13 Nov

Crisis del Antiguo Régimen en España

En el siglo XIX, la sociedad europea experimentó importantes cambios: las antiguas estructuras económicas, sociales y políticas se fueron desmoronando progresivamente. Ya a finales del siglo XVIII, en algunos lugares, se habían iniciado unos cambios que hicieron tambalear al antiguo régimen (sistema de privilegios de la sociedad estamental en la que la monarquía absoluta era la máxima representación), es decir, el sistema político, económico y social que imperó en Europa antes de la extensión de las ideas liberales y reformistas. El movimiento revolucionario más destacado hasta entonces había sido la Revolución Francesa, que, sobre todo durante la primera mitad del siglo XIX, sirvió de ejemplo a otros levantamientos liberales en prácticamente todo el continente.

Las rígidas instituciones del antiguo régimen acabaron sufriendo las consecuencias de las ideas liberales que, entre otras cosas, pedían más participación de la población en la vida política. Del viejo orden feudal y del absolutismo se fue pasando hacia las monarquías constitucionales que aceptaban la separación de poderes y la soberanía nacional, y en las que la nobleza no era la única clase influyente, ya que se abría paso otra clase social: la burguesía. Así, los acontecimientos del siglo XIX van haciendo desaparecer progresivamente la sociedad estamental y las monarquías absolutas, características de la Edad Moderna.

En América, las colonias españolas van a conseguir su independencia entre 1808 y 1824, siguiendo el ejemplo de las colonias inglesas de América del Norte, que a finales del siglo XVIII se habían liberado de Inglaterra.

En España, Carlos IV no continuó las reformas económicas y sociales iniciadas por su padre Carlos III y por los Ilustrados (corriente intelectual desarrollada en Europa durante el siglo XVIII que defiende una nueva concepción del mundo y de las personas a partir de la razón, la ciencia, el progreso, la igualdad y los derechos. Este movimiento fue la base ideológica que le dio a la burguesía la posibilidad de acceder al poder). Pero, a principios del siglo XIX, el antiguo régimen acabó sufriendo las influencias de las ideas liberales francesas y la monarquía borbónica tuvo que ceder en ocasiones ante las peticiones de la población. Por eso se puede afirmar que, a inicios del siglo XIX, se produce el cambio hacia la modernidad política de España: a pesar de las dificultades, los gobiernos fueron evolucionando hacia medidas cada vez más reformistas.

Hechos que Caracterizan los Reinados de Carlos IV y Fernando VII

La América colonial había sido hasta entonces una pieza clave en el desarrollo económico español, pues constituía una importante fuente de ingresos y, al mismo tiempo, era proveedora de materias primas y una buena compradora de los productos que se elaboraban en la península.

Pero en la América española se desarrolló una burguesía autóctona que llevó a las colonias hacia la autodeterminación. La independencia de estas colonias fue una realidad y, a partir de 1825, sólo Cuba y Puerto Rico quedaron bajo dominio español. En Asia, las islas Filipinas también fueron soberanía española hasta 1898.

Este hecho, unido a las épocas de malas cosechas, conflictos bélicos e inestabilidad política, caracterizó los reinados de Carlos IV y Fernando VII.

Tratado de Fontainebleau

Napoleón, emperador de los franceses, pensó en la posibilidad de invadir Portugal, país aliado de los ingleses: la invasión debía hacerse por tierra, pasando por territorio español. Godoy y Napoleón firmaron este tratado (1807) por el cual las tropas francesas atravesarían España para invadir Portugal, cuyo territorio después quedaría dividido en tres partes: una para Francia, otra para España y la otra para Godoy.

El ejército francés empezó su tránsito por España y sus hombres ocuparon las principales ciudades, adivinándose las intenciones de Napoleón de hacerse con los principales puertos peninsulares. Mientras, la corte de Carlos IV se había trasladado a Aranjuez, alejándose del paso de las tropas.

Motín de Aranjuez

La firma del tratado anterior no había sido aceptada por el hijo y sucesor de Carlos IV, Fernando, ni por un importante sector de la población contrario a la política de Godoy. Esta oposición se materializó en una sublevación organizada por la aristocracia, que hizo caer a Godoy y obligó a Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Fernando. Esta insurrección, llamada Motín de Aranjuez (marzo de 1808), provocó a su vez la intervención de Napoleón, que aprovechó las rivalidades entre la monarquía española y convocó a Carlos IV y a su hijo Fernando VII en Bayona, donde este último acabó abdicando a favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón (5 de mayo de 1808). En Bayona, y con el ánimo de modernizar la rígida política española, Napoleón convocó una asamblea de nobles españoles que promulgó una carta otorgada (método para frenar las demandas de una auténtica constitución, donde se reconocen determinados derechos a los súbditos): el Estatuto de Bayona, que no tuvo ninguna trascendencia ni apagaría el rechazo generalizado contra los franceses.

