El texto pertenece a la obra «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral» que Nietzsche publicó en 1873 inmediatamente después de su primera gran obra «El origen de la tragedia en el espíritu de la música». En ella expresa su firme decisión de dedicarse plenamente a la filosofía, partiendo de una crítica nihilista de toda la producción filosófica occidental que empieza con Sócrates, Platón y Aristóteles. Comienza con esta fábula: «En algún apartado rincón del universo centelleante; desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que los animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la «Historia Universal»; pero a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer» Nietzsche quería dar una idea de lo caduco y estéril que es el intelecto o inteligencia humana dentro de la naturaleza. Durante eternidades no existíó, y cuando de nuevo se acabe todo, no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión más allá de la vida humana. El ser humano, no es más que eso: humano, pero tiende a engañarse y piensa que todo el mundo gira alrededor de él mismo. Ese orgullo ligado al conocimiento es la causa del engaño acerca de su propia existencia al supervalorar su ciencia o conocimiento mismo. La inteligencia como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas, fingiendo, mintiéndose a sí mismo y a los demás, por esto Nietzsche se sorprende de que haya surgido en los seres humanos el amor a la verdad. Y es aquí donde por primera vez realiza un ejercicio de genealogía y de Nihilismo. El primer impulso hacia la verdad interesada procede de la necesidad. En estado salvaje o de naturaleza y ante la amenaza de los demás, los seres humanos utilizan la inteligencia para fingir; pero esta situación no es soportable indefinidamente. Obligados por la necesidad, deciden sobrevivir en sociedad, y para ello realizan un contrato social que evite la guerra de todos contra todos, (la misma idea de Rousseau). En ese tratado de paz se acuerda y fija lo que a partir de entonces ha de ser verdad: se inventa una designación de las cosas que sea válida y obligatoria para todos, dándole al lenguaje fuerza de ley para decidir qué es verdad y qué es mentira. El mentiroso utiliza incorrectamente las designaciones que son socialmente válidas, dirá por ejemplo «soy pobre» cuando la designación correcta de su estado es la de «rico». Esta mentira no producirá rechazo en la sociedad mientras que no sea interesada y ocasione algún perjuicio. Las personas no detestan las mentiras, sino sus perjuicios, del mismo modo que no aman la verdad, sino sus consecuencias agradables. Por otro lado, tampoco el lenguaje expresa completamente la realidad. Una palabra es la reproducción en sonidos de un impulso nervioso. El lenguaje sólo puede designar las relaciones de los humanos entre sí y con las cosas por medio de metáforas, metonimias y antropomorfismos. El ser humano se convierte en medida de todas las cosa; cayendo en el error de creer que tiene las cosas delante de manera inmediata, como objetos puros olvidando su origen metafórico. No existe una ley de la naturaleza que no sea proyección de nuestros conceptos y relaciones de espacio, tiempo y número. Esta obra contiene en germen las afirmaciones más importantes de toda la obra nietzscheana: el Nihilismo, la transmutación de los valores, la muerte de Dios, etc. Y pone las bases de una nueva perspectiva: el vitalismo, la voluntad de poder y el superhombre. En primer lugar, realiza una crítica al intelectualismo y a la metafísica tradicional que pensaba ingenuamente alcanzar la verdad, cuando en realidad la inteligencia humana, descansa solamente en un fondo biológico instintivo al que sirve. La conciencia es sólo lo superficial del conocimiento humano, que lleva al engaño y a la ilusión. Desenmascarada la ilusión del conocimiento intelectual, señala la importancia de las actividades irracionales, consideradas banales por la razón: la experiencia artística, -similar a la onírica- no aporta un grado menor de ser que la vida racional, y tiene la ventaja de devolver al ser humano la ilusión vital. Esta obra es por tanto un primer ejercicio de Nihilismo, al expresar la transmutación del viejo concepto de verdad, en pura metáfora aceptada socialmente. Al señalar el engaño y falacia del idealismo, inicia la transmutación de los valores. Este ataque al idealismo, (por el que ha errado milenariamente la cultura occidental en metafísica, moral y religión, idealismo, que es en realidad, puro Nihilismo, es decir no es más que una ilusión), continúa en sus obras posteriores:
Humano, demasiado humano, Aurora y en la Gaya Ciencia, hasta desembocar en Así habló Zaratustra, que simboliza para nuestro autor, la cumbre de su pensamiento. El derribo y transmutación del idealismo (esencia misma del Nihilismo), quedan recogidos en la metáfora de la «muerte de Dios», motivo central de la primera parte del libro. La muerte de Dios, es la constatación de un camino recorrido por el pensamiento occidental, que no es otra cosa que la expresión de la alienación humana y el Nihilismo. El pensamiento filosófico occidental sucumbíó a la tentación platónica de valorar negativamente el mundo sensible; al postular como carácterística del ser auténtico, de la idea, la quietud, la inmovilidad, la estabilidad; al separar el ser del tiempo.
