19 Ago

Antonio Buero Vallejo nacíó en Guadalajara en 1916, y su primera vocación fue la pintura. Al finalizar la guerra es condenado a muerte, pero la pena es conmutada por treinta años de cárcel y tras sucesivas rebajas de condena, salíó en libertad en 1947. En 1949, Historia de una escalera gana el premio Lope de Vega. Muere en Madrid en el año 2000, por lo que su trayectoria vital y dramática confirman el concepto de «un dramaturgo atraviesa el siglo.» obra
.
El teatro de Buero refleja tanto el compromiso ético y social como la crítica social. Su teatro es un teatro incómodo y poco complaciente. Buero Vallejo es, ante todo, un trágico. La tragedia, para él, supone una mirada lúcida que no pesimista, sobre el hombre y el mundo.
*De ahí que la tragedia de Buero se proponga también curar, en cierto sentido, ya que señala la necesidad de una superación personal y colectiva, impulsándonos a luchar contra todas aquellas fuerzas que se oponen al desarrollo de la dignidad humana, ya sean de raíz moral, ya de índole social. Por eso, aunque sus obras sean en apariencia amargas, Buero se sitúa por encima del pesimismo. Sus «tragedias» proponen lecciones de humanidad y encierran incluso una llamada a la esperanza en un mundo más humano, más justo. Tal es la base del aliento trágico de su obra.
Y Buero llegaría a decir que, para él, cualquier problema dramático es siempre el de «la lucha del hombre, con sus limitaciones, por la libertad». Con ambos enfoques -y en ambos planos- se entreteje siempre un enfoque ético. Buero Vallejo es un grave moralista. La búsqueda de la verdad, la defensa de la honradez consigo mismo y con los demás, el amor a la justicia, etc. son elementos constantes en su obra.
Recordando la idea de fátum, de destino, consustancial a la tragedia, Buero ha dicho que, en su obra, «las torpezas humanas se disfrazan de destino». Estos diversos planos o enfoques se entrecruzan en su teatro, aunque el enfoque social se hace más patente con el tiempo. Ello es coherente con la evolución general de la literatura de la época. No cabe duda de que nos encontramos ante nuestro primer trágico contemporáneo.
Y dentro de esa línea, su trayectoria de Buero resume, como ninguna otra, los pasos que ha seguido el teatro español desde los años 40, con sus preocupaciones existenciales, sociales y estéticas. Sin embargo, se mantuvo a su idea del teatro, sin más concesiones que las imprescindibles para moverse dentro de los límites de la censura, aunque luchando por ampliarlos , o las derivadas de su propósito de hacer que sus profundas preocupaciones resultaran accesibles a un sector de público relativamente amplio. Su primera etapa se inicia con Historia de una escalera y en ella predomina un enfoque existencial y una estética realista y espacio y tiempos tradicionales. A esta etapa pertenecen obras como En la ardiente oscuridad, La tejedora de sueños y La madrugada.
Al final de esta época, su teatro comienza a derivar hacia la crítica social con obras como Hoy es fiesta y Las cartas boca abajo. La segunda época comienza con la obra Un soñador para un pueblo, y aporta un nuevo enfoque temático basado en el predominio del punto de vista social, sin que esto signifique un abandono de las preocupaciones existenciales del periodo anterior. Escribíó dramas históricos que le permiten mostrar y denunciar problemas sociales y políticos de la España contemporánea de manera simbólica, con el fin de evitar la censura franquista, como Un soñador para un pueblo, Las meninas o El sueño de la razón. Cabe destacar obras de gran relevancia como El tragaluz y La doble existencia del doctor Valmy , que plantearon críticas hacia el sistema franquista, ya sin el ropaje histórico.
En la tercera etapa se hacen más patentes los contenidos sociales y políticos y se muestra un acercamiento al experimentalismo de los años setenta. Una de las obras más destacadas de este periodo es La Fundación en la que el autor reflexiona sobre la libertad, la lucha por conseguirla y las consecuencias de esta lucha. La producción teatral de Buero es inseparable del compromiso con el ser humano y la sociedad
. Para el autor, la tragedia es el vehículo para la expresión escénica del ser humano.
La identificación del espectador con el personaje lo logra gracias a una mezcla de Realismo y simbolismo. La tragedia se desencadena por la transgresión moral que un personaje ha cometido libremente y de la que es responsable. Sin embargo, se trata de una tragedia esperanzada, por lo que adquiere la doble función de inquietar y curar. Las obras de Buero giran en torno a aquellos que buscan realizarse como personas y escapar de este mundo de limitaciones.
Con ambos planteamientos se entreteje un enfoque ético, de búsqueda de la verdad y del amor a la justicia. Esto se observa, por ejemplo, en Historia de una escalera o Las cartas boca abajo y, por supuesto, La fundación, obra en la que podemos comprobar ese compromiso social y ético tan carácterístico del teatro de Buero.

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