03 Dic
Ortega y Gasset: El Problema del Conocimiento, la Realidad y el Ser Humano
Ortega y Gasset realiza una crítica profunda tanto al Realismo tradicional como al Idealismo cartesiano, proponiendo una visión filosófica que abarca tanto la dimensión vital como la racional de la existencia humana (Raciovitalismo). El Realismo, característico de la filosofía anterior a Descartes, concebía la realidad como algo externo e independiente del sujeto, donde las «cosas» existen de manera objetiva e inmutable. Por otro lado, el Idealismo post-Cartesiano situaba la realidad exclusivamente en la mente del sujeto, reduciéndola a construcciones mentales y perdiendo de vista su conexión con el mundo exterior.
Ortega propone una síntesis entre estas dos posturas, argumentando que la verdadera realidad se encuentra en la interacción dinámica entre el yo y las cosas. Esta interdependencia entre sujeto y objeto es lo que constituye la esencia de la vida y de la realidad misma. Para Ortega, la Vida es el fundamento de toda realidad, entendida como la Realidad Radical. Esta vida se caracteriza por su autoconciencia, su constante interacción con el entorno, su imprevisibilidad y su orientación hacia el futuro. Este enfoque, denominado Raciovitalismo, integra la razón como una dimensión intrínseca de la vida, una razón vital e histórica que evoluciona con las circunstancias y la experiencia vital de cada individuo.
El Perspectivismo, otra de las ideas centrales de Ortega, sostiene que cada individuo posee una perspectiva única y válida de la realidad, pero limitada por su propia experiencia y contexto. Estas perspectivas individuales no pueden considerarse verdades absolutas, ya que la realidad se manifiesta de manera diversa y cambiante ante cada sujeto. Además, Ortega distingue entre Ideas y Creencias en la mente del individuo («las ideas se tienen, en las creencias se está»). Las Ideas representan conceptos abstractos y racionales, mientras que las Creencias son experiencias vivenciales y existenciales que influyen en la percepción y comprensión del mundo.
En conclusión, la filosofía de Ortega y Gasset propone una visión integral de la realidad, donde la vida y la razón se entrelazan en un proceso continuo de comprensión y construcción del mundo, marcado por la diversidad de perspectivas individuales y la evolución histórica.
San Agustín: El Problema de Dios
San Agustín defiende el Creacionismo: el mundo y el tiempo han sido creados por Dios desde la nada (ex nihilo). Esta creación se explica a partir de la Teoría del Ejemplarismo: Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de las ideas eternas, los arquetipos, que están en su mente divina. Además, Dios depositó en la materia los gérmenes, las razones seminales de todos los seres futuros para que fueran apareciendo progresivamente en el tiempo. Todo ser creado se constituye de materia, que puede ser corpórea o espiritual, y forma, la esencia que hace ser a un ser lo que es.
Esta creación no es abandonada por Dios, sino que la cuida y gobierna una vez creada, y para ello ha concebido un plan para el mundo que se expresa en la ley eterna. El problema del mal será tratado por San Agustín, pues si el mal existiera sería algo creado por Dios, siendo así él mismo malo. La solución, para San Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección. Además, el mal solo lo es desde un punto de vista individual y concreto, pero no lo es para la totalidad de la creación, en donde siempre resulta de él un bien mayor. Explicará así igualmente el mal moral humano que se afirma como fruto de un bien mayor: la libertad.
Si bien para San Agustín la existencia de Dios está asegurada por la fe, ofrecerá varios argumentos para demostrarla desde la razón. Uno se basa en la perfección, orden y grandeza de la creación, que exige el haber sido creada por un ser con esas cualidades. Otro es el del consenso, pues la mayoría de los hombres creen en Dios. Pero el argumento preferido por San Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas que tenemos en nuestra alma, lo cual contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, por lo que estas ideas tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A éste, se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas.
Para San Agustín, la Verdad existe, pues la afirmación escéptica de que no existe la verdad se contradice al afirmar la verdad de dicho juicio. Distinguirá varios tipos de conocimiento:
- El conocimiento sensible, de los sentidos, que genera doxa u opinión, es conocimiento cambiante.
- El conocimiento racional inferior, la ciencia, donde con el razonamiento se conoce lo universal y necesario relativo a las cosas temporales.
- El conocimiento racional superior, la filosofía o sabiduría, que posibilita el conocimiento de verdades eternas, inmutables, universales y necesarias que fundamentan nuestros juicios.
Según la Teoría de la Iluminación, estas verdades eternas no pueden ser descubiertas a través de los sentidos, sino que se deben buscar en la intimidad de la conciencia, en el alma, donde Dios las ha puesto. El hombre solo puede descubrir la verdad que está en su interior gracias a la iluminación divina o espiritual.
San Agustín tratará el problema, fundamental en la Patrística, de la relación e importancia en el conocimiento de la Razón, representada por la Filosofía, y la Fe, representada por la Revelación y la Teología. Se había ofrecido una respuesta en la que la Fe era lo único importante y la Filosofía debía subordinarse completamente, es decir, que la Filosofía es sierva de la Teología. Sin embargo, para San Agustín, en el conocimiento no hay rivalidad entre Razón y Fe, sino que ambas deben ayudarse mutuamente. La fe no es algo irracional, sino que fe y razón van juntas (aunque siempre debe predominar la fe) y se complementan. Por ello, es necesaria la razón para la fe y, a su vez, la fe para la comprensión de la realidad. Así, el lema de San Agustín puede presentarse como: comprende para creer y cree para comprender.
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