07 Jul

El hombre peca venialmente cuando realiza un acto de materia leve o, en caso de materia
grave, no tiene plena advertencia o entero consentimiento.
Los Diez Mandamientos nos enseñan el camino para llegar a Dios y, así, ser felices y hacer
felices a los demás.
El primer mandamiento exige creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas, libres
de toda idolatría.
El segundo mandamiento exige respetar el nombre de Dios, que es santo.
El tercer mandamiento exige celebrar el domingo y otras fiestas señaladas por la Iglesia para
dar culto a Dios.
El cuarto mandamiento exige honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquellos a quienes
Dios ha investido de autoridad para nuestro bien.

El quinto mandamiento exige respetar, proteger y cuidar siempre la vida y la salud de toda
persona, desde su concepción hasta su muerte natural. También la propia salud y la propia
vida.
El sexto mandamiento exige vivir la sexualidad como expresión y realización del amor,
ordenado a la uníón conyugal del hombre y la mujer y a la transmisión de la vida. Exige ser
libre para amar, mediante el dominio de uno mismo, y superar los impulsos y pasiones
desordenados.
El séptimo mandamiento exige respetar los bienes ajenos y la justa administración y reparto de
los bienes de la tierra; el derecho a la propiedad privada; el respeto a las personas, a sus
bienes y a la integridad de la creación.
El octavo mandamiento exige que nuestras palabras sean verdaderas, porque la confianza
nace de la comunicación veraz y sincera entre unos y otros. Sin la verdad no hay posibilidad de
confianza ni de comunidad de vida.


El hombre peca venialmente cuando realiza un acto de materia leve o, en caso de materia
grave, no tiene plena advertencia o entero consentimiento.
Los Diez Mandamientos nos enseñan el camino para llegar a Dios y, así, ser felices y hacer
felices a los demás.
El primer mandamiento exige creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas, libres
de toda idolatría.
El segundo mandamiento exige respetar el nombre de Dios, que es santo.
El tercer mandamiento exige celebrar el domingo y otras fiestas señaladas por la Iglesia para
dar culto a Dios.
El cuarto mandamiento exige honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquellos a quienes
Dios ha investido de autoridad para nuestro bien.

El quinto mandamiento exige respetar, proteger y cuidar siempre la vida y la salud de toda
persona, desde su concepción hasta su muerte natural. También la propia salud y la propia
vida.
El sexto mandamiento exige vivir la sexualidad como expresión y realización del amor,
ordenado a la uníón conyugal del hombre y la mujer y a la transmisión de la vida. Exige ser
libre para amar, mediante el dominio de uno mismo, y superar los impulsos y pasiones
desordenados.
El séptimo mandamiento exige respetar los bienes ajenos y la justa administración y reparto de
los bienes de la tierra; el derecho a la propiedad privada; el respeto a las personas, a sus
bienes y a la integridad de la creación.
El octavo mandamiento exige que nuestras palabras sean verdaderas, porque la confianza
nace de la comunicación veraz y sincera entre unos y otros. Sin la verdad no hay posibilidad de
confianza ni de comunidad de vida.


El hombre peca venialmente cuando realiza un acto de materia leve o, en caso de materia
grave, no tiene plena advertencia o entero consentimiento.
Los Diez Mandamientos nos enseñan el camino para llegar a Dios y, así, ser felices y hacer
felices a los demás.
El primer mandamiento exige creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas, libres
de toda idolatría.
El segundo mandamiento exige respetar el nombre de Dios, que es santo.
El tercer mandamiento exige celebrar el domingo y otras fiestas señaladas por la Iglesia para
dar culto a Dios.
El cuarto mandamiento exige honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquellos a quienes
Dios ha investido de autoridad para nuestro bien.

El quinto mandamiento exige respetar, proteger y cuidar siempre la vida y la salud de toda
persona, desde su concepción hasta su muerte natural. También la propia salud y la propia
vida.
El sexto mandamiento exige vivir la sexualidad como expresión y realización del amor,
ordenado a la uníón conyugal del hombre y la mujer y a la transmisión de la vida. Exige ser
libre para amar, mediante el dominio de uno mismo, y superar los impulsos y pasiones
desordenados.
El séptimo mandamiento exige respetar los bienes ajenos y la justa administración y reparto de
los bienes de la tierra; el derecho a la propiedad privada; el respeto a las personas, a sus
bienes y a la integridad de la creación.
El octavo mandamiento exige que nuestras palabras sean verdaderas, porque la confianza
nace de la comunicación veraz y sincera entre unos y otros. Sin la verdad no hay posibilidad de
confianza ni de comunidad de vida.


