05 Ene

 8.1 La España del siglo XVI. 8.1. El Imperio de Carlos V. Conflictos internos: Comunidades y Germánías Carlos I, hijo de Juana de Castilla y Felipe de Habsburgo, hereda un gran Imperio de sus padres y abuelos. Con él se inaugura presencia de Casa de los Austrias (Habsburgo) al frente de reinos hispánicos. Tiene que hacer frente a conflictos en interior de Península por oposición a presencia de autoridades flamencas en Castilla, Valencia y Mallorca, y por nuevas imposiciones fiscales: en Castilla comuneros organizan Juntas de Comunidades; en Valencia y Mallorca menestrales protagonizan Germánías. En Castilla, el conflicto tiene como protagonistas a la Iglesia y a un patriciado urbano que se organiza para defender un programa político que tiene como ejes principales: * Defensa de privilegios de ciudades, que exigen una terna presentada al rey para el cargo de corregidor y se oponen a la elevación de impuestos. * Rechazo a corte flamenca y a sus gastos, que consideran excesivos. * Defensa de la legitimidad de doña Juana como reina de Castilla. * Oposición a una regencia, presidida por Adriano de Utrecht, ante el viaje de Carlos I para su coronación como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1520). El conflicto entre «los comuneros» y la Corona se activa tras aprobarse en las Cortes de Santiago de Compostela gastos derivados de la coronación de Carlos como emperador. En Toledo, Juan de Padilla se alza en 1520 rechazando la presencia del corregidor impuesto y desarrollando una administración alternativa dirigida por la Junta Santa. Los comuneros emprenden una fuerte ofensiva sobre Tordesillas, ciudad que logran tomar, pero no consiguen que la reina Juana avale su iniciativa. Carlos I y el regente Adriano de Utrecht rebajan impuestos y firman acuerdos con alta nobleza castellana, que se mantiene fiel al futuro emperador y que, con apoyo portugués, logra vencer a comuneros en batalla de Villalar en Abril de 1521. Los líderes comuneros Padilla, Juan Bravo y Maldonado son ejecutados. En Valencia el aumento de presión fiscal, la ausencia del rey y el abandono de nobleza durante una epidemia en periodo en que naves turcas amenazan costas valencianas son los principales factores que desencadenan la revuelta protagonizada por gremios valencianos y mallorquines en 1519 «las Germánías». Los gremios armados se hacen con el control de las ciudades principales, formando la Junta de los Trece, que envía un memorial con sus reivindicaciones antinobiliarias al rey. Con apoyo de Germanía de Foix, nueva virreina de Valencia, la nobleza logra finalmente reducir el movimiento de las Germánías.


8.2. La Monarquía hispánica de Felipe II


La unidad ibérica Hijo de Carlos I e Isabel de Portugal, Felipe II nace en 1527 y a los doce años ejerce tareas ejecutivas debido a la ausencia de su padre del territorio peninsular. Tras su boda con la reina inglesa María Túdor y las abdicaciones de Carlos I en 1555 y 1556, Felipe II hereda un enorme Imperio formado por Castilla y sus territorios de ultramar, Aragón y sus posesiones en el Mediterráneo, y los Países Bajos y el Franco Condado. Felipe II también hereda de su padre una situación política conflictiva basada en la permanente defensa del catolicismo y en la lucha por la hegemonía europea. Conflictos con Francia: Tras la derrota ante Felipe II en la batalla de San Quintín, Francia se ve obligada a firmar la Paz de Cateau-Cambrésis, donde renuncia definitivamente a su posible intervención en Italia. Conflictos con moriscos y turcos: En 1568 se produce la rebelión de los moriscos en las Alpujarras granadinas. Su hermanastro Juan de Austria sofoca el brote insurrecto y se dispersa a los moriscos granadinos por distintas áreas peninsulares. Ante la amenaza turca en el Mediterráneo, Felipe II organiza con el papado y Venecia la Santa Liga, que en 1571 derrota a los turcos en batalla de Lepanto. Conflictos en Flandes: Este conflicto provoca un gran desgaste económico y político en la monarquía hispana hasta que acaba en 1648. Durante su reinado se generaliza el enfrentamiento con la población holandesa, de mayoría calvinista y dirigida por el conde Egmont y Guillermo de Orange. En 1567, el duque de Alba es nombrado gobernador, promueve una política represiva, crea el Tribunal de Tumultos y saquea Amberes. Esto hace que aumente el apoyo nacionalista a los insurrectos (Inglaterra y algunos príncipes alemanes) que junto al deterioro de la situación financiera de la Corona (sucesivas bancarrotas) no permite la solución del conflicto. Conflictos con Inglaterra: La progresiva asimilación del protestantismo en Inglaterra, el apoyo inglés a los nacionalistas holandeses y la cobertura que presta la Corona inglesa a corsarios como Drake y   Hawkins, que atacan navíos comerciales hispanos, determinan un giro en la política amistosa que España había mantenido con Inglaterra. La ejecución de la reina católica María Estuardo lleva a Felipe II a organizar la invasión de Inglaterra, encomendada a la «Armada Invencible» y frustrada por la marina inglesa en el canal de la Mancha en 1588. Esta derrota suele considerarse como el signo del inicio de la decadencia hispánica en Europa. La uníón de coronas peninsulares bajo un mismo rey constituye el mayor éxito político y diplomático de Felipe II y está determinado por el azar y la política matrimonial llevada a cabo por las casas reales de Castilla y Portugal. A la muerte del rey de Portugal, Sebastián de Avis, Felipe II logra imponer su candidatura al trono de Portugal, tras reducir a los partidarios de don Antonio mediante la presencia en territorio luso de un ejército encabezado por el Duque de Alba. En las Cortes de Tomar (1581) el monarca hispano es reconocido como rey a cambio de jurar las leyes de Portugal y establecer, en su ausencia, un virreinato o regencia en la figura de un portugués. El Imperio de Felipe II alcanza su máxima extensión, al incorporar plazas africanas, territorios atlánticos y americanos, y ricos asientos de Portugal en el continente asíático.

8.3. El modelo político de los Austrias. La uníón de los reinos


El modelo político de los Austrias era una monarquía multinacional descentralizada, asimétrica y compleja debido a la extensión y heterogeneidad de los territorios que la integraban, bajo la primacía de la Corona de Castilla y se basaba en un sistema polisinodial iniciado por los RRCC. Las Principales carácterísticas de esta dinastía son: Intransigente defensa de un espíritu católico que se concreta en el Concilio de Trento. Respeto a instituciones y a leyes de diferentes naciones sobre las que ejerce jurisdicción. Beligerancia frente a los que cuestionan su hegemonía: mantiene conflictos importantes con musulmanes y protestantes, pero también con el papado y con reyes franceses cristianos. Creciente autoritarismo y centralismo. Felipe II traslada la capital de sus reinos a Madrid en 1560, cortando el necesario contacto de la Corte con las instituciones propias de los reinos, y aumenta, para mayor eficacia en la ejecución de sus decisiones políticas, el número de corregidores. Combinación de diplomacia con acciones de fuerza protagonizadas por los Tercios para el mantenimiento de su hegemonía. De la administración central se encargaban el Consejo de Estado, encargado de la política exterior y altas cuestiones del Estado; los consejos territoriales (Aragón, Castilla, Navarra, Portugal, Flandes, etc.) y los consejos temáticos, que trataban asuntos particulares (Consejo de Hacienda, de la Cruzada, de la Inquisición, de las Órdenes Militares, etc.). Felipe II creó la figura del Secretario Real (intermediarios entre los Consejos y el monarca) y las Juntas, (comités extraídos de los Consejos para tratar temas específicos). En la administración territorial se situaban los virreyes y gobernadores (delegados del rey), las Cortes (órgano consultivo), y las Audiencias, como tribunales de justicia. El modelo político de los Austrias se basa en una jerarquización fuertemente burocratizada de funcionarios profesionales, lo que lo convertía en un sistema eficaz pero lento.


8.4. Economía y sociedad en la España del Siglo XV


 El aumento de la población y de los excedentes agrícolas, y el crecimiento de las ciudades estuvieron condicionados por la nueva realidad colonial y la política de los reyes. El crecimiento demográfico del Siglo XVI, que aumentó la población en un 50 %, y la ampliación del espacio de ciertos cultivos, como el cereal y el viñedo, provoca un período de expansión económica. Aumento de la producción agrícola trajo ampliación y multiplicación de núcleos urbanos. Sevilla (100.000 hab.) fue la ciudad más poblada y Madrid se convierte en capital y aumentó considerablemente. Grupos privilegiados y monarquía optaron por la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados a las colonias americanas. Economía estuvo en todo momento al servicio de la política (exigencias de la política imperial), lo que provocó algunos períodos de crisis en un clima de prosperidad general. La demanda americana de mercancías provocó prosperidad agrícola en Andalucía. También se benefician las industrias textiles, las de armas, las de cueros, las sederías y la construcción naval. Fue el período de esplendor de las ferias castellanas (Medina del Campo), donde la plata acuñada en Sevilla servía para comprar las mercancías de toda España y de Europa que habían de embarcarse para las Indias. Pero la abundancia de oro y plata hizo bajar su valor en relación con las mercancías, desencadenando la llamada revolución de los precios: se cuadruplicó los precios a lo largo del siglo, y la subida de salarios restó competitividad a las manufacturas castellanas frente a las europeas. Por su parte, las explotaciones agrícolas se resintieron debido al creciente autoabastecimiento criollo. Los imperios de Carlos I y Felipe II exigieron una política económica destinada a obtener recursos para sufragar las maniobras políticas, para pagar tropas. El dinero de que dispónía la monarquía procedía, además del oro y plata de América, de los bienes del Patrimonio Real y de los ingresos procedentes de la presión fiscal sobre los súbditos: impuestos podían ser de dos tipos: directos (servicios, que eran de cuantía y duración limitada y los votaban las Cortes) e indirectos (alcabala: gravaba las ventas en un 10 % aproximadamente y cada municipio se comprometía a abonar un tanto alzado que recaudaba por los medios que estimara más oportunos).                  A fines del reinado Felipe II impuso un nuevo impuesto indirecto, que gravaba productos de primera necesidad. Fue el servicio de los millones. El procedimiento de recaudación hizo proliferar la figura de los arrendadores de impuestos. La necesidad de poner a disposición de los reyes cantidades de dinero en lugares y fecha determinados propició la aparición de los asentistas, que contrataban con el monarca el asiento de una cantidad de dinero en un lugar fijado. A cambio, el rey les ofrecía el cobro de determinadas recaudaciones de impuestos en una ciudad concreta. Banqueros (alemanes y genoveses) fueron haciéndose con cantidades crecientes del importe de los impuestos de la monarquía. Desajustes de fecha entre desembolso del dinero anticipado por arrendadores de rentas y recaudación de los impuestos, provocó aumento de intereses. Esto junto con disminución del oro americano, ocasiónó sucesivas bancarrotas de la Hacienda pública durante el reinado de Felipe II. Para hacerles frente, este recurríó a la venta de tierras de realengo, tierras baldías de los concejos y de cargos de gobierno en los municipios. La sociedad continuó dominada por el crecimiento de los grupos privilegiados. Alta nobleza desplazada de cargos políticos más importantes, mantuvo cargos militares y diplomáticos, y sigue ocupando primer lugar en la sociedad. Propietaria de grandes latifundios y seguía con privilegios (no pagar impuestos). Burguésía: deseaba acceder a nobleza. La Corona puso en venta títulos o señoríos para obtener fondos. Burguésía y campesinos eran los que pagaban impuestos. Alto clero: contribuía al Estado de forma indirecta a través de entrega del tercio de los diezmos y de la venta de bulas de indulgencias.


8.5. Cultura y mentalidades. La Inquisición


El Humanismo y el Renacimiento se desarrollan en Siglo XVI. Luis Vives y Antonio de Nebrija humanistas destacados. Filosofía s. XVI: Luis Vives de pensamiento erasmista, era de familia conversa y para huir de la Inquisición vivíó casi siempre fuera de España. Filología: principal figura del s. XV, Antonio de Nebrija autor de Gramática de la lengua castellana. Cardenal Cisneros promotor cultura renacentista: funda Universidad de Alcalá de Henares y publica la Biblia Políglota. En s. XV principal figura de Historia fue Hernando del Pulgar autor de Crónica de los Reyes Católicos. Geografía, la Casa de Contratación patrocinó una gigantesca obra: Relaciones geográficas de Indias. CCNN: José Acosta (Historia natural y moral de las Indias); en Anatomía, Miguel Servet descubríó circulación pulmonar de la sangre. Poesía: en s. XV y XVI romances alcanzaron su plenitud creadora; en s. XV destacan Jorge Manrique (Coplas a la muerte de su padre) y el Marqués de Santillana (Serranillas, Sonetos fechos al itálico modo). En s. XVI Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, San Juan de la Cruz (considerado el mejor poeta en lengua castellana de todos los tiempos). A finales de siglo Luis de Góngora, creador del culteranismo, que alcanzaría su plenitud en s. XVII frente al conceptismo de Quevedo. Mística del Siglo XVI: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Teatro: en s. XV se sientan las bases del Siglo de Oro español. Precursores: Fernando de Rojas (Tragicomedia de Calixto y Melibea). Novela: las novelas de caballerías se inician en el s. XV con Amadís de Gaula, y tuvieron su auge y degeneración en s. XVI (el Quijote es una parodia de ellas). También en s. XVI aparecíó el Lazarillo de Tormes novela picaresca: el protagonista no es un gran personaje sino un humilde hombre del pueblo y está escrita en primera persona. A finales de siglo ya era conocido Cervantes pero alcanzó fama universal, aunque no la fortuna, en el s. XVII. Carlos V quería crear Imperio unido en torno a una misma fe y bajo el poder político del emperador y del Papa. En Europa surge la Reforma protestante. Con el concilio de Trento se intenta contrarrestar el avance del protestantismo y afianzar los principios jerárquicos del cristianismo. Carlos I y Felipe II continuaron con la unidad religiosa que habían iniciado los RRCC a través del estatuto de limpieza de sangre y de la Inquisición. Estatuto de limpieza de sangre: contra falsos conversos. Había que acreditar ser cristiano viejo, sin antepasados judíos o musulmanes. Inquisición: tribunal eclesiástico que velaba por pureza del catolicismo y perseguía herejía y delitos contra la fe (brujería, bigamia, etc.). La establecen los RRCC. Los tribunales dependían de la Corona y la administraba el Consejo de la Santa Inquisición. El proceso comenzaba tras una denuncia o sospecha. El acusado podía ser torturado. Finalmente se dictaba sentencia (podía llegar hasta ser quemado en la hoguera)


9.1 Los Austrias del Siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos


Felipe III, Felipe IV y Carlos II (los Austrias Menores) reinaron durante el Siglo XVII una España que seguía siendo un conjunto de reinos con instituciones y leyes diferentes a .Los que sólo la Corona daba cohesión. La principal novedad fue la introducción del valido,un personaje casi siempre noble, al que el rey entregaba las principales decisiones de gobierno. La mayoría de ellos intentaron gobernar al margen de los Consejos, a través de “Juntas” compuestas por hombres de su confianza. Los validos fueron, en general, criticados porque se les acusaba de alejar al rey de los problemas de Estado y separarlo de sus súbditos; además, la corrupción aumentó y algunos llegaron a aprovechar el apoyo del rey para amasar inmensas fortunas y controlar la concesión de cargos y pensiones que dirigieron a sus familiares y favoritos Destacaron el duque de Lerma con Felipe III, el conde-duque de Olivares con Felipe IV y Valenzuela o el duque de Medinaceli con Carlos II. No obstante algunos intentaron realizar  reformas políticas y administrativas que terminaron fracasando, es el caso de Olivares con Felipe III o el Conde de Oropesa con Carlos II.Felipe III continuó su política de unidad religiosa: en 1609 y 1610 decretó la expulsión de los moriscos, medida que afectó a los reinos de Valencia, Aragón y Castilla y provocó el despoblamiento de determinadas zonas y la falta de mano de obra agrícola, lo que profundizó la crisis económica que atravesaba el país desde finales del Siglo XVI. En el reinado de Felipe IV destaca la figura del Conde Duque de Olivares, que puso en marcha una serie de reformas fiscales y en la Administración para frenar la decadencia política y económica. Sin embargo, sus resultados fueron desastrosos tanto en el interior como en el exterior. Cayó y fue desterrado en 1643. Tras ello, el rey ejercíó personalmente el gobierno,  aunque ayudado por influyentes cortesanos, como Luis de Haro.  Por otra parte, con el fin de que todos los reinos hispánicos colaborasen en el esfuerzo bélico, el  Conde Duque de Olivares elaboró el proyecto conocido como “Uníón de Armas”, que desencadenó la crisis de 1640 y el levantamiento del Corpus de Sangre en Barcelona. A la sublevación catalana siguió la de Portugal, abríéndose una guerra que duró 25 años; finalmente recobró su independencia. En Andalucía se produjo la conspiración del Duque de Medina Sidonia

 Durante los diez primeros años del reinado de Carlos II fue regente su madre, Mariana de Austria, que tuvo como valido al cardenal Nithard y luego a Fernando de Valenzuela.
La influencia de este y de la reina madre se mantuvo después de que Carlos fuera declarado mayor de edad, hasta que Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, expulsó a ambos de la Corte. Juan José de Austria ejercíó como valido, pero murió pronto. Tras él, gobernaron el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa.
La falta de descendencia de Carlos II contribuyó a crear un clima de tensión en la corte española favorecido por las pretensiones sucesorias de distintas casas dinásticas; situación que sería el preludio de la Guerra de Sucesión.

9.2 La crisis de 1640


9.2 La crisis de 1640
Desde el Siglo XVI se manifestaron conflictos entre una tendencia centralizadora, que trataba de homogeneizar los territorios de la Corona siguiendo el modelo del reinos mas poderoso, Castilla, y una tendencia descentralizadora que buscaba el mantenimiento de las leyes (fueros) e instituciones particulares de cada reino. A estas tensiones se les vino a unir las derivadas de la dura crisis económica y social que sufríó la monarquía hispánica. La “Uníón de Armas” propiciada por el Conde-Duque de Olivares, pretendía que cada reino contribuyera con dinero y soldados a un ejército común de 140000 soldados. Las Cortes catalanas se negaron a ello en numerosas ocasiones.En 1639 Francia invadíó el Rosellón, lo que motivó el envío de tropas castellanas a Cataluña y la participación militar de los catalanes. Los grandes sacrificios que conllevaba la guerra provocaron un gran malestar, especialmente entre las clases más bajas del campo y de la ciudad. En muchas comarcas estalló la rebelión y se formaron grupos armados. El 7 de Junio de 1640 los segadores y payeses que habían acudido a Barcelona con motivo de la festividad del Corpus atacaron a las autoridades reales y asesinaron al virrey. Esa fecha se denomina “Corpus de Sangre” y tras ella se produjo una situación de desorden y anarquía. Los diputados catalanes, la aristocracia y la burguésía urbana se sintieron amenazados. La Generalidad de Cataluña, a cuyo frente estaba el canónigo Pau Clarís, proclamó la República Catalana en Enero de 1641 y negoció la alianza con Francia. Poco después reconocieron al rey francés Luis XIII como Conde de Barcelona. Esa situación se prolongó hasta 1652. Por otro lado, animados por la rebelión catalana, los estamentos dirigentes de Portugal se rebelaron también. Su apego a la Corona española nunca había sido grande y el distanciamiento se había agrandado con la política de Olivares. Además, consideraban que el rey no les ayudaba lo suficiente contra los holandeses, que atacaban sus colonias y ocuparon Pernambuco, en Brasil. En Diciembre de 1640 las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. De esa forma se produjo su separación sin apenas violencia.

Aprovechando la crisis de la monarquía se produjo también una conspiración nobiliaria bastante confusa en Andalucía, protagonizada por el duque de Medina Sidonia y otra en Aragón encabezada por el Duque de Híjar.


9.3 La España del Siglo XVII: el ocaso del Imperio español en Europa


Durante la mayor parte del reinado de Felipe III se mantuvo la llamada Pax Hispánica, que permitíó una cierta recuperación de la Hacienda Real. Sin embargo, en 1618, coincidiendo con la caída del Duque de Lerma y el ascenso al poder del Duque de Uceda, dio comienzo la Guerra de los Treinta Años en Alemania. Inicialmente se trataba de un conflicto religioso, pero la intervención de las potencias europeas lo convirtió en un conflicto político de gran escala. España apoyó desde el principio a los austriacos y en 1620 pasó a intervenir directamente. La llegada al trono de Felipe IV en 1621 coincidíó con el fin del periodo de paz vivido en Europa durante varias décadas. Ese año concluyó la Tregua de los Doce Años reanudándose el conflicto con las Provincias Unidas de los Países Bajos. Los ataques de corsarios holandeses a posesiones portuguesas y a la flota de las Indias fueron motivos suficientes para una campaña que se inició con éxito (Toma de Breda en 1626) pero acabó con la derrota de la armada española en la batalla de Las Dunas en 1639. En 1618 había comenzado la Guerra de los Treinta Años, conflicto en el que los Habsburgo españoles se pusieron del lado de sus parientes imperiales austriacos. Los inicios de la guerra vieron el triunfo de los tercios españoles frente a los protestantes alemanes lo que motivó la entrada en la guerra de la Francia del cardenal Richelieu en apoyo de los protestantes. Finalmente en la batalla de Rocroi (1643) fueron derrotados los ejércitos españoles. En 1648 la paz de Westfalia, por la que se reconocía la independencia de las Provincias Unidas, marcó el ocaso de la hegemonía del Imperio español, La guerra con Francia continuó hasta 1659, año en el que Felipe IV y Luis XIV firmaron la Paz de los Pirineos, intercambiándose territorios con ventaja para Francia que, entre otros, se hizo definitivamente con el Rosellón y la Cerdaña. Para sellar la paz, se concertó el matrimonio de Luis XIV con María Teresa de Austria, hija de Felipe IV. A pesar de ello, durante los años del reinado de Carlos II se renovaron los conflictos con Francia y se produjeron cuatro guerras sucesivas que terminaron con nuevas cesiones territoriales. En los años finales de siglo la actitud francesa fue menos hostil ante las perspectivas de sucesión de la corona española. Mediante el Tratado de Rijswijk, de 1697, Francia devolvíó algunas plazas europeas y España entregó la parte occidental de la isla de Santo Domingo, que luego se convertiría en Haití.

9.4 La España del Siglo XVII: evolución económica y social


El Siglo XVII fue un siglo de crisis económica en Europa en general, en el Mediterráneo en particular, y, muy especialmente, en la Península Ibérica. En la Corona española la crisis fue más temprana y más profunda que en el resto de Europa
Ya en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos.
Cruentas epidemias, entre las que destacan las de peste, se repitieron periódicamente, coincidiendo con épocas de carestía y hambre.
Otros factores coadyuvaron a la crisis demográfica como la expulsión de los moriscos en 1609, que fue especialmente grave en Valencia y Aragón, o las frecuentes guerras exteriores.
La crisis golpeó con más fuerza a Castilla que a los reinos periféricos.

En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A la decadencia de la agricultura, agravada por la expulsión de los moriscos, se le uníó la de la ganadería lanar, que encontró graves dificultades para la exportación, y la de la industria, incapaz de competir con las producciones extranjeras. El comercio también entró en una fase recesiva. La competencia francesa en el Mediterráneo y la competencia inglesa y holandesa en el Atlántico, agravaron una coyuntura marcada por el creciente autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de las minas americanas.
Consecuencia de la crisis comercial y de las erróneas políticas de la Hacienda, fue la disminución de la circulación monetaria.
En este marco de crisis económica, la sociedad estamental española vivíó un proceso de polarización marcada por el empobrecimiento de un campesinado que constituía la mayor parte de la población, la debilidad de la burguésía y las clases medias, y el crecimiento numérico de los grupos sociales improductivos como la nobleza y el clero en un extremo y los marginados: pícaros, vagos y mendigos en otro.

9.5 La España del Siglo XVII: esplendor cultural. El Siglo de Oro


La cultura española del Siglo XVII estuvo marcada por el Barroco, un movimiento que iba más allá de lo artístico, para representar toda una corriente de pensamiento y una mentalidad ligada a la Contrarreforma católica. La iglesia y la monarquía buscaron llegar al pueblo a través de la exaltación del sentimiento religioso y así, los temas relacionados con el dogma católico y la fugacidad de la vida eran frecuentemente representados. Otras cuestiones abordadas fueron las relacionadas con la decadencia española, reflejada en una corriente cultural que no escondía el desengaño y el pesimismo.

Durante el Siglo XVII continuó la brillante producción literaria del siglo anterior. Miguel de Cervantes, Góngora, Quevedo  o Baltasar Gracián alcanzaron su madurez en la primera mitad del siglo. Las corrientes culteranas y conceptuales se desarrollaron a la par que la novela pastoril o la picaresca. Finalmente asistimos al gran siglo del teatro español con autores como Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca, quienes reflejaron la sociedad de su época en argumentos ligados al concepto de la honra, enredos amorosos o de capa y espada.En el arte, es el siglo del Barroco, con destacados arquitectos, pintores y escultores, entre los que podemos destacar a Alonso Cano, Zurbarán, Murillo, Velázquez, Gregorio Fernández y Martínez Montañés.


