15 Feb
Economía, Sociedad y Cultura en los Siglos XVI y XVII
Economía: Se produjo un empobrecimiento general, muy notable en Castilla (que soportaba el 40% de toda la carga financiera), observándose solo cierta mejoría en Cataluña y Valencia a finales del siglo XVII. La industria lanera se arruinó por los altos impuestos y la inflación que trajo la llegada de plata americana (que decayó también desde el siglo XVII). La producción agrícola se hundió por las malas cosechas (enfriamiento global del siglo XVII) y del comercio con América se lucraron ante todo los asentistas flamencos. Los gastos militares provocaron hasta ocho bancarrotas (1556-1662).
Sociedad: Creció la estratificación derivada del proceso de refeudalización nobiliario, imponiéndose un ideal de vida basado en la limpieza de sangre, la ociosidad y el desprecio al trabajo manual (considerado propio de judíos). La crisis económica llevó a un aumento del clero (especialmente el regular), que retuvo influencia y poder. La burguesía se arruinó y el campesinado se empobreció, aumentando el número de pícaros (Sevilla, Toledo y Madrid), jornaleros (en el sur) y bandoleros (Cataluña).
Cultura: Fue una época de enorme esplendor, el llamado “Siglo de Oro”. En arquitectura destacan estilos propios como el plateresco, el herreriano (siglo XVI) y el barroco churrigueresco (siglo XVII), mientras que en pintura destacó -entre otros muchos- Velázquez (Barroco, siglo XVII). En literatura se impone la novela picaresca, cuyo mejor exponente es *D. Quijote de la Mancha*, de Cervantes (1605).
Guerra de Sucesión Española y la Paz de Utrecht
La herencia obtenida por Felipe V desencadenó la Guerra de Sucesión (1701-1714), que fue tanto una guerra europea entre éste (apoyado por Francia y Baviera) y el Archiduque Carlos (apoyado por Austria, Inglaterra, Holanda, Saboya, Prusia y Portugal) como (desde 1705) una guerra peninsular entre Castilla (que apoyaba el modelo absolutista borbónico) y Aragón (apoyaba el modelo foral de los Habsburgo). La Guerra no tuvo un vencedor claro, pues si bien en la península las tropas de Felipe V se impusieron (Almansa, 1707), en Europa los ingleses (Marlborough) derrotaron a Francia (Hochstadt, 1704). Por tanto, y tras heredar también el archiduque Carlos el Imperio Austriaco (Carlos VI de Austria, 1711), sus aliados, temerosos de su poderío, llegan a un acuerdo con Luis XIV (Tratado de Utrecht, 1714) por el que Felipe V sería rey de España previa renuncia de sus derechos sobre Francia y el reparto de su herencia (Gibraltar y Menorca a Inglaterra, Flandes, Cerdeña y Nápoles a Austria, Sicilia a Saboya, etc.). Se creó un nuevo equilibrio con Inglaterra como dueña del mar y la hegemonía continental disputada entre Francia y Austria. En este nuevo escenario, los borbones españoles tratarán de recuperar lo perdido en Utrecht y defender América de Inglaterra. Para ello firman con Francia tres “Pactos de Familia” (1733, 1741 y 1761) con los que logran recuperar influencia en Italia, junto a algunos territorios (Luisiana, Menorca y Florida).
La Nueva Monarquía Borbónica: Los Decretos de Nueva Planta
Tras hacerse con la corona española en la Guerra de Sucesión (1701-1714), Felipe V abolió los fueros de Valencia (1707), Aragón (1711), Cataluña (1714) y Mallorca (1715), pasando a publicar los Decretos de Nueva Planta (1716), que sustituyeron los fueros abolidos por los de Castilla. Los diputados de la antigua Corona de Aragón pasan a reunirse ahora en las Cortes Castellanas, nueva y única asamblea representativa del reino. Los consejos pierden importancia, quedando los territoriales incluidos en el de Castilla y sobreviviendo solo el de Indias. Solo Navarra y las Vascongadas mantienen sus fueros por la lealtad demostrada a Felipe V. Los reinos de la antigua monarquía hispánica son ahora sustituidos por intendencias o capitanías generales, fuertemente centralizadas. En general, este nuevo modelo de estado supone un intento de adaptar la monarquía absoluta y centralizada nacida en Francia con Luis XIV al contexto español, así como a las nuevas ideas traídas por la Ilustración. Nacía así el Despotismo Ilustrado, nuevo modelo político autocrático a la par que paternalista que intentaba favorecer el progreso económico y la mejora de las condiciones de vida del pueblo sin que ello pusiera en riesgo el modelo absolutista y el orden estamental del Antiguo Régimen. Este reformismo político importado de Francia por Felipe V, continuará con Fernando VI y sobre todo con Carlos III, quién lo lleva también a América (Gálvez, 1763).
Las Reformas Borbónicas en los Virreinatos Americanos
Aunque con Felipe V ya se habían implantado algunas reformas (traslado de la Casa de Contratación a Cádiz en 1717, creación del Virreinato de Nueva Granada en 1739), el gran proyecto reformista fue obra de Carlos III y de José de Gálvez (presidente del consejo de Indias). La ocupación británica de La Habana y Manila (1762) evidenció la insuficiencia de las defensas. Además, se comprobó el deficiente aprovechamiento del imperio (abundancia de contrabando, anticuado monopolio de Cádiz, corrupción de los criollos, etc.). Ante esto, Gálvez propone varias reformas:
- Administrativas: Para favorecer la defensa y el comercio del cono sur se crea el Virreinato del Río de la Plata (1778). Se excluye a los criollos de la administración (audiencias y corregimientos), imponiéndose los intendentes para controlar de cerca la fiscalidad y reducir el contrabando.
- Militares: Para asegurar la defensa, se crea un ejército permanente con milicias criollas y mandos peninsulares. Se refuerzan las defensas de Cartagena de Indias, La Habana, El Callao, Manila, Veracruz y Montevideo.
- Económicas: Se decreta el libre comercio (1778) y se fomentan la minería (Zacatecas) y la agricultura de exportación (cacao, café, azúcar, tabaco).
El balance de las reformas fue diverso, pues si por un lado la metrópoli aumentó sus ingresos y aseguró la defensa imperial, por el otro los criollos empezaron a sentirse relegados, lo que sembraría la semilla independentista.
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