04 Dic


el Maestrazgo. A finales de 1848 el nuevo capitán general de Cataluña, Manuel GUTIÉRREZ DE LA CONCHA, consiguió debilitar la actividad de las partidas Carlistas. Además, fracasaron las sublevaciones carlistas en Guipúzcoa, Navarra, Burgos, Maestrazgo y Aragón. El conflicto no podía continuar, sobre Todo por la falta de recursos económicos. En Abril de 1849 se detuvo al Pretendiente Carlos Luis (CARLOS VI, conde de Montemolin) cuando pretendía Entrar por la frontera francesa en España y el 26 de Abril Cabrera tuvo que Cruzar la frontera francesa ante la persecución del ejército gubernamental. El Resto de las partidas hizo lo mismo y el 14 de Mayo cruza la frontera la última Partida, que dirigían los hermanos Tristany, poniendo fin a la guerra.
En Junio De 1849 el gobierno publicó un decreto amnistiando a los carlistas.
Más de 1.400 regresaron a España, mientras otros decidieron quedarse en Francia.

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Durante Varias décadas el carlismo permanecíó inactivo pero no perderá sus bases Sociales en las tierras del norte. En 1872, (tras la caída de Isabel II y la Llegada al trono españolde Amadeo de Saboyá), el nuevo pretendiente, Carlos María de Borbón, CARLOS VII, volvíó a Levantar a sus partidarios, iniciándose la tercera guerra carlista.
Esta vez Los carlistas consiguieron arraigar en el País Vasco y Navarra, estableciendo Su capital en ESTELLA, pero sin Conseguir tampoco conquistar ninguna de las capitales vascas. Pero tras la Proclamación en 1873 de la I República, muchos monárquicos pasaron a apoyar al Carlismo, lo que le permitíó extenderse por buena parte de la meseta norte. Sólo a partir de 1874, y sobre todo desde la Restauración de la monarquía Borbónica, las tropas gubernamentales pasaron a la ofensiva y consiguieron Derrotar, definitivamente, a los carlistas. Meses después, el gobierno abolía Los fueros de Navarra y las provincias vascas. En el Siglo XX, el carlismo aún Tendría cierto protagonismo, desde posiciones de ultraderecha, en la Sublevación militar de 1936, que dio comienzo a la Guerra Civil.

Consecuencias De las guerras carlistas. 17)


Las consecuencias de Las guerras carlistas deben ser tenidas en cuenta para poder entender gran Parte del Siglo XIX español, tanto en cuestiones políticas, como económicas. Las guerras carlistas, especialmente la primera, fueron conflictos muy sangrientos, generando un alto coste en vidas humanas.
La razón De tanta brutalidad lo da el hecho de que eran Guerras civiles con un fuerte componente ideológico y de violencia Política. En el aspecto político, especialmente la primera guerra, contribuyó a la definitiva consolidación del Liberalismo y su apoyo en la monarquía isabelina. El agrupamiento de todos Los absolutismos en torno a la causa carlista convirtió a los liberales en el único apoyo al trono de Isabel II. La Reina Gobernadora y luego su hija, sin Ser favorables a los aspectos más radicales del liberalismo, terminaron por Abrazar esta causa, aunque siempre en su Versión doctrinaria o más conservadora.
Una de las consecuencias más Importantes de la guerra fue el aumento Del protagonismo de los militares en la política española.
Las guerras Carlistas convirtieron a los militares en elementos fundamentales para la Defensa del sistema liberal. Los generales (“espadones”), conscientes de su protagonismo e importancia, no dudaron en ponerse al frente de los Partidos liberales (moderado, progresista, o unionista), y se erigieron en árbitros de la política, utilizando, además frecuentemente el recurso del pronunciamiento.
En el aspecto económico, las guerras Generaron enormes gastos, que influyeron decisivamente en la pésima situación De la Hacienda, heredada de todo el proceso de crisis del Antiguo Régimen, Porla Guerra de la Independencia y la Pérdida de las colonias americanas. Estas dificultades condicionaron la Orientación de ciertas reformas, como la desamortización, que se planteó la Solución de la deuda del Estado antes que una reforma agraria. Sobre la cuestión foral, hay que decir que ya en 1834 los liberales conservadores habían establecido que las provincias vascas y Navarra serían consideradas como “provincias exentas”, es decir, con un sistema Fiscal peculiar.El Convenio de Vergara Respetó los fueros (hasta que el tema se tratara en Cortes), y en 1841 se Establecíó la ley “paccionada”.
Se Establecía que las diputaciones forales asumirían las funciones de las diputaciones Provinciales del Estado liberal. Pero la ambigüedad, entre el respeto al Foralismo, y el centralismo acusado del liberalismo por otro lado, no terminó Por resolverse. Se mantuvo una especie de estatus quo, sin sanción Constitucional, hasta los intentos centralizadores de Cánovas del Castillo en Tiempos de la Restauración.

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