03 Jun
DEMOGRAFÍA
1. Fuentes
Los censos y recuentos generales de los siglos XVI al XVIII son la única información con la que contamos para conocer la población de España en la época moderna, exceptuando recuentos puntuales. Prácticamente ninguno de estos recuentos tenían finalidad demográfica, sino que la finalidad era fiscal o militar. En la segunda mitad del siglo XVIII se va a empezar a incluir una finalidad demográfica, es decir, saber cuál es el estado de la población, porque se entiende que la actividad económica depende de la población que la desempeña (si hay más o menos gente, más o menos consumidores, etc.) Esto hace que a mediados del siglo Ensenada y otros empiecen a pensar en el estado de la población, pero la información anterior cuenta con limitaciones al no recoger siempre a toda la población. A diferencia de lo que sucede en otros territorios europeos, Castilla y Aragón cuenta con bastantes censos y recuentos, por lo que tenemos información, pero donde menos es en el siglo XVII, que son estudios parciales e incompletos de determinados territorios (las cifras globales son aproximaciones). Sin embargo, en el siglo XVIII los censos son más completos, por ejemplo el Censo de Floridablanca.
Dentro de la documentación eclesiástica tenemos que tener en cuenta que la finalidad es pastoral y canónica, así que desde el punto de vista demográfico debe tomarse como indicador de tendencia. Los libros de cofradías pueden ser obligatorios al llegar a una determinada edad, por lo que nos puede ir marcando un estado de una determinada parte de la población. De la misma manera la compra de bulas también pueden ser un informe de la población y los informes de visitas pastorales.
Hay otras informaciones a las cuales se acude cuando no hay más remedio, no hay censo, documentación parroquial, etc. Por lo que generalmente se usan para completar la información de las fuentes más usuales o como indicadores de una tendencia cuando no se cuenta con documentación más amplia. Son de carácter “cuantitativo”, como padrones de moneda forera, contratos de foro, libros de ingreso… y los de carácter “cualitativo” son informes, libros de viaje… Todo lo que veremos a continuación son resultados elaborados y construidos a raíz de estas fuentes, civiles, eclesiásticas, de otro estilo… por lo que son fuentes parciales y limitadas, y los resultados que vamos a ver son resultados que no muestran el valor completo.
2. Rasgos generales de la población
Nos centraremos en tres cuestiones que son comunes, pero con peculiaridades o diferencias respecto al continente europeo:
Volumen escaso de población
Es decir, densidades bajas en comparación con Europa, y sobre todo con países próximos como Italia, Francia… Lo que se estima a raíz de 1500 son unos cálculos a los que se llega a 7 millones de habitantes, es el volumen de población de manera aproximada. A la altura de 1800 tenemos la cifra probablemente extraída del censo de Floridablanca, y llega a 10 millones, pero en el siglo XVII hay un descenso de la población, por lo que el crecimiento no fue uniforme ni estable. Para saber si es mucho o poco comparamos con otros lugares de Europa, y así tenemos la prueba de que la población es escasa, ya que España en el siglo XVI tiene una densidad media de 7 habitantes/km2, algo distante a Gran Bretaña, Francia… Las densidades de población tan escasas genera una cierta preocupación de los políticos ilustrados, ya que el crecimiento es lento al depender del territorio que se puede ir ocupando. A pesar del bajo nivel de ocupación de territorios, España va a ser un territorio por el cual se marche población, ya sea por vía forzada (expulsión de los moriscos por ejemplo, que significó una consecuencia grave en la propia demografía y la marcha de una mano de obra especializada) o voluntaria.
Reparto desigual de la población
Reparto que cambiará con el tiempo. La situación a finales del XVI es la de una desigual ocupación en Castilla y Aragón, ya que hay más población en Castilla al contar con el 84% de la población mientras que Aragón sólo contaba con el 15%. La segunda diferencia es que a finales de siglo tanto en Castilla como Aragón, tenemos áreas determinadas en las cuales se concentra más población: País Vasco en el caso de Castilla y en el de Aragón Valencia. A finales del XVIII este reparto irá cambiando, no es que la población se desplace, sino que van a crecer las áreas periféricas litorales en comparación con el interior, por lo que el interior va a ir perdiendo población. Esto significa que España es un territorio con densidades bajas, pero que internamente no se distribuyen igual, sino que varía del siglo XVI al XVIII. En el XVI las más pobladas son las áreas del interior, y en el XVIII la población llega a concentrarse en la periferia peninsular más que en el centro. Si a esto añadimos el proceso industrializador posterior y el crecimiento de la migración interna entre grandes áreas las zonas interiores se irán despoblando cada vez más.