Platón distinguíó entre un mundo aparente, fenoménico, pasajero y engañoso y un trasmundo eterno, verdadero y bueno. El hombre sabio y bueno debe mirar sólo a lo ideal sintiendo a su alma cautiva de un cuerpo sensible que solo merece desprecio. De este modo la moral platónica, su axiología o tabla de valores, indica al ser humano la huída de este mundo y el rechazo de lo instintivo y vital. El Dios judeocristiano sintetizó toda esa idealidad trascendente. Lo alto y sublime fue predicado de Dios; lo bajo y enfermo del hombre. Dios enajenó lo mejor del hombre constituyéndose en el «vampiro de su vida». Esta debilidad del hombre que afirma a Dios expresa la decadencia de Occidente, que ha culminado en el puro Nihilismo. La muerte de Dios, mensaje de Zaratustra, supone una catarsis o liberación de las fuerzas dormidas del hombre, revitalizadas ante su cadáver. Purificado el ser humano por el Nihilismo, surge la posibilidad de la inversión de los valores y de la forma de valorar misma. Éste es el sentido de las tres metamorfosis propuestas en Zaratustra: el camello, que, obediente se inclina ante la ley de Dios, actuando siempre por deber y respetando su pesada carga, deja paso al león que dice no a la moral objetiva y rompe con sus fuerzas las ataduras de la ley. A su vez, se transmuta en el yo creador, que como un niño afirma la vida como un juego. La muerte de Dios deja paso a una concepción lúdica de la existencia, inaugura un nuevo modelo de ser humano. La muerte de Dios, supone el hundimiento de la cultura occidental construida sobre el más allá, y hace que se ponga en marcha la energía de la creación humana, la voluntad de poder, que designa tanto la fuerza creadora del universo, como el despliegue del hombre total, del hombre cósmico, es la energía de la tierra y sus habitantes; es el dinamismo de la naturaleza, del conocimiento, de la política y del arte. Este despliegue de la voluntad, descansa en el concepto de eterno retorno, como fondo insondable de un universo limitado y finito, como la única manera de pensar la eternidad. La voluntad de poder, lleva a la sustitución de la moral de los esclavos por la moral de los señores. La moral de los esclavos es la moral de la piedad, compasión, desinterés, dulzura, paciencia, castidad, del ascetismo, y en general del pesimismo ante esta vida; es la moral cristiana. La moral de los señores cambia la tabla de los valores. El señor es fuerte y poderoso, sabe dominar y dominarse; es duro para sí y para los demás; desprecia la cobardía, el miedo, y, sobre todo ama la vida, esta vida que es la única que hay. Sólo aquellos hombres que se han ejercitado en la nueva moral, están ligeros de equipaje, para dar paso al superhombre. Según la evolución, el hombre mismo debe ser suprimido, y superado en el superhombre. El superhombre, afirma Nietzsche, no es la pérdida de sentido, sino la afirmación del sentido de la tierra, del eterno retorno; es la victoria sobre la escisión entre el alma y el cuerpo; ambos irán ahora unidos en la afirmación de los impulsos vitales, de la voluntad de poder. Se trata de una mutación cultural, no genética, que hace del individuo su propio creador. El superhombre sustituye los valores cristianos muertos por sus contrarios. El ser humano es un puente hacia el superhombre. El hombre actual debe ir preparando su venida, a través de la «gran política«, es decir a través de la moral de los señores y de la voluntad de poder.
