13 Oct
El Giro Antropológico en la Filosofía Griega: De la Physis al Nomos
Contexto del Diálogo Socrático y el Relativismo de los Sofistas
En el siglo V a. C., Atenas se convierte en un importante centro político, militar, cultural y filosófico tras liderar la victoria en las Guerras Médicas contra los persas. Este período marca el inicio de su mayor esplendor. Atenas ya había instaurado un régimen democrático, el cual fue consolidado y mejorado bajo el liderazgo de Pericles, debilitando el poder de la aristocracia y sus valores tradicionales. Además, el crecimiento del comercio intensifica las relaciones con otras ciudades y culturas, lo que incrementa la presencia de extranjeros en la ciudad y expone a los atenienses a nuevos valores. Durante este tiempo, la ciudad vive un auge cultural, con la construcción de la Acrópolis y la presencia de importantes poetas como Esquilo, Sófocles y Eurípides. Asimismo, los sofistas llegan a Atenas y Sócrates desarrolla su actividad filosófica.
Los Sofistas
En este contexto del siglo V a. C., la filosofía griega cambia su foco de atención: en lugar de centrarse en la naturaleza (physis) y sus principios, se orienta hacia el ser humano y su vida en sociedad. Surgen temas como la ética, la política y la retórica, esenciales en la democracia ateniense, donde los ciudadanos debían ser capaces de defender sus posiciones en las asambleas. Para ello, la habilidad retórica se vuelve crucial.
Los sofistas, maestros itinerantes, enseñaban retórica y argumentación. Defendían que lo importante en un discurso no era el contenido, sino cómo se expresaba, y podían argumentar igualmente a favor o en contra de una misma idea. Los sofistas sostenían una postura relativista y escéptica, afirmando que no existen verdades absolutas, especialmente en la moral, y que los valores varían entre culturas. Protágoras resumió esta postura con su frase “el hombre es la medida de todas las cosas”, y Gorgias llevó el escepticismo más allá, negando la existencia de cualquier verdad cognoscible. Este cambio en la reflexión filosófica se conoce como “giro antropológico”, ya que el interés se trasladó de las leyes inmutables de la naturaleza a las normas sociales (nomos), las cuales, según los sofistas, eran relativas y no universales.
Sócrates
Sócrates, contemporáneo de los sofistas, centra su reflexión en el ser humano, pero su pensamiento es opuesto al de estos. Mientras los sofistas defendían el relativismo moral, Sócrates creía en verdades morales universales. Para él, la esencia del ser humano es el alma (psyché), la sede de la razón y la moral, y la virtud consiste en que el alma sea buena y perfecta.
Sócrates afirmaba que la virtud del ser humano no depende de la riqueza, la fama o la belleza, sino del conocimiento. Según él, una persona virtuosa es aquella que posee conocimiento, mientras que el vicio es la ignorancia. Esta identificación entre conocimiento y virtud se llama intelectualismo moral: quien conoce el bien actúa bien, y quien hace el mal lo hace por desconocimiento. A diferencia de los sofistas, Sócrates sostenía que existen verdades morales absolutas, que pueden y deben ser conocidas por el ser humano, y que son universales e inmutables.
Para Sócrates, la felicidad (eudaimonía) se logra cuando el alma es virtuosa, y esto es inseparable del conocimiento. Su método para guiar a las personas hacia la verdad era la dialéctica, que consistía en el diálogo y el cuestionamiento, permitiendo que cada persona descubriera el conocimiento por sí misma. Sócrates afirmaba que no podía enseñar nada directamente, ya que la verdad ya está dentro de cada uno, como ilustraba con su famosa frase: “Solo sé que no sé nada”. Su método tenía dos fases: la ironía, donde hacía preguntas para revelar la ignorancia del interlocutor, y la mayéutica, en la que ayudaba a “dar a luz” la verdad mediante el diálogo. Sócrates no dejó escritos porque creía que el conocimiento debía alcanzarse a través del intercambio oral. Su forma de cuestionar incomodaba a muchos, ganándose enemigos que lo llevaron a juicio. Fue condenado a muerte por corromper a la juventud y no honrar a los dioses de Atenas. Aunque sus discípulos intentaron ayudarle a escapar, Sócrates aceptó su destino, defendiendo que era peor cometer una injusticia que sufrirla. Tras su muerte, su discípulo más destacado, Platón, se convertiría en una figura central de la filosofía.
El Origen del Cosmos en la Corriente Presocrática
Explicaciones Míticas
Desde siempre, los seres humanos han sentido la necesidad de encontrar respuestas a grandes cuestiones fundamentales, como cuál es el origen del mundo, cuál es la razón de nuestra existencia, por qué las cosas son del modo en que son, etc. En las civilizaciones antiguas, se daba a este tipo de cuestiones explicaciones míticas.