Población mayoritariamente rural
La distribución de la población española presenta particularidades significativas en relación con su contexto europeo. Aunque una gran parte de la población reside en áreas rurales, España ocupa una posición intermedia en términos de urbanización, medida por el porcentaje de personas que viven en ciudades con más de 10.000 habitantes. Durante el siglo XVI, España experimentó un nivel intermedio de urbanización en comparación con otras regiones europeas, donde el proceso de urbanización estaba en pleno desarrollo. A pesar de esto, la proporción de población urbana en España se mantuvo relativamente estable, a diferencia de otros lugares donde estaba en aumento. Sin embargo, en el siglo XVII, se observa una disminución en la población urbana debido a una crisis, lo que condujo a una tendencia hacia la ruralización.
Existen casos excepcionales, como el de Madrid, que pasó de ser una villa con alrededor de 25 mil habitantes en el siglo XVI, a convertirse en un centro urbano en expansión a partir del siglo XVII, especialmente después de que Felipe II estableciera la corte en la ciudad. Por otro lado, Toledo, que había sido la ciudad imperial, experimentó un crecimiento poblacional continuo hasta los reinados de Felipe II y Felipe III. Sin embargo, una vez que Madrid se consolidó como la capital definitiva, la población de Toledo experimentó un declive notable en la segunda mitad del siglo XVII.
Otro aspecto es que el mundo urbano se va a convertir en una atracción para campesinos empobrecidos que no tienen cómo subsistir o para aquella población que pierde sus recursos, en el mundo rural ya no pueden mantenerse. Esto dará lugar a la concentración y aparición de características muy diferentes del mundo rural.
3. Evolución de la población, siglos XVI- XVIII
En términos relativos lo que nos encontramos es con un esquema general: un siglo XVI expansivo desde el punto de vista demográfico con un crecimiento global; en el XVII nos encontramos con una caída de la población; y en el XVIII con un crecimiento sostenido y acentuado que supone en torno a un 40%. Evidentemente ni todas las áreas crecieron o se vinieron abajo, hay diferencias y comportamientos diversos que tienen que ver con la relación entre la evolución demográfico con los recursos económicos disponibles cada año, por lo que los crecimientos tienen que ver con los problemas de los recursos (además de la contracción económica también hay un descenso de la población).
→ La población en el siglo XVI
Acuerdo en afirmar el carácter expansivo del siglo, a la vista de los datos de los vecindarios. No obstante, es un siglo moderadamente conocido, por los problemas en la determinación de los niveles de población. Todos los autores coinciden en que esa población va a crecer hasta más o menos finales de siglo. Es un crecimiento desigual en los territorios de las dos coronas: en Castilla sobre un 40% y en Aragón sobre un 30%. El perfil de la tendencia es más o menos el mismo. Este crecimiento del XVI es una expansión que se corresponde con un ciclo demográfico antiguo: tiene unos parámetros de alta natalidad y mortalidad, y puede crecer debido a que hay pocos episodios que elevaron la mortalidad. La segunda mitad empieza a ser más complicada, por eso a final de siglo con la crisis epidémica llega la crisis (por otra parte, la expansión económica ayudaría a una recuperación más rápida). La esperanza de vida al nacer es en torno a los 25 años y la mortalidad infantil en el primer año es de un 200 por mil. Con estos parámetros cualquier alteración podía resultar crítica y aumentar la mortalidad. En la segunda mitad del siglo hay una sucesión de malas cosechas, epidemias… que vas a repercutir de manera grave en áreas de la Corona de Aragón y Castilla, de manera que el crecimiento del XVI es general pero empieza a tener problemas. La posterior caída de población del XVII no es resultado de esta crisis epidémica, hay otras circunstancias que van a afectar a la marcha de la población (una de carácter económico, industrial, recursos, condiciones financieras…) Las sucesivas medidas de Felipe II significaron incrementar los impuestos, e incrementar los impuestos de una población campesina con menores rendimientos agrarios e industriales hace que en términos demográficos se compliquen las condiciones para que la población pueda seguir creciendo. A finales del XVI vemos que hay un distinto comportamiento demográfico de una epidemia en zonas rurales y urbanas. En las urbanas se ve que la caída de bautismos es mucho más drástica, ya que la población que no encuentra medios en el mundo rural emigra a la ciudad más próxima, haciendo que se incrementen los problemas propios de una epidemia. En las áreas urbanas se acentúan los índices de mortalidad. A finales del XVI el número de bautismos cae en las dos áreas. El crecimiento de la población se ve a lo largo del XVI, pero hablamos de un crecimiento que se apoya en la expansión económica, como la industria textil. Tiene una base de carácter expansivo (ocupación de tierras abandonadas, luego las no labradas), por lo que se llega a un punto en el que esa extensión no se puede seguir ampliando.
