26 Nov

Los Sentidos y el Cuerpo

Dado que el mundo que percibimos presenta características contrarias (corporeidad, cambio, multiplicidad, nacimiento y muerte), los filósofos acaban defendiendo el «platonismo», la existencia de dos mundos: el mundo de los sentidos, pura apariencia, irrealidad, y el mundo verdadero, el Ser, dado a la razón, y horizonte último de nuestra existencia. Una consecuencia de la invención del «mundo verdadero» es la valoración positiva del ámbito del espíritu y la valoración negativa del cuerpo y de los sentidos.

Como dice Nietzsche: «Los sentidos nos engañan acerca del mundo verdadero».

La metafísica comienza con Platón, quien se inventa un mundo perfecto, ideal, absoluto, al que contrapone el desvalorizado mundo que se ofrece a los sentidos.

Platón identifica el Ser con la realidad inmutable y absoluta y relega al mundo de la apariencia lo que se ofrece a los sentidos, esto es, lo cambiante, la multiplicidad, lo que nace y muere.

Este platonismo está en la base de la moral, la cual también está dirigida a anular el papel del cuerpo y de los sentidos en la vida del ser humano. La moral tradicional, que Nietzsche identifica con la moral cristiana, es «antinatural», pues incluye principios y normas que van en contra de las tendencias primordiales de la vida; es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural, como se ve en la obsesión de la moral occidental por limitar el papel del cuerpo y la sexualidad. Frente a ello, Nietzsche intenta recuperar el cuerpo y los sentidos a través de sus conceptos de eterno retorno y voluntad de poder.

Los «Conceptos Supremos» y el Concepto «Dios»

Los «conceptos supremos» de la metafísica, como sustancia, ser o esencia, son puras invenciones para encontrar en ellas el reposo, la regularidad y la calma ausentes del único mundo existente, el que se ofrece a los sentidos. La metafísica es un síntoma de resentimiento ante el único mundo existente, o miedo al caos. Nietzsche encuentra así en la gramática el origen de estos conceptos. El lenguaje y su estructura sujeto-predicado dan lugar a una visión errónea de la realidad: la que distingue sustancias y atributos de la sustancia. La primacía que tienen las frases con el verbo ser en todos los idiomas occidentales favorece una interpretación sustancialista de la realidad, la creencia en entidades dotadas de rasgos permanentes y propios. Si nuestra gramática fuese distinta, nuestra forma de entender el mundo sería también distinta.

Es el lenguaje el que nos hace «confundir lo último con lo primero» -como afirma Nietzsche-, donde lo último, lo menos real, son los conceptos supremos. Cuando Nietzsche predica la muerte de Dios no quiere decir que Dios haya existido y después haya muerto, lo que sería un absurdo. La expresión «Dios ha muerto» se refiere al fin del concepto de Dios, es decir, aunque Nietzsche hable del Dios del cristianismo, en realidad se refiere también a todo aquello que puede sustituirle, porque Dios no es un ser o un objeto sino un esquema de pensamiento que representa lo Absoluto. Dios es la metáfora para expresar todo aquello que sirve a los hombres para dar un sentido a la vida, pero que, sin embargo, se pone fuera de la vida. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere indicar que los hombres viven desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha vivido.

El Arte Trágico y lo Dionisíaco

En su obra juvenil El nacimiento de la tragedia, Nietzsche cuestionó la valoración tradicional del mundo griego que situaba en la Grecia clásica el momento de esplendor de la cultura griega, considerando a Sócrates y Platón como los iniciadores de lo mejor de la tradición occidental, la racionalidad. Frente a esta interpretación, Nietzsche da más importancia a la Grecia arcaica, la del tiempo de Homero. El pueblo griego antiguo supo captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultar ninguna de ellas, y las expresó de forma mítica con el culto a Apolo y a Dionisos.

  • Apolo, dios de la juventud, la belleza y las artes, representaba el equilibrio, la medida y la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional. Para la interpretación tradicional, toda la cultura griega era apolínea, concibiendo al pueblo griego como el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional de la realidad.
  • Dionisos, dios del vino, de la embriaguez, la música y la pasión, y según Nietzsche, el dios de la confusión, la deformidad, el caos, la noche, los instintos, la disolución de la individualidad; los griegos representaban en Dionisos una dimensión fundamental de la existencia, que expresaron en la tragedia y que fue relegada en la cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos.

