, el “Grupo de los tres”, integrado por el propio Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu. Autores que firmaron un manifiesto en 1901 denunciando la situación de España y a los que se sumaron Miguel de Unamuno, los hermanos Antonio y Manuel Machado y Ramón María del Valle-Inclán.
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A pesar de las diferencias entre las obras de estos autores, todos tienen una serie de preocupaciones comunes que aparecen de una forma u otra desde diversas percepciones y con variados estilos. El tema recurrente en las creaciones de la Generación del 98, especialmente después del “Desastre del 98”, es el tema de España. Estos autores proyectan sobre la realidad española una visión subjetiva que sea capaz de captar la esencia que hay en los paisajes, pueblos y gentes. Esta mirada es también crítica; verán en Castilla el centro y mostrarán por ella una devoción incondicional.
A consecuencia de la crisis del Positivismo de fin de siglo, otra carácterística común en la obra del 98 es la presencia de preocupaciones filosóficas, existenciales y religiosas que se solucionarán de forma distinta a medida que se aprecia la madurez en cada uno de estos autores.
En cuestiones estilísticas se aprecia que, en general, los noventayochistas buscan un lenguaje más preciso y sobrio que los modernistas. No desean que el estilo pase sobre el contenido, las ideas que quieren transmitir. Por ello prefieren la frase corta y el párrafo breve.
Los rasgos más destacables en los que se percibe el afán renovador de la Generación del 98 se centran en la reducción de la acción del argumento para dar mayor protagonismo a la reflexión. Con esto entendemos el concepto de intrahistoria que acuñó Unamuno según el cual lo importante no son los grandes personajes y los grandes hechos, sino la vida de cada uno de los hombres que con sus insignificantes historias y vivencias crean la historia profunda y trascendente.
Para que el público pueda apreciar la importancia de los personajes, quienes suelen estar marcados por la falta de voluntad y los conflictos existenciales, se dan en la novela una serie de cambios con respecto a épocas anteriores. Las descripciones tienden a ser impresionistas, los diálogos tienen mayor presencia para dar importancia a los personajes y al desarrollo de sus ideas y, en consecuencia, la estructura no tiene un plan previo; las novelas con frecuencia muestran un final abierto.
Esta nueva sensibilidad se manifiesta por primera vez en varias novelas publicadas en 1902: Amor y Pedagogía de Unamuno, La voluntad de Azorín, Camino de perfección de Baroja y Sonata de otoño de Valle-Inclán (aunque el estilo de esta obra sea muy cercano a la pomposidad modernista)
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Cierto es que, como viene siendo habitual, las vivencias de cada uno de estos jóvenes autores harán que se produzca una evolución que nos llevará a una madurez muy divergente en algunos casos.
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