Consecuencias de la Guerra de la Independencia

La Guerra de la Independencia tuvo graves consecuencias para España: la vida económica quedó paralizada, muchas zonas de cultivo quedaron abandonadas y la naciente industria sufrió un freno que retrasó la Revolución Industrial en la península. Por todo ello, la guerra no constituyó un buen comienzo del siglo XIX.

Además, la Guerra de la Independencia había deshecho al país: las industrias habían cerrado o retrasado su producción, las comunicaciones estaban descuidadas, los pobres pedían por las calles y, en el campo, los cultivos eran insuficientes. En este contexto, el rey se rodeó de un grupo de consejeros que solo sirvieron para retrasar el proceso de modernizar el país. El gobierno no sabía cómo solucionar los problemas que se amontonaban, tanto en la península como en América. Además, las arcas del estado estaban vacías, lo que hacía la crisis más aguda.

Las Cortes de Cádiz

La situación bélica de la península dificultó la asistencia de todos los convocados a las Cortes. Ello supuso que muchos fueran sustituidos por ciudadanos gaditanos, la mayoría de tendencias liberales. Los diputados llegados a la isla de León, en Cádiz, representaban sectores de opinión diferentes, pero con el reconocimiento común de reclamar a Fernando VII como legítimo rey de España. Muchos de los parlamentarios pertenecían a la burguesía intelectual (escritores, abogados, comerciantes, catedráticos), pero también había un número importante de eclesiásticos, militares, funcionarios del antiguo régimen y algunos nobles.

Entre los diputados pronto se distinguieron tendencias bien opuestas: unos eran partidarios del Antiguo Régimen y, por eso, se les llamó absolutistas; otros, más numerosos, los liberales, defendían la soberanía nacional (el poder soberano es la nación, no el rey y, por tanto, las Cortes, representantes de todos los ciudadanos, son quienes realmente ejercen el poder); y un tercer grupo minoritario lo formaban los jovellanistas (seguían las ideas del ilustrado Jovellanos, según el cual había que reformar el país partiendo de sus tradiciones y sin romper radicalmente con las estructuras del antiguo régimen), que querían una monarquía fuerte pero reformista, al estilo de la que proponían también los afrancesados.

Los objetivos de las Cortes eran, básicamente, organizar el gobierno, modernizar las estructuras políticas españolas liquidando el antiguo régimen, elaborar la constitución y redactar una serie de decretos que limitasen los privilegios medievales que todavía estaban vigentes.

Entre las medidas decretadas, aparte de la elaboración de la propia constitución, cabe destacar la creación de los Tribunales de Justicia, de forma que los señores ya no pudiesen administrar justicia en sus dominios y fuese reconocido el principio de igualdad ante la ley para toda la población.

El trabajo legislativo se completó con la libertad de industria, de venta y de comercio, y por la abolición de los privilegios señoriales, de la Inquisición y de los gremios, con lo que los artesanos ya no necesitaban el permiso de los gremios para ejercer su oficio. También se decidió la supresión de la tortura, la expropiación de bienes de algunos conventos y el reparto de terrenos baldíos y comunales a los pobres o licenciados del ejército.

Todas estas decisiones estaban básicamente destinadas a favorecer a la burguesía como nueva clase social emergente y a llevar al país hacia el liberalismo, pero los acontecimientos posteriores y la poca fuerza que tenía esa clase social en España retrasaron el proceso revolucionario que había triunfado en Francia hacía años. Además, las importantes reformas elaboradas en Cádiz eran desconocidas por la gran mayoría de la población, que se ocupaba más de luchar contra los franceses y reclamaba con entusiasmo al exiliado Fernando VII, al que llamaban “el Deseado”.

La Constitución de 1812

Esta primera constitución establecía lo siguiente:

  • La soberanía reside esencialmente en la nación, que, a través de las Cortes, establecerá sus leyes fundamentales.
  • Se establecía la división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
  • Se aceptaba la religión católica como la única del estado.
  • Las Cortes no podían ser disueltas por el rey.
  • El sistema de representación sería el sufragio universal por el que todos los varones mayores de edad tendrían derecho a voto.
  • El estado se dividiría en provincias que dependerían directamente del gobierno central, favoreciendo el centralismo y olvidando las particularidades de los reinos históricos.

Figura de Rafael del Riego

El teniente coronel Rafael del Riego (Tuña), que comandaba un batallón, se negó a embarcar y proclamó la Constitución de 1812. Grupos liberales de todo el estado apoyaron el pronunciamiento de Riego durante las semanas posteriores, saliendo a las calles para pedir el restablecimiento de la Constitución. El triunfo de Riego fue recibido con entusiasmo en los ambientes liberales, pero la vuelta de los absolutistas al poder supuso una brutal persecución contra estos. Fernando VII cortaba de raíz cualquier tipo de oposición: así fueron ejecutados El Empecinado, Torrijos y Riego, ejecuciones que, en la mayoría de los casos, se realizaban sin juicio previo.

Etapas del Reinado de Fernando VII

  • Crisis de la posguerra y retorno del absolutismo (1814 – 1819).
  • El Trienio Liberal (1820 – 1823).
  • La Década Ominosa (1824 – 1833).

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