→ La población en el siglo XVII
La idea general en el siglo XVII era hablar de la crisis general, y en el caso de España se señalaba que un reflejo de esa crisis general era la pérdida de población. Es verdad que en este siglo, sobre todo hasta el reinado de Carlos II, hubo un cúmulo de circunstancias que marcan el inicio de la decadencia de la monarquía (fue creciendo en el XVI, pero con los problemas derivados con los Países Bajos, Guerra de los Treinta Años, alteraciones andaluzas, aragonesas….) Vemos crisis económicas y políticas, pero en el aspecto demográfico no podemos hablar de una crisis general en el sentido de que no todos los territorios de la Península tuvieron el mismo comportamiento, y en aquellas áreas donde se detecta una pérdida de población continuada vemos que no se dio durante todo el siglo XVII. Los tres grandes modelos demográficos son:
A) El noratlántico
La población crece, no hay crisis demográfica salvo los años finales del XVI y primeros del XVII. Si hablamos de números vemos que de media la población entre 1600 y 1700 crece aproximadamente un 65%, y en el caso de Galicia crece en torno un 74%. Los datos proporcionados por las bulas son el supuesto del que partimos al carecer de otras informaciones, por lo que viendo la venta de bulas llegamos a un crecimiento de un 74% hasta 1700.
El crecimiento de esta zona se debe a que cuenta con más recursos económicos de base agrícola, como el maíz. En la primera mitad del XVII va a crecer muy rápidamente la producción agrícola (por encima de la población), y en la segunda mitad del XVII la población se acelera superando el crecimiento del producto agrícola (esto explica la ralentización del crecimiento entre finales del XVII y principios del XVIII). El consumo de maíz en determinadas condiciones produce el mal de la Rosa, no sucedió en el caso de Galicia pero si en Asturias.
B) El interior
La población se estanca si vemos el punto de inicio y el final, habrá un periodo de pérdida de población pero habrá una recuperación final. Este área va desde la sierra de Sevilla hasta sierra Morena, pero también cuenta con un área litoral y prelitoral bastante extensa. Hablando de números vemos que entre 1600-1700 hay una pérdida de población más acentuada en unos casos que en otros, siendo Andalucía la que menos pierde. Hay menos población en estos territorios a finales del XVII que a finales del XVI, pero hay que saber el perfil que sigue:
- En la primera etapa vemos que en el primer tercio del XVII la población cae, en el segundo tercio la población se mantiene en este fondo; y en el último tercio del XVII se inicia la recuperación. Así con todo, esta recuperación no llega hasta el punto de inicio. En Castilla León, en Castilla La Mancha y Extremadura el perfil es similar.
En este modelo afecta la peste Mediterránea de 1650, lo que va a acentuar la caída del XVII. Una epidemia es un problema de salud pública y económica, ya que se frena la actividad comercial.
C) El Mediterráneo
Engloba desde el estrecho de Gibraltar hasta Cataluña y es un modelo mixto (entre el noratlántico y el interior): parte de la caída del interior, pero tiene una recuperación rápida que hace que se aproxime al modelo noratlántico. Los datos son menores, pero aún así podemos distinguir un ligero descenso de población en Cataluña, pero muy distante de lo que sucedió en el interior. En este modelo se unen dos factores: una caída fuerte y una recuperación rápida.
En el caso de Valencia tuvo lugar la expulsión de los moriscos que va a suponer la expulsión de un 30-40% de su población. A nivel económico afectó a que esta población se concentra en explotaciones agrícolas de regadío que quedarán desatendidas y a nivel demográfico acentuó el estancamiento destacado desde años atrás.
En resumen, para explicar este comportamiento hay que tener en cuenta los tres comportamientos demográficos que responden a tres comportamientos económicos diferentes. Pueden crecer con un carácter general como en el norte, pero en el caso del litoral crecen debido a actividades económicas.
