16 Jul

El Empirismo de David Hume: Crítica a la Metafísica y el Principio de Copia

Impresiones e Ideas

Según la tesis fundamental del empirismo, en contraposición al racionalismo de Descartes, nuestra mente es como “un papel en blanco” sin ideas innatas. El origen de nuestro conocimiento reside en la experiencia. Para Hume, todo el contenido de nuestra mente proviene de la percepción, a la que denomina “percepciones”. Estas se dividen en dos clases: impresiones e ideas, diferenciadas por la fuerza o vivacidad con la que las percibimos, es decir, por la intensidad con la que se manifiestan en nuestra mente.

  • Las impresiones son las percepciones más intensas e inmediatas: sensaciones y sentimientos.
  • Las ideas son las percepciones menos intensas, copias de impresiones que persisten en nuestra mente cuando estas ya no están presentes, como recuerdos o pensamientos.

La diferencia entre impresiones e ideas radica en la intensidad con la que las percibimos. Para Hume, los pensamientos siempre se originan a partir de sensaciones o sentimientos. Existe una correspondencia directa entre ambos. Por ejemplo, al cerrar los ojos y pensar en una habitación, las ideas que se forman son copias o representaciones de las impresiones sensoriales previas.

Tipos de Impresiones

  • Las impresiones simples son sensaciones provenientes de los sentidos externos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Ejemplos de estas son los colores, las formas, los sonidos, los olores y los sabores.
  • Las impresiones complejas son sentimientos que se originan en nuestra propia mente: pasiones o emociones que surgen a partir de las ideas. Por ejemplo, el placer o disgusto ante la idea de un sabor, o el amor u odio hacia alguien.

Tipos de Ideas

  • Las ideas simples son indivisibles y constituyen copias de impresiones simples. Por ejemplo, la idea de un color o una forma cuando ya no los estamos viendo.
  • Las ideas complejas se pueden dividir en ideas simples, ya que son asociaciones de estas o de otras ideas complejas. Suelen combinarse según las tres leyes de asociación de ideas: semejanza, contigüidad y causalidad.

Límite del Pensamiento y el Principio de Copia

Hume argumenta que, si bien nuestro pensamiento parece ilimitado, en realidad está sujeto a restricciones. La capacidad creativa de nuestra mente se limita a “mezclar, aumentar o disminuir” el contenido sensorial. Aunque podemos combinar libremente los datos de la percepción externa e interna, el principio de copia establece que todas nuestras ideas son copias de impresiones previas. Es decir, no podemos pensar en algo que no hayamos percibido antes, al menos parcialmente, a través de nuestros sentidos. La experiencia es el origen y el límite del conocimiento. Nuestra mente, como una página en blanco, solo puede llenarse con el contenido de la percepción.

Para sustentar esta idea, Hume presenta dos argumentos:

  1. Todas las ideas complejas se componen de ideas simples: Aunque la imaginación puede mezclar ideas libremente, creando ideas complejas que no se corresponden con la realidad, esto no nos permite conocer el mundo, sino solo inventar. Para comprobar la validez de una idea compleja, debemos encontrar las ideas simples que la componen.
  2. La falta de un sentido limita las ideas relacionadas: Una persona que carezca de un sentido no podrá formar ideas relacionadas con él. Esto demuestra que las impresiones son la base del conocimiento. Sin ellas, no podemos conocer nada, ni siquiera lo imaginario.

El principio de copia sirve como criterio de verdad para todas las ciencias, incluida la metafísica. Si una idea no es copia de ninguna impresión, se considera falsa y debe ser rechazada.

La Crítica de Hume a la Metafísica

Hume critica los conceptos metafísicos porque, según él, pretenden un conocimiento de la realidad que va más allá de la experiencia, lo cual considera imposible. Su crítica se basa en el principio de copia como criterio de verdad. Para Hume, las ideas metafísicas son engañosas porque no se basan en la experiencia, sino solo en la razón.

