07 Feb
El Problema de Dios
René Descartes, filósofo y matemático francés, es conocido como el padre de la filosofía moderna. En su obra Meditaciones metafísicas, busca establecer un conocimiento seguro e indudable, partiendo de la “duda metódica”. A través de esta duda radical, pone en cuestión todo lo que puede ser dudoso, incluyendo el mundo físico y la existencia de otras personas. Sin embargo, llega a una certeza fundamental: si está dudando, está pensando, y si está pensando, entonces debe existir. De ahí su famosa frase: «Cogito, ergo sum» («Pienso, luego existo»).
Sostiene que todo pensamiento se refiere a ideas, y estas pueden clasificarse en tres tipos:
- Adventicias: que provienen de la experiencia externa.
- Facticias: que la mente crea a partir de otras ideas.
- Innatas: presentes en el entendimiento por naturaleza, como la idea de Dios.
La idea de Dios, según Descartes, es innata, es decir, ya está en la mente humana desde el nacimiento.
A partir de la certeza de su propia existencia, Descartes desarrolla la teoría de las tres sustancias que componen la realidad: la sustancia pensante (el alma o yo), la sustancia infinita (Dios) y la sustancia extensa (la materia o cuerpo). La sustancia infinita, que es Dios, es la única que existe por sí misma, de manera independiente, mientras que las sustancias finitas, como el pensamiento y la materia, dependen de Dios para su existencia.
Descartes demuestra la existencia de Dios basándose en la idea de perfección. Sostiene que la idea de un ser perfecto no puede ser creada por algo imperfecto, como el ser humano. Como los seres humanos no tienen la capacidad de crear una idea de perfección por sí mismos, esta debe ser innata y colocada en su mente por un ser perfecto, es decir, Dios. Descartes dice que al ser consciente de su propia imperfección, también tiene la idea de perfección, lo que demuestra la existencia de un ser perfecto.
Al demostrar la existencia de Dios, Descartes asegura que nuestras percepciones claras y distintas son verdaderas, porque un Dios perfecto y bueno no permitiría que nos equivocáramos al percibir algo con certeza. Por lo tanto, Dios se convierte en la garantía de la verdad en la filosofía cartesiana.
Finalmente, en su visión mecanicista del universo, Descartes ve a Dios como el creador de la materia y el movimiento. El universo, para Descartes, conserva toda la cantidad de movimiento posible, lo que lleva a la conclusión de que el movimiento es inmutable. Esto se debe a que, al ser Dios perfecto, no cambiaría la naturaleza del universo que ha creado.
El Problema del Ser Humano: Antropología Cartesiana
La antropología cartesiana defiende una interpretación dualista del ser humano. Descartes no introduce ninguna novedad, pues el dualismo antropológico se encuentra en la filosofía desde Platón hasta Tomás de Aquino. La antropología cartesiana se distingue por:
- La visión del hombre se basa en su teoría del conocimiento y en el ejercicio de la duda metódica.
- El dualismo cartesiano es un dualismo exagerado y radical, pues considera que el cuerpo y la mente son sustancias totalmente distintas, con características y modelos explicativos incompatibles.
En la Sexta Meditación, Descartes presenta el argumento utilizado para postular la radical diferencia entre el cuerpo y el alma: “Tengo claridad y distinción de que nada pertenece a mi esencia excepto que soy una cosa pensante e inextensa” “Tengo una idea clara y distinta del cuerpo como una cosa extensa y no-pensante” con el que llegó a la conclusión de: “mi alma es absolutamente distinta de mi cuerpo y puede existir sin él.” Descartes identifica el yo con nuestra mente, y no con el compuesto mente-cuerpo.
- El alma: inmortal y creada por Dios, tiene como atributo el pensamiento.
- El cuerpo: material y mortal, se caracteriza por la extensión.
Descartes considera el cuerpo humano como una máquina compleja y perfecta creada por Dios. Sostuvo que los animales eran “autómatas muy complejos” dado que carecían de mente (“res cogitans”). Aunque pudiesen experimentar dolor físico, no implicaría sufrimiento, que es un contenido mental vinculado al alma. Con este planteamiento, Descartes se alejaba de la tradición aristotélico-tomista, que había defendido la existencia del alma sensitiva en el mundo animal.
A pesar de mantener la tesis de la existencia separada del alma y del cuerpo, Descartes tuvo que intentar resolver el problema de la comunicación entre ambas sustancias en el ser humano. Considera que la relación que mantiene nuestra alma con nuestro cuerpo es una relación peculiar, distinta a la que mantiene con el resto de los cuerpos. Nos dice que no podemos entender esta relación como la que existe entre un piloto y su nave. La nave es algo exterior al piloto por lo que el conocimiento de lo que ocurre en el barco lo tiene el piloto como lo tiene del resto de cosas físicas.
Sin embargo, nosotros no experimentamos nuestro cuerpo de la misma manera, pues las modificaciones que éste sufre las sentimos “desde dentro”. Descartes distingue dos tipos de sensaciones:
- Las externas: captamos los otros cuerpos (y el nuestro cuando nos vemos o nos oímos).
- Las internas: lo captamos “desde dentro”.
Por eso nos dice que el alma se extiende por todo el cuerpo. Aunque exista también un lugar privilegiado en donde se concentra y en donde conectan el alma y el cuerpo: el cerebro y particularmente la glándula pineal. Descartes admite que el alma y el cuerpo se relacionan causalmente (cambios en el cuerpo producen cambios en el alma, cambios en el alma producen cambios en el cuerpo).
El Problema del Conocimiento
René Descartes fue un filósofo y matemático que vivió en la Edad Moderna. Su pensamiento sobre el conocimiento y la realidad se basa en la idea de que los sentidos pueden engañarnos, postura filosófica opuesta al empirismo.
Descartes pensaba que, si confiamos solo en lo que vemos, oímos y tocamos, no podemos estar seguros de si lo que percibimos es real o no. Este es el punto de partida de su filosofía, que es totalmente racionalista, es decir, cree que la razón y el pensamiento son las únicas formas de llegar al conocimiento verdadero, a diferencia de los empiristas, que confían en la experiencia y los sentidos.
Para Descartes, lo primero que debemos hacer es dudar de todo lo que creemos saber a través de los sentidos. Si no podemos distinguir entre un sueño y la realidad, entonces no podemos confiar en lo que nos dicen los sentidos. Por eso, Descartes decide desechar todo lo que provenga de ellos.
Además, Descartes introduce la idea de que nuestras ideas, aunque parezcan claras y evidentes, podrían estar siendo manipuladas por un «genio maligno», una especie de fuerza que nos engaña haciéndonos creer que lo que pensamos es real cuando no lo es. Esto lleva a Descartes a concluir que lo único que puede estar seguro es su propia existencia, ya que, al dudar, está pensando. Así, llega a la famosa frase «Cogito, ergo sum» o «Pienso, luego existo», que significa que la única certeza que tiene es que, si está pensando, entonces existe.
Al afirmar su propia existencia, por consiguiente afirma también la existencia de Dios, en tanto que la propia existencia ha debido ser producida por un ser también existente: Dios.
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