Las primeras influencias nixe, se encuentran en el mundo de la antigüedad griega, en especial entre los presocráticos; Nietzsche es uno de los primeros filósofos contemporáneos que los redescubre anteponiéndolos a las tres grandes figuras: Sócrates, Platón y Aristóteles. Los más importantes son por supuesto, Heráclito con su doctrina del eterno devenir, y la oposición y lucha de los contrarios en la dialéctica, Jenófanes, representante del escepticismo epistemológico, «Si los bueyes, las vacas o los cerdos, tuvieran dioses, los representarían como bueyes, vacas o cerdos». Protágoras, el principal sofista con su teoría del «homo – mensura»: El hombre es la medida de todas las cosas, y, por tanto jamás puede llegar a una verdad en sí misma. En esta idea, Nietzsche afirma «al tomar al hombre como medida de todas las cosas, cae en el error de creer que las tiene delante de sí; cuando el hombre olvida que las metáforas intuitivas originales no son más que metáforas y las toma como cosas mismas» («Sobre verdad y mentira en sentido extramoral», párrafo 325-330). Gorgias de Leontini con sus tres famosas frases: «Nada existe. Si algo existiera, sería incognoscible. Si algo existiera y fuese cognoscible, sería incomunicable», que podemos interpretar como un relativismo psicológico, según el cual el conocimiento que tenemos de las cosas no es reflejo exacto de ellas, sino la síntesis de unos datos externos procedentes de la percepción y de las estructuras propias del sujeto que conoce.Avanzando en la historia de la filosofía occidental, Nietzsche recibe el impacto del pensamiento crítico moderno, y especialmente de la ilustración, a través de los autores empiristas como Hume, y en especial de Rousseau con sus conceptos de bondad natural y contrato social. La bondad natural se transforma en el concepto nietzscheano de «inocencia del ser», y también en parte en la «voluntad de poder»; el contrato social roussoniano, es aceptado por Nietzsche como el origen social y convencional de lo que llamamos «verdad». «?Puesto que el hombre, tanto por necesidad, como por hastío, desea existir en sociedad, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con éste, procura que, al menos, desaparezca de su mundo el más grande «bellum contra omnes». Este tratado de paz, conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese impulso hacia la verdad. En ese momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser «verdad»?» ( «Sobre verdad y mentira en sentido extra moral», párrafo 85 -95). Sin embargo la principal influencia, en este período se encuentra en el Kant de la «Critica de la razón pura». Kant distingue entre fenómeno y noúmeno. El noúmeno, las sustancias o cosas en sí mismas son inalcanzables, por tanto la metafísica tradicional es una simple «ilusión», es decir un deseo fallido de nuestro entendimiento que apoya la falsa creencia en una verdad absoluta. Nietzsche acepta de Kant, su teoría del conocimiento, sólo conocemos las apariencias o fenómenos, en función de nuestras categorías mentales, cayendo en la ilusión del dogmatismo. Hay que decir, sin embargo, que la influencia kantiana la recibe a través de su eminente discípulo Arturo Schopenhauer, cuya imponente figura, fue atenuada por su gran contrincante Federico Hegel.Schopenhauer es el principal precursor del vitalismo nietzscheano, al reinterpretar la epistemología kantiana, haciendo del fenómeno mera ilusión, tras la que se oculta la voluntad infinita y ciega, la fuerza, tendencia o impulso universal, que se objetiva, mediante el espacio y el tiempo, en una pluralidad de cosas, que no son otra cosa que la representación fenoménica, es decir, pura apariencia, de esa tendencia o voluntad universal; el ser humano es la individualización consciente de esa fuerza ciega; la voluntad humana es deseo siempre insatisfecho; por esto debe liberarse a través de la disolución del yo individual en la voluntad universal que promueven el arte, y la moral. Esto último es de clara inspiración budista. Quizá la mayor influencia sea la elaboración del concepto nietzscheano de la voluntad de poder. A estas influencias netamente filosóficas, hemos de añadir la influencia del Romanticismo en todos los sectores del arte, desde la música Wagneriana, que exalta la tradición alemana, hasta la filología, como apología del mundo clásico. Esta influencia es fundamental desde su primera obra «El origen de la tragedia en el espíritu de la música». Esta obra marca la nueva perspectiva vitalista de la filosofía nietzscheana al establecer la distinción fundamental entre el espíritu apolíneo y el dionisíaco. La tragedia griega es la expresión más profunda de la vida, que se propone al ser humano como un misterio. Los antiguos griegos, de la mano del Dios de la luz y de la razón, Apolo, aceptaban las simetrías y perfecciones del mundo. De la mano de Dioniso, comprendían los horrores y enigmas de la existencia, de este modo superaron el pesimismo al aceptar a Dioniso, al afirmar el lado oscuro de la existencia, al buscar una salvación a través del arte. La influencia ejercida por Nietzsche en el Siglo XX, ha sido inmensa dando origen a tendencias incluso opuestas. Podemos decir que su pensamiento sigue teniendo una gran actualidad.Aparición del psicoanálisis freudiano, que afirma el hecho de que la conciencia no es más que la superficie de nuestro mundo interior, siendo la superficialidad y el engaño las formas usuales del actuar consciente. El ser humano es un campo de batalla de fuerzas, pulsiones inconscientes, que llevan al ser humano e incluso a la sociedad a un malestar, y a una existencia alienada. La exaltación nietzscheana de las fuerzas irracionales de la existencia, y el Nihilismo, ha dado paso a una de las corrientes filosóficas más representativas en el Siglo XX, la corriente existencialista: Jaspers, Heidegger, y especialmente Sartre son sus deudores. Desde el punto de vista de la filosofía política, la ambigüedad del discurso nietzscheano ha permitido que libertarios y nazis quieran apropiarse de su doctrina cada uno por su lado. Los nazis como buscadores del superhombre han relacionado su pensamiento con Spengler y Rosenberg, los libertarios han realizado una lectura nihilista inspirándose en la transmutación de los valores para alcanzar una sociedad libre. Para algunos neomarxistas como Horkheimer el vitalismo de Nietzsche supone una legítima protesta contra la rigidez de un Racionalismo vacío y uniformador del individuo carácterístico de las formas capitalistas de vida. Es importante también su influencia en el relativismo lingüístico de Benjamín Lee Whorf, en la actual filosofía del lenguaje e incluso en la teoría de la ciencia. Por último hay que señalar la influencia nietzscheana en la literatura y filosofía española contemporánea. Pío Baroja en El árbol de la ciencia; Ortega y Gasset, en Verdad y Perspectiva, de su primera época perspectivista, y en su época vitalista. María Zambrano, por su parte, influida por varias obras de Nietzsche, como Así habló Zaratustra y Aurora, ha criticado y transformado los conceptos de Nihilismo y de muerte de Dios, en un sentido positivo como «la última aparición de lo sagrado».
Humano, demasiado humano, Aurora y en la Gaya Ciencia, hasta desembocar en Así habló Zaratustra, que simboliza para nuestro autor, la cumbre de su pensamiento. El derribo y transmutación del idealismo (esencia misma del Nihilismo), quedan recogidos en la metáfora de la «muerte de Dios», motivo central de la primera parte del libro. La muerte de Dios, es la constatación de un camino recorrido por el pensamiento occidental, que no es otra cosa que la expresión de la alienación humana y el Nihilismo. El pensamiento filosófico occidental sucumbíó a la tentación platónica de valorar negativamente el mundo sensible; al postular como carácterística del ser auténtico, de la idea, la quietud, la inmovilidad, la estabilidad; al separar el ser del tiempo.
Platón distinguíó entre un mundo aparente, fenoménico, pasajero y engañoso y un trasmundo eterno, verdadero y bueno. El hombre sabio y bueno debe mirar sólo a lo ideal sintiendo a su alma cautiva de un cuerpo sensible que solo merece desprecio. De este modo la moral platónica, su axiología o tabla de valores, indica al ser humano la huída de este mundo y el rechazo de lo instintivo y vital. El Dios judeocristiano sintetizó toda esa idealidad trascendente. Lo alto y sublime fue predicado de Dios; lo bajo y enfermo del hombre. Dios enajenó lo mejor del hombre constituyéndose en el «vampiro de su vida». Esta debilidad del hombre que afirma a Dios expresa la decadencia de Occidente, que ha culminado en el puro Nihilismo. La muerte de Dios, mensaje de Zaratustra, supone una catarsis o liberación de las fuerzas dormidas del hombre, revitalizadas ante su cadáver. Purificado el ser humano por el Nihilismo, surge la posibilidad de la inversión de los valores y de la forma de valorar misma. Éste es el sentido de las tres metamorfosis propuestas en Zaratustra: el camello, que, obediente se inclina ante la ley de Dios, actuando siempre por deber y respetando su pesada carga, deja paso al león que dice no a la moral objetiva y rompe con sus fuerzas las ataduras de la ley. A su vez, se transmuta en el yo creador, que como un niño afirma la vida como un juego. La