Crítica del Concepto de Causalidad

El conocimiento humano se limita a las impresiones del presente y a las ideas del pasado. No podemos conocer el futuro porque no tenemos experiencia de él. Sin embargo, predecimos el futuro basándonos en la observación de que a un fenómeno (causa) le sigue otro (efecto). El problema, según Hume, es que asumimos una»conexión metafísica necesari» entre ambos, llamada»causalida». Creemos que si se da la causa, el efecto se producirá necesariamente. Sin embargo, Hume argumenta que no tenemos ninguna impresión de algo que haga inseparables a la causa y al efecto. La creencia en la causalidad es producto de la costumbre, no de una realidad metafísica.

Crítica del Concepto de Sustancia

Los racionalistas creían que la razón nos permite conocer la esencia o sustancia de los objetos, la cualidad primaria que subyace a las cualidades secundarias percibidas por los sentidos. Hume, en cambio, argumenta que solo podemos conocer las cualidades que percibimos a través de los sentidos. La idea de sustancia, al no ser copia de ninguna impresión, es producto de la imaginación.

Crítica del Concepto del Yo

Hume argumenta que no existe un»y» permanente, ya que no tenemos experiencia de algo que se mantenga invariable en nosotros a lo largo del tiempo. Nuestras impresiones e ideas cambian constantemente. El»y» no es más que la suma de nuestras percepciones presentes y pasadas.

Crítica del Concepto de Dios

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Hume considera inválidas todas las demostraciones de la existencia de Dios como “causa primera” del mundo a partir de los fenómenos naturales como sus “efectos”, porque de lo único que tenemos experiencia es de nuestras impresiones, de Dios no tenemos ninguna impresión, y, por tanto, no podemos deducir de ellas su existencia. Así que la idea de Dios parece ser producto de nuestra imaginación, que ha aumentado las ideas de sabiduría, bondad y poder hasta su grado máximo. Pero eso no demuestra la existencia de ningún ser real más allá del que podemos imaginar. Ahora bien, no sabemos si Dios existe, pero esto no quiere decir que no podamos creer en Él porque tampoco es posible demostrar su inexistencia.
CONTEXTUALIZACIÓN
En el conjunto de su obra
David Hume nació en Edimburgo a principios del siglo XVIII. Después de acabar sus estudios, pasó varios años en Francia, y allí escribió su primera obra, Tratado sobre la naturaleza humana, donde hablaba del entendimiento, las pasiones y la moral. Pero no tuvo mucho éxito por su larga extensión o por la complejidad de sus ideas, y además fue muy criticada por los racionalistas. Más tarde, regresa a Escocia, donde pretende convertirse en catedrático de la Universidad de Edimburgo, pero no obtuvo la plaza por su fama de ateo. Hacia la mitad de su siglo publica la obra que estudiamos, Investigación sobre el entendimiento humano, en la que resume y actualiza las teorías sobre el entendimiento de las que hablaba en el “Tratado”, y poco después su Investigación sobre los principios de la moral, donde resume y actualiza las ideas de su “Tratado” sobre la moral, y quizá por su brevedad, por fin tuvieron sus obras el éxito que esperaba.
Además, escribió otras obras sobre asuntos históricos, sociales y políticos, como una Historia de Inglaterra que fue utilizada como libro de texto de historia en Inglaterra hasta el siglo XX. Y participaría en la famosa Enciclopedia francesa y haría amistad con otros ilustrados como Rousseau. Finalmente, vuelve a su ciudad natal y muere.