→ La población en el siglo XVIII
La trayectoria se corresponde con un crecimiento generalizado de la población que se va a mantener en el siglo XIX. Es un crecimiento que marca la transición hacia un régimen demográfico moderno con tasas bajas de natalidad y mortalidad, por lo que hay períodos en el que la distancia entre nacimientos y defunciones es muy grande. En términos generales se admite un crecimiento de unos 3 millones de habitantes, aunque con diferencias entre las apreciaciones de los autores sobre los volúmenes de población a causa de las inexactitudes de los vecindarios. La población va a crecer en toda la Península, con un mayor crecimiento en la periferia que en el interior, por lo que a finales del siglo XVIII en la periferia noratlántica y mediterránea los niveles son mucho mayores. Las causas del crecimiento se debe a que hay menos crisis, tanto epidémicas como agrarias, debido a que se pudieron eliminar algunos obstáculos que no dependen de decisiones ni políticas ni humanas. Nos encontramos con que hay un cierto relajamiento en la mortalidad infantil y juvenil; mejoras económicas (área mediterránea); mejoras en infraestructuras y política económica; y algunas actuaciones políticas que potenciaron el crecimiento de algunas áreas (intento de establecimiento de nuevas poblaciones en Sierra Morena, por ejemplo). En el siglo XVIII nos encontraremos con un perfil que será algo distinto al XVI por las variaciones de intensidad, encontrándonos aquí con un crecimiento generalizado de la población que se va a mantener después en el siglo XIX. Este crecimiento es un crecimiento en transición hacia un régimen demográfico moderno. En la fase de transición tendremos primeramente que empezarán a descender las tasas de mortalidad, mientras que las tasas de natalidad tienden a mantenerse y a bajar más tardíamente, lo que significa que en la fase de transición hay períodos donde la distancia entre nacimientos y defunciones es muy grande. Vemos así que parte del crecimiento del siglo XVIII sucede porque se estaría iniciando esta fase de transición hacia un régimen moderno, comenzando a mitigar las causas de la mortalidad. Se consolidarán en este momento los tres grandes modelos demográficos del siglo XVII y las diferencias de estos, observando que la población crecerá en todas partes y en los tres modelos, pero sobre todo en la periferia (tanto en la periferia noratlántica como mediterránea), mientras que las áreas del interior crecerán a un ritmo más lento. La causa del crecimiento general del siglo XVIII (que irá en línea de la tendencia de las poblaciones europeas) no será que suceda una revolución demográfica como tal sino la eliminación de algunos obstáculos como:
- Una recurrencia menor de epidemias y de crisis agrarias, que disminuiría la mortalidad catastrófica.
- Un cierto relajamiento en la mortalidad infantil y juvenil.
- Mejoras económicas (especialmente en el área mediterránea).
- Algunas mejoras en infraestructuras y en política económica.
- Algunas actuaciones políticas que potenciaron el crecimiento de algunas áreas (como el potenciamiento poblacional que se realizó en la zona despoblada de Sierra Morena con alemanes).
- Mejoras en la higiene y la salubridad de las ciudades.
Tenemos sobre esto un recuento de legislación en materia sanitaria de los años 1700 al 1820 donde vemos que, de las 240 disposiciones totales sobre los aspectos de salud pública o sanitarias, de la primera mitad del siglo XVIII son pocas. El hecho de que existiese tanta legislación no implica que todas las medidas se aplicasen, tardando mucho tiempo en ser efectivas. El caso más vistoso de esta lentitud o resistencia a la creación de mejoras de higiene y salubridad en las ciudades lo tenemos en el caso de los cementerios y su legislación (dónde tenían que construirse), observando que a finales del XVIII (tras una epidemia en País Vasco derivado de un cementerio) se creó una Real Cédula en la que se hablaba de trasladar los cementerios fuera de las ciudades y, si fuese posible, a lugares ventilados; pero a pesar de esto se seguirán viendo cementerios tanto en las parroquias como en el propio mundo urbano. Hubo resistencia por pensar algunos que los cementerios extramuros eran menos santos que los parroquiales, sumado a la necesidad de financiación para estos nuevos cementerios y para trasladar los derechos de entierro. Es por esto que el proyecto terminó quedándose en nada como muchos otros, aunque llegaron a establecerse diversos cementerios extramuros (La Cavada en 1806, San Cipriano en Oviedo en el 1809, Torrelavega en 1809, Logroño en 1812, Reinosa en 1833, Tui en 1834, Betanzos en 1837, Bonaval en Santiago en 1846…).