El hombre peca venialmente cuando realiza un acto de materia leve o, en caso de materia
grave, no tiene plena advertencia o entero consentimiento.
Los Diez Mandamientos nos enseñan el camino para llegar a Dios y, así, ser felices y hacer
felices a los demás.
El primer mandamiento exige creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas, libres
de toda idolatría.
El segundo mandamiento exige respetar el nombre de Dios, que es santo.
El tercer mandamiento exige celebrar el domingo y otras fiestas señaladas por la Iglesia para
dar culto a Dios.
El cuarto mandamiento exige honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquellos a quienes
Dios ha investido de autoridad para nuestro bien.

El quinto mandamiento exige respetar, proteger y cuidar siempre la vida y la salud de toda
persona, desde su concepción hasta su muerte natural. También la propia salud y la propia
vida.
El sexto mandamiento exige vivir la sexualidad como expresión y realización del amor,
ordenado a la uníón conyugal del hombre y la mujer y a la transmisión de la vida. Exige ser
libre para amar, mediante el dominio de uno mismo, y superar los impulsos y pasiones
desordenados.
El séptimo mandamiento exige respetar los bienes ajenos y la justa administración y reparto de
los bienes de la tierra; el derecho a la propiedad privada; el respeto a las personas, a sus
bienes y a la integridad de la creación.
El octavo mandamiento exige que nuestras palabras sean verdaderas, porque la confianza
nace de la comunicación veraz y sincera entre unos y otros. Sin la verdad no hay posibilidad de
confianza ni de comunidad de vida.


El hombre peca venialmente cuando realiza un acto de materia leve o, en caso de materia
grave, no tiene plena advertencia o entero consentimiento.
Los Diez Mandamientos nos enseñan el camino para llegar a Dios y, así, ser felices y hacer
felices a los demás.
El primer mandamiento exige creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas, libres
de toda idolatría.
El segundo mandamiento exige respetar el nombre de Dios, que es santo.
El tercer mandamiento exige celebrar el domingo y otras fiestas señaladas por la Iglesia para
dar culto a Dios.
El cuarto mandamiento exige honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquellos a quienes
Dios ha investido de autoridad para nuestro bien.

El quinto mandamiento exige respetar, proteger y cuidar siempre la vida y la salud de toda
persona, desde su concepción hasta su muerte natural. También la propia salud y la propia
vida.
El sexto mandamiento exige vivir la sexualidad como expresión y realización del amor,
ordenado a la uníón conyugal del hombre y la mujer y a la transmisión de la vida. Exige ser
libre para amar, mediante el dominio de uno mismo, y superar los impulsos y pasiones
desordenados.
El séptimo mandamiento exige respetar los bienes ajenos y la justa administración y reparto de
los bienes de la tierra; el derecho a la propiedad privada; el respeto a las personas, a sus
bienes y a la integridad de la creación.
El octavo mandamiento exige que nuestras palabras sean verdaderas, porque la confianza
nace de la comunicación veraz y sincera entre unos y otros. Sin la verdad no hay posibilidad de
confianza ni de comunidad de vida.


El hombre peca venialmente cuando realiza un acto de materia leve o, en caso de materia
grave, no tiene plena advertencia o entero consentimiento.
Los Diez Mandamientos nos enseñan el camino para llegar a Dios y, así, ser felices y hacer
felices a los demás.
El primer mandamiento exige creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas, libres
de toda idolatría.
El segundo mandamiento exige respetar el nombre de Dios, que es santo.
El tercer mandamiento exige celebrar el domingo y otras fiestas señaladas por la Iglesia para
dar culto a Dios.
El cuarto mandamiento exige honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquellos a quienes
Dios ha investido de autoridad para nuestro bien.

El quinto mandamiento exige respetar, proteger y cuidar siempre la vida y la salud de toda
persona, desde su concepción hasta su muerte natural. También la propia salud y la propia
vida.
El sexto mandamiento exige vivir la sexualidad como expresión y realización del amor,
ordenado a la uníón conyugal del hombre y la mujer y a la transmisión de la vida. Exige ser
libre para amar, mediante el dominio de uno mismo, y superar los impulsos y pasiones
desordenados.
El séptimo mandamiento exige respetar los bienes ajenos y la justa administración y reparto de
los bienes de la tierra; el derecho a la propiedad privada; el respeto a las personas, a sus
bienes y a la integridad de la creación.
El octavo mandamiento exige que nuestras palabras sean verdaderas, porque la confianza
nace de la comunicación veraz y sincera entre unos y otros. Sin la verdad no hay posibilidad de
confianza ni de comunidad de vida.

Deja un comentario