06 Nov
TEMA CENTRAL: LA MORAL AUTORITARIA FRENTE AL DESEO DE LIBERTAD
El asunto central de la obra es el combate entre una mamá autoritaria y convencional, Bernarda, y el deseo de libertad, representado por Mª Josefa y Adela. Hablamos de un combate entre 2 reacciones vitales y 2 ideologías: la reacción que defiende una forma de vida dominada por las apariencias, la moral clásica basada en el totalitarismo y las convenciones sociales y, de otro, la reacción que procura la independencia personal ante cualquier tipo de imposición.El combate entre un modelo de conducta autoritario y duro y otro modelo abierto y progresista, se expone a partir del principio de la obra. Mª Josefa, su mamá, y Adela, una de sus hijas, tratan de rebelarse y encarar a aquel dominio. El autoritarismo de Bernarda está presente desde su primera intervención.Obliga un luto de 8 años por el deceso de su esposo y marca rígidamente la conducta que han de tener sus hijas relacionadas con los hombres, a lo largo de la era del luto. Sin embargo el fomento cariñoso de Adela, sus ansias de independencia, son más fuertes que su miedo a la autoridad materna. Su suicidio, último símbolo de revolución, en custodia de una independencia imposible, cierra de manera definitiva para sus hermanas el camino hacia la independencia. Con el desenlace trágico de Adela (último símbolo de revolución en protección de una independencia imposible) se corta para sus hermanas el camino de la independencia. Mª Josefa, mamá de Bernarda, encauza su revolución por medio de la locura, única vía de escape para su aislamiento en una habitación, una penitenciaría en otra penitenciaría. Tanto la postura de Adela como la de Mª Josefa, frente a la opresión de Bernarda, resultan estériles
TEMAS SECUNDARIOS
El amor sensual, la búsqueda del varón:
Se manifiestan alusiones a la pasión amorosa y a los hombres por 2 senderos diferentes: mediante referencias a historias amorosas sucedidas fuera de escena: los requiebros eróticos del difunto esposo de Bernarda a la Criada, lo sucedido a Paca la Roseta, los principios turbios de Adelaida, el frustrado romance con Enrique Humanes, el testimonio a la Poncia de Evaristo el Colorín, el episodio agresivo de la hija de la Librada; y mediante experiencias auténticas de los particulares como los indicios de la pasión de Adela (el abanico, el vestido verde, su actitud al conocer que Pepe se desea casar con Angustias, su combate con Martirio, enardecimiento por el caballo semental, las estrellas y la belleza de la noche…).
Martirio además se enamora del Romano y guarda su pasión secretamente, aunque al final se confronta con Adela en el tercer acto (“Lo quiero”).Ya en el acto primero se nos ofrecen ciertos indicios de su pasión: el abanico de flores rojas y verdes, que simbolizan amor y pasión, y el vestido verde, con el que acude al corral a mostrarse a las gallinas. En el acto tercero, se insiste en el fervor cordial de Adela aludiendo al caballo semental (símbolo de la pasión erótica) y a las estrellas y la belleza de la noche.
La hipocresía, el mundo de las falsas apariencias:
La preocupación por las apariencias se refleja simbólicamente en la obsesión por la limpieza de Bernarda, es una constante en la vida del pueblo, amarga la vida de sus hijas. El miedo a la murmuración marca el comportamiento de Bernarda. Las primeras palabras de Bernarda al escuchar el alboroto de sus hijas tras la desaparición del retrato de Pepe el Romano se referirán a sus vecinas: «Estarán las vecinas con el oído pegado a los tabiques».La honra:
ligado al asunto de las apariencias y vinculado al asunto del amor, surge el sentido de la honra que guía a Bernarda y a Poncia, guiadas por unos principios convencionales firmes, y que impera en el poblado, lo cual hace viable el linchamiento de la hija de la Librada. Esta honra habrá de ser salvaguardada al costo que sea y nuestra Bernarda, queriendo imponerse a la verdad, mencionará que su hija menor ha muerto virgen (“¡Mi hija ha muerto virgen!.
