31 Mar

Empirismo y Empirismo Británico

El empirismo, a diferencia del racionalismo, sostiene que el conocimiento proviene fundamentalmente de la experiencia. Según esta corriente, la mente humana es una «tabula rasa» (pizarra en blanco) al nacer, desprovista de ideas innatas, y todo conocimiento se deriva de la experiencia sensorial. El empirismo británico, desarrollado prominentemente en los siglos XVII y XVIII por filósofos como John Locke, George Berkeley y David Hume, subraya que tanto los objetos externos como nuestros propios sentimientos y emociones son parte integral de la experiencia que conforma el conocimiento. Desde esta perspectiva, la mente es considerada pasiva y receptiva en su origen, organizando posteriormente los datos que los sentidos le proporcionan. Este enfoque se basa en gran medida en el análisis introspectivo y psicológico para comprender cómo adquirimos y estructuramos nuestro saber.

La Ciencia del Entendimiento Humano según Hume

David Hume, en su influyente obra Tratado sobre la naturaleza humana, se propuso desarrollar una «ciencia» del entendimiento humano. Su objetivo primordial era investigar los límites del conocimiento y determinar si nuestras creencias pueden justificarse mediante razones suficientes. Para lograrlo, realizó un minucioso análisis de los contenidos de la mente, identificando los diferentes tipos de percepciones y examinando cómo se relacionan entre sí y con la experiencia. Hume consideraba que esta ciencia del entendimiento humano serviría como base fundamental para el resto de las ciencias.

Impresiones e Ideas en la Filosofía de Hume

David Hume distingue dos tipos fundamentales de contenidos mentales: impresiones e ideas.

  • Las impresiones son percepciones intensas, vívidas e inmediatas, como las sensaciones directas o las emociones sentidas en el momento.
  • Las ideas son representaciones mentales más débiles, copias o reflejos de las impresiones.

Las impresiones pueden ser de dos clases:

  1. Impresiones de sensación: Aquellas que provienen directamente de los sentidos (ver un color, oír un sonido).
  2. Impresiones de reflexión: Aquellas asociadas a ideas previas, como las emociones o pasiones (sentir alegría al recordar un evento feliz).

A su vez, las ideas también se clasifican en:

  • Ideas simples: Copias directas de impresiones simples (la idea del color rojo).
  • Ideas complejas: Copias de impresiones complejas o combinaciones de ideas simples realizadas por la mente (la idea de una montaña dorada).

Hume establece que la mente organiza las ideas según ciertos principios de asociación: semejanza, contigüidad (en tiempo o espacio) y causa-efecto. Estos principios explican por qué nuestras ideas tienden a conectarse de manera regular y coherente, incluso en nuestros sueños o fantasías. Para Hume, el criterio de verdad fundamental es que una idea solo es válida si corresponde o puede rastrearse hasta una impresión original.

Asociación de Ideas y Tipos de Conocimiento

Hume sostiene que el pensamiento humano está intrínsecamente limitado por la experiencia, contrariamente a la visión racionalista de una razón potencialmente ilimitada. Según su principio de copia, todas nuestras ideas, sin excepción, provienen en última instancia de percepciones previas, ya sean sensoriales (impresiones de sensación) o emocionales (impresiones de reflexión). Las ideas complejas se forman a partir de ideas simples, que a su vez son copias de impresiones. Por lo tanto, no podemos tener conocimiento genuino de aquello que no hemos experimentado directa o indirectamente, como entidades ficticias (unicornios) o conceptos metafísicos abstractos (Dios, sustancia).

Hume distingue dos tipos de conocimiento o proposiciones:

  • Relaciones de ideas: Son verdades necesarias, universales y demostrables mediante la razón pura, independientes de la experiencia. Pertenecen a este ámbito las matemáticas y la lógica (ej. «el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos»). Negar una relación de ideas implica una contradicción lógica.
  • Cuestiones de hecho: Son conocimientos contingentes que se refieren al mundo empírico y solo pueden verificarse a través de la experiencia. Pertenecen a este ámbito las ciencias naturales y nuestras afirmaciones sobre la existencia y comportamiento de las cosas (ej. «el sol saldrá mañana»). Negar una cuestión de hecho no implica contradicción lógica, simplemente es falso según la experiencia.

El principio de copia lleva a Hume a rechazar la metafísica tradicional, ya que considera que sus conceptos centrales (como sustancia, alma o Dios) no se basan en impresiones sensibles y, por lo tanto, no constituyen conocimiento verdadero, sino meras especulaciones.