 En la historia de la filosofía
Con la publicación de sus obras, Hume se unía a la corriente filosófica del empirismo, que había surgido con Locke en Inglaterra en el siglo XVII y que desarrollaría Berkeley. Los empiristas sostenían que la experiencia es el origen de todo el conocimiento y que, por tanto, no podemos saber cómo es la realidad más allá de nuestras percepciones, que no existen las ideas innatas y no podemos conocer el mundo a partir de la razón sola. Los empiristas se oponían al racionalismo para el que, por el contrario, la razón es el origen de todo el conocimiento porque podemos deducirlo a partir de unas ideas evidentes para la razón. Para los racionalistas, esas ideas eran innatas, pertenecían a nuestro entendimiento desde que nacemos, y podíamos conocerlas sin tener en cuenta ninguna experiencia sensible, que, además, para ellos era engañosa. Ahora bien, los empiristas anteriores a Hume admitían que, a pesar de no poder conocer mediante la experiencia si existía Dios o la sustancia, debíamos suponer que existían; mientras que Hume se niega a suponerlo y, por eso, se considera que Hume fue el único empirista que mantuvo las tesis empiristas hasta el final, aceptando todas sus consecuencias, que fue coherente con sus propios principios empiristas.
La influencia de Hume en la filosofía posterior ha sido tan importante que Kant diría que él mismo había sido un racionalista hasta que “Hume le despertó del sueño dogmático de la razón”. Pues, Kant, que en un principio era discípulo de un racionalista como Leibniz, reconocería como Hume que “todos los contenidos del entendimiento proceden de la experiencia”. Aunque, añadiría, en contra de Hume, que hay algo que no procede de la experiencia y que es el entendimiento mismo. Pues, según Kant, aunque el conocimiento sea imposible sin las impresiones de la experiencia, nuestra mente tiene unas estructuras “a priori” o innatas que nos permiten conocer lo que percibimos por los sentidos. Es decir, no hay ninguna idea que forme parte de la realidad sino tan sólo capacidades mentales que nos permiten conocer el mundo. Kant habla de tres tipos de estructuras o “formas a priori” de la mente humana:
– el espacio y el tiempo, que forman parte de nuestra sensibilidad y que necesitamos para percibir la realidad.
– las categorías o conceptos básicos del entendimiento que necesitamos para conocer la realidad.
– las ideas de yo, mundo y Dios, que forman parte de la razón y que necesitamos para pensar la realidad.

 NOCIONES
Impresiones e ideas
Según la tesis más fundamental del empirismo, en contra del racionalismo de Descartes, nuestra mente es como “un papel en blanco”, donde no hay ideas innatas sino que el origen de nuestro conocimiento está en la experiencia. Para Hume todos los contenidos de nuestra mente provienen de la percepción y, por eso, los llama “percepciones”. Éstas se dividen en dos clases: impresiones e ideas, y se diferencian por los distintos grados de fuerza o vivacidad con que las percibimos, por la mayor o menor intensidad con que se manifiestan a nuestra mente.
– Las impresiones son las percepciones que se presentan en nuestra mente con mayor intensidad y de modo inmediato: sensaciones y sentimientos.
– Las ideas son las percepciones menos intensas, copias de impresiones en nuestra mente cuando ya no están presentes y son sólo sus recuerdos: pensamientos.
La diferencia entre impresiones e ideas es la que existe, por tanto, entre sentir y pensar. Sólo las diferencia el grado de intensidad con que percibo unas y otras, ya que para Hume los pensamientos siempre son producidos por las sensaciones o los sentimientos. Y, así, por ejemplo, cuando cierro los ojos y pienso en mi habitación, las ideas que formo en mi mente son copias o representaciones de las impresiones que he sentido anteriormente. Pues, existe siempre una correspondencia entre impresiones e ideas.
Las impresiones pueden ser simples o complejas, según su procedencia:
– Las impresiones simples son las sensaciones que provienen de los sentidos externos y que percibimos cuando vemos, oímos, olemos, saboreamos o tocamos, de modo que impresiones simples son los colores, las formas, los sonidos, los olores, los sabores, etc.
– Las impresiones complejas, son los sentimientos que provienen de nuestra propia mente: pasiones o emociones que nos producen las ideas de nuestra mente, cuando sentimos placer o disgusto, por ejemplo, ante las ideas de un sabor o un olor que nos parecen agradables o desagradables, o amamos u odiamos a alguien…
Las ideas pueden ser simples o complejas, según la posibilidad o imposibilidad de dividirlas: – Las ideas simples no las podemos dividir y son copias de impresiones simples, como la idea que tenemos de un color o una forma cuando ya no los estamos viendo, de un sonido cuando ya no lo escuchamos, de un sabor cuando ya no lo saboreamos o un olor cuando ya no lo olemos.
– Las ideas complejas es posible dividirlas en ideas simples porque son asociaciones de ideas simples o de otras complejas, que se suelen combinar de acuerdo con las tres leyes de asociación de ideas de nuestra mente: semejanza, contigüidad y causalidad.
Límite del pensamiento y principio de copia
Hume explica en el texto que, aunque nuestro pensamiento parece poseer una libertad ilimitada, nada parece más libre o ilimitado que el poder de nuestro pensamiento, que no tiene porqué someterse a las leyes de la naturaleza o la realidad sino que, con él, podemos inventar cosas que no son reales; de modo que nuestra imaginación parece totalmente libre para crear seres imaginarios uniendo ideas. En realidad, es un error creer que la libertad de nuestro pensamiento es ilimitada, ya que, por el contrario, está muy limitado porque la capacidad creativa de nuestra mente se limita a “mezclar, aumentar o disminuir” los

