08 Mar
La Obra de Goya
Resulta más fácil sintetizar la ingente obra goyesca por temas, aclarando que algún género es característico de una época (los bocetos para tapices), mientras que otros, como los retratos, pueden encontrarse a lo largo de varios periodos:
1. Costumbrismo
Sobresalen los cartones para tapices. En ellos, encontramos escenas de la vida madrileña: ferias, romerías, juegos, etc. En las composiciones, luce la gracia del rococó, y su encanto formal hace pensar en maestros ingleses o franceses del XVIII. Goya toma sus elementos de luz y paisaje de los maestros barrocos españoles, sobre todo de Velázquez. Destaca La pradera de San Isidro, que demuestra su maestría en la composición: introduce centenares de figuras y docenas de grupos, sugeridos con una simple mancha, y una capacidad para la miniaturización de las formas que solo tiene su antecedente en los primitivos de Flandes.
2. Retratos
Es el género en el que Goya tuvo una actividad más constante. Destacan por su penetración psicológica: no se limita a captar rasgos físicos, sino que traspasa, como Rembrandt, la apariencia para escrutar los rasgos anímicos y mostrar su antipatía o simpatía por los personajes y lo que representan. Son numerosos los retratos de personajes de la familia real (Carlos III, Carlos IV, etc.). En el retrato de La familia de Carlos IV, debió de inspirarse en Las meninas; las posturas hieráticas, en un compositor dinámico, puede que se trate de un efecto deseado para concentrar la atención en la expresión de los rostros. Entre los retratos masculinos, son notables el de Jovellanos y el del Conde de Fernán Núñez. Aunque Goya sintió predilección por lo femenino, como aparece en La condesa de Chinchón y Majas (con textura más rugosa, la vestida). El carácter de Goya se puede ver en sus retratos de niños, como los que aparecen en La familia Osorio o su nieto Mariano, parangonables e influidos por la escuela inglesa.
3. Pinturas Religiosas
Goya no es un pintor religioso. Su fresco de San Antonio de la Florida se concibe como escenas populares y cortesanas. Tuvo ocasión de demostrar que no carecía de fervor para estos temas, como en el dramático Prendimiento de la Catedral de Toledo y, sobre todo, en La última comunión de San José de Calasanz, donde se encuentra emoción mística.
4. Pintura de Tema Patriótico
Han monopolizado la atención las composiciones del Museo del Prado: El dos de Mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, epopeyas de movimiento y de dolor, con expresividad y efectos de luces y sombras. En Los fusilamientos, el contenido alcanza una dimensión simbólica que será objetivo artístico de algunas escuelas pictóricas en el siglo XX.
5. Pinturas Negras
La expresividad del «no-color» (negro) fue descubierta por Goya en sus últimos temas. El apagamiento de tonos le servía para crear una atmósfera en los cuadros de crítica social. En El coloso, la mancha negra se ha adueñado de una composición de la que ha desaparecido la línea, y gran parte de los colores y símbolos se han desplazado a las formas concretas y reales. En su quinta de la ribera del Manzanares, Goya plasma un mundo alucinante de brujas, machos cabríos, etc. En Dos viejos comiendo sopa, no retrata a dos viejos, sino la vejez. En Saturno devorando a sus hijos, no se limita a pintar un tema mitológico, sino que alcanza el cenit del horror. Rostros brujescos, un mundo poblado por el miedo, llenan páginas, las más originales del arte grotesco.
6. Grabados y Dibujos
Goya puede codearse con Durero (en el que se inspiró) y Rembrandt, los otros dos gigantes de la historia del grabado. Las posibilidades de expresión en los rostros o de la luz se consiguen con las manchas negras y rayados. En Los caprichos, encontramos un mundo compañero del de las Pinturas negras. Los desastres de la guerra constituyen el más terrible muestrario del sufrimiento. La tauromaquia presenta estudios de movimiento y fuerza. En sus últimos años, Goya utiliza una nueva técnica: la litografía.
Trascendencia Pictórica del Arte de Goya
Su pintura implica la ruptura con la tradición, aunque la asuma, en el sentido de que abandona el respeto a las leyes ópticas (de pintar lo que se ve, aunque se represente de manera diferente o subjetiva) para asumir la responsabilidad de crear un mundo propio. La fantasía y la crítica tienen un papel muy importante, más que la realidad visual. Se encuentran antecedentes a su fantasía y monstruos en El Bosco, y visiones apocalípticas en Valdés Leal, pero en ningún caso con la conciencia y grandeza del pintor de Fuendetodos.
Al margen de su concepción del arte de la pintura como arte de testimonio y transformación, más que de representación, sus técnicas le colocarían en un lugar privilegiado. Goya rechaza del Neoclasicismo su consideración dibujística, acromática y estática, y, saltando sobre él, enlaza con los grandes maestros barrocos para postular una pintura en la que el dibujo pierde su imperio en cambio de color, inspiración y movimiento. La riqueza de brillos, colores y luces del mundo goyesco destaca sobre sus contemporáneos, como David. La esencia de la pintura está en el color; no puede prescindir de él.
Todos los movimientos pictóricos posteriores tienen algo que ver con su obra; se le puede llamar «el primer pintor moderno». No le comprendieron hasta medio siglo después de su muerte. Como Pi y Margall, ni pintores como Federico de Madrazo, quien escribió en 1854: «El dos de mayo no daría inmortalidad al autor». Los que acusaban a Courbet no podían entender a Goya. Pero los pintores realistas franceses siguieron los caminos goyescos, en la técnica y en las concepciones. La técnica de manchas coincide, y Manet, de la primera generación de impresionistas franceses, viene a España a estudiar la obra de Velázquez y Goya, a quien rinde homenaje en varias ocasiones.
En el siglo XX, durante la crisis de conciencia de la Primera Guerra Mundial, el movimiento expresionista plasma el dolor y el miedo, el mundo interior de seres turbados, pero elevándolos a categorías. Sus sentimientos son los que hemos encontrado en Goya. Cuando un expresionista escribe que no desea representar un tigre, no se distingue del Goya que representa, no Dos viejos comiendo sopa, sino la vejez. Cuando los surrealistas se afanan en expresar el mundo de los sueños, no inauguran una posibilidad del arte, sino que enlazan con la que El Bosco y Goya habían desvelado. La pintura entera de los siglos XIX y XX, con sus múltiples escuelas o tendencias, tiene en Goya su fuente de inspiración y de técnicas.
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