25 Abr
CONTEXTO SOCIAL Los años precedentes a la Guerra Civil española, también conocidos como la Europa de entreguerras, supusieron una auténtica revolución para el país. Además de la modernidad que trajeron inventos como el automóvil, el telégrafo o la luz eléctrica, el gobierno republicano emprendíó importantes reformas (reforma agraria, laboral, institucional…), se dieron pasos para la progresiva secularización del Estado, se luchó por acabar con el analfabetismo y el atraso cultural, etc. Fue una época en la que se creía que la cultura era el medio que posibilitaría el progreso del país, por lo que se pusieron en marcha iniciativas pedagógicas como la Institución Libre de Enseñanza.Sin embargo, fue también un periodo convulso (los sectores hostiles, tanto desde la derecha como desde la izquierda, se opónían a las políticas republicanas), hasta el punto de que el clima de optimismo inicial se fue disipando hasta que se vio violentamente truncado por el Golpe de Estado de Francisco Franco en 1936. Inmediatamente estalló la Guerra Civil, que no finalizó hasta 1939, pero cuyas consecuencias se dejarían sentir durante el largo período de posguerra.
CONTEXTO CULTURAL: Desde principios de siglo, la actividad cultural fue tan intensa que dio lugar, en lo que a la Literatura se refiere, primero a la Generación del 98, luego a la Generación del 14 y finalmente a la Generación del 27, grupo del que formó parte Federico García Lorca (autor del fragmento propuesto), además de Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, etc. Estos autores, al igual que artistas de otras disciplinas como la pintura o el cine, compartían un claro afán de innovación. Convivieron con todas las vanguardias europeas (Futurismo, Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo, Creacionismo, Ultraísmo), pero sin olvidar la tradición, tanto culta como popular. Fueron unos años de especial relieve cultural en todos los campos: músicos como Manuel de Falla o Joaquín Turina, pintores como Pablo Picasso, Juan Gris, Salvador Dalí o Joan Miró, escultores como Pablo Gargallo, cineastas como Luis Buñuel, y eminentes científicos como Santiago Ramón y Cajal. Por eso, no es de extrañar que algunos hablen del primer tercio del Siglo XX como la Edad de Plata de la cultura española.
CONTEXTO LITERARIO
La aparición de un elenco tan singular como el de la Generación del 27 se lo debemos en gran medida a la Residencia de Estudiantes de Madrid, institución laica que hizo suyo el espíritu de la II República y de la Institución Libre de Enseñanza y que reuníó a muchos de los integrantes del grupo. Lorca es un ejemplo de lo que decimos: en la Residencia convivíó, entre otros, con Luis Buñuel y Salvador Dalí. Su trayectoria literaria fue evolucionando con el tiempo. En poesía pasó del neopopularismo al Surrealismo y, en el teatro, tras iniciarse con la farsa, probó con el teatro vanguardista, en una búsqueda continua, hasta terminar con su trilogía trágica: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba(1936), obra que Lorca terminó de escribir meses antes de ser fusilado. Las tres piezas comparten el protagonismo de la mujer y el tema de la represión ejercida por la moral establecida. Son obras sobre la falta de libertad, sobre la frustración de los deseos. La casa de Bernarda Alba es la obra maestra de Lorca. No es sólo una crítica de la represión de los afectos y del instinto sexual, sino, mucho más allá, una denuncia de todas las tiranías que despojan al ser humano de su libertad.
CONTEXTO HISTÓRICO EN ESPAÑA A principios del Siglo XX, España era débil e inestable. Aunque esta no participase en la Primera Guerra Mundial, el conflicto trajo empeoramiento general y sentimiento de crisis total. En 1923 hay un Golpe de Estado y comienza la dictadura de Primo de Rivera. La dictadura restablecíó el orden público pero no se solucionaron los problemas. Por eso, en 1930 dimite y en 1931 se proclama la segunda república . La situación era insostenible y esto produjo la Guerra Civil proclamando al final a Francisco Franco como jefe del estado.
Estructura.
