24 Jun
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX aparecen en España dos movimientos: el Modernismo y la Generación del 98. El Modernismo surge con el rechazo de la civilización burguesa, lo que conlleva un aislamiento aristocrático y un refinamiento estético, escapista, elitista e iconoclasta. Es el primer movimiento hispanoamericano (Rubén Darío), pero tiene origen en el Parnasianismo (perfección formal) y Simbolismo (estados de ánimo a través de símbolos ocultos) de Francia. El Modernismo español es una síntesis de ambos movimientos y destacan temas como la desazón ROMántica, el escapismo, el erotismo y el indigenismo americano. La estética es sensorial, persigue la perfección formal, al igual que el lenguaje, brillante y con gran efecto sonoro y retórico. En la métrica se produce una renovación formal, con nuevos ritmos, metros (alejandrino, dodecasílabo), pies acentuales que recuerdan a los hexámetros latinos y estrofas tradicionales, como el soneto. El poeta cumbre de este movimiento es Rubén Darío con su obra
Azul (1888), que tiene un estilo refinado, sonoro y exótico. Tiene otras obras como Prosas profanas (Modernismo exterior y esteticista). En España, destacan los hermanos Machado: Manuel, sensual y decadente (Alma); Antonio, intimista y simbolista (Soledades, galerías y otros poemas). También destacan Juan Ramón Jiménez, que tiene una primera etapa modernista (Arias tristes); y Valle Inclán, con su prosa modernista, sensual y preciosista (Sonatas). La Generación del 98, relacionada con el Modernismo, está formada por un grupo de escritores que evoluciona con el paso del tiempo. Surge como consecuencia de la decadencia de España, afectada por el desastre del 98, que lleva a estos escritores a adoptar ideas regeneracionistas y a preocuparse por la situación española. En su etapa de madurez, se ven influenciados por las corrientes filosóficas irracionalistas (Nietzsche) y son precursores del existencialismo, por su concepción nihilista de la vida. Este movimiento supone una renovación en cuanto a la generación anterior. El estilo es antirretórico, subjetivo y, a veces, lírico, que refleja su sentir personal y su visión del paisaje. Además, incorporan al lenguaje palabras tradicionales. Innovan en el ensayo, el cual les permite exponer sus reflexiones; e intentan renovar el teatro y la novela. Es un período floreciente de la literatura española, conocido como Edad de Plata. Entre sus autores destaca Unamuno, vehemente y creador de la nivola. Destaca por sus novelas (Niebla, San Manuel Bueno, mártir) y ensayos (La vida de Don Quijote y Sancho). También destacan Baroja, expresivo, claro y ameno (El árbol de la ciencia, La busca); y Azorín, conciso y evocador (La voluntad, Las confesiones de un pequeño filósofo). Por último, cabe destacar a Valle Inclán, dramaturgo creador del esperpento, estética que deforma la realidad y degrada a los personajes (Luces de Bohemia). Además, tiene novelas históricas (La guerra carlista) y diálogos (Comedias bárbaras).
En esta época hubo varios tipos de teatro. El espectáculo estuvo influenciado por la crítica del público, que rechaza la innovación. La comedia
Benaventista es un teatro de obras bien hechas y situaciones típicas de la comedia de salón. Representa a las clases burguesas y los temas no cuestionan el orden burgués, aunque si rozan la moralidad. El representante de esta comedia es Jacinto Benavente. Su obra maestra es Los intereses creados, donde adopta la tradición de la farsa (comedia del arte italiano). También destaca La Malquerida, sobre una pasión incestuosa. Este autor introdujo ambientes cotidianos y una filosofía desengañada. El teatro en verso es modernista y tradicionalista (siglo de Oro). Entre sus autores destacan Francisco Villaespesa, con Doña María Padilla y Eduardo Marquina, con sus dramas Las hijas del Cid y Teresa de Jesús. Los hermanos Machado también destacaron con La Lola se va a los puertos. El Teatro cómico sigue la tradición de la comedia costumbrista y el sainete. Destacan los hermanos Álvarez Quintero, con obras ligeras como el genio alegre y Las de Caín y Carlos Arniches, con su sainete madrileño, El santo de la Isidra y una tragedia grotesca, La señorita de Trevélez. El teatro innovador, con los autores del 98 y el 27 intenta renovar el género convencional. Unamuno pretende transmitir sus ideas con obras como Freda. Jacinto Grau retoma los mitos literarios y destaca su obra El señor de Pigmalión. El dramaturgo más destacado es Valle-Inclán. Creó el esperpento, un subgénero teatral que une lo trágico con lo grotesco y deforma la realidad. Su obra más importante es Luces de Bohemia, donde critica la bohemia literaria y la vida española de principios de siglo, a través del recorrido nocturno del poeta ciego Max Estrella con su lazarillo, Don Latino de Hispalis, por Madrid. En Martes de carnaval recoge a otros esperpentos como: Los cuernos de don Friolera, las galas del difunto y la Hija del capitán. En la Generación del 27 destacaron Alberti, con el hombre deshabitado y Miguel Hernandéz, con El labrador de más aire. Alejandro Casona y Max Aub comenzaron a escribir en esta época pero sus mejores obras las escribieron después de 1939. El máximo representante fue Federico García Lorca, que comenzó como director de la Barranca, una compañía itinerante. Lorca creía en la función educadora y estuvo influenciado por el drama rural y los clásicos, entre otros, y mezcló el verso con la prosa. Su primer éxito fue Mariana Pineda, que trata de amor y política. Pero, sus grandes obras son tres tragedias: Bodas de Sangre, donde el odio entre familias recuerda a una tragedia clásica; Yerma, donde el ansia de maternidad de una mujer estéril choca con la fidelidad del marido; y La casa de Bernarda Alba, donde enfrenta la autoridad de la madre con la libertad de las hijas.
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