Nietzsche consideró que la interpretación apolínea es correcta para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior. Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisíaco. La grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no ocultar esta dimensión de la realidad, considerando incluso que lo dionisíaco era la auténtica verdad. Sólo con el inicio de la decadencia occidental, con Sócrates y Platón, los griegos intentan ocultar esta faceta inventándose un mundo de racionalidad. Sócrates inaugura el desprecio al mundo de lo corporal y la fe en la razón.

Contexto

1. Pensamiento del Autor en el Marco de su Obra

Crepúsculo de los ídolos (1888) pertenece al último periodo de la obra de Nietzsche; se escribe, por tanto, después de Así habló Zaratustra. En él radicaliza la crítica característica del segundo período de su producción literaria: la crítica a la metafísica, a la moral, a la religión y a todos los fundamentos de nuestra cultura. Los Ídolos a los que el título del libro alude no son sino las falsas creencias que están en la base de nuestra cultura y de nuestra actitud ante la vida; creencias que han llegado a su ocaso. El objetivo que el libro se propone es derribar esos ídolos, y pretende derribarlos a martillazos; el subtítulo de la obra es a este respecto bien significativo: Cómo se filosofa con el martillo. El libro comienza con una colección de cuarenta y cuatro breves aforismos; pasa a un examen de la figura de Sócrates. Seguidamente, se centra en el papel que la razón ha jugado en la filosofía y en la historia de ésta: La razón en la filosofía y La historia de un error, para continuar con un ataque frontal a la moral vigente, cerrando el libro con una reflexión en cierto modo autobiográfica sobre Alemania y los pensadores más sobresalientes del siglo.

Temas y Significado General

Toda la filosofía de Nietzsche, desde su primera obra hasta la última, se orienta a una crítica radical a la cultura occidental y a nuestra situación en ella. Una crítica a la pretendida racionalidad de dicha cultura, que parte del presupuesto de que hay una verdad previa que el entendimiento humano puede aprehender y expresar cabalmente a través del concepto racional. Tal presupuesto tiene su origen en una valoración negativa de la «vida», en determinadas «intenciones morales», que valoran negativamente la vida.

Precisamente en nombre de ese «algo», que designa con la palabra «vida», pretende un ajuste de cuentas con nuestra cultura decadente, abriendo paso a un tipo de hombre y a una cultura superior.

Su punto de partida es el hecho incuestionable de la decadencia del hombre y la cultura moderna europea. Su crítica supone un efectivo interrogante acerca del camino por ella recorrido, una sospecha inquietante acerca de la solidez de sus cimientos y acerca de la estabilidad del edificio entero. El diagnóstico de Nietzsche es tajante: bajo esa aparente sólida racionalidad se esconde debilidad, la incapacidad para enfrentarse al verdadero sentido trágico de la existencia.

2. El Pensamiento del Autor en la Historia de la Filosofía y/o en su Época

La posición de Nietzsche en la Historia de la Filosofía no es irrelevante.

El siglo XIX está marcado por la aparición de múltiples pensadores. A principios de siglo Kant dio paso al romanticismo y al idealismo de Fichte, Schelling y Hegel, en un intento por recuperar lo olvidado por la filosofía ilustrada. A la muerte de éste último se produce un giro del idealismo hacia el materialismo. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, nos encontramos con diversas corrientes: el positivismo de Comte, el socialismo científico de Marx y Engels, el historicismo de Dilthey y el «vitalismo», corriente en la que se enmarca nuestro autor. Pero los pensadores realmente decisivos del siglo XIX son aquellos que con sus ideas destruyeron los pilares del pensamiento occidental; se les llama «maestros de la sospecha» porque llevaron la duda y la desconfianza a la manera tradicional de entender el mundo y la vida: Marx, Nietzsche y Freud.


Partiendo de la inmanencia nietzscheana respecto al mundo y la vida, Platón y su dualismo de mundos «verdadero» y «aparente» constituyen un punto de enfrentamiento. Platón, para Nietzsche, forma parte de la historia del error que ha dañado a la humanidad y la ha conducido al nihilismo y a la destrucción.

Kant, con su distinción de fenómeno y noúmeno y con su presuposición del más allá a partir del hecho de la moral, suscita los más variados epítetos del repertorio de Nietzsche calificándolo como nebuloso, cristiano alevoso, etc.

Deja un comentario