11 Jun
Dublineses de James Joyce
Dublineses, escrito en 1904 y publicado en 1914 por el irlandés James Joyce, es una de las obras que consolidó al autor, junto a otras como Ulysses o Finnegan’s Wake o A Portrait as a Young Man, como uno de los mejores exponentes de la Literatura Mundial a principios del siglo XX, debido a la excelencia de su narrativa y la profundidad psicológica que presentaban sus personajes. Fue uno de los principales artífices de la profunda renovación de las técnicas narrativas, como Virginia Woolf, que conduciría a la superación del realismo decimonónico, destacando en sus obras el llamado “flujo de conciencia”, que apuesta por una descripción psicológica profunda de los personajes presentando los pensamientos íntimos de estos de forma caótica, yuxtaponiendo emociones y sensaciones.
Temática y Estructura de Dublineses
Dublineses consta de quince cuentos que tratan acerca de distintos temas, en donde se refleja una amplia visión de la Irlanda de principios del siglo XX y de la problemática social de la clase trabajadora de aquella época tras la revolución industrial, que había superado la gran hambruna no hacía mucho.
Dublineses no es un libro que se pueda encasillar en una sola temática. Podemos destacar:
- El alcoholismo
- La invención de las máquinas
- Las represiones sexuales
- La prisión de la rutina y el deseo de escape que llevan a la frustración y la violencia
- La presencia de la muerte (en el primer cuento se pone de manifiesto y el último tiene el nombre de “The Dead”)
También podemos encontrar motivos recurrentes como la parálisis, personajes aturdidos que no logran cambiar sus vidas monótonas, el sentimiento de traición o la religión, pues son continuas las alusiones a figuras eclesiásticas.
La mitad de los cuentos se desarrollan dentro de espacios cerrados, dándonos así una perspectiva oscura y sombría de esas historias. Por otra parte, la otra mitad se desarrolla en espacios abiertos. El autor no describe detalladamente el aspecto físico de los personajes, y esto hace también que la imaginación del lector fluya libremente y los imagine a su manera. Todos los cuentos presentan un final que puede resultar desconcertante para el lector. El final de cada cuento rompe el esquema tradicional de cualquier tipo de novela, pues es dejado de manera ambigua o se da un fin un tanto abrupto.
Por otro lado, es destacable que los tres primeros cuentos son protagonizados por niños, que están contados por ellos mismos, en primera persona. En ellos está muy presente la sensación de incomprensión ante un mundo turbio y decepcionante. Los cuatro siguientes están protagonizados por jóvenes y en ellos está presente, en mayor o menor medida, el tema del amor. Luego llegamos al mundo adulto, formado por otros cuatro cuentos. Después, vemos una serie de historias en las que se trata el tema de la vida política y pública. Por último, llegamos a Los muertos (“The Dead”), la narración más extensa de Dublineses. Por esto y por su estructura, se ha llegado a considerar una novela corta dentro del propio libro de relatos. En ella un hombre va con su esposa a una fiesta en la casa de sus tías. La fiesta se extiende hasta el amanecer y cuando ellos vuelven al hotel en el que se hospedan, ella le revela que estuvo enamorada de un chico que murió. El marido medita sobre esta revelación y se da cuenta de que los muertos determinan nuestra vida tanto como los vivos.
James Joyce: Vida y Legado
James Joyce estudió en el colegio de jesuitas, formación que siempre reivindicó y le inculcó un espíritu riguroso y metódico que se refleja incluso en sus composiciones literarias más experimentales. Manifestó cierto rechazo por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad irlandesa. Se mudó a París y durante la Primera Guerra Mundial vivió junto a su mujer y sus dos hijos en Zúrich, aunque regresó a París al final de la campaña.
Durante la Segunda Guerra Mundial se trasladó de nuevo a Zúrich, donde murió ya casi completamente ciego (un defecto que se manifiesta en sus obras).
La obra de Joyce está consagrada a Irlanda, concretamente a Dublín, ciudad por la que muestra cierta obsesión y aunque vivió poco tiempo allí, en todas sus obras la acción se desarrolla allí para mostrar su compleja realidad política e histórica. Podemos decir, con todo, que sus innovaciones narrativas, entre ellas el uso excepcional del «flujo de conciencia», así como la exquisita técnica mediante la que desintegra el lenguaje convencional y lo dobla con otro, completamente personal, simbólico e íntimo a la vez, y la dimensión irónica y profundamente humana que, sin embargo, recorre toda su obra, lo convierten en uno de los novelistas más influyentes y renovadores del siglo XX.
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