03 Jun
Efectos de Inmersión y Escenografía en La Fundación de Buero Vallejo
El llamado efecto de inmersión implica una superación de la objetividad “narrativa”, ya que el espectador accede a la historia siguiendo la voluntad del autor, que manipula la acción dramática hasta conseguir que nos sintamos identificados con el protagonista aun sin ser conscientes de ello, ya que “vemos” a través de sus ojos a pesar de que no lo sepamos hasta muy avanzada la obra.
El autor hace participar al espectador, en cierta medida, de la enajenación del protagonista, ya que el público ve lo que ve Tomás, y sólo descubre la realidad a medida que éste la descubre. Sólo al final del cuadro I de la 2ª parte el escenario se presenta como lo que de veras es: la celda de una cárcel. A partir de este momento el espectador descubre que su percepción de lo que estaba ocurriendo en el escenario era tan falsa como la del protagonista: también el espectador ha creído que era “real” algo ficticio. Esto lleva al espectador a preguntarse si como Tomás, o como él mismo hace unos instantes, no estará viviendo en un error, en una “fundación”, tras la que se ocultan otras realidades.
El público ve, pues, lo que ve el personaje, que impone su punto de vista subjetivo desde la primera persona a todo el universo escénico. Así Tomás transforma los petates en cómodos sillones, las paredes en librerías o en un ventanal sobre el campo. Pero esto el espectador no lo sabe porque también lo ignora Tomás. La obra se constituye como un continuado proceso de acercamiento desde la locura a la realidad vivida por el espectador y el personaje.
La acción de la obra se centra principalmente en la conquista de la verdad a partir de la enajenación: en comprender que estamos en la cárcel. Esta inmersión en la mente del protagonista es el único modo de poder presentar directamente la sucesiva vuelta a la normalidad de Tomás. Cada transformación del espacio escénico revela que un nuevo fragmento de la realidad ha logrado ocupar su sitio en el cerebro del personaje aunque también existen algunas deformaciones en la audición de Tomás que, por ejemplo, escucha “ingeniero” cuando un compañero le dice “tornero”. Las variaciones afectan primordialmente a la vista, a la configuración del mundo y de las cosas, aunque también afectan a los otros sentidos como el oído (los ruidos, lo que dicen los personajes) o el olfato (el mal olor de la cisterna).
Dentro de los procedimientos de inmersión es de destacar la importancia de Berta, fruto exclusivo de la alucinación de Tomás. Berta es un desdoblamiento de la personalidad de Tomás, como ha señalado la crítica. Berta dice: “Aborrezco la Fundación” cuando la obra acaba de comenzar y aún nos encontramos en el mundo idílico de la institución. Berta, con sus palabras producidas por la mente de Tomás, supone la primera y más importante ruptura del sistema establecido en su alucinación al tiempo que es un reflejo del subconsciente que experimenta así los primeros atisbos de claridad.
El efecto de inmersión apunta, pues, hacia el mundo como algo engañoso, y por medio de esta técnica dramática Buero denuncia lo equívoco de nuestra sociedad y busca la comprensión hacia el delator, al que el público llegará a entender y perdonar.
Algunos de los “efectos de inmersión” que hay en la obra son:
-Tomás, en su locura, cree que el compañero muerto aún vive y que su novia Berta reside en otro pabellón de la Fundación, desde el que acude a visitarlo. Ambos supuestos son falsos y las palabras que imagina no han sido pronunciadas nunca, por mucho que el espectador también las escuche. Para el espectador, Berta es un ser tan real como Tomás y su consistencia resulta semejante a la de los muebles que llenan el escenario, el paisaje que se vislumbra al fondo o la música de Rossini que suena durante todo el tiempo.
-Tomás no deja de captar la animadversión de Tulio y toma por burlas algunas de sus acciones, como cuando Tulio finge recoger unos inexistentes vasos de cristal, invisibles para todos, con excepción de Tomás; aquel sólo hace ademanes y su mímica resulta normal para los otros, pero Tomás ve que realmente no está cogiendo nada. Este incidente representa otro paso para la normalidad: Tomás no ve nada, porque no hay nada.
-En el segundo cuadro, las disonancias se acentúan: Tomás, “angustiado” (según señala una acotación), observa que su mundo se desajusta por momentos: no se enciende la lámpara, ni funciona la televisión, no oye la música. La desaparición de la máquina de fotos y su sustitución por “un vaso roñoso” le hacen deducir correctamente que algo le ocurre a él y no a los demás. Oye que Asel no es médico y se renueva su preocupación por el extraño “enfermo”.