Movimientos migratorios
→ Migraciones de “radio corto”
A pesar de la idea que podemos tener de que las poblaciones del Antiguo Régimen eran estables, llegaron a existir diversos movimientos de población en distancias variables, observando así varios ejemplos tanto de movimientos de radio corto como de larga distancia. Nos centraremos en primer lugar en los movimientos poblacionales de “radio corto”, es decir, aquellos que suceden en el interior de un entorno próximo a una ciudad, como sería el caso de los inmigrados de Barcelona, que procedían en su mayoría del entorno próximo de esta (de varios lugares de Cataluña, Rosellón, Francia…).
→ Migraciones de “radio medio”
En el caso de las migraciones de “radio medio”, destacando para esto los registros de extranjeros que se asientan en la Península, como en el cuadro de a continuación, donde vemos un registro de italianos y de malteses (además de otros extranjeros), siendo en su mayoría los que aparecen en este registro comerciantes, industriales… que vivieron en España y se asentaron en diversos lugares, especialmente en aquellos donde puede haber una mayor prosperidad económica. Estos registros se solían hacer en períodos conflictivos en la política exterior, en momentos de enfrentamiento (político o militar) por ejemplo entre España e Inglaterra o España y Francia. Esta tabla se tratará de un registro del 1791, teniendo así que ver con la Revolución Francesa, sirviendo para tener localizada y controlada a la población extranjera por si pudiesen tener relación con potencias enemigas. Aquí veríamos, como ya mencionamos, más comerciantes o industriales con sus respectivas familias, siendo inmigrantes no por necesidad económica sino por asuntos políticos (a diferencia de en los registros matrimoniales). Nos darían así información sobre donde la población extranjera buscaba asentarse, repartiéndose como bien podemos ver en la tabla los mayores porcentajes en Andalucía (sobre todo en el entorno de Cádiz o Málaga por su capacidad por comerciar con América además de observar actividad industrial), Madrid (por razones obvias, siendo la capital), Aragón (especialmente las ciudades de Barcelona y Valencia por su actividad industrial, textil, producción e importación agraria…)
→ Migración de larga distancia
La migración de “larga distancia” se realizaba principalmente hacia territorios americanos. Esta migración la podemos conocer con más o menos solvencia hasta mediados del siglo XVIII, momento de la ruptura del monopolio con América, saliendo muchos de estos migrantes desde Cádiz o Málaga (era más complicado salir desde Sevilla por la salida que esta tenía, siendo mucho más operativo desde Cádiz). Hasta mediados del siglo XVIII todas las personas que querían pasar a América debían pasar por la casa de contratación de Sevilla (posteriormente en Cádiz), donde se crean las cartas en las que se recogen datos como que son cristianos viejos que no proceden de judíos o moros, que no han sido procesados por la inquisición, si son hidalgos (presentando títulos)… Esto sería lo que sucede con la migración legal a América, viendo en registros del siglo XVI una migración ilegal a América que estaría protagonizada por las personas más próximas al puerto de Sevilla (andaluces, castellanos…).
En cuanto a la migración ilegal los modelos cambiarían, recurriendo la población a vías diferentes. Cabe pensar que muchos de los gallegos que emigraban a Lisboa lo hacían con la finalidad de pasar por alto el control de la Monarquía Hispánica para embarcar a América desde Portugal. Lo mismo pasaba en las Islas Canarias, con barcos que paraban en su camino a América, evadiendo así una vez más el control de la Corona. Esta migración ilegal sabemos que existe gracias a testimonios, pero es más difícil de constatar y de rastrear. Sabemos además de la existencia de otra vía de inmigración ilegal que sería el embarque como tripulación en los barcos que partían a América, lo que sabemos siguiendo los registros de salida y de llegada de los barcos, pues había que dar cuenta en ambos momentos de la población que se iba y que llegaba, y siguiendo estos registros de los barcos nos encontramos con situaciones como por ejemplo en Cádiz donde un galeón sale con 78 habitantes y al llegar a Cartagena de Indias llegan únicamente 65, suponiendo así el autor que al llegar el barco a Cartagena de Indias una parte de la tripulación aprovechan para huir y quedarse en América, de ahí que en el registro siguiente el número sea menor.
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