Los sentimientos de odio y de envidia presiden las relaciones humanas
El orgullo clasista de Bernarda produce rencor en las mujeres del pueblo. Las criadas expresan su odio de clase, tanto entre ellas como con los patrones: Poncia, que ha de agradecer la “protección” de Bernarda, muestra abiertamente su resentimiento hacia su ama (“… un día me hartaré… y le estaré escupiendo un año entero”); Bernarda, constantemente dispuesta a herir a los otros, es el ejemplo más evidente de antipatía hacia todos: el esposo muerto, la mamá, los convecinos a inclusive sus hijas (es de resaltar el instante final, una vez que es incapaz de sentir el mínimo dolor por el deceso de Adela, su hija menor).La injusticia social, el orgullo de clase
Las interrelaciones humanas permanecen jerarquizadas y dominadas por la mezquindad y la violencia: en el estrato más alto, Bernarda y su familia; en seguida, la Poncia; luego, la Criada; y al final, la Mendiga. Las interrelaciones humanas permanecen jerarquizadas y dominadas por la rudeza y la mezquindad del que ocupa el estrato preeminente con quien está en una postura inferior; y por la postura resignada –teñida de odio- de quienes permanecen en los escalafones inferiores hacia Bernarda.
La marginación de la mujer:
Estas mujeres viven con una aparente independencia, al margen de la sociedad y son condenadas moral e, inclusive, físicamente por la crítica del pueblo; y otro con base en una cierta concepción de la decencia, a la que Bernarda somete a sus hijas. La conducta femenil con base en la honra y la decencia aparentes involucra una sumisión a las reglas sociales y convencionales, que discriminan a la mujer en beneficio del hombre. Mientras tanto que a la dama le está vedada cualquier inclinación o fomento afable, al hombre le está permitido conservar interrelaciones extramatrimoniales. El matrimonio era una convencíón social regida por el clasismo, está disociado del erotismo, al que solo puede acceder el hombre.
Se pone de manifiesto la sumisión familiar de la mujer al varón. Según Martirio, a los hombres sólo les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que le dé de comer. Las mujeres gritan su derecho a la vida, en distintas formas, que van desde el amor hasta la neurosis, pero las imposiciones sociales son más fuertes que ese derecho. “Silencio” es la primera y última palabra de Bernarda, con ella se abre y se cierra la obra, el autoritarismo y las convenciones sociales han vencido definitivamente al anhelo de libertad, eje central de este drama de mujeres en los pueblos de España.
TEMA CENTRAL: LA MORAL AUTORITARIA FRENTE AL DESEO DE LIBERTAD
El asunto central de la obra es el combate entre una mamá autoritaria y convencional, Bernarda, y el deseo de libertad, representado por Mª Josefa y Adela. Hablamos de un combate entre 2 reacciones vitales y 2 ideologías: la reacción que defiende una forma de vida dominada por las apariencias, la moral clásica basada en el totalitarismo y las convenciones sociales y, de otro, la reacción que procura la independencia personal ante cualquier tipo de imposición.El combate entre un modelo de conducta autoritario y duro y otro modelo abierto y progresista, se expone a partir del principio de la obra. Mª Josefa, su mamá, y Adela, una de sus hijas, tratan de rebelarse y encarar a aquel dominio. El autoritarismo de Bernarda está presente desde su primera intervención.Obliga un luto de 8 años por el deceso de su esposo y marca rígidamente la conducta que han de tener sus hijas relacionadas con los hombres, a lo largo de la era del luto. Sin embargo el fomento cariñoso de Adela, sus ansias de independencia, son más fuertes que su miedo a la autoridad materna. Su suicidio, último símbolo de revolución, en custodia de una independencia imposible, cierra de manera definitiva para sus hermanas el camino hacia la independencia. Con el desenlace trágico de Adela (último símbolo de revolución en protección de una independencia imposible) se corta para sus hermanas el camino de la independencia. Mª Josefa, mamá de Bernarda, encauza su revolución por medio de la locura, única vía de escape para su aislamiento en una habitación, una penitenciaría en otra penitenciaría. Tanto la postura de Adela como la de Mª Josefa, frente a la opresión de Bernarda, resultan estériles
TEMAS SECUNDARIOS
El amor sensual, la búsqueda del varón:
Se manifiestan alusiones a la pasión amorosa y a los hombres por 2 senderos diferentes: mediante referencias a historias amorosas sucedidas fuera de escena: los requiebros eróticos del difunto esposo de Bernarda a la Criada, lo sucedido a Paca la Roseta, los principios turbios de Adelaida, el frustrado romance con Enrique Humanes, el testimonio a la Poncia de Evaristo el Colorín, el episodio agresivo de la hija de la Librada; y mediante experiencias auténticas de los particulares como los indicios de la pasión de Adela (el abanico, el vestido verde, su actitud al conocer que Pepe se desea casar con Angustias, su combate con Martirio, enardecimiento por el caballo semental, las estrellas y la belleza de la noche…).