10.1. La España del Siglo XVIII: la Guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht


La falta de descendencia de Carlos II, último rey de la dinastía de los Austrias, se convirtió en un asunto político europeo. Los reyes Luis XIV de Francia y Leopoldo I de Austria eran nietos de Felipe III y los dos estaban casados con hijas de Felipe IV; ambos aspiraban a que la sucesión de la corona española recayera en sus familias. Por otro lado, los demás países europeos contemplaban con recelo la posible uníón de los territorios españoles con Francia o con Austria. En 1696, Carlos II nombró heredero a José Fernando de Baviera, sobre el que existía un cierto consenso, pero este murió poco después y el rey designó como nuevo heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. En Noviembre de 1700 murió Carlos II y tres meses después Felipe de Anjou entró en España para ser coronado rey. Austria, Inglaterra, las Provincias Unidas y Dinamarca no lo aceptaron y formaron una alianza para poner en el trono al archiduque Carlos de Austria. Posteriormente se les unieron Portugal y Saboyá. En 1702 comenzó la Guerra de Sucesión que, además, se convirtió en una Guerra Civil: Castilla aceptaba a Felipe, que significaba un modelo de monarquía absoluta y centralista; la Corona de Aragón apoyaba al Archiduque, que representaba el respeto a los fueros Inicialmente la guerra fue favorable al Archiduque Carlos, pero, al morir su hermano José I, se convertía en rey de Austria y sus aliados dejaron de apoyarle por temor a una excesiva concentración de poder en sus manos. Los tratados de Utrecht (1712-1714) pusieron fin a la Guerra de Sucesión. Felipe V era reconocido como rey de España, pero renunciaba a su derecho de sucesión a la corona francesa y a las posesiones europeas de la corona española. Los demás países litigantes obtuvieron diferentes compensaciones: – Austria se quedó con Flandes, Luxemburgo, Milanesado, Nápoles y Cerdeña. – El reino de Saboyá obtuvo la isla de Sicilia, aunque después se la cambió a los austriacos por Cerdeña. – Las Provincias Unidas recibieron una serie de fortalezas conocidas como “la barrera flamenca”. – Portugal consiguió la devolución de la Colonia del Sacramento, en el río de la Plata. Inglaterra se hizo con Gibraltar y Menorca, y obtuvo ventajas comerciales: un “navío de permiso” con las Indias y el “asiento de negros”, que consistía en el monopolio del tráfico de esclavos durante treinta años. Con estos tratados se consolidó la hegemonía marítima y comercial británica, al mismo tiempo que se establecíó una política de equilibrio continental que se conoce como “Sistema de Utrecht”.


10.2. La España del Siglo XVIII: cambio dinástico. Los primeros Borbones


El primer rey de la dinastía borbónica en España fue Felipe V, que reinó entre 1701 y 1746, aunque con un pequeño paréntesis, ya que en Enero de 1724 abdicó en su hijo Luis I y volvíó a asumir el poder ocho meses después, cuando fallecíó este. Los primeros años de su reinado estuvieron marcados por la Guerra de Sucesión y por la influencia de su abuelo Luis XIV. Introdujo un modelo político y administrativo calcado de Francia, que supuso la modernización de la administración, el reforzamiento del absolutismo y la centralización del estado. Con él entraron también las modas y tendencias artísticas francesas. En 1733 y 1743 se firmaron los “Pactos de familia”, que supeditaban la política exterior española a los intereses de Francia, y en particular a la acción conjunta contra Inglaterra. Con el beneplácito de Francia, se llevó a cabo la conquista de Nápoles y Sicilia en 1734 y, como en virtud de los Tratados de Utrecht los monarcas españoles no podían tener posesiones en Europa, se entronizó allí a Carlos (futuro Carlos III), hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio. A Felipe V le sucedíó Fernando VI (1746-1759). Durante este reinado España se mantuvo neutral en los conflictos europeos. En ese tiempo destaca la figura del Marqués de la Ensenada, que fue Secretario de Despacho de Hacienda, Guerra, Marina e Indias. Como tal, dictó numerosas medidas encaminadas a conseguir el crecimiento económico y la modernización del país: eliminación de algunas aduanas interiores, supresión de impuestos sobre el grano, liberalización del comercio con Indias, construcción de una moderna flota de guerra e impulso de las obras públicas. También proyectó una reforma radical de los impuestos mediante la implantación de una única contribución para lo que se diseñó un catastro de bienes que lleva su nombre.Fernando VI murió sin descendencia y le sucedíó su hermanastro Carlos III, que para ello tuvo que renunciar a la Corona de Nápoles.


