15 Mar

“El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal…”

Este texto pertenece al Discurso del método, obra autobiográfica en la que explica cómo conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias. En esta obra fundamental en el nacimiento de la filosofía moderna, Descartes enuncia su proyecto filosófico de ciencia universal, su método basado en el uso de la razón y su metafísica de las tres sustancias.

Concretamente, el texto pertenece a la segunda parte del Discurso, donde Descartes explica su proyecto filosófico de reforma del saber y creación de una ciencia universal a partir de un método de conocimiento inspirado en las matemáticas y compuesto de las cuatro reglas que aparecen en el texto. En efecto, la propuesta de Descartes consistirá en un nuevo método filosófico que se presenta como alternativa a los métodos antiguos. Su primera regla establece que este método debe permitir que avancemos con seguridad en el conocimiento. Para ello habrá que evitar dos errores: la «precipitación», esto es, ser tan confiados que tomemos por verdaderas ideas que son falsas; y la «prevención», esto es, ser tan desconfiados que caigamos en el escepticismo y demos por falsas ideas que son verdaderas. El método debe huir de estos extremos.

Descartes buscó un método seguro para conocer la verdad y lo encontró en las matemáticas y la lógica, ya que habían avanzado con certeza a lo largo del tiempo. A diferencia de la metafísica y la filosofía de la naturaleza, que estaban en crisis por las nuevas ideas de Ockham y Galileo, las matemáticas ofrecían un razonamiento claro y ordenado.

Se inspiró en la forma en que los geómetras trabajaban: comenzaban con ideas simples y luego avanzaban paso a paso, conectando unas con otras hasta formar largas cadenas de razonamiento. A partir de esto, creó su método, basado en cuatro reglas:

  1. Evidencia: Solo aceptar ideas que sean claras y distintas, es decir, que no puedan ponerse en duda.
  2. Análisis: Dividir los problemas en partes más pequeñas para entenderlos mejor.
  3. Síntesis: Organizar las ideas de lo más simple a lo más complejo.
  4. Enumeración: Revisar todo el proceso para asegurarse de que no haya errores.

Para Descartes, la razón es la única herramienta fiable para conocer la verdad. Los sentidos pueden engañarnos, pero la razón nos permite dudar y analizar si una idea es realmente cierta. Por eso, su filosofía se considera racionalista.

Según él, si usamos correctamente este método, podemos resolver cualquier problema y alcanzar un conocimiento universal, una ciencia única que abarque todo el saber humano.

Relación con Ideas Clave

Descartes es el padre del racionalismo, una corriente de la filosofía moderna paralela al empirismo que busca reformar el saber a partir de una investigación sobre el método. El racionalismo se caracteriza por la confianza en la razón y por defender la existencia de ideas innatas. El método que propone Descartes se inspira en las matemáticas y es único para todas las ciencias. El resultado de aplicar el método será una ciencia universal que contendrá todas las verdades que estén a nuestro alcance.

El método se compone de cuatro reglas. La regla de la evidencia consiste en aceptar únicamente ideas que sean tan claras y distintas que no podamos dudar de ellas. La regla del análisis consiste en dividir las cuestiones en partes simples. La regla de la síntesis consiste razonar ordenadamente, desde lo simple a lo complejo. La regla de la enumeración consiste en repasar todo el razonamiento para comprobar que no hemos omitido nada.

De acuerdo a la primera regla, hay que descartar como provisionalmente falsas todas las ideas dudosas. Por ello, Descartes duda de todo lo que creemos saber. La duda cartesiana es metódica (pues resulta de la aplicación de la primera regla), fingida (no escéptica), universal (afecta a todas las ideas) y teorética (no afecta a la moral, la ética ni a la política).

Descartes propone tres motivos para la duda: (1) a veces nos engañan nuestros sentidos, por lo que no son fiables; (2) a veces confundimos el sueño con la realidad, por lo que todo lo que pensamos podría ser un sueño; y (3) podría haber un genio maligno que haría que nos equivoquemos cada vez que pensamos.