-Una escena con gran dramatismo es la que se desarrolla en el momento en que Tomás “oye” al “enfermo” pedir ayuda. Las palabras del enfermo martillean la mente de Tomás, pero son su propio pensamiento, incapaz de explicarse las razones por las que Asel no contesta los apremiantes requerimientos del cadáver que sólo él oye. Entran los carceleros y se aclara que el hombre lleva muerto varios días.
-Al comenzar el cuadro tercero ya no hay ningún sillón, la mesa es ahora de hierro y está empotrada en el suelo, al igual que la cama en el muro. Los uniformes de los personajes son los de unos presos, pero Tomás conserva el suyo del principio. Todavía intenta encender las lámparas, que desaparecen.
A continuación resulta afectado el paisaje: parte de él, el que se veía desde la puerta, se convierte en el corredor de la prisión. El resto, que se percibe a través del gran ventanal, comienza por primera vez a oscurecerse.
-Tomás vuelve a imaginar a Berta, escena que debe entenderse como el último intento de negar la realidad que Tomás efectúa; de ahí que se oiga la música de Rossini y que el paisaje vuelva a iluminarse con la luz de la mañana; pero Berta no hace otra cosa que exponer su subconsciente, que se enfrenta a su deseo de permanecer en la Fundación.
El paisaje se oscurece y Tomás admite la desaparición de la Fundación. Reconoce la cárcel.
En el último cuadro, ya no hay ventanal alguno, sino otro lienzo de pared gris. Tomás, vestido con el uniforme de preso. La cortina que formaba el inexistente cuarto de baño desaparece y la luz alcanza por fin por igual toda la escena. Sólo en este momento el espacio representa en todos sus pormenores la realidad de la prisión; cuando luego aparezcan los carceleros vestirán, por tanto, los uniformes reglamentarios.
Tomás empleará una última vez su locura, al tratar de encubrir la muerte de Max. La situación es ya muy distinta a todo lo anterior, pues él domina entonces su imaginación, en lugar de ser dominado por ella. La Fundación no es ya una huida, sino un arma utilizada contra los carceleros para conseguir el traslado a las celdas de castigo y, desde ahí, la posible liberación.
Todo el teatro de Buero esta caracterizado por la extensión y precisión de sus acotaciones. En el caso de La Fundación las acotaciones son particularmente necesarias o imprescindibles sobre todo a la hora de expresar los efectos mutadores, los efectos de inmersión que son claves en el desarrollo de la pieza y en su recepción por el espectador.
La iluminación es un apoyo escénico imprescindible para que el espectador sea capaz de acompañar a Tomás en su proceso de toma de conciencia de la realidad que está viviendo. La luz define los espacios, marca los momentos del día y nos acompaña en el proceso de Tomás. La luz contribuye a cambiar el escenario: luz impresionista, colores frescos y suaves para la Fundación y luz expresionista dura y agresiva para la cárcel. Cuando el mundo de la Fundación se derrumba con estrépito y se descubre la realidad de la cárcel, la luz que hasta entonces era de una “irisada claridad, un tanto irreal” se convierte en una “claridad gris y tristona” cada vez más cruda, como la realidad de los personajes.
Las esquinas permanecen en penumbra, como representación de los recodos de una mente que aún se niega a entender.
Primera parte:
-En la primera acotación hay diversas menciones: un globo de luz, enorme ventanal de gran altura. Tras el ventanal la dilatada vista de un maravilloso paisaje con edificios remotos que semejan extrañas catedrales. El dulce verdor de las praderas y bosquecillos. Pantallita cónica de metal sujeta a la pared sobre la cabecera del techo. Gran lámpara con su moderna pantalla de fantasía pendiente de una larga varilla que se pierde a lo alto. La risueña luz de la primavera inunda el paisaje.
-La lámpara del cuadro de Vermeer es casi idéntica a la de otra tabla famosa, a la de Van Eyck. Estas dos lámparas se parecen. Tomás habla de Turner y su paisaje es como un diamante de luz. La misma claridad irisada en el aposento.