10.3. La España del Siglo XVIII: reformas en la organización del estado. La monarquía centralista


Felipe V introdujo en España una nueva forma de organización del Estado que, siguiendo el modelo francés, se basaba en la centralización y la uniformidad. El apoyo de la Corona de Aragón al Archiduque Carlos durante la Guerra de Sucesión sirvió de pretexto para suprimir sus fueros e instituciones mediante los Decretos de Nueva Planta:
Aragón y Valencia en 1707, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716. A partir de entonces su organización política y administrativa se igualaba con la de Castilla, eliminado los fueros propios, y se impónía la lengua castellana para todos los asuntos administrativos y judiciales. No obstante, Aragón, Baleares y Cataluña pudieron conservar su derecho privado y un sistema fiscal diferente al castellano. Navarra y las Vascongadas, que habían sido partidarias de Felipe V, mantuvieron sus fueros, además de un sistema fiscal independiente.
De igual manera, las Cortes de los diferentes reinos se integraron en las Cortes Generales del Reino, que en la práctica solo se convocaban para jurar a los herederos de la Corona. Únicamente Navarra mantuvo sus propias cortes. Paralelamente, se introdujeron otras reformas en la organización del estado, entre las que cabe destacar:– La creación de las Secretarías de Despacho, antecedente directo de los ministerios actuales. Los antiguos Consejos de los Austrias se mantuvieron durante un tiempo, pero vaciados de poder efectivo. El Consejo de Castilla absorbíó a los consejos territoriales y fue el único con atribuciones, especialmente como órgano asesor del rey. – En el orden de la organización territorial, se crearon las capitánías generales y las intendencias.
Después, en tiempos de Carlos III hubo un proyecto de dividir el territorio en provincias, al frente de las cuales estaría una Audiencia.
En el ejército también se introdujeron importantes cambios. Los tercios fueron sustituidos por brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. También se separaron las armas (infantería, caballería, artillería, e ingenieros), se introdujeron los grados (oficiales, jefes y generales) y se acuartelaron unidades por todo el país. La nueva dinastía también intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona sobre la Iglesia. Las relaciones con el Papado se regularizaron a través de sucesivos concordatos.

10.4. La práctica del Despotismo Ilustrado: Carlos III


Se conoce como Despotismo ilustrado la forma de gobernar de algunas monarquías del Siglo XVIII en la que los reyes impulsaron reformas para favorecer el progreso y el bienestar del pueblo, sin renunciar por ello a su condición de monarcas absolutos ni eliminar los privilegios estamentales propios del Antiguo Régimen. Esta actuación suele resumirse con la frase: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.La práctica del Despotismo Ilustrado comenzó con Fernando VI, pero el principal representante de este tipo de gobierno es Carlos III (1759-1788). Antes de ser rey de España fue Rey de Nápoles durante veinticuatro años. El mayor impulso reformista se dio en los primeros años de su reinado, con el marqués de Esquilache como Secretario de Hacienda. Sus proyectos de reforma agraria se toparon con la oposición de la nobleza y del clero. La liberalización de los precios del trigo suscitó un gran malestar popular, que estaba latente cuando en 1766 se promulgó un decreto prohibiendo las capas largas y los sombreros de ala ancha. Se produjo entonces al llamado “Motín de Esquilache”, que llevó a Carlos III a prescindir de él. Posteriormente ocuparon cargos relevantes los condes de Aranda y de Floridablanca, que impulsaron reformas más moderadas. En relación con la agricultura se llevaron a cabo las siguientes medidas: el reparto de algunas tierras comunales en Extremadura, la repoblación de Sierra Morena impulsada por Pablo de Olavide, la reducción de los derechos de la Mesta y algunas obras de regadío, como el Canal Imperial de Aragón y el Canal de Castilla. También se aprobaron medidas para fomentar el desarrollo de las manufacturas:
Se suprimíó el monopolio de los gremios en 1772 y se establecieron las Reales Fábricas de tapices, cristales, porcelanas, paños, naipes, etc. Estas tuvieron escaso éxito económico, en contraste con las industrias textiles privadas catalanas, conocidas como “fabricas de indianas”, que fueron más competitivas. En 1783 Carlos III declaró por ley que los oficios manuales eran “honrosos”, pero esto tuvo pocas consecuencias en la práctica.

Para favorecer el comercio se eliminaron algunas aduanas interiores (pontazgos y montazgos) y se emprendíó la construcción de caminos reales. También se liberalizó el comercio con América, acabándose con el monopolio de la Casa de Contratación; a partir de entonces se pudo navegar a las Indias desde trece puertos españoles, lo que favorecíó, sobre todo, a Barcelona.

La situación de la Hacienda fue bastante estable hasta la guerra con Inglaterra en 1778. A partir de entonces se tuvieron que emitir “vales reales”, que eran certificados de deuda pública. Para administrarlos se establecíó el Banco de San Carlos, antecedente del Banco de España.


10.5. La España del Siglo XVIII: evolución de la política exterior en Europa


Mientras duró la Guerra de Sucesión la política exterior de Felipe V estuvo condicionada por la misma y dirigida desde Francia. Tras la muerte de Luis XIV, y por influencia de Isabel de Farnesio, pretendíó desvincularse de los tratados de Utrecht y ordenó la toma de Cerdeña y Sicilia, lo cual provocó la respuesta inmediata de Francia, Inglaterra, Austria y las Provincias Unidas, que formaron una Cuádruple Alianza en 1718. Después de un acercamiento infructuoso a Austria, se volvíó a la alianza con Francia mediante los Pactos de Familia, firmados en 1733 y 1743. Francia apoyó las pretensiones españolas en Italia, permitiendo que el infante Carlos (futuro Carlos III) fuera coronado Rey de Nápoles y Sicilia, y que el infante Felipe fuera nombrado Duque de Parma. A cambio, España participó junto a Francia en la Guerra de Polonia (1733-1738) y en la Guerra de Sucesión de Austria (1743-1748).
Fernando VI practicó una política de neutralidad en las relaciones internacionales, aunque durante su reinado se fortalecieron el ejército y la armada.
Carlos III firmó el Tercer Pacto de Familia con Francia. Uno de sus objetivos era evitar el constante hostiga-miento de los británicos a las colonias americanas, pero los resultados fueron opuestos a los deseados. España se vio involucrada en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), durante la cual los ingleses ocuparon La Habana y Manila. Los tratados de paz que pusieron fin a esta guerra supusieron la entrega de Florida a Inglaterra y de la Colonia del Sacramento a Portugal. Para compensar esas pérdidas, Francia cedíó a España la Luisiana. Posteriormente, España y Francia apoyaron a los Estados Unidos en su Guerra de Independencia contra Inglaterra y aprovecharon el conflicto para recuperar Menorca, Florida y Sacramento. Se intentó también la toma de Gibraltar, pero sin éxito.

