27 May

El Tiempo en el Tercer Ciclo de Educación Primaria

Durante este ciclo, el alumno puede ingresar ya en la etapa de las operaciones formales. Esto significa que los niños pueden poseer la capacidad de abstracción en grado suficiente como para manejar todo tipo de conceptos sin necesidad de recurrir a la manipulación de los primeros años.

Por lo que respecta a la comprensión temporal, el alumnado ha de consolidar en este ciclo las nociones cronológicas adquiridas previamente.

  • En lo referente al tiempo vivido, debe manejar con soltura la consciencia del año escolar, en el que distingue períodos, identifica días especiales y recuerda etapas concretas. Se muestran avances en el uso del vocabulario (antes, después, anterior, posterior, hace poco, hace mucho, etc.).
  • Referente al tiempo percibido, el alumnado puede percibir el tiempo histórico con cuatro o más referencias (tiempo antes de la existencia de las personas, Prehistoria, mundo antiguo, etc.). Es necesario unir las categorías cronológicas a los grandes momentos históricos, hecho que le permitirá consolidar una secuencia cronológica amplia, en la que el antes de Cristo y el después de Cristo será un punto de referencia. Se puede mostrar que no todas las civilizaciones cuentan el tiempo igual. Ejemplo: el Islam.

Se continúan trabajando en esta etapa los frisos cronológicos interpretándolos y colocando los hechos históricos en una secuencia temporal correcta. Se puede introducir algún tipo de representación de simultaneidad, por ejemplo, comparar un friso en el que estén representados los aspectos políticos y otro en el que esté representado el tiempo estilístico (que es un tiempo más lento). En estas líneas de tiempo se debe hacer una recurrencia con un mayor grado de complejidad.

  1. Elaboración de transferencias entre años y cifras romanas.
  2. Ordenación de años y siglos con el antes de Cristo y después de Cristo: hay que hacer lo posible para que las fechas se relacionen con un hecho concreto.
  3. Investigación oral sobre la propia localidad: se trata de obtener información entre las personas mayores de la localidad de un hecho en concreto. En esta actividad hay dos fases: una en la que se harían preguntas y se vería lo que ha cambiado y otra en la que se vería lo que permanece.
  4. Identificación, datación y ordenación con explicación de diversas épocas a partir de dibujos.

Características del Pensamiento Espacial en el Período Preoperatorio (2-6 años)

Aproximadamente, entre los 2 y los 6 años de edad, el espacio se percibe como una serie de relaciones de proximidad, separación y cercanía. Es pues una etapa topológica de la percepción espacial, en la que el niño “vive” el espacio, no concibe la distancia y solo le consta por la imposibilidad física de alcanzar los objetos. Encuentra difícil pensar en un objeto que no puede tocar, solo los objetos que son tangibles para él serán de los que hablará o pensará, siendo su cuerpo el elemento de referencia para organizar el espacio; un espacio vivido, experimentado y práctico que solo podrá ser un espacio físico con el cual el niño se halla en contacto, vivenciándolo sobre todo a través del movimiento mediante el que empezará a apreciar la diferencia entre las distancias que le separan de los objetos (teoría de Hannoun, 1977).

Además, el escolar en estos momentos comienza a formar conceptos descriptivos sencillos que se basarán en su experiencia con el entorno, por ejemplo, los árboles son descritos y comprendidos correctamente y se los distingue de los arbustos y hierbas (estos conceptos dependerán de su entorno inmediato y de los estímulos que recibe de él).

Una vez superada una etapa anterior a los 5 años, en la que la representación del mundo es antropocéntrica, los niños de 5, 6 y 7 años saben, por ejemplo, que pueblo y ciudad son dos entidades distintas diferenciándolas solo por su tamaño, pero sin embargo, a la hora de describirlas, surge el problema; parece ser que los niños que viven en una zona rural tienen más dificultades que los que viven en una zona urbana para definir la ciudad y a la inversa. La noción de país no pasa de ser una entidad vaga y lejana cuyo significado se solapa con la noción de ciudad, pueblo, región o continente, de modo que los niños no se consideran parte integrante de estas entidades; por ejemplo, niegan la posibilidad de pertenecer a Santiago y a Galicia, o a Madrid y a España. Para ellos son dos cosas diferentes (esto se debe a la dificultad de comprender la relación que existe entre un todo y sus partes). Pero, sin embargo, identifican ciudad con un país, Madrid con una calle, o España con una ciudad, etc.

Respecto a la elaboración de mapas, los niños empiezan a desarrollar la capacidad de tratar con la información del tipo de la contenida en estos documentos hacia los 6 años, siempre que no haya necesidad de leer palabras, y siempre que sean de su localidad. Los mapas que ellos realizan nos hablan del tipo de información que utilizan para orientarse y son resultado del nivel egocéntrico que caracteriza a esta etapa, mostrando en ellos algunos elementos aislados entre sí, o unidos mediante segmentos de calles, que guardan poca semejanza con sus relaciones geométricas reales. Los edificios en ellos representados son los que les son familiares y las calles las que son más significativas desde el punto de vista personal y afectivo. Los elementos principales que componen estos mapas son los llamados mojones, es decir, objetos o puntos de decisión que sobresalen del entorno porque poseen algún rasgo distintivo que contrasta con la información del resto del espacio en el que el niño se encuentra inmerso, bien sea por motivos afectivos, laborales o urbanísticos.

En resumen, se trata de representaciones espaciales pictóricas (dibujos parecidos a la realidad) en las que aparecen algunos puntos distintivos en un espacio donde no hay escala, orientación, dirección o distancia. Al tratarse de una percepción egocéntrica y emotiva, el resultado es una mezcla de lo que ve, de que siente y de lo que imagina. Es también una percepción sincrética, rígida y estática que complica el reconocimiento de los objetos a través de sus cambios de apariencia (los árboles en las distintas estaciones, por ejemplo).

Como considera Hannoun, el niño en esta etapa percibe el espacio tal como lo piensa, transformándolo “para reducirlo a sus propias dimensiones y dándole un significado conforme a su propia personalidad y deseo”. Es un espacio vivido.

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