04 Feb
Descartes y el Racionalismo Continental
El elemento que mejor define este período del pensamiento europeo es el protagonismo que cobra la razón humana a la hora de enfrentarse a los grandes temas de la filosofía: Dios, alma y mundo. El problema del conocimiento será la cuestión en torno a la cual se edifican los diversos sistemas de pensamiento de la modernidad. El racionalismo pone en entredicho la validez del realismo, tradición epistemológica que afirma que el ser humano puede conocer la realidad tal como es porque sus facultades lo ponen en contacto con la realidad sin mediaciones. El conocimiento se entiende como un proceso de apropiación cognoscitiva de la realidad: lo real ha de ser representado en el entendimiento humano para ser considerado como tal. El sujeto racional ocupa un lugar preponderante, pone en duda la consistencia ontológica del mundo exterior y se debe enfrentar a su reconstrucción cognoscitiva. El ser humano se centra en sus propias estructuras cognoscitivas (ideas o leyes del pensar) y desde ahí recorre el camino que ha de conducir a la consideración de lo que es real para el propio sujeto. Se trata del giro gnoseológico de la filosofía. El racionalismo se determina por aceptar la existencia de verdades innatas. Estas verdades hacen referencia a conocimientos que el sujeto tendría en su mente. Los principales autores racionalistas se caracterizan por tener el ideal de deducir, a partir de tales verdades innatas, un cuadro de ideas que proporcionen al sujeto nueva información acerca de la realidad. Se trata del ideal de un sistema deductivo de verdades. El tema de la sustancia cobra relevancia en la metafísica racionalista. Todos los pensadores se aproximaron a esta noción proveniente de la metafísica clásica aristotélica.
Características del Racionalismo
El racionalismo se distingue por las siguientes características:
- La razón constituye la única fuente válida de conocimiento. Existen unas verdades o ideas innatas que son independientes de toda experiencia.
- Se rechaza la abstracción como método de conocimiento. La aceptación de verdades innatas implica sustituir la abstracción por la intuición intelectual como método de conocimiento.
- Se pone en cuestión la relación entre el alma y el cuerpo.
- Dios no se comprende como un ser creador personal y libre. Se convierte en garante de nuestras ideas, sustancia impersonal o matemático supremo.
- Se reflexiona acerca de la existencia y la naturaleza de la libertad humana. La idea de libertad en el cartesianismo implica que se debe querer exclusivamente aquello que está al alcance de nuestros pensamientos, de tal manera que la virtud consiste en conformarnos con aquello que es acorde con nuestra naturaleza.
- La moral se apoya en la certeza que da la razón. La cuestión de la existencia del mal se plantea desde la idea de un Dios que evita el error en los conocimientos humanos, de modo que podemos tener la certeza de que no nos equivocamos en nuestras actuaciones.
Un Nuevo Método: El Método Cartesiano
El método, según Descartes, es el instrumento para guiar a la razón y debe consistir en un conjunto de reglas seguras y sencillas. En el Discurso del método, lo resumió en cuatro reglas:
- Regla de evidencia. La regla primera y principal consiste en admitir como verdadero solo lo que es conocido evidentemente como tal. Solo se han de aceptar aquellas ideas que nuestra mente posea con claridad y distinción. Una idea se conoce con claridad si está presente y manifiesta ante una mente despierta. La distinción de una idea implica que es tan precisa y diferente de todas las demás que no cabe confundirla con ninguna otra. La evidencia hace referencia a nuestras ideas, que para Descartes ya no son formas inteligibles, resultado de una aprehensión internacional como señalaba la filosofía realista, sino representaciones mentales de cosas que suponemos que existen fuera de nosotros.
- Adventicias: proceden de la percepción sensible.
- Facticias: son intervenciones de nuestra imaginación.
- Innatas: emanan de la razón misma y no de la experiencia sensible. Solo estas ideas son claras y distintas, principio del conocimiento verdadero.
- Regla de análisis. Hay que dividir los problemas en tantas partes como sea necesario, con la finalidad de reducir el conocimiento complejo a sus partes más simples y evidentes. Han de servir como punto de partida de todo nuestro conocimiento.
- Regla de síntesis. Hemos de conducir nuestros pensamientos. Es un complemento de la regla anterior, a partir de aquellas ideas más simples y seguras, podemos pasar de lo conocido a lo desconocido. En esta regla se aplica la deducción, segunda operación de la mente, que consiste en cualquier derivación necesaria de una idea a partir de otra que conocemos con certeza.
- Regla del recuento. Implica hacer en todo enumeraciones tan detalladas y revisiones tan generales que tengamos la seguridad de no haber errado en el desarrollo del método. Comprobamos que el análisis ha sido completo y que la síntesis se ha realizado correctamente.
La Duda Metódica
Descartes consideró que, para afrontar con éxito la búsqueda de la certeza absoluta, era necesario dudar de todo. Se trata de una duda metódica y provisional. Se considera como condición necesaria del filosofar poner a prueba los enunciados que son objeto de demostración de asentarlos sobre bases exclusivamente racionales. Esta duda es universal y voluntaria. Descartes juzgó que existían diversos motivos para dudar:
- Los sentidos proporcionan un conocimiento confuso y engañoso. Estando en un mismo lugar, una persona puede sentir calor mientras que otra frío.
- No es posible distinguir con absoluta certeza entre la vigilia y el sueño.
- Podemos formular la hipótesis de que existe un genio maligno que nos induce a creer que estamos en lo cierto siempre que erramos y viceversa. Su posible existencia es el motivo más poderoso para dudar.
La Primera Certeza: La Existencia del Yo
El filósofo cayó en la cuenta de que, cuando se duda de todo, surge una verdad de la que es imposible dudar: la existencia de un yo que duda. Podría dudar de la existencia del mundo que me rodea, pero es incuestionable que existe un yo que piensa y que duda sobre ese mundo. “Yo pienso” (“Cogito”), afirma Descartes. Es una primera idea clara y distinta, que manifiesta la existencia del pensamiento.
Una vez alcanzada la certeza absoluta del “yo pienso”, Descartes se preguntó: “¿Quién soy yo?”. A esta pregunta respondió que lo único que podemos saber con seguridad es que el yo tiene que consistir en pensamiento y que es una cosa o sustancia que piensa. El filósofo señaló que pensar es entender, afirmar, dudar, querer, sentir… Por tanto, es toda actividad que sucede en nuestro interior y que nosotros mismos podemos percibir. Los cuerpos carecen de esta actividad mental, por lo que identificó la sustancia pensante con el alma o el espíritu. Este pensamiento, a su vez, se diversifica en dos facultades del alma:
- El entendimiento o razón, cuyas operaciones son la intuición y la deducción. La razón es limitada, porque con ella solo podemos conocer pocas ideas y distintas.
- La voluntad, no tiene en sí misma ningún límite. Puede aceptar o no las ideas y juzgar las cosas con completa libertad.
La Segunda Certeza: Dios
Tras descubrir la existencia del “yo pienso” como primera verdad indudable, fiel a su método, Descartes partió de esta primera certeza para demostrar la existencia de la realidad exterior a la mente. Reflexionando sobre la primera certeza, Descartes se dio cuenta de que poseía una idea de Dios. El filósofo francés se preguntó por el origen de esta idea:
- No puede ser una idea adventicia, no es posible que provenga de fuera, porque con este tipo de ideas solo conocemos cosas inferiores a nosotros, como animales, vegetales, minerales…
- Tampoco puede ser una idea facticia, porque nosotros fabricamos estas ideas y no es posible que seamos capaces de imaginar una perfección máxima, ajena a nosotros y que no hemos experimentado nunca.
- Solo puede ser una idea innata, puesta en mi mente por una realidad más perfecta que yo y dotada de la máxima perfección, por Dios mismo.
Aparece con claridad y distinción en mi espíritu, porque mi conocimiento de lo finito e imperfecto solo es posible si poseo una idea de lo infinito y máximamente perfecto con la que pueda comparar tal imperfección. Es necesario dar un paso más y probar la existencia de Dios para afirmar que mis ideas son verdaderamente claras y distintas y que se corresponden con algo real. Dios se constituye en la garantía y el fundamento del ser y del conocimiento. Descartes se propuso probar con demostraciones ciertas y evidentes la existencia de Dios fuera de nuestra mente. Utilizó tres tipos de argumentos:
- Del yo, que es finito, no puede surgir la idea de Dios, que es infinito, porque de lo inferior no puede proceder lo superior.
- Dios es causa no solo de su idea en mí, sino de mi existencia. Es imposible que la causa de mi existencia sea algo material, puesto que yo soy pensamiento o espíritu, y de lo material no puede nacer algo inmaterial, ya que lo inferior no puede surgir de lo superior. Solo Dios puede ser causa de mi existencia y existe.
- El argumento ontológico. El punto de partida es nuestra idea innata del ser sumamente perfecto. Aplicando el criterio de verdad, argumenta que todo lo que concibe de manera clara y distinta que le pertenece, le pertenece de hecho.
Este pensador no se detuvo a analizar la esencia divina, ya que los atributos esenciales que definen a Dios son muy claros: la perfección y la infinitud. Lo describió como una sustancia eterna, inmutable, independiente, omnisciente, todopoderosa y creadora de todas las cosas.
Esta demostración sirve para eliminar la hipótesis del genio maligno y restablecer el valor de las matemáticas. Como nuestra naturaleza es finita, nuestro conocimiento también es limitado y deberemos explicar por qué nos equivocamos. El origen de tal error se encuentra en la facultad de la voluntad, que puede aceptar o no las ideas y juzgar con completa libertad.
La Tercera Certeza: La Extensión de los Cuerpos Materiales
Descartes señaló que la primera idea clara y distinta que aparece en nuestra mente, referida a los objetos materiales, es la de extensión en el espacio según tres dimensiones: longitud, anchura y profundidad. Con respecto a su existencia, Descartes entendió que no se puede deducir necesariamente de la idea de extensión. Como Dios es veraz y causa de todo lo que existe, no ha podido engañarnos al poner en nosotros una fuerte inclinación a creer que nuestras ideas sobre las cosas extensas provienen de objetos corpóreos realmente existentes. Dios es la garantía por la que podemos saber con certeza que existen unas sustancias corpóreas que causan en nosotros ideas sobre ellas. No garantiza que esas cosas sean tal como las perciben nuestros sentidos.
Descartes consolidó una nueva manera de concebir el conocimiento humano, al afirmar que nuestro conocimiento no es más que una representación mental de la realidad. Dios solo garantiza que nuestras ideas muestran lo que las cosas son respecto a sus cualidades primarias, pero no es garante de las cualidades secundarias. Puesto que los objetos materiales son solo extensión, los explicó exclusivamente en términos de cantidad, prescindiendo de otros conceptos aristotélicos. Se apartó de la teoría aristotélica sobre el cambio y la causalidad. Reconoció solo el movimiento local, que definió como una alteración en la posición relativa de un cuerpo respecto a otros, y sostuvo la imposibilidad de conocer la causa final.
Metafísica Cartesiana: Las Tres Sustancias
Descartes llegó a la conclusión de que hay tres ideas claras y distintas que podemos aceptar con certeza: las ideas del yo, Dios y mundo. Estos conceptos se corresponden con tres realidades o sustancias. Al ocuparse de la existencia real de esas tres ideas, aseguró que son cosas o sustancias: yo soy una sustancia que piensa.
En los Principios de la filosofía escribió que entendemos por sustancia la cosa “que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para existir”. Afirmó que el yo y el mundo pueden denominarse sustancias porque, a excepción de Dios, para existir no necesitan ninguna otra cosa distinta de ellas mismas. Con el fin de explicar las sustancias creadas, distinguió entre atributos y modos:
- Atributos: constituyen la esencia o naturaleza de cada sustancia. El atributo de la cosa pensante es el pensamiento y el de la cosa extensa es la extensión.
- Modos: son las propiedades no esenciales de la sustancia, que pueden variar. No es posible distinguir entre la sustancia y su atributo, los modos no se identifican con la sustancia y necesitan de ella para existir.
Antropología
El ser humano es el resultado de la composición entre una sustancia pensante y otra sustancia extensa, aunque estas sean completamente distintas e independientes. Descartes sostuvo, como Platón, un dualismo antropológico, pero lo hizo desde una aproximación muy diferente a la platónica.
Debido a su carácter de sustancia pensante, el alma humana es:
- Espiritual: el pensamiento es completamente diverso de la extensión, lo cual nos indica que nuestra alma es enteramente independiente del cuerpo al que está unida.
- Inmortal: podemos concebirnos sin el cuerpo, por lo que nuestra alma puede existir perfectamente sin contar con él.
- Libre: la necesidad y el mecanismo no afectan al espíritu o pensamiento. El ser humano está sometido en su cuerpo a causas eficientes y necesarias.
En su tratado Las pasiones del alma, Descartes refiere que experimentamos la unión de alma y cuerpo en las pasiones, ambas sustancias interactúan entre sí. Distinguió muchas pasiones del alma, pero las sintetizó en seis pasiones básicas: admiración, amor-odio, alegría-tristeza y deseo.
La Moral
Descartes elaboró una moral provisional. La moral definitiva, que nunca llegó a sistematizar, sería la consecuencia práctica del desarrollo racional de la ciencia. La moral provisional quedó formulada en el Discurso del método a través de cuatro reglas:
- Hay que someterse a las leyes y costumbres del propio país. También se debe conservar la religión en la que uno ha sido instruido. Esta norma permite lograr la felicidad individual viviendo en paz con los demás.
- Ser firme en las propias acciones una vez que uno de ha determinado a ellas.
