24 Ene
3.El Bienio Progresista (1854-1856) (DOC. 27, p. 177)
La
revolución de 1854 se inició con un golpe de Estado fallido.
El pronunciamiento del general Leopoldo O’DONNELL (p. 174)
fracasó tras un enfrentamiento con las tropas del
Gobierno en Vicálvaro (la Vicalvarada).
En Manzanares el general Serrano se unió a la sublevación y convenció a
O’Donnell para dar al pronunciamiento un giro hacia el progresismo, y con esa
finalidad se redactó, el “Manifiesto
de Manzanares”, con promesas progresistas, que firmó O’Donnell (7 de julio)
y cuya difusión permitió que la sublevación militar se transformará en una
revolución popular y progresista. En
distintas ciudades se constituían Juntas revolucionarias.
A la vista de
los acontecimientos, a la reina sólo le quedaba un camino: formar un gobierno
dirigido por la principal figura del progresismo, el general Espartero,
que con O’Donnell como ministro de la Guerra, quedaba constituido a finales de
julio.
Rápidamente
se convocaron elecciones a Cortes
Constituyentes,
Para las elecciones se formó una nueva fuerza política, la UNIÓN LIBERAL, con la aspiración de
unir a moderados y progresistas en un solo partido. La Unión obtuvo mayoría suficiente para gobernar durante los dos años
siguientes.
Las Cortes elaboraron una nueva Constitución, la de 1856, algo más avanzada – reunía el ideario progresista pero no llegó a entrar en vigor al no ser promulgada. Pero, sobre todo, aprobaron una serie de leyes económicas encaminadas a sentar las bases de la modernización del país.
La Ley de desamortización civil del ministro Pascual MADOZ afectó sobre todo a las tierras comunales y de propiedad municipal. El objetivo fundamental de Madoz era obtener dinero con la venta de estas tierras e invertirlo en la modernización económica del país, sobre todo para estimular la construcción de la red ferroviaria.
La Ley de ferrocarriles permitió la construcción de una parte importante de la red ferroviaria española
Las leyes bancarias propiciaron la creación de compañías de crédito y de bancos, que fueron determinantes para canalizar los capitales y desarrollar el capitalismo español.
El gobierno progresista también se caracterizó por una ampliación de las libertades. En algunas ciudades, la clase obrera pudo organizarse legalmente en asociaciones de defensa de sus derechos (sindicatos).
En
julio de 1856 un golpe de estado puso punto final al Bienio
Progresista. Los
moderados estaban descontentos y los integrantes de la Unión Liberal estaban en
contra del creciente protagonismo de los demócratas. La inestabilidad social,
además, atemorizó a una burguesía cada vez más conservadora, que exigía orden y
que veía en los progresistas una actitud demasiado tolerante. En este contexto,
el general O´Donnell protagonizó el
pronunciamiento que provocó la caída de Espartero.
La hegemonía de la Unión Liberal (1856-1863)
La
última etapa del reinado de Isabel II fue de alternancia en el poder entre los
moderados y la Unión Liberal. Comenzó O’Donnell pero, su gobierno sólo
duro tres meses. Suficientes, no obstante, para suprimir la Milicia Nacional,
disolver las Cortes y restablecer la Constitución de 1845 con un Acta adicional
aprobada en septiembre (1856), que ampliaba, ligeramente, las libertades. En
octubre la reina decidía destituir a O’Donnell para formar un gobierno
presidido por Narváez.
Era la vuelta al moderantismo más conservador,
sin paliativos. Así, se decidió restablecer la Constitución de 1845, sin Acta
adicional.
Tras un breve período de gobierno de Narváez, la reina confió el gobierno a una Unión Liberal convertida ya en un partido claramente conservador. Fue el gobierno largo de O´Donnell, un periodo de estabilidad favorecida por la ola de prosperidad económica.
La prosperidad también llegó, indirectamente, a las clases populares, lo que explica la ausencia de conflictos graves en aquellos años. Sólo una insurrección de jornaleros en Loja, en 186.
Aunque
se aprobaron leyes importantes, como la Ley
de Instrucción Pública de 1857 (la Ley
Moyano, ley que reguló el sistema educativo). Fue la acción exterior la que dominó la vida política. Durante todo el
siglo España había carecido de una política exterior seria, a causa de su
debilidad e inestabilidad internas. Para los gobiernos extranjeros fue fácil
manejar la política española según sus intereses, en cuestiones como la
política comercial o el matrimonio de Isabel
II.
El gobierno de la Unión Liberal emprendió entre 1858 y 1866 una activa y agresiva política exterior, con el fin de desviar la atención de los problemas internos y exaltar la conciencia patriótica. Después vino la guerra contra Marruecos (1859-1860) Luego, el intento fallido de recuperar la colonia de Santo Domingo, en 1861. Ese mismo año se inició la expedición a México, para castigar el impago de la deuda por parte del gobierno mexicano. Y por último la guerra contra Perú y Chile, a raíz de varios incidentes comerciales y navales.
La crisis final del reinado (1863-1868)
Los últimos años del reinado de Isabel II se caracterizaron por la política conservadora y autoritaria de los moderados y por el inicio de contactos entre la oposición para derribar el régimen. Por otro lado, a partir de 1864 se inició una grave crisis económica debido a la quiebra de las compañías ferroviarias, debida a la baja rentabilidad de las líneas. Por otro lado se sucedieron malas cosechas lo que provocó un alza de precios agrícolas. En 1868 el paro y la exasperación popular por la carestía formaban el clima ideal para un estallido revolucionario.
Los
progresistas protagonizaron dos intentos de pronunciamiento, uno en 1865 (sucesos de la noche de San Daniel)
Y
otro en 1866(sublevación del cuartel de
San Gil)
.
La
sublevación de San Gil fue, en realidad, uno de los varios intentos de pronunciamiento auspiciado por los progresistas,
dirigidos por PRIM.
los gobiernos
isabelinos sólo supieron responder con una represión cada vez más desorientada.
En agosto de 1866 representantes progresistas, demócratas y republicanos llegaron a un acuerdo, el PACTO DE OSTENDE, para coordinar la oposición, con dos objetivos: el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal.
El territorio de Castilla-La Mancha durante el reinado de Isabel II
Uno de los problemas de la minoría de edad de Isabel II fue la Primera Guerra Carlista, iniciada en Talavera de la Reina (1833). Con las regencias de María Cristina y Espartero, nacido en un pueblo de Ciudad Real, se abre el camino hacia el definitivo triunfo de las reformas liberales.. En nuestra comunidad: la mayor parte de la provincia de La Mancha fue sustituida por la de Ciudad Real aunque parte de su territorio pasó a las provincias de Cuenca, Toledo y a la recién creada provincia de Albacete. La nueva provincia de Albacete se formó con parte de los territorios de las antiguas provincias de Cuenca, La Mancha y Murcia. Las provincias que forman hoy Castilla-La Mancha, se organizaron entonces en dos regiones. Una, Castilla La Nueva, que incluía a Madrid con Toledo, Cuenca, Guadalajara y Ciudad Real; la otra, Murcia, formada por Albacete y Murcia.
También se creó, para la administración de justicia, la Audiencia Territorial (1834), con sede en Albacete.La diputación provincial.
La desamortización eclesiástica de Mendizábal afectó mucho a todas las provincias de nuestra región, al igual que la civil de Madoz de 1855. Siguieron las industrias tradicionales, en cambio, la industria textil de nuestra región no pudo soportar la competencia de la industria textil catalana.
En cuanto a la evolución política, las provincias castellano-manchegas, plenamente liberales, siguieron el curso político desarrollado a nivel nacional.
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