Tras dudar de todo, Descartes se da cuenta de que, para dudar, hay que existir, por lo que hay al menos una realidad que es indudable: la sustancia pensante. Posteriormente, demuestra la existencia de un ser perfecto, Dios, la sustancia infinita, a partir del argumento ontológico, que retoma de San Anselmo (s. XI), y de dos argumentos causales (Dios como causa de la idea de perfección y de la existencia del yo pensante). Finalmente, razona que Dios no puede habernos creado para que vivamos engañados, por lo que podemos confiar en la existencia de la materia, a la que califica de “sustancia extensa”.

Descartes defiende una concepción mecanicista de la naturaleza: la sustancia extensa está determinada por las leyes mecánicas creadas por Dios. En cambio, la sustancia pensante posee libre albedrío y no le afecta la corrupción del cuerpo, por lo que es inmortal.

De su metafísica de las tres sustancias se deduce el dualismo antropológico: el ser humano es un compuesto de dos sustancias heterogéneas, el cuerpo (extenso y mortal), y el alma (pensante e inmortal), que se comunicarían a través de la glándula pineal, en el cerebro.

Comparación entre Platón y Descartes

En primer lugar, Platón se expresó mediante diálogos que tenían como protagonista principal a Sócrates y en los que participaban muchas voces. De ahí que el método platónico sea la dialéctica, es decir, el diálogo filosófico en torno a las realidades supremas.

En cambio, Descartes se expresa en forma de monólogo en primera persona, siguiendo el ejemplo de San Agustín de Hipona (siglo V). Además, Descartes declara que su filosofía solo pretende valer, en principio, para él mismo, aunque su propuesta aspira a ser universal, pues la razón es la misma en todos los seres humanos. En cuanto a la METAFÍSICA, para Platón, las Ideas existen fuera de la razón, en un mundo distinto del que podemos captar por los sentidos. Las Ideas son perfectas y eternas, y son los principios a partir de los cuales existe el mundo sensible. Las ideas no pertenecen a la razón, sino que es nuestra razón la que procede del mundo de las Ideas. En cambio, para Descartes, las ideas son contenidos mentales. Pertenecen a un sujeto que es imperfecto, pues duda y se equivoca a veces. Las ideas no son, por tanto, perfectas: son tan imperfectas como el sujeto que las piensa. Por ello, Descartes desconfía de la verdad de las ideas y establece su duda metódica, que declara a todas las ideas como «provisionalmente falsas». El conocimiento solo será válido si se fundamenta en ideas innatas claras y distintas.

En cuanto a la TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, ambos autores consideran que no podemos fiarnos de los sentidos: Platón considera que el mundo sensible es cambiante, como le enseñó su maestro Crátilo, que era seguidor de Heráclito; Descartes afirma que si solo puede admitir como verdaderas aquellas ideas de las que no pueda dudar, pero los sentidos a veces nos engañan.

Por otro lado, tanto Platón como Descartes se enfrentan al escepticismo. En el caso de Platón, el de los sofistas, y en el caso de Descartes, el de Montaigne (filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento). Por tanto, sus filosofías son dogmáticas, esto es, pretenden llegar a verdades absolutas.

En cuanto a la ANTROPOLOGÍA, los dos defendían que el hombre está constituido por dos realidades absolutamente heterogéneas: alma y cuerpo. Para ambos el alma es el lugar donde reside la verdad y el cuerpo la fuente de nuestros errores. Y para ambos, la muerte del cuerpo no supone la muerte del alma, pues el alma es independiente del cuerpo.

Sin embargo, difieren en la explicación que dan sobre la naturaleza del cuerpo y del alma. Platón defiende que el alma es inmortal y eterna, y ya existía antes de su unión con el cuerpo en el mundo de las Ideas. En cambio, el alma cartesiana, aunque es inmortal, no es eterna, pues ha sido creada por Dios.

Por otro lado, Platón divide el alma en tres partes: racional, irascible y concupiscible. En cambio, Descartes define el alma como “pensamiento”, sin dividirlo en partes, por lo que la razón asume las funciones de las otras dos almas platónicas.

Sin duda, una de las mayores discrepancias entre ambos autores reside en que toda la filosofía platónica tiene como asunto central la justicia en la ciudad, mientras que la filosofía cartesiana carece propiamente de una ética y una política y se limita a esbozar una moral privada y provisional a la espera de que la aplicación de su método alcance a estas disciplinas filosóficas.

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