-Cuando pretenden hacer una foto Tomás pregunta a Lino si tiene bastante luz. “De todos modos encenderé la lámpara, es muy potente”. Lino contesta: “La lámpara”. Tomás oprime el interruptor de la gran lámpara de la derecha que no se enciende, prueba de nuevo sin resultado. Tomás comprueba que no se enciende. Max dice que se habrá cortado la corriente, “lo comprobaré con el televisor o con la música. Ni el televisor ni el altavoz funcionan”.
-En otros momentos la luz acompaña la entrada y salida de los carceleros y los momentos más dramáticos de la obra en los que la tensión o el miedo se intensifican:
De pronto se oye un seco ruido metálico. Y la puerta se abre muy rápido hacia la izquierda. La luz del interior cambia instantáneamente. “Las feéricas tonalidades irisadas que iluminaban la sustituye una claridad gris y tristona” Cuando el encargado advierte que el hombre está muerto, en la acotación siguiente se dice “La iluminación cambia de golpe, gana claridad y crudeza, solo en los rincones y el chaflán se mantiene una borrosa penumbra grisácea.
-Al final de la primera parte la luz se vuelve de repente aun más agria y fuerte.
-La luz da su último salto y queda fija en una cruda e insoportable blancura que solamente respeta la penumbra de los rincones.
Segunda parte:
-Empieza con una acotación en donde se manifiesta una luz cruda y agria aunque no tan intensa. Se ha estabilizado en el interior. En el chaflán y en extremo derecho se mantiene la extraña penumbra gris. El paisaje sigue luciendo tras el ventanal.
-Tomás contempla la radiante luz del paisaje exterior. La luz del aposento está bajando muy lentamente.
-Tulio dice que “ya no se ve gota”, “parece que tardan hoy en dar la luz” Se oye el ruido de un depósito que se descarga… Se enciende la luz sobre la puerta.
-Tomás va a la derecha para encender la lámpara colgante. Silenciosa, la gran pantalla de fantasía se eleva y desaparece a lo alto. La luz del rincón que ocupaba se iguala con la del aposento.
-Tomás observa la desaparición de la lámpara sin demasiada sorpresa. Intenta encender la pantallita adosada a la pared junto a la cabecera de la cama. Ve cómo la pantallita se sume en el muro.
-El paisaje se ha eclipsado, ahora se ve otro largo corredor paralelo.
-Tomás mira el paisaje y ve que está oscureciendo y no dice nada.
-Dice Tomas: “oscurece, la noche se acerca y oscurece, ¿no lo veis?”
-Tras llevarse a Tulio, el cuarto queda iluminado por la clara oscuridad lunar que penetra por la ventana invisible.
-La luz del alba alegra el paisaje tras el ventanal al tiempo que comienza a sonar una tenue melodía: la Pastoral…
-El paisaje que se ve a través del ventanal comienza a oscurecerse por primera vez. La luz del ventanal se transmuta en un lienzo de pared gris.
Es entonces cuando el teléfono deja de funcionar. De vuelta a su fantasía en un último intento de negar la realidad tras el encuentro con Berta el paisaje vuelve a iluminarse con la luz de la mañana. Finalmente, en el proceso lento y progresivo, ya próximos al desenlace, el paisaje se oscurece “casi hasta la negrura”. La cortina que separaba el inexistente cuarto de baño desaparece y la luz alcanza al fin por igual toda la escena. El ventanal ha desaparecido.
-La cortina del baño sube hacia arriba y la luz se iguala con el resto de la celda y se comprueba que en el ángulo no hay más que un retrete sin tapadera. En este momento el espacio representa en su totalidad la realidad de la prisión.
-Última acotación: La luz se irisa, la lamparita vuelve a asomar, la gran pantalla de fantasía desciende despacio, se descubre el amplio ventanal tras el que resplandece el maravilloso paisaje.
La última caracterización escenográfica la encontramos justamente antes de caer el telón: la escena se transforma y recobra de nuevo el aspecto de la Fundación: vuelven la librería, nevera, paisaje, luz irisada y música de Rossini, mientras el Encargado abre la puerta e invita a entrar a nuevos, pero ya invisibles inquilinos de la estancia. Este final no engaña al espectador, que ha conocido de mano de Tomás la verdadera entidad de la Institución. Esta es una escena emblemática, pues parece que el autor trataría de prevenir al espectador sobre las Fundaciones que le acechan en la realidad extrateatral, de mantenerle atento respecto a todo lo que en la sociedad humana lo limita o enajena, porque, si esa prisión concreta se ha visto refutada, otras muchas perduran en el mundo.
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