Martirio además se enamora del Romano y guarda su pasión secretamente, aunque al final se confronta con Adela en el tercer acto (“Lo quiero”).Ya en el acto primero se nos ofrecen ciertos indicios de su pasión: el abanico de flores rojas y verdes, que simbolizan amor y pasión, y el vestido verde, con el que acude al corral a mostrarse a las gallinas. En el acto tercero, se insiste en el fervor cordial de Adela aludiendo al caballo semental (símbolo de la pasión erótica) y a las estrellas y la belleza de la noche.
La hipocresía, el mundo de las falsas apariencias:
La preocupación por las apariencias se refleja simbólicamente en la obsesión por la limpieza de Bernarda, es una constante en la vida del pueblo, amarga la vida de sus hijas. El miedo a la murmuración marca el comportamiento de Bernarda. Las primeras palabras de Bernarda al escuchar el alboroto de sus hijas tras la desaparición del retrato de Pepe el Romano se referirán a sus vecinas: «Estarán las vecinas con el oído pegado a los tabiques».La honra:
ligado al asunto de las apariencias y vinculado al asunto del amor, surge el sentido de la honra que guía a Bernarda y a Poncia, guiadas por unos principios convencionales firmes, y que impera en el poblado, lo cual hace viable el linchamiento de la hija de la Librada. Esta honra habrá de ser salvaguardada al costo que sea y nuestra Bernarda, queriendo imponerse a la verdad, mencionará que su hija menor ha muerto virgen (“¡Mi hija ha muerto virgen!.
Los sentimientos de odio y de envidia presiden las relaciones humanas
El orgullo clasista de Bernarda produce rencor en las mujeres del pueblo. Las criadas expresan su odio de clase, tanto entre ellas como con los patrones: Poncia, que ha de agradecer la “protección” de Bernarda, muestra abiertamente su resentimiento hacia su ama (“… un día me hartaré… y le estaré escupiendo un año entero”); Bernarda, constantemente dispuesta a herir a los otros, es el ejemplo más evidente de antipatía hacia todos: el esposo muerto, la mamá, los convecinos a inclusive sus hijas (es de resaltar el instante final, una vez que es incapaz de sentir el mínimo dolor por el deceso de Adela, su hija menor).La injusticia social, el orgullo de clase
Las interrelaciones humanas permanecen jerarquizadas y dominadas por la mezquindad y la violencia: en el estrato más alto, Bernarda y su familia; en seguida, la Poncia; luego, la Criada; y al final, la Mendiga. Las interrelaciones humanas permanecen jerarquizadas y dominadas por la rudeza y la mezquindad del que ocupa el estrato preeminente con quien está en una postura inferior; y por la postura resignada –teñida de odio- de quienes permanecen en los escalafones inferiores hacia Bernarda.
La marginación de la mujer:
Estas mujeres viven con una aparente independencia, al margen de la sociedad y son condenadas moral e, inclusive, físicamente por la crítica del pueblo; y otro con base en una cierta concepción de la decencia, a la que Bernarda somete a sus hijas. La conducta femenil con base en la honra y la decencia aparentes involucra una sumisión a las reglas sociales y convencionales, que discriminan a la mujer en beneficio del hombre. Mientras tanto que a la dama le está vedada cualquier inclinación o fomento afable, al hombre le está permitido conservar interrelaciones extramatrimoniales. El matrimonio era una convencíón social regida por el clasismo, está disociado del erotismo, al que solo puede acceder el hombre.
Se pone de manifiesto la sumisión familiar de la mujer al varón. Según Martirio, a los hombres sólo les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que le dé de comer. Las mujeres gritan su derecho a la vida, en distintas formas, que van desde el amor hasta la neurosis, pero las imposiciones sociales son más fuertes que ese derecho. “Silencio” es la primera y última palabra de Bernarda, con ella se abre y se cierra la obra, el autoritarismo y las convenciones sociales han vencido definitivamente al anhelo de libertad, eje central de este drama de mujeres en los pueblos de España.
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