El desarrollo de la acción está enmarcado por la primera y última palabra que Bernarda pronuncia: “Silencio.” Del primero al último silencio impuesto por la voluntad de Bernarda se desarrolla un conflicto entre dos fuerzas antagónicas: el principio de autoridad, encarnado en Bernarda, y el principio de libertad, representado por sus hijas. Lorca desarrolla este conflicto a lo largo de los tres actos que componen la obra, los cuales se corresponden con la estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace. Y lo va llevando “in crescendo” con momentos de máxima tensión y momentos de aparente extensión hábilmente dispuestos a lo largo de los tres actos, cada uno de los cuales (introducidos por el adverbio “ya”) está dividido en ocho cuadros en los que asistimos a un temporal de odios, envidias, celos y enfrentamientos que comienzan tras el funeral del segundo marido de Bernarda Alba, en el primer acto, y finalizan en el último acto, momento en el que los acontecimientos se precipitan y Adela, creyendo que ha muerto Pepe el
Romano, se suicida colgándose en una habitación de la casa.
Se trata, en definitiva, de una estructura repetitiva en la que cada acto contiene el mismo
movimiento interno: calma inicial, sucesión de conflictos y acto violento final:
–
Primer acto: comienza con una situación de calma (la casa está envuelta en el
silencio, roto por la aparición de Poncia y la Criada) a la que le suceden una sucesión
de conflictos (enfrentamiento entre Bernarda y las criadas, discusiones entre las
hijas, gritos de Ma Josefa…) que finalizan con un acto de violencia: Ma Josefa es
arrastrada a la fuerza a su habitación.
–
Segundo acto: se presenta a las mujeres cosiendo (escena de aparente tranquilidad),
pero pronto surgen los problemas (enfrentamiento entre Adela y Poncia, robo del
retrato de Pepe el Romano, enfrentamiento entre Adela y Martirio) para finalizar con
otro acto de violencia gratuita: linchamiento de la hija de la Librada. –
Tercer acto: las mujeres están cenando (escena de calma), pero, cuando terminan de
cenar, los conflictos vuelven a desatarse, esta vez con más fuerza y violencia que
nunca (conversación entre Bernarda y Poncia, nuevo enfrentamiento entre Adela y
Martirio, intento de asesinato de Pepe el Romano…) hasta el desenlace final: el
suicidio de Adela. La muerte abre y cierra la obra.
Se ha dicho que el tema central de la obra, según Ruiz Ramón, es el enfrentamiento entre
el principio de autoridad (representado por Bernarda) y el principio de libertad (encarnado
por Ma Josefa y Adela). Es el enfrentamiento entre dos actitudes vitales y dos ideologías
(modelo de conducta autoritario y rígido frente a otro abierto y progresista). La oposición se
plantea desde el principio.
En este enfrentamiento o conflicto entre dos fuerzas antagónicas, Bernarda representa la
encarnación hiperbólica de las fuerzas represivas y autoritarias, defiende una forma de vida
dominada por las apariencias, las convenciones sociales, la moral tradicional basada en el
autoritarismo niega a sus hijas, incluso a su madre, la libertad de poder decidir lo que hacer
con sus vidas e intenta imponer sus normas opresivas basándose en la autoridad que le
concede su posición de “cabeza de familia” y asume la moral del pueblo para imponer su
poder sobre sus hijas “Hasta que salga de esta casa…” Es tiránica, anuladora de ilusiones,
castrativa e impone un luto de ocho años, decisión que provoca una leve protesta de
Magdalena que es sofocada de inmediato: “Aquí se hace lo que yo mando.” Prohíbe que sus
hijas se relacionen con hombres, restablece el orden cada vez que sus hijas discuten y
somete a su disciplina a todas las mujeres que viven bajo su techo. Frente a Bernarda está la abuela, quien se rebela a través de la locura, su única vía de escape; y las hijas de Bernarda, quienes encarnan una amplia gama de actitudes que van de la sumisión a la rebeldía más abierta, representada por Adela (lleva en el primer acto un
abanico verde y rojo, se pone un vestido verde, mantiene relaciones clandestinas con Pepe
el Romano, se enfrenta a su madre y le rompe el bastón…)
Pero si la sumisión es frustrante de por sí, la rebelión resulta imposible y, por lo tanto,
constituye también una fuente irreparable de frustración. De hecho, el suicidio de Adela,
forma extrema de rebelión, contribuye a poner en cuestión el universo de Bernarda Alba
pero no lo destruye. Las últimas palabras de Bernarda Alba ordenando silencio cierran
herméticamente su mundo y lo consolidan contra la verdad y la muerte. Nadie osará de
nuevo una rebelión.
ESPACIO
Toda la acción de la obra transcurre en un espacio cerrado, asfixiante, hermético, la
casa, a la que se alude con palabras como “convento”, “presidio” o “infierno.” Se
trata de un mundo de luto, de silencio, de ocultación… Presidido por un ambiente
sofocante en el que parece faltar incluso el aire.
En oposición a la casa, tenemos el mundo exterior, del que llegan ecos de pasiones
desatadas, de erotismo y de vida que Bernarda se empeña en sofocar cerrando
puertas y ventanas para que ningún resquicio de vitalidad se cuele por ellas. Es, en
definitiva, el extremo opuesto a la represión y la privación de libertad en el que viven
sumidas las hijas de Bernarda Alba.
Relación ENTRE
Relaciones entre las hermanas: odio y envidia.
– En primer lugar, Angustias es odiada por todas sus hermanas que murmuran
contra ella y la critican; es, además, envidiada por su riqueza, causa
determinante de su proyectado matrimonio con el Romano. Por su parte,
Angustias odia también a sus hermanas, se siente envidiada y se muestra
recelosa.
– En segundo lugar, Martirio envidia a Adela por su juventud, su belleza, su
salud y porque mantiene relaciones con Pepe el Romano. Esta envidia
provoca su odio, que se refleja en una constante vigilancia y en una actitud
permanentemente agresiva. Adela, por su parte, odiará a su hermana
Martirio.
– Finalmente, en las relaciones entre las hermanas se establece una relación de
afecto entre Magdalena y Adela, por un lado, y entre Amelía y Martirio, por
otro.
5.6.1. Relaciones entre los personajes.
Entre los personajes visibles se establecen cuatro formas fundamentales de relación:
Relación entre Bernarda y sus vecinas: miedo y odio.
– Las vecinas del pueblo “temen” a Bernarda por su carácter orgulloso y altivo,
pero se guardan las apariencias, aunque en los “apartes” las vecinas insultan
a Bernarda.
Relaciones entre señora y criadas: odio y clasismo.
– Estas relaciones están dominadas por el odio y el resentimiento de clase. Su
precedente literario puede hallarse, tal vez, en La Celestina. Tanto Poncia
como la Criada odian a Bernarda: murmuran contra ella y desean su mal. Sin
embargo, en la medida en que la temen, no se atreven a enfrentarse
directamente con ella. Las relaciones entre Bernarda y Poncia, no obstante,
son peculiares, ya que son de la misma edad y Poncia lleva 30 años sirviendo
en casa lo que la autoriza a tomarse ciertas confianzas.
Relaciones entre la madre y las hijas: autoritarismo y rebeldía.
– Están presididas por el autoritarismo y la rigidez de una educación que
condena a las hijas a obedecer sin cuestionar las órdenes maternas. Este
autoritarismo se ejerce desde el peso de la tradición y de la moral: el cabeza
de familia manda y los hijos obedecen. Esta educación se basa en el miedo y
en la negación de la libertad. Fruto de tal opresión será la rebeldía de Adela,
que, al final de la obra, se enfrenta directamente con su madre, rompe su
bastón y proclama su independencia.
5.6.3. El personaje femenino y la visión del hombre.
– La Casa de Bernarda Alba es una obra de personajes exclusivamente femeninos: la
mujer alcanza el máximo protagonismo y se erige en el centro del drama, pero la
sombra del hombre gravita constantemente sobre la escena, acentuando las
frustraciones, los deseos y la realidad de las mujeres sin hombre.
– Para determinados personajes, el hombre es un ser deseado y necesario para la
felicidad, es un ser fuerte y violento (historia del padre de Adelaida, la comparación
de Pepe con un león que hace Adela).
– Además el hombre posee un instinto que le inclina al amor y al erotismo (el marido
de Bernarda le levantaba las enaguas a la criada, la escena de Paca la Roseta y la de
la mujer de lentejuelas en el olivar con los segadores, Pepe manteniendo relaciones
ocultas con Adela…)
5.6.4.1. Bernarda Alba.
Su nombre significa “con fuerza de oso,” y es la encarnación hiperbólica de las fuerzas
represivas. La conocemos antes de entrar en escena mediante la caracterización indirecta
que de ella hacen otros personajes.
– Según Poncia y la Criada, es autoritaria, dominanta, orgullosa, clasista, violenta,
intransigente, mezquina, hipócrita…
– Sus hijas le tienen miedo: golpea a Angustias con el bastón por haber mirado a los
hombres, y poco después borrará violentamente el maquillaje de su cara. Golpea a
Martirio por haber escondido el retrato de Pepe el Romano. Intenta golpear a Adela,
pero ésta le hace frente.
– También las vecinas del pueblo la temen, tanto por su carácter agresivo como por
conocer el origen familiar de las gentes del pueblo (historia del padre de Adelaida) y
las particularidades de cada familia (Poncia se encarga de espiar para ella).
Pertenece a una burguésía campesina acomodada: propietaria de campos y con capital para
comprar muebles a su hija. Por pertenecer a una capa social superior se considera con
verdadero orgullo de casta.
Representa las convenciones morales y sociales más antiguas. Ha interiorizado plenamente
la mentalidad tradicional vigente. Bernarda representa la autoridad y el poder, casi en
estado puro. Tales ideas corresponden a la concepción tradicional del papel de la mujer frente al del hombre.
La autoridad y el poder que representa lo indica el bastón que siempre lleva en escena, y la
frecuencia con que aparece en sus labios el lenguaje prescriptivo, órdenes, prohibiciones,
presididas por esa exclamación que impone. Se trata de un lenguaje autoritario,
agresivo, lleno de imperativos (“¡vete!,” “¡matadla!”) y preguntas inquisitoriales (“¿hay que
decir las cosas dos veces?”) Es importante añadir que ese poder encarnado en Bernarda es
un poder irracional.
Angustias (39 años) es hija del primer matrimonio y heredera de una envidiable
fortuna que no tarda en atraer, pese a su edad y falta de encantos, a Pepe el Romano; pero para ella el matrimonio es “salir de este infierno.” Ya no le queda pasión o verdadera ilusión, lo que contrasta con Adela e incluso con Martirio.
Amelía (27 años) es el personaje más desdibujado. Representa la sumisión y temor a la autoridad materna. Tiene un gran pudor ante los hombres.
Magdalena (30 años) es la única que llora en el funeral de su padre; se siente
inclinada al bien. Nos sorprende con amargas protestas, por ejemplo, cuando
exclama: “¡Maldita sean las mujeres!”. Hubiera preferido ser un hombre: “Prefiero
llevar sacos al molino.”
Martirio (24 años) es un personaje más complejo. Encarna el resentimiento y la
envidia. Es la que provoca indirectamente el suicidio de Adela.
Adela (20 años): es la más joven y representa la fuerza de la pasión, la llamada del
instinto y el deseo de libertad.
– Es hermosa, apasionada y franca. De hecho, su nombre significa “de
naturaleza noble.”
– Es la encarnación de la rebeldía.
– Desde el principio del encierro proclama
– No obstante, la suya será una rebeldía trágica. Su suicidio es la
liberación desesperada, es la única salida. Ella es la única entre las
hermanas que está dispuesta, incluso, a la máxima degradación social:
ser la amante de Pepe el Romano cuando éste se case con Angustias.
– El suicidio de Adela, último signo de rebelión en defensa de
una libertad imposible, ciega para sus hermanas el camino de
la libertad. Otra vez se impone la dominación de Bernarda y
sus hijas se ven condenadas a vivir encerradas sin esperanza.
Si alguna de ellas tuviese la tentación de soñar con el amor o
con la libertad, se le haría presente el amargo final de Adela
por haberse atrevido a desafiar la autoridad de Bernarda.
Poncia coincide en algunos rasgos con Bernarda: misma edad, moral tradicional,
preocupada por “el que dirán.” Como vieja criada podría ser ‘de la familia:’” domina a las
hijas a las que aconseja, advierte, amenaza e incita a lo sexual cuando les habla de los
hombres, hasta tutea a Bernarda. Pero ésta no deja de recordarle la distancia que las
separa: “Me sirves y te pago. ¡Nada más!” Ella asume su condición (“Soy una perra sumisa”),
pero está llena de un rencor contenido que se manifiesta con toda su fuerza en la primera
escena y se percibe sutilmente después. Poncia es un personaje inolvidable por su sabiduría
rústica, por su desgarro popular y por el sabor, la riqueza y la creatividad de su habla.
Pepe el Romano es el hombre más atractivo del lugar, es la encarnación del Hombre, del
“oscuro objeto del deseo.” No aparece en escena, sólo oímos su silbido, y paradójicamente,
está siempre presente en ella. Su irrupción en este mundo cerrado de la casa
desencadenará la pasión de tres de las hermanas: proyecta casarse con Angustias por su
dinero, es amado secretamente por Martirio y mantiene relaciones amorosas con Adela. Su
papel es esencialmente el de catalizador de las fuerzas latentes. De ahí su fuerza, que es
ponderada hiperbólicamente por diversas voces (es “un gigante” “un león”).
5.7.2
Simbología
La realidad aparece cargada de una fuerte dimensión simbólica. De hecho, los símbolos que Lorca había utilizado ya en su poesía adquieren también una gran importancia en sus obras dramáticas. Así, por ejemplo, al río y los pozos a los que ya hemos aludido con anterioridad, se suman otros elementos simbólicos presentes en La casa de Bernarda Alba:
Objetos como símbolos.
– Para representar la tiranía:
– El bastón de Bernarda es símbolo del poder tiránico que ejerce sobre
todos los que la rodean. Muy relevante en este sentido es el
momento en el que Adela, ya en el tercer acto, le arrebata el bastón a su madre y lo parte en dos al grito de “¡Aquí se acabaron las voces del presidio!”
– Para representar la libertad:
– Frente al bastón, el mar y el campo son símbolos de libertad.
– Para representar la represión:
– El agua y la sed representan los anhelos reprimidos.
– Para representar el erotismo y la sexualidad:
– Los ríos son la fuerza vital y el erotismo.
– Adela lleva en el primer acto un abanico con flores rojas y verdes; y Paca la Roseta, después de mantener relaciones sexuales en el olivar (lugar de encuentros sexuales fuera de la casa) regresa al pueblo con “una corona de flores en la cabeza.”
– El caballo simboliza la pasión sexual, el deseo amoroso.
– Para representar la muerte:
– Los pozos son la muerte.
Colores como símbolos.
– Muy significativo es el sentido simbólico que adquiere el color verde, muy lorquiano: el abanico de Adela tiene flores rojas y verdes; y verde es también el vestido con el que Adela rompe el luto en el primer acto. Este color en la obra adquiere connotaciones de rebeldía y muerte.
– El blanco simboliza la vida, la alegría y la libertad (son blancas las enaguas, las estrellas, el caballo semental, la oveja que lleva Ma Josefa en brazos…).
– El negro representa la muerte, la tristeza y la represión (trajes negros del luto, abanico negro, noche oscura y negra).
Los nombres de los personajes como símbolos.
– Bernarda, en germánico, significa “con fuerza de oso.”
– Además, el apellido Alba (“blanco” en latín) pone de relieve la obsesión por la limpieza y las apariencias.
– Evidente es también el significado que se encierra detrás de los nombres de Martirio (mujer atormentada y martirizada) y Angustias (etimológicamente del latín “angostura” y con significado de “opresión, congoja.”)
5.7.4. El lenguaje coloquial.
Insultos, maldiciones y amenazas, rasgo que afecta a todos los personajes.
– Las mujeres del duelo, Poncia y la Criada insultan a Bernarda. Propio del
lenguaje coloquial es la maldición: “¡mal dolor de clavo le pinche los ojos!”
Estos insultos y maldiciones se producen en ausencia del personaje aludido.
Sin embargo, los insultos que profiere Bernarda contra sus hijas son directos,
igual que los insultos, amenazas y maldiciones que se cruzan entre Martirio y
Adela y entre Adela y Poncia.
– Vulgarismos, puestos en boca de Poncia y de la Criada, como reflejo de su
baja condición social.
– Poncia: “Llevan ya más de dos horas de gori-gori.”
– Algún ejemplo de andalucismos, como la expresión “no seas como los
niños chicos” (Poncia, acto II) o “puede ser un volunto mío” (Martirio,
acto II).
Habla rural y campesina.
– La utilización del sustantivo madre sin artículo: “Si la hubiera visto madre”
(acto l).
– La apócope en “la tercer sábana” (Angustias, acto II)
– La expresión “la noche requiere compaña” (Amelía, acto III).
Uso de refranes, frases hechas, y dichos populares.
Insinuaciones, alusiones, indirectas, frases de doble sentido.
– Los personajes se acusan mutuamente o acusan a un tercero mediante
insinuaciones ambiguas. Estas alusiones son carácterísticas del habla de
Poncia, sobre todo cuando trata de descubrirle a Bernarda el conflicto
amoroso.
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