- Los mitos eran narraciones en las que se ofrecía una respuesta a grandes preguntas sobre el origen del mundo y del estado actual de las cosas.
- Estas narraciones estaban protagonizadas por criaturas superiores, como dioses y héroes.
- En ellos se contaba cómo las acciones y hazañas de estas entidades divinas, en un pasado remoto, habían dado lugar al mundo y a los fenómenos tal y como los conocemos. Ellos habrían moldeado la realidad a su antojo.
Así, en las narraciones míticas, se explicaba la realidad a través de causas trascendentes, es decir, de elementos que se encuentran más allá de este mundo que queremos explicar.
El Paso del Mito al Logos (El Origen de la Filosofía)
En un momento dado, las explicaciones míticas dejaron de ser suficientes, y surgió la necesidad de buscar respuestas racionales a los fenómenos de la naturaleza, lo que dio origen a la filosofía. Este cambio hacia el pensamiento racional ocurrió en diversas regiones, como India, China y Grecia, pero en occidente se centró en Grecia, donde nació el pensamiento filosófico occidental.
En la Grecia Antigua, organizada en ciudades-estado independientes llamadas polis, se dieron condiciones propicias para este nuevo pensamiento debido al auge del comercio, las colonizaciones y el intercambio cultural, particularmente en Mileto, una metrópolis destacada. Entre los siglos VI y V a. C., surgieron los primeros filósofos conocidos como presocráticos, que se enfocaron en la physis o naturaleza. Estos pensadores se alejaron de la idea de que los fenómenos naturales eran obra de dioses caprichosos, y buscaron explicar el orden y las causas de la naturaleza dentro de la propia naturaleza, a través de causas inmanentes, es decir, causas que residían en el mundo y no fuera de él.
El Arjé
Los presocráticos dedicaron sus esfuerzos a encontrar la causa de los fenómenos naturales y la permanencia de la naturaleza a través del cambio. Buscaban un origen común o principio (arjé) que explicara el universo en su totalidad, es decir, una causa primera de todas las cosas. Según Aristóteles, el principio es el origen, el destino final y el sostén de todas las cosas, aquello de lo que todo surge, a lo que todo regresa y que permanece a pesar de los cambios. La palabra griega utilizada para este concepto era Arjé que significaba, «el comienzo, lo primero, lo que rige». Este concepto de arjé marca un avance frente a las explicaciones míticas del origen del universo, ya que se basa en el razonamiento y la abstracción.
Presocráticos Monistas: Tales de Mileto (siglos VII-VIII a. C.)
Los presocráticos monistas sostenían que el principio de la realidad era único. Tales de Mileto, considerado el primer filósofo de la historia, fue uno de ellos. Inició la filosofía de la naturaleza (physis) buscando una explicación racional y natural de los fenómenos del universo, y no nos dejó escritos propios. Para Tales, el arjé o principio de todo era el agua, ya que observó que la humedad era esencial para la vida, mientras que la desecación implicaba muerte. Tales, junto a otros pensadores como Anaximandro y Anaxímenes, creían que la naturaleza estaba viva, un concepto llamado hilozoísmo (la idea de que la materia está animada). Su contribución fue innovadora en dos aspectos: propuso una causa interna en la naturaleza, sin recurrir a mitos, y sentó las bases para el desarrollo conjunto de la filosofía y la ciencia, en particular, la física.
Presocráticos Monistas: Anaximandro (siglo VI a. C.)
Anaximandro, discípulo de Tales, fue el primer filósofo en escribir un tratado en prosa sobre la naturaleza, lo que marcó un avance importante al introducir un modo racional de expresión distinto de la poesía griega. Anaximandro rechazó la idea de su maestro, Tales, de que el agua era el principio (arjé) de la naturaleza, argumentando que, al estar sujeta a cambios, no podía serlo. Propuso que el arjé debía ser el ápeiron, un principio indefinido e infinito que no tiene límites y que abarca y sostiene toda la realidad. Este avance conceptual significaba que el arjé no podía ser un elemento visible de la naturaleza, sino algo más abstracto y primordial, del cual todas las cosas derivaban. Anaximandro también introdujo la idea de que el cosmos (entendido como un “orden”) se formó por la lucha de contrarios, un movimiento natural que dio origen a los fenómenos del universo.
Presocráticos Monistas: Anaxímenes (siglo VI a. C.)