- Vencer los propios deseos antes que el orden del mundo. Lo que perfecciona al ser humano no es lo que le sucede.
- Dedicar la propia vida al conocimiento de la verdad.
Spinoza: El Conocimiento
Considera que es posible conocer la realidad tal como es en sí misma. Considera que es posible conocer la verdad de las cosas sin error. El verdadero método ha de consistir en buscar ordenadamente la verdad. Para hallarla, usa la evidencia y la conexión intrínseca de unas ideas con otras y de todas ellas con la idea de Dios. El criterio cartesiano de evidencia se complementa en Spinoza con su concepción de que todos los seres y todas las ideas están entramados con una concatenación rigurosamente jerárquica:
- Dios aparece como el primer ser, la sustancia única, la fuente de todos los seres y como la primera idea, fuente de todas las ideas y de todas las verdades.
- Nuestra mente debe elevarse hasta la fuente ejemplar de toda la naturaleza. El conocimiento ha de conducir a la felicidad, por eso, propone su teoría de los grados de conocimiento:
- Constituye el conocimiento de los objetos singulares y sensibles, como el que procede de la imaginación.
- Llama razón por el cual se obtienen nociones comunes, generales o universales. Estas nociones las produce nuestra imaginación y constituyen el fundamento de nuestro raciocinio.
- Se encuentra la ciencia intuitiva, se accede al conocimiento de la esencia de Dios. Este es el conocimiento más perfecto y fuente de felicidad para el ser humano. En él se conocen las cosas bajo su aspecto de eternidad.
La Ontología o Metafísica
La sustancia es “lo que es en sí y se concibe por sí, es decir, aquello cuyo concepto no necesita de otra cosa para formarse”.
Solo existe una sola sustancia única y divina, de la cual todos los demás seres no son más que modos intrínsecos que derivan de ella.
La definición de sustancia posee dos caracteres:
- Excluye toda causa, para su explicación no necesita ninguna causa fuera de sí.
- Nuestra mente conocerá no solamente a Dios, sino también toda la naturaleza, la cual deriva de Él, como su esencia, su orden y su unión.
Spinoza comienza por un conjunto de definiciones elementales:
- Atributo: aquello que el entendimiento percibe como esencia de la sustancia.
- Modo: afección de la sustancia.
- Dios: un ser absolutamente infinito, una sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa la esencia eterna e infinita.
Aunque Dios consta de infinitos atributos, el ser humano solo conoce dos: la extensión y el pensamiento. Afirma que Dios es causa de sí mismo para expresar la independencia y autosuficiencia absoluta de la divinidad. Este concepto acaba introduciendo en el seno de la esencia del Absoluto una cierta necesidad “de sí mismo”.
La Política
Según Spinoza, el Estado nace de un pacto que establecen las personas, según el cual renuncian al propio poder individual. La finalidad de este pacto es evitar los males derivados de conductas viciadas por los apetitos o el deseo de poder. La razón del pacto reside en la utilidad. La única manera de evitar la ruptura es que la sociedad que surge del pacto esté organizada de tal manera que de la infidelidad al pacto se siga más daño que utilidad. La esperanza de un bien mayor y el temor de un mal mayor son los únicos motivos para que alguien sea fiel a la renuncia del poder individual. Gracias al pacto, el ser humano sale del estado de naturaleza y entra en el estado civil. En el Tratado teológico-político, Spinoza critica todas las religiones. Y es uno de los principales representantes de la “religión civil” en la modernidad, ya que reduce la religión a una serie de normas de convivencia en sociedad. El estado se convierte en intérprete de Dios, suplantando en estas tareas a las autoridades religiosas. Spinoza defiende la libertad de pensamiento y de expresión. Deben tener unos límites para la libertad de pensamiento y de expresión:
- No han de atentar las potestades supremas.
- No deben entrañar la ruptura del pacto propio que da origen al Estado.
Leibniz
Leibniz desarrolló una crítica a los principios de la filosofía mecanicista de Descartes que lo condujo a la recuperación de la noción aristotélica de la forma sustancial como aquello que constituye a la sustancia. El concepto leibniziano de forma o fuerza expresa que toda sustancia posee unidad y un principio interno de actividad. El siguiente paso consistió en identificar la sustancia con esa forma o fuerza, lo que desemboca en la aparición del concepto de mónada. Establece como principio fundamental la incomunicabilidad de las sustancias o mónadas, que son “sin ventanas”. No hay influencia mutua de unas sobre otras. Ese mundo, el “mejor de los mundos posibles”, es el que Dios hará pasar, mediante su acto creador, a la existencia actual. De ahí nace el “optimismo leibniziano”.
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