Crítica al Principio de Causalidad

Hume dirige una crítica profunda al concepto de causalidad, tal como era entendido por filósofos anteriores (como Descartes) y utilizado en la ciencia de su tiempo. Tradicionalmente, la causalidad implicaba una conexión necesaria entre una causa y su efecto, un vínculo que permitía predecir con certeza y que era fundamental para argumentos sobre la existencia de Dios o para explicar los fenómenos naturales.

Sin embargo, Hume argumenta que no podemos tener conocimiento cierto del futuro, ya que no poseemos impresiones directas de lo que aún no ha sucedido. Nuestras inferencias causales (por ejemplo, la creencia de que el fuego siempre calentará el agua) no se basan en la percepción de una conexión necesaria entre la causa y el efecto, sino en la costumbre o el hábito generado por la experiencia pasada de observar repetidamente la conjunción constante de dos eventos. Observamos que un evento (causa) es seguido por otro (efecto), pero nunca observamos el «poder» o la «necesidad» que los une.

Hume sostiene que la causalidad, entendida como la hemos experimentado, no garantiza que los mismos efectos siempre se seguirán de las mismas causas en el futuro. Solo sabemos que, en el pasado, ciertos efectos han seguido consistentemente a ciertas causas. Por lo tanto, nuestro conocimiento sobre eventos futuros basado en la causalidad es solo una creencia razonable, producto del hábito, pero no un conocimiento absolutamente cierto. Esta crítica plantea el famoso problema de la inducción: las generalizaciones que hacemos a partir de la experiencia pasada (leyes inductivas) carecen de una justificación lógica definitiva para aplicarse a casos futuros, ya que no podemos asegurar que la naturaleza continuará comportándose uniformemente como lo ha hecho hasta ahora.

Rechazo de la Metafísica: Sustancia, Yo y Dios

Consecuente con su empirismo radical, Hume critica tres conceptos clave de la metafísica tradicional: la sustancia, el yo (o alma) y Dios.

Sustancia

Filósofos empiristas anteriores, como Locke, aunque críticos, aún admitían la idea de una sustancia como el soporte incognoscible de las cualidades (color, sabor, textura) que percibimos en los objetos. Hume, sin embargo, rechaza por completo la noción de sustancia material. Argumenta que no tenemos ninguna impresión directa de un «sustrato» subyacente a las cualidades; solo percibimos las cualidades mismas (un conjunto de impresiones). La idea de una sustancia permanente que existe independientemente de nuestras percepciones es una ficción de la mente. La creencia en la existencia continua de los objetos externos, incluso cuando no los percibimos, se debe a la constancia y coherencia de nuestras impresiones, que la imaginación extiende más allá de la percepción directa, pero no a una experiencia real de la sustancia.

El Yo o Alma

Hume refuta igualmente la idea cartesiana de un «yo» como una sustancia pensante simple, permanente e idéntica a sí misma a lo largo del tiempo. Aplicando su método, busca la impresión que da origen a la idea del yo. Al introspeccionar, afirma, solo encontramos un flujo constante de percepciones particulares (calor, frío, amor, odio, pensamientos, sensaciones) que cambian rápidamente. No existe una impresión simple y constante que corresponda a un «yo» permanente. La sensación de identidad personal, concluye Hume, es una ficción creada por la memoria y la imaginación, que tienden a conectar la sucesión de impresiones y ideas, generando una ilusión de unidad y continuidad.

Dios

Finalmente, Hume critica los intentos de demostrar la existencia de Dios, especialmente aquellos basados en el principio de causalidad (argumento cosmológico o del diseño), como los propuestos por Descartes o Locke. Dado que no tenemos ninguna impresión sensible directa de Dios, y dado que la causalidad solo puede aplicarse legítimamente entre objetos de experiencia, Hume considera inválido cualquier argumento que pretenda inferir la existencia de una Causa Primera o un Diseñador Inteligente a partir de nuestras experiencias particulares del mundo. La idea de Dios, al no derivarse de ninguna impresión, queda fuera del ámbito del conocimiento legítimo.

En resumen, Hume sostiene que la metafísica tradicional, al intentar ir más allá de los límites de la experiencia sensible, no proporciona conocimiento válido. Sus conceptos fundamentales (sustancia, yo, Dios) son ideas complejas sin una base empírica directa y, por lo tanto, deben ser rechazadas como especulaciones sin fundamento.

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