09 Sep

CONTEXTO

El Quattrocento se refiere a toda la producción artística que se desarrolló en Italia en el período del 1400 hasta el 1500. Luego, en el siglo XVI, el Renacimiento se expandió al resto de Europa. Se formuló en torno a la idea de recuperación de un modelo cultural: el modelo clásico. Comprendió la primera fase del Renacimiento, de la recuperación de los valores de la Antigüedad clásica, y giró en torno a un proceso de experimentación de las distintas especialidades (pintura, escultura y arquitectura), que tenían un objetivo en común: formular un lenguaje formal, que desembocó en el Renacimiento Clásico del siglo XVI.

Influyó también el trasfondo ideológico y cultural del Quattrocento: el Humanismo. Por ejemplo, en Florencia los artistas estaban influenciados por la filosofía neoplatónica que orientó al arte hacia soluciones diferentes del arte de una ciudad como Venecia, que estaba influenciada por el Aristotelismo, donde el arte estaba influenciado por los Estudios de Ferrara que determinaron muchas soluciones pictóricas. Además, el artista del Quattrocento entendió a lo clásico no como un academicismo, sino como un proceso de constante transformación y de ininterrumpida experimentación.

La idea del funcionamiento de la obra de arte en la sociedad fue completamente distinta. Esto se debió a la culminación de un proceso de secularización (la Iglesia deja de influir tanto en la vida del hombre y se vuelve más hacia lo profano) que afectó a todos los aspectos de la cultura, lo que no significó que el hombre perdiera su fe dejando de ser cristiano, sino que, por ejemplo, la obra de arte empezó a cumplir funciones que superaban los límites religiosos. Se usaba ahora para mostrar el prestigio y el honor de sus clientes, de los grandes señores o mecenas, y el arte cobró tanta importancia que la imagen del mecenas en la sociedad no se desarrollaba plenamente sin la ayuda de la misma. Se llevaron a cabo empresas artísticas para desarrollar la imagen de la familia en la sociedad, invirtiendo la cantidad de dinero que sea necesario, con la firma de un artista o taller reconocido. Eran empresas que tenían fines políticos y diplomáticos.

Surgió también la figura del coleccionista, que no adquiría obras de arte caprichosamente sino de una manera racional y selectiva, y no solo para uso privado, se calculaba minuciosamente a quien se le enseñaba. Incluso los artistas fueron usados con fines diplomáticos, y al surgir la figura del coleccionista el artista ya va a dejar de trabajar por encargo, el mercado pasa de regirse por la demanda a la oferta de obras de arte, de esta manera se va a trabajar con una conciencia creadora distinta, el artista se vuelve productor de mercancías y ya en el siglo XVI apareció también el cliente que compraba su obra con miras especulativas.

En el Quattrocento, la figura del artista dejó el anonimato para firmar con orgullo sus obras. En sus inicios, no se hablaba de artistas, sino de artesanos equiparables a pequeños burgueses, a veces de estatus social inferior. Estos artesanos se formaban en talleres, pagando prescripciones gremiales para ejercer. Tras largos años de aprendizaje, algunos se convertían en maestros con talleres propios, aunque la falta de recursos a menudo los llevaba a compartir espacios con otros jóvenes maestros, y muchos enfrentaban la ruina.

En este período, el artista se liberó gradualmente de las restricciones gremiales al vincularse con las cortes, donde su reconocimiento creció, elevándolo al estatus de intelectual. Este cambio le permitió viajar entre ciudades y evitar las limitaciones gremiales. Trabajando en las cortes, se unió a los grupos humanistas que valoraban el arte y lo consideraban un medio para difundir sus ideas, transformando así el papel del artista en la sociedad. Estas transformaciones también se reflejaron en la evolución de temas artísticos, desde lo religioso hasta elementos profanos, retratos aislados, mitología, desarrollo del paisaje y nuevas tipologías arquitectónicas.

Escultura

En el arte del Renacimiento, nos adentramos ahora en la escultura del siglo XV, el Quattrocento. Los antecedentes de la escultura renacentista se encuentran en las obras medievales, puesto que la tradición clásica nunca murió del todo en Italia, como podemos comprobar al ver la escultura del Emperador Federico II sobre el puente de Capua; o el Púlpito del Baptisterio de la Catedral de Pisa (1269), obra de Nicolás Pisano (1220-1287), donde la Virgen recuerda una potente matrona romana. Durante el Trecento las ciudades de Siena y Pisa produjeron los artistas más importantes, pero en el siglo XV Florencia les superó. La ciudad de los Medici también capitaneó la evolución en la escultura.

Las características de la escultura del Quattrocento fueron:

  • La proporcionalidad en las obras, regresando al canon clásico de las nueve cabezas.
  • Utilización del contrapposto de influencia griega.
  • Aumento de la expresividad de las obras, especialmente a finales de siglo.
  • Naturalismo.
  • Interés por la figura humana
  • Uso de la perspectiva y los fondos en el relieve.