Anaxímenes, influenciado por Tales y Anaximandro, también buscó el principio originario o arjé, proponiendo que este principio era el aire. Consideraba que el aire carecía de límites y era infinito, de él surgirían fenómenos como nubes, lluvia y fuego. Además, creía que el aire, como aliento del hombre, constituía su alma y lo animaba. Aunque a primera vista su propuesta podría parecer un retroceso respecto a la de Anaximandro, quien argumentó que el arjé no podía ser un elemento visible, la teoría de Anaxímenes presenta una mayor coherencia. Esto se debe a que, al establecer el aire como el único principio, evita la necesidad de elementos adicionales para explicar la creación de otros fenómenos, a diferencia de Anaximandro, que introdujo la lucha de contrarios sin aclarar su origen en lo indefinido.
Presocráticos Monistas: Pitágoras (siglos VI-V a. C.)
Pitágoras, originario de la isla de Samos, fundó una escuela o confraternidad con características de orden religioso, dedicada a la búsqueda de la verdad y la purificación. Sus miembros seguían estrictas normas de convivencia, y estaba prohibido compartir los conocimientos adquiridos con personas ajenas a la comunidad. Debido a esta secretividad, los escritos sobre sus enseñanzas fueron elaborados años después por uno de sus discípulos, lo que ha dificultado la veracidad de la información que se conserva.
Los pitagóricos concluyeron que el arjé, o principio de la realidad, era el número. Al observar la naturaleza, notaron que los fenómenos parecían estar estructurados de acuerdo con patrones numéricos, sugiriendo que el universo poseía una armonía y regularidad matemática. A diferencia de nuestra concepción moderna de los números como entidades abstractas, los pitagóricos los consideraban materiales, con magnitud física, que configuraban el mundo de manera tangible.
El Ser y el Devenir: Unos Monistas Peculiares: Heráclito de Éfeso (siglos VI-V a. C.)
Heráclito se oponía a la religión popular griega que personificaba a los dioses con forma humana. En su lugar, defendía la idea de que todo lo que existe conforma una unidad y que el cambio continuo es la esencia del mundo, un proceso que él denominó devenir. Según Heráclito, nuestros sentidos nos engañan al hacernos creer que las cosas permanecen, ilustrando su punto con el ejemplo del río: aunque parezca el mismo, el agua que fluye cambia constantemente. Su lema “todo fluye” refleja su visión de que todo está en un constante devenir, donde las cualidades opuestas pueden parecerse en una misma cosa, lo cual es resultado de una lucha de fuerzas contrapuestas. La ley universal que rige este movimiento es un Dios impersonal, una razón (logos) universal, que se manifiesta en un sustrato material: el fuego, considerado por Heráclito como el arjé o principio de la realidad. Este fuego es de donde surgen todas las cosas y al que regresan, en un ciclo eterno de transformación. Aunque en su época no tuvo un gran impacto, Heráclito es considerado uno de los presocráticos más influyentes en filósofos posteriores, incluyendo a pensadores románticos alemanes y a Nietzsche, quien se inspiró en sus ideas para desarrollar conceptos como el eterno retorno y la lucha de fuerzas.
Unos Monistas Peculiares: Parménides de Elea (siglos VI-V a. C.)
Parménides presenta una visión del mundo radicalmente opuesta a la de Heráclito, estableciendo en su poema dos caminos para la búsqueda del conocimiento: el camino de la verdad y el camino de la doxa falaz.
Camino de la Verdad
En este camino, Parménides argumenta que, al usar la razón correctamente, se llega a la conclusión de que la realidad, a la que llama ser, es:
- Uno: Todo es un conjunto indivisible.
- No engendrado: No nace ni se origina.
- Incorruptible: No puede morir ni ser destruido.
- Inmutable: No cambia.
- Inmóvil: No se mueve.
- Limitado y finito: Tiene límites en el espacio y no se extiende más allá de ellos.
- Sin pasado ni futuro: Carece de temporalidad.
Parménides justifica estas afirmaciones afirmando que el no-ser (la nada) no puede existir, ya que es impensable y no se puede describir. Por lo tanto, el ser es la única realidad posible.
Camino de la Doxa Falaz
Al elegir el camino de la doxa falaz, es decir, confiar en los sentidos, se cae en el error, pues estos nos engañan al hacernos percibir cambios, movimiento y muerte, fenómenos que contradicen las conclusiones alcanzadas mediante la razón. Parménides fundó la escuela eleática, y aunque sus discípulos, como Meliso de Samos, hicieron ajustes para conseguir coherencia en su doctrina, se enfrentaron a las paradojas del movimiento y el cambio. Zenón de Elea, otro de sus discípulos, intentó demostrar que aceptar la existencia del movimiento lleva a paradojas irresolubles, destacando la polémica generada por las afirmaciones de Parménides. Sus ideas, que sostenían que “el ser es y el no ser no es”, resultaron lógicamente contundentes, obligando a otros pensadores a reconciliar el movimiento con sus premisas.