Por último, en el reinado de Carlos IV
España declaró la guerra a la Francia revolucionaria que había detenido y guillotinado a Luis XVI. Más tarde se alió con Napoleón contra Inglaterra, lo que nos llevó a participar en la Batalla de Trafalgar (1805) cuya derrota supuso la pérdida de la escuadra y del poder naval que se había recuperado durante los reinados anteriores.

10.6. La España del Siglo XVIII: la política borbónica en América


Los Borbones consideraron a las posesiones americanas como colonias cuya razón de ser era servir a los intereses de la metrópoli. En consecuencia, se introdujeron reformas administrativas y comerciales con el objetivo de tener un mayor control de aquellos territorios y de conseguir que aportaran ingresos para la Corona. Por otra parte, la pérdida de las posesiones europeas permitíó centrar allí una mayor atención. Las primeras reformas se hicieron en 1717, con Felipe V, y son complementarias de las que se dieron en la Península: – Se creó una Secretaría de Marina e Indias, con lo que e Consejo de Indias quedó como órgano meramente asesor. – La Casa de la Contratación perdíó también la mayor parte de sus competencias y Cádiz sustituyó a Sevilla como punto de uníón con América. – Se fundó el virreinato de Nueva Granada. Sin embargo, las reformas de mayor calado se hicieron durante el reinado de Carlos III: – Por una parte, se acometíó una reorganización territorial, creando: el virreinato del Río de la Plata, la capitánía general de Venezuela y una Comandancia General que incluía las Californias, Nueva Vizcaya, Nuevo México y Sonora – Por otra parte, se implantó el sistema de intendencias. Los intendentes tenían como misión principal la promoción de la economía y el resguardo de la Hacienda. Para promover el comercio, en 1778 se promulgó un Decreto de Libre Comercio, permitiendo la navegación desde trece puertos españoles Esto produjo un mayor tráfico y un impulso a las manufacturas catalanas. En América también se aplicó la política regalista sobre la Iglesia. La expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios españoles en 1767 tuvo importantes consecuencias en ese continente, especialmente en las zonas donde había Reducciones Jesuíticas, que cayeron en el abandono. La economía americana experimentó un notable impulso durante el Siglo XVIII, dando lugar a la formación de una clase criolla enriquecida e ilustrada, pero apartada del poder político. Estos criollos encabezarían la lucha por la independencia en el Siglo XIX, aunque la primera revolución fue de carácter indigenista llevada a cabo por el caudillo Tupac Amaru II entre 1780 y 1781 en los virreinatos de La Plata y el Perú

10.7. La Ilustración en España


La Ilustración fue una corriente ideológica que se extendíó por Europa y América durante el Siglo XVIII. Los pensadores ilustrados sosténían que aplicando la razón se podía conseguir el progreso y la felicidad. La primera generación de ilustrados españoles está representada por fray Benito Jerónimo Feijoo, cuya obra se centró en la divulgación de la ciencia de Newton y en la crítica a los prejuicios tradicionales y las supersticiones. En la primera mitad del siglo se crearon las principales Academias, instrumento de difusión de “las luces”, Se establecieron las Reales Academias de la Lengua, de Medicina, de la Historia, de Bellas Artes de San Fernando, y, junto a ellas, el Jardín Botánico y el Gabinete de Historia Natural. Tras el impulso reformista del reinado de Fernando VI, la ilustración llega a su apogeo en el reinado de Carlos III, cuyos ministros se encuentran entre los grandes ilustrados españoles. El Marqués de la Ensenada, Esquilache, Campomanes, Floridablanca, Jovellanos y Aranda reflexionaron sobre las reformas que necesitaba el país, aunque las realizaciones no fueron tan lejos como las ideas. Tienen también gran importancia las Sociedades Económicas de Amigos del País, que, preocupadas por la difusión de las “ciencias útiles” y el desarrollo económico, plantearon numerosos proyectos reformistas a nivel local y provincial. La Ilustración española no afrontó los problemas claves de la organización social, y tampoco se enfrentó abiertamente al control ideológico de la Iglesia, pese a las acciones regalistas. El pueblo seguía siendo muy inculto, no comprendía las reformas y a veces las rechazaba. Los estamentos privilegiados no deseaban un cambio profundo que hubiera supuesto el fin de sus privilegios. Los mismos reyes aceptaban las ideas ilustradas pero siempre que no se cuestionase su poder absoluto. Aunque el país se modernizó en algunos aspectos, muchas de las reformas ilustradas, quedaron en proyecto y otras fueron suprimidas en el reinado de Carlos IV por temor a la propagación de las ideas de la Revolución francesa.

Deja un comentario