Los temas siguen inspirándose en la religión, aunque aparezca también el retrato (de busto y ecuestre), los desnudos y la mitología.

Suele situarse el comienzo de la escultura renacentista en los relieves que esculpió Lorenzo Ghiberti (1378-1455) para las puertas del Baptisterio de Florencia. Ghiberti, que comenzó su actividad artística como orfebre, ganó en 1401 el concurso para decorar las segundas puertas del baptisterio de la catedral de Florencia1. El trabajo en las dos primeras puertas duró más de veinte años (1403 a 1424), y se compone de veinte episodios de la vida de Cristo y ocho tallas de santos, en un estilo minucioso cercano al gótico.

Fue en las terceras puertas (1425-1452) donde realmente revolucionaron el arte, hasta el punto de que Miguel Ángel las llamara las puertas del Paraíso. Vemos en ellas la asimilación de los planteamientos clásicos. Optó por diez espacios cuadrados donde trató con amplitud escenas en bajo relieve del Antiguo Testamento. Adoptó la perspectiva lineal (que Uccello aplicó a la pintura) y los complejos efectos de profundidad mediante la técnica del aplastado. En los marcos reprodujo esculturas griegas y festones de flores, frutas y animales, que muestran el respeto con que el nuevo arte observaba la Antigüedad y la Naturaleza.

También esculpió, entre 1414 y 1419, las imágenes de San Juan Bautista y San Mateo, para la Capilla de Or San Michele. En su hechura y expresión vuelve a dar muestras de gracia y la dulzura. Una belleza ideal ante la que reaccionaría Donatello.

Donatello (1386-1466)

Donatello plasmó la figura del ser humano, con gran variedad de gestos y actitudes, mostrando su realidad interna y sus diferentes estados anímicos, siguiendo las trazas del retrato psicológico griego y romano. Esculpió las diferentes etapas de la vida, desde la alegría de la niñez y la juventud, pasando por la plenitud de la madurez, hasta llegar a la decrepitud de la vejez.

  • Buena muestra de cómo supo captar la alegría de la niñez, se encuentra en las Tribunas de las Catedrales de Florencia y Prato (1428), donde un tropel de niños cantores se mueven y agitan libremente, llenos de gracia y de vida. El inquieto desfile es acentuado con la división de las escenas, de forma vertical, mediante pilastras pareadas (Prato) y columnillas revestidas de mosaicos (Florencia).
  • La juventud quedó plasmada en su David (1440) de bronce, del Museo Barguello. Muestra al héroe en el momento posterior a la lucha, con la cabeza de Goliat a sus pies. Es un desnudo de gusto verdaderamente clásico, mostrando una anatomía de incipiente musculatura. David está representado como un adolescente gentil, ingenuo, juguetón y muy seductor. Su actitud, en pie, volcando el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha, le permite flexionar levemente la otra, provocando una ligera inclinación en la cadera que recuerda la curva praxitelina.
  • La madurez queda representada en su San Jorge (1417), realizada para el oratorio de Ors San Michele de Florencia. El santo aparece sólo, sosteniendo su escudo, y la historia del dragón ha quedado relegada al amplio pedestal de mármol que le sirve de base, a modo de relieve pictórico, que trata de expresar la ilusión espacial propia de la pintura, graduando el grosor de las figuras según el plano en el que se encuentren (alto, medio o bajo), sobre los que incide de modo diferente la luz. El David (Donatello)

  • Dentro de este retrato de madurez se encuentra, también, Il Condottiero Gattamelata2, frente a la Basílica de San Antonio de Padua (1453). Un maravilloso retrato ecuestre que ha sido considerado como el primero retrato del Renacimiento, y que tomó como modelo la estatua romana de Marco Aurelio. El personaje, un hombre adulto, famoso en su época como general de las fuerzas de Padua, está pasando revista a sus tropas. Destaca la contención y elegancia, en un distinguido tono clásico. Una auténtica representación del caballero renacentista, sereno, fuerte y con autoridad. Colocó una bola como apoyo a la única pata flexionada y ligeramente levantada del caballo, confiriendo al conjunto un cierto carácter macizo. Rescata el modelo del retrato ecuestre de Marco Aurelio y se convierte en la representación habitual del poder.
    Muy relacionado con la obra de Donatello está Il Corleoni3 (1749) de Verrocchio en Venecia rompe con la serenidad del anterior, generando movimiento con la tensión y vitalidad de los cuerpos de jinete y caballo.
  • En el profeta Habacuc (1423-25) o Il Zucone (el calvo) retrata la decrepitud de la ancianidad. La introducción de la fealdad: vejez rasgos duros, pómulos marcados, delgadez, calvicie…, como nuevo tipo de expresión humana, abrió el camino del realismo tan habitual en el barroco. Es un retrato expresivo, psicológico por la fuerza en la expresión del personaje.

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