24 Abr

Bases Ideológicas del Franquismo

El régimen franquista se sustentó sobre varias bases ideológicas clave:

  • Falangismo de conveniencia: Principios emanados del fascismo, aceptados más por necesidad del régimen que por convicción profunda.
  • Fundamentalismo religioso: El régimen no solo asumió los principios de la Iglesia Católica, sino que los declaró oficiales en todo el Estado.
  • Autoritarismo feroz: Muy ligado al militarismo, se aplicó a todos los órdenes de la vida.
  • Fuerte componente nacionalista español: Visible en la concepción de «Una España, Grande y Libre», donde las “autonomías” no tenían cabida.
  • Nacionalsindicalismo: Forma de regular las relaciones laborales, amalgama de principios capitalistas y socialistas.
  • Partido único: FET de las JONS, al que tenían obligación de afiliarse todos los funcionarios.
  • Democracia orgánica: Forma de representación no individual, donde el Estado estaba formado por organismos como la familia, la Iglesia, el ejército, etc.

La Posguerra Franquista

La caída del Cinturón de Hierro en 1937 marcó el fin de la Guerra Civil en Euskadi, aunque el conflicto continuó hasta el Pacto de Santoña. Tras la victoria, los franquistas tomaron el poder, mientras que nacionalistas e izquierdistas sufrieron una dura represión, exilios y confiscaciones. La Ley de Responsabilidades Políticas (1939) intensificó esta persecución y prohibió el uso público del euskera. Además, se suprimió el Estatuto de Autonomía en Bizkaia y Gipuzkoa, aunque Álava conservó el Concierto Económico debido a su apoyo al bando franquista.

A nivel general, la posguerra fue una etapa de profunda crisis económica, agravada por la política autárquica del régimen. Esto generó escasez, hambre y debilitó la industria, aunque en algunas zonas como Cantabria las infraestructuras se mantuvieron por acuerdos como el Pacto de Santoña. Políticamente, el estallido de la Segunda Guerra Mundial despertó esperanzas en la oposición, que buscó apoyo en Estados Unidos para derrocar a Franco. En 1945, se firmó el Pacto de Baiona con fuerzas republicanas para intentar reorganizar la resistencia antifranquista.

Consolidación del Régimen Franquista

La Guerra Fría resultó beneficiosa para el régimen de Franco, ya que su firme anticomunismo lo convirtió en un aliado estratégico para las potencias occidentales. Esto frustró las esperanzas de la oposición, incluida la vasca, de un rápido derrocamiento. Intentos de resistencia interna, como la abstención en el referéndum de 1947 o las huelgas de 1947 y 1951, fracasaron debido a la falta de apoyo masivo y la brutal represión del régimen.

Durante la década de 1950, España logró un importante reconocimiento internacional. Hitos clave fueron la firma del Concordato con el Vaticano (1953), los acuerdos bilaterales con Estados Unidos (1953) y el ingreso en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1955. Paralelamente, el Congreso Mundial Vasco intentó reforzar la legitimidad del Gobierno Vasco en el exilio y recuperar el Estatuto de Autonomía, pero se vio afectado por divisiones internas, la falta de apoyo desde España y la expulsión de sus miembros comunistas.

En el ámbito religioso, la Iglesia vasca estuvo en gran medida controlada por el franquismo, aunque surgieron focos de disidencia y algunos sacerdotes apoyaron clandestinamente el nacionalismo vasco. Organizaciones obreras de inspiración católica como la JOC y la HOAC también tuvieron un papel relevante en la incipiente oposición social. En 1957, el Gobierno Vasco en el exilio firmó el Pacto de París, un acuerdo significativo por el que renunciaba a la forma republicana de gobierno en favor del apoyo a la democracia, buscando así unir a la oposición moderada.

Los Años 60: Desarrollo Económico y Crecimiento de la Oposición

La década de 1960 supuso una consolidación de la legitimidad internacional de Franco, al tiempo que la oposición interna comenzaba a reorganizarse y fortalecerse. En el ámbito económico, el régimen abandonó la política autárquica para adoptar el modelo del Desarrollismo, impulsado por tecnócratas vinculados al Opus Dei. Este periodo generó un notable crecimiento económico, pero también importantes problemas sociales, urbanos y ambientales.

La oposición tradicional modificó sus estrategias, optando por la infiltración en sindicatos verticales, el fomento del cooperativismo y la organización de huelgas, que fueron reprimidas con gran dureza. La Iglesia vasca, por su parte, adoptó una postura cada vez más crítica hacia el régimen, manifestada en escritos como el de 339 sacerdotes denunciando la situación política.

En el seno del nacionalismo vasco, el PNV, debilitado por la represión y las disputas internas, mostró una reacción lenta ante el contexto cambiante. Esta inacción contribuyó al surgimiento de EKIN en 1950. Inicialmente integrado en el PNV en 1955, EKIN se escindió nuevamente en 1957 y se transformó en ETA (Euskadi Ta Askatasuna) en 1959. Las primeras acciones de ETA incluyeron sabotajes menores, pintadas y el uso de explosivos, lo que provocó exilios, principalmente a Francia. La influencia de movimientos independentistas internacionales y la adopción de ideas marxistas reforzaron progresivamente la tendencia de ETA hacia la lucha armada.

La Oposición y el Fin del Franquismo

Durante los últimos años del régimen franquista (1970-1975), la oposición política y social experimentó un notable crecimiento, especialmente en el País Vasco. Este auge se debió, en gran medida, a la persistente falta de apertura política del régimen y a las crecientes desigualdades económicas y sociales.

Los partidos políticos tradicionales intentaron reorganizarse en la clandestinidad. Los grupos republicanos se mantuvieron en gran parte inactivos, mientras que los socialistas sufrieron tensiones internas. Los comunistas, por su parte, continuaron su actividad, incluyendo la resistencia armada residual del maquis.

El nacionalismo vasco experimentó una transformación significativa, marcada por la escisión del PNV que llevó a la creación de ETA en 1959. ETA ganó notoriedad internacional, especialmente tras el Juicio de Burgos en 1970, que puso de manifiesto la dureza del régimen y generó una amplia solidaridad internacional con los encausados.

La Iglesia, en general, y la Iglesia vasca en particular, mantuvieron una postura crítica hacia el régimen, con figuras destacadas como el obispo Añoveros, cuya homilía de 1974 denunciando la situación del País Vasco tuvo un gran impacto.

Paralelamente, el movimiento obrero, representado por sindicatos clandestinos como CC.OO., UGT, USO y ELA, intensificó sus protestas y huelgas, combinando reivindicaciones laborales con demandas políticas y sociales, convirtiéndose en uno de los principales motores de la oposición al franquismo.

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