09 Mar
La Profunda Soledad y el Origen de la Locura en El Quijote
La profunda soledad del personaje es la semilla que permitirá el crecimiento de la “locura”.
La Grafopeya: Un Caballero Fuera de Molde
La grafopeya del personaje (descripción física) nos presenta a alguien cuyas características se oponen a lo que el imaginario colectivo tiene como héroe o caballero. Suponemos que el mismo debería ser rudo, fuerte, joven, gallardo, y este es débil, flaco, entrado en años. Es precisamente esta contradicción lo que hará que el personaje jamás sea aceptado como lo que espera. No sólo porque ser caballero en esa época es anacrónico (ya no existen en el tiempo del hidalgo), sino porque este personaje no cumple los requisitos para ser aceptado como tal, ni en esta época (la de la obra), ni en la época de los caballeros. Así, el hidalgo siempre estará intentando comenzar un rito de iniciación que nunca cumplirá, porque al final de la etapa la sociedad nunca lo aceptará como tal.
La Etopeya: Reflejo de una Época en Decadencia
La etopeya del personaje (rasgos de personalidad) apunta al entretenimiento que tenía esta casta noble: la caza. Como ya dijimos, esta afición no era más que una representación de la decadencia de aquel pasado heroico.
La Lectura como Catalizador de la Transformación
La primera etapa sería la forma de leer esos libros de caballería. El narrador dice que leía “con afición y gusto” y en este aspecto no encontramos ninguna dificultad, ya que cualquiera puede leer así y no por eso volverse loco. Sin embargo, hay algo extraño en su lectura porque olvida su hacienda, sus obligaciones y su entretenimiento habitual. Lee y algo se transforma en su realidad. El problema está en que tiene mucho tiempo ocioso; tiempo libre e improductivo; tiempo de evasión y no de creación. El personaje lee como si eso que leyera fuera real.
Irónicamente, el narrador ubica al lector en una nueva etapa del hidalgo: “desvelábase por entenderla y desentrañarles el sentido”. La ironía se presenta al mencionar a Aristóteles, padre del racionalismo, que aun cuando resucitara tan sólo para tratar de entender esa prosa y tuviera todo el tiempo para hacerlo, no lograría encontrar algo lógico en ella. Pero el hidalgo descuida una necesidad básica, el dormir, para intentar entender. Su mente vuela perdiéndose en el laberinto de las palabras.
La Dualidad del «Caballero»
Vale apreciar la forma en que el narrador abre diferentes dimensiones en la lectura. Dice el mismo: “con estas razones perdía el pobre caballero el juicio”. Por un lado, nos asegura que se está volviendo loco, pero por otro utiliza la palabra “caballero” que en este contexto adquiere una dimensión importante. El que pierde el juicio es el hidalgo que aún no ha decidido convertirse en caballero. Sin embargo, el narrador utiliza esa palabra en un sentido común, dejando abierto el sentido de clase noble guerrera, que es a lo que querrá acceder.
La Cuestión de la Verosimilitud
Pero aún no ha llegado a la profundidad de este proceso, porque el personaje cuestiona la verosimilitud de estas novelas. Es decir, aún puede diferenciar la realidad de la ficción. Sin embargo, lo que le gusta de esas novelas es que nunca terminen, es decir, la promesa de un “continuará”, porque esto le permite imaginar, esperar la próxima aventura, ya que esto le abre las puertas a un mundo creativo imposible.
La Lectura Compartida y la Singularidad de la Locura
El narrador también nos deja claro que la lectura de estas novelas no es exclusividad del hidalgo. Todos en la época leen esas novelas y las comentan, son el entretenimiento del momento, pero no todos se han vuelto locos debido a que no tienen tiempo ocioso para alienar en esta lectura.
El Punto de Inflexión: La Pérdida de la Razón
Casi al final del proceso, el narrador nos muestra cómo el personaje pierde el juicio: “se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro”. Esta cita es emblemática en este proceso, porque ahora el hidalgo perdió toda conexión con sus necesidades básicas, y sobre todo las del sueño.
Este proceso: “las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio”. Todas las palabras aquí son polisémicas (tienen muchos sentidos). En primer lugar, utiliza un paralelismo antitético (la misma estructura gramatical y sus términos son contrarios) contraponiendo noches/días. Y a su vez plantea la antítesis “noches/claro” y “días/turbio”. La noche, momento de los sueños, donde todo es confuso, el hidalgo está claro, y a su vez pasa de “claro en claro”, es decir, leyendo toda la noche a la luz artificial de la vela. Y los días, que naturalmente tienen la claridad, el hidalgo se pasa “de turbio en turbio”, porque su mente está confusa con la fantasía que se asienta en su cabeza. El final de esto es predecible: la confusión de realidad y la fantasía.
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