26 May
BLOQUE V. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX.
Panorama general del reinado de Alfonso XIII.
Intentos de modernización: el Regeneracionismo y crisis socio-económicas (1902-1923).
1. Introducción
2. Regeneracionismo e intentos de reactivación por Maura y Canalejas
3. Crisis socio-económicas (1902-1923)
3.1. Las crisis de 1909 y 1917
4. La descomposición del sistema (1917-1923)
1. Introducción.-
Durante el reinado de Alfonso XIII (1902-1931) entró en crisis el modelo político de la Restauración debido a:
1. la muerte de los dos líderes de los partidos del turnismo
2. la implicación del rey en la unidad política, que tiene su punto culminante en la aceptación de la dictadura de Primo de Rivera.
3. los conflictos sociales
4. la intervención del ejército en los asuntos políticos
Agudizan la crisis tres conflictos:
A) la Semana Trágica de Barcelona
B) Huelga general de 1917
C) Desastre de Annual (1921)
El reinado de Alfonso XIII puso de manifiesto que el régimen de la Restauración del XIX era incapaz de adaptarse al siglo XX. Pese al inicial impulso reformador y regeneracionista, encarnado políticamente en Antonio Maura y José Canalejas, la monarquía fue incapaz de superar los retos que hubo de afrontar: el nacionalismo catalán, la guerra de Marruecos, la conflictividad sindical y la alternancia democrática. Se sucedieron numerosas crisis, algunas especialmente graves: la Semana Trágica (1909), las revueltas de 1917, la oleada huelguística de 1919 y el desastre de Annual (1921). Además, la persistencia del caciquismo, el fraude electoral y el desprestigio del sistema político constitucional, el aumento de la conflictividad social, el terrorismo anarquista, la fuerza creciente de los grupos de oposición, la reactivación del militarismo. Todas ellas obligaron al Gobierno a depender cada vez más del ejército; finalmente, un general, Miguel Primo de Rivera, estableció un régimen dictatorial. La incapacidad del dictador para encontrar un nuevo sistema político e institucional convirtió su etapa de gobierno en un nuevo paréntesis que, al cerrarse, dejó el camino libre a la alternativa democrática que la monarquía no había logrado instaurar y que habrá de traer la II República.
2. REGENERACIONISMO E INTENTOS DE REACTIVACIÓN POR MAURA Y CANALEJAS
Durante la regencia de María Cristina se produjo la derrota militar que infringió Estados Unidos a España en 1898, que tanta incidencia tuvo en la opinión pública española. Por tanto, el reinado de Alfonso XIII comienza en un ambiente generalizado de pesimismo y de toma de conciencia de la necesidad de emprender profundos cambios en todos los órdenes de la vida nacional. Este sentimiento de renovación y modernización es lo que se llamó el regeneracