25 Oct
Introducción
La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) fue un régimen autoritario con un programa regeneracionista inspirado en el modelo intervencionista y corporativista en auge en la Europa de entreguerras. En 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, lideró un pronunciamiento militar contra el gobierno constitucional, con escasa oposición. Primo de Rivera presentó la dictadura como una solución transitoria para «extirpar los males del país». El rey Alfonso XIII lo nombró presidente y ministro único, dando inicio al Directorio Militar.
El Directorio Militar (1923–1925)
El Directorio Militar proclamó el Estado de Guerra, suspendió la Constitución de 1876, disolvió las Cortes y prohibió las actividades de partidos políticos y sindicatos. Se impuso el orden público con duras medidas represivas contra la CNT y el PCE, y se reprimió cualquier manifestación nacionalista, radicalizando el nacionalismo catalán hacia posturas separatistas. Los ayuntamientos fueron disueltos y sustituidos por juntas de «vocales asociados», elegidos por los mayores contribuyentes, vinculados al caciquismo. La reforma administrativa, que pretendía acabar con el caciquismo, lo acentuó. Primo de Rivera tuvo éxito en la guerra de Marruecos: en 1925, España y Francia acordaron una ofensiva conjunta. El desembarco en Alhucemas logró sus objetivos y, un año después, se sometió todo el protectorado.
El Directorio Civil (1925–1930)
En esta fase, Primo de Rivera sustituyó el Directorio Militar por un gobierno civil con la intención de permanecer en el poder. Buscó construir un régimen inspirado en las dictaduras europeas, especialmente la Italia fascista de Mussolini. Impulsó la Unión Patriótica (1924), un partido de derechas sin programa definido, como instrumento de propaganda. En 1926, convocó una Asamblea Nacional Consultiva, con representantes del Estado, la administración y la Unión Patriótica, para elaborar una nueva «constitución». Sin embargo, sus funciones eran meramente consultivas y estaba controlada por el gobierno. La dictadura se benefició de la expansión económica internacional. Su política, intervencionista y nacionalista, impulsó la industria nacional con aranceles proteccionistas y ayudas a grandes empresas. Se crearon monopolios estatales como CAMPSA y Telefónica. El fomento de obras públicas fue destacado. La escasa conflictividad social se debió a la represión (especialmente a la CNT) y a una política social y laboral basada en la intervención estatal y la integración de organizaciones obreras moderadas (como la UGT), con la colaboración de los socialistas. Se creó el «Somatén», una fuerza armada ciudadana para apoyar a la policía y al ejército en conflictos internos.
El Final de la Dictadura (1930)
A partir de 1926, la dictadura perdió apoyos y aumentaron las críticas. El pronunciamiento militar de la «sanjuanada», el alejamiento de militares tras la supresión de ascensos por antigüedad (disolución del Arma de Artillería) y la oposición de intelectuales y periodistas, a pesar de la censura, debilitaron el régimen. Primo de Rivera, sin apoyos, dimitió en enero de 1930. Le sucedió el general Dámaso Berenguer, en la «Dictablanda». El 16 de marzo de 1930, Miguel Primo de Rivera falleció en París.
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