21 Oct

El Bautismo: Perdón, Liberación y Vida Nueva

Primer Significado: Un Nuevo Nacimiento

El bautismo simboliza el perdón de los pecados y el comienzo de una vida nueva. Al igual que el paso del Mar Rojo liberó a los israelitas de la esclavitud, el bautismo nos libera del pecado original y nos separa de un destino fatalista. Esta experiencia de liberación nos impulsa al amor al prójimo.

Sumergirse en las aguas bautismales representa la muerte al pecado y el renacimiento a una vida nueva en Cristo. Es un con-morir y con-resucitar con Él, tal como se describe en Romanos 6,3-5. Morir con Cristo significa morir al ego y al ensimismamiento, para entregarnos a la transformación que Jesús ofrece.

Segundo Significado: Participación en la Misión de Cristo

El bautismo nos reviste de Cristo, lo que significa que nuestra vida es afectada por la suya. Nos convertimos en participantes de su misión sacerdotal, profética y real.

El crisma, el aceite utilizado en la unción post-bautismal, simboliza nuestra unión con Cristo. A través del Espíritu Santo, somos ungidos para participar en la misión de Cristo: como sacerdotes, entregamos nuestra vida y participamos en el culto cristiano; como profetas, anunciamos la Palabra; y como reyes, construimos el Reino de Dios. El bautismo es el regalo más grande que recibimos como creyentes.

La Iglesia: El Pueblo de Dios

Una Alianza Nueva

Dios, a través de Cristo, establece una nueva alianza y forma su pueblo. La pertenencia a este pueblo no se basa en el nacimiento, sino en la fe en Cristo y el bautismo. Con Jesús como cabeza, este pueblo se caracteriza por la dignidad y la libertad de los hijos de Dios. Como dijo Juan Pablo II: “las ideas no se imponen, se proponen”. La ley fundamental de este pueblo es el amor, como Cristo amó.

Misión y Destino

La misión del pueblo de Dios, según Mateo 5,13-16, es ser sal de la tierra y luz del mundo. Participamos en las tres funciones de Cristo: como profetas, anunciamos la Palabra; como sacerdotes, participamos en los sacramentos; y como reyes, construimos el Reino de Dios. Nuestro destino final es el Reino de Dios, una mesa presidida por Cristo donde todos tienen cabida.

Dimensiones del Pueblo de Dios

Dimensión histórica: Nos vincula con el antiguo pueblo de Dios, Israel, con el presente en Cristo y con la esperanza del futuro. Somos peregrinos, no turistas.

Dimensión comunitaria: Reconocemos que todos somos hijos de Dios e igualmente dignos. El bautismo nos hace iguales.

Dimensión ministerial: Servir es la esencia de nuestro llamado. Cada miembro tiene una misión específica.

Dimensión salvífico-escatológica: Nos impulsa la promesa de la salvación y la misión de liberar a los hombres y a los pueblos.

Dimensión cultural: A través de su vida, liturgia y manifestaciones, este pueblo ha generado una cultura nueva.

Deja un comentario