muerte de Dios deja paso a una concepción lúdica de la existencia, inaugura un nuevo modelo de ser humano. La muerte de Dios, supone el hundimiento de la cultura occidental construida sobre el más allá, y hace que se ponga en marcha la energía de la creación humana, la voluntad de poder, que designa tanto la fuerza creadora del universo, como el despliegue del hombre total, del hombre cósmico, es la energía de la tierra y sus habitantes; es el dinamismo de la naturaleza, del conocimiento, de la política y del arte. Este despliegue de la voluntad, descansa en el concepto de eterno retorno, como fondo insondable de un universo limitado y finito, como la única manera de pensar la eternidad. La voluntad de poder, lleva a la sustitución de la moral de los esclavos por la moral de los señores. La moral de los esclavos es la moral de la piedad, compasión, desinterés, dulzura, paciencia, castidad, del ascetismo, y en general del pesimismo ante esta vida; es la moral cristiana. La moral de los señores cambia la tabla de los valores. El señor es fuerte y poderoso, sabe dominar y dominarse; es duro para sí y para los demás; desprecia la cobardía, el miedo, y, sobre todo ama la vida, esta vida que es la única que hay. Sólo aquellos hombres que se han ejercitado en la nueva moral, están ligeros de equipaje, para dar paso al superhombre. Según la evolución, el hombre mismo debe ser suprimido, y superado en el superhombre. El superhombre, afirma Nietzsche, no es la pérdida de sentido, sino la afirmación del sentido de la tierra, del eterno retorno; es la victoria sobre la escisión entre el alma y el cuerpo; ambos irán ahora unidos en la afirmación de los impulsos vitales, de la voluntad de poder. Se trata de una mutación cultural, no genética, que hace del individuo su propio creador. El superhombre sustituye los valores cristianos muertos por sus contrarios. El ser humano es un puente hacia el superhombre. El hombre actual debe ir preparando su venida, a través de la «gran política«, es decir a través de la moral de los señores y de la voluntad de poder.
Las primeras influencias nixe, se encuentran en el mundo de la antigüedad griega, en especial entre los presocráticos; Nietzsche es uno de los primeros filósofos contemporáneos que los redescubre anteponiéndolos a las tres grandes figuras: Sócrates, Platón y Aristóteles. Los más importantes son por supuesto, Heráclito con su doctrina del eterno devenir, y la oposición y lucha de los contrarios en la dialéctica, Jenófanes, representante del escepticismo epistemológico, «Si los bueyes, las vacas o los cerdos, tuvieran dioses, los representarían como bueyes, vacas o cerdos». Protágoras, el principal sofista con su teoría del «homo – mensura»: El hombre es la medida de todas las cosas, y, por tanto jamás puede llegar a una verdad en sí misma. En esta idea, Nietzsche afirma «al tomar al hombre como medida de todas las cosas, cae en el error de creer que las tiene delante de sí; cuando el hombre olvida que las metáforas intuitivas originales no son más que metáforas y las toma como cosas mismas» («Sobre verdad y mentira en sentido extramoral», párrafo 325-330). Gorgias de Leontini con sus tres famosas frases: «Nada existe. Si algo existiera, sería incognoscible. Si algo existiera y fuese cognoscible, sería incomunicable», que podemos interpretar como un relativismo psicológico, según el cual el conocimiento que tenemos de las cosas no es reflejo exacto de ellas, sino la síntesis de unos datos externos procedentes de la percepción y de las estructuras propias del sujeto que conoce.Avanzando en la historia de la filosofía occidental, Nietzsche recibe el impacto del pensamiento crítico moderno, y especialmente de la ilustración, a través de los autores empiristas como Hume, y en especial de Rousseau con sus conceptos de bondad natural y contrato social. La bondad natural se transforma en el concepto nietzscheano de «inocencia del ser», y también en parte en la «voluntad de poder»; el contrato social roussoniano, es aceptado por Nietzsche como el origen social y convencional de lo que llamamos «verdad». «?Puesto que el hombre, tanto por necesidad, como por hastío, desea existir en sociedad, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con éste, procura que, al menos, desaparezca de su mundo el más grande «bellum contra omnes». Este tratado de paz, conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese impulso hacia la verdad. En ese momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser «verdad»?» ( «Sobre verdad y mentira en sentido extra moral», párrafo 85 -95). Sin embargo la principal influencia, en este período se encuentra