 contenidos de los sentidos o sensaciones. Aunque nuestra mente pueda mezclar libremente los datos procedentes de la percepción externa o interna, según el principio de la copia: todas nuestras ideas son copias de impresiones y, por tanto, es imposible pensar algo que no hayamos percibido antes con nuestros sentidos al menos parcialmente; el límite del pensamiento se encuentra en la experiencia. En la experiencia se encuentra el origen y el límite de todo conocimiento. La mente es como una página en blanco que sólo puede llenarse con los contenidos de la percepción, con los datos procedentes de la experiencia. Para demostrar esto Hume utiliza dos argumentos:
a) El primer argumento dice que todas nuestras ideas complejas están formadas por ideas simples. Aunque nuestras ideas complejas no siempre son asociaciones de ideas simples que proceden de la experiencia, sino que a veces nuestra imaginación mezcla las ideas libremente, produciendo ideas complejas que no se corresponden con ningún objeto que hayamos percibido, sino que creamos seres imaginarios o fantásticos. Pero esto no nos permite conocer el mundo sino inventar entes de ficción, porque la razón no puede engendrar por sí sola ideas que nos permitan conocer el mundo. Así que, para comprobar la validez de las ideas complejas es necesario encontrar las ideas simples de las que está copiada.
b) El segundo argumento que Hume utiliza para demostrar que todo lo que conocemos son las ideas copiadas de la experiencia, es que una persona que carezca de algún sentido y no experimente algún tipo de sensación, tampoco será capaz de tener ideas relacionadas con ese sentido. Lo que demuestra que las impresiones son siempre el origen de nuestras ideas, del conocimiento. Sin ellas, no podemos conocer nada, ni siquiera lo imaginario. La mente puede trasformar las ideas, relacionarlas, mezclarlas… pero siempre han de ser copia de impresiones. Una idea compleja será verdadera sólo si las ideas que contiene son copia de alguna impresión. Y si, por el contrario, no se encuentra ninguna impresión o sentimiento de la que una idea sea copia entonces será falsa. Aunque mezclando percepciones imaginemos seres ficticios de los que no tenemos ninguna sensación, no podemos decir que esos seres existen. El principio de copia es utilizado por Hume como criterio de verdad para todas las ciencias, incluida la metafísica. Cuando la realidad de una idea no esté clara, buscará la impresión de la que pueda ser copia y, si una idea no es copia de ninguna impresión, dirá que se trata de una idea falsa y, por tanto, debemos rechazarla.

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