Presocráticos Pluralistas: Empédocles (siglo V a. C.)
Llamamos pluralistas a aquellos que, al contrario que los monistas, consideraron que los principios de la realidad eran varios y no solamente uno. Empédocles busca resolver la aporía eleática de Parménides, quien sostenía que “el ser es y el no-ser no es.” Aunque Empédocles acepta esta premisa, argumenta a favor de la existencia del movimiento y el cambio. En su visión, el nacimiento y la muerte no son transiciones del no-ser al ser, sino procesos de mezcla y disolución de sustancias fundamentales.
Sustancias Fundamentales
Empédocles identifica cuatro elementos básicos:
- Agua
- Aire
- Tierra
- Fuego.
Estos elementos son considerados “las raíces de todas las cosas,” y permanecen inalterables y constantes. Así, Empédocles introduce la noción de elemento como lo básico, inalterable e indestructible que forma la realidad.
Fuerzas Cósmicas
El proceso que permite la unión y separación de estos elementos es regido por dos fuerzas cósmicas:
- Amor: que une los elementos.
- Odio: que los separa.
Estas fuerzas alternan su predominancia en ciclos regidos por el destino. Cuando el amor predomina, todos los elementos se combinan en una unidad perfecta que Empédocles llama Uno o Esfera. Por el contrario, cuando el odio predomina, los elementos están completamente separados. Las cosas emergen durante los períodos intermedios, cuando los elementos están en un estado de mezcla parcial, lo que permite la existencia del cambio y la diversidad en el mundo.
Presocráticos Pluralistas: Anaxágoras (siglo V a. C.)
Anaxágoras busca resolver las dificultades planteadas por los filósofos eleáticos, siguiendo la línea de Empédocles. Al igual que él, sostiene que el nacimiento y la muerte de las cosas son procesos de composición y descomposición de elementos. Sin embargo, Anaxágoras considera que los cuatro elementos de Empédocles (agua, aire, fuego y tierra) son insuficientes para explicar la diversidad infinita de cualidades en la naturaleza.
Homeomerías
Para Anaxágoras, los elementos originarios son unas semillas que él llama homeomerías, un término que más tarde utilizaría Aristóteles. Según Anaxágoras, existen tantas homeomerías como cualidades, lo que implica que son tanto cualitativa como cuantitativamente infinitas. Cada homeomería puede dividirse indefinidamente en partes iguales, representando así la diversidad en el mundo.
Creación del Cosmos
Anaxágoras describe el origen del cosmos como un proceso que comienza con una masa indiferenciada en la que todas las homeomerías están mezcladas. La creación del cosmos se produce por un movimiento causado por una Inteligencia Divina (o Nous), que es ilimitada, independiente y omnisciente. Esta inteligencia ordena la mezcla de homeomerías, organizándolas para conformar la realidad. En este contexto, cada objeto contiene homeomerías de todas las cualidades existentes, y es la predominancia de unas sobre otras lo que determina las diferencias entre las cosas. Por esta razón, Anaxágoras afirma que “todo está en todo.”
Presocráticos Pluralistas: Los Atomistas: Leucipo y Demócrito (siglo V a. C.)
Los atomistas, representados por Leucipo y Demócrito, intentaron resolver el problema planteado por los eleáticos sobre el nacimiento y la muerte. Para ellos, estos procesos no son transiciones del no-ser al ser, sino que implican la agregación y separación de ciertos elementos.
Propusieron la existencia de átomos, que son cuerpos infinitos en número, invisibles debido a su pequeño tamaño, no engendrables, indestructibles, inmutables y cualitativamente indiferenciados (solo se distinguen por su forma, posición y orden).
Movimiento y Vacío
Inicialmente, los átomos se mueven de forma caótica y desordenada, lo que eventualmente lleva a que los átomos similares se agrupen, formando las cosas. Un aspecto innovador de su teoría es la inclusión del vacío, una idea que los griegos anteriores no pudieron concebir. Según los atomistas, el vacío es esencial para que los átomos puedan diferenciarse y moverse, lo que permite que el mundo se estructure tal como lo conocemos.
Origen del Cosmos
Los atomistas argumentan que el orden del cosmos surge de un movimiento azaroso y mecánico de los átomos, sin la intervención de una inteligencia superior. En su visión, el cosmos se explica únicamente a través de los átomos, el vacío y el movimiento. Además, al ser los átomos infinitos, no solo constituyen nuestro mundo, sino que también existen infinitos mundos que, en un momento dado, se descompondrían para dar origen a otros mundos, perpetuando así un ciclo sin fin.
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