en el Kant de la «Critica de la razón pura». Kant distingue entre fenómeno y noúmeno. El noúmeno, las sustancias o cosas en sí mismas son inalcanzables, por tanto la metafísica tradicional es una simple «ilusión», es decir un deseo fallido de nuestro entendimiento que apoya la falsa creencia en una verdad absoluta. Nietzsche acepta de Kant, su teoría del conocimiento, sólo conocemos las apariencias o fenómenos, en función de nuestras categorías mentales, cayendo en la ilusión del dogmatismo. Hay que decir, sin embargo, que la influencia kantiana la recibe a través de su eminente discípulo Arturo Schopenhauer, cuya imponente figura, fue atenuada por su gran contrincante Federico Hegel.Schopenhauer es el principal precursor del vitalismo nietzscheano, al reinterpretar la epistemología kantiana, haciendo del fenómeno mera ilusión, tras la que se oculta la voluntad infinita y ciega, la fuerza, tendencia o impulso universal, que se objetiva, mediante el espacio y el tiempo, en una pluralidad de cosas, que no son otra cosa que la representación fenoménica, es decir, pura apariencia, de esa tendencia o voluntad universal; el ser humano es la individualización consciente de esa fuerza ciega; la voluntad humana es deseo siempre insatisfecho; por esto debe liberarse a través de la disolución del yo individual en la voluntad universal que promueven el arte, y la moral. Esto último es de clara inspiración budista. Quizá la mayor influencia sea la elaboración del concepto nietzscheano de la voluntad de poder. A estas influencias netamente filosóficas, hemos de añadir la influencia del Romanticismo en todos los sectores del arte, desde la música Wagneriana, que exalta la tradición alemana, hasta la filología, como apología del mundo clásico. Esta influencia es fundamental desde su primera obra «El origen de la tragedia en el espíritu de la música». Esta obra marca la nueva perspectiva vitalista de la filosofía nietzscheana al establecer la distinción fundamental entre el espíritu apolíneo y el dionisíaco. La tragedia griega es la expresión más profunda de la vida, que se propone al ser humano como un misterio. Los antiguos griegos, de la mano del Dios de la luz y de la razón, Apolo, aceptaban las simetrías y perfecciones del mundo. De la mano de Dioniso, comprendían los horrores y enigmas de la existencia, de este modo superaron el pesimismo al aceptar a Dioniso, al afirmar el lado oscuro de la existencia, al buscar una salvación a través del arte. La influencia ejercida por Nietzsche en el Siglo XX, ha sido inmensa dando origen a tendencias incluso opuestas. Podemos decir que su pensamiento sigue teniendo una gran actualidad.Aparición del psicoanálisis freudiano, que afirma el hecho de que la conciencia no es más que la superficie de nuestro mundo interior, siendo la superficialidad y el engaño las formas usuales del actuar consciente. El ser humano es un campo de batalla de fuerzas, pulsiones inconscientes, que llevan al ser humano e incluso a la sociedad a un malestar, y a una existencia alienada. La exaltación nietzscheana de las fuerzas irracionales de la existencia, y el Nihilismo, ha dado paso a una de las corrientes filosóficas más representativas en el Siglo XX, la corriente existencialista: Jaspers, Heidegger, y especialmente Sartre son sus deudores. Desde el punto de vista de la filosofía política, la ambigüedad del discurso nietzscheano ha permitido que libertarios y nazis quieran apropiarse de su doctrina cada uno por su lado. Los nazis como buscadores del superhombre han relacionado su pensamiento con Spengler y Rosenberg, los libertarios han realizado una lectura nihilista inspirándose en la transmutación de los valores para alcanzar una sociedad libre. Para algunos neomarxistas como Horkheimer el vitalismo de Nietzsche supone una legítima protesta contra la rigidez de un Racionalismo vacío y uniformador del individuo carácterístico de las formas capitalistas de vida. Es importante también su influencia en el relativismo lingüístico de Benjamín Lee Whorf, en la actual filosofía del lenguaje e incluso en la teoría de la ciencia. Por último hay que señalar la influencia nietzscheana en la literatura y filosofía española contemporánea. Pío Baroja en El árbol de la ciencia; Ortega y Gasset, en Verdad y Perspectiva, de su primera época perspectivista, y en su época vitalista. María Zambrano, por su parte, influida por varias obras de Nietzsche, como Así habló Zaratustra y Aurora, ha criticado y transformado los conceptos de Nihilismo y de muerte de Dios, en un sentido positivo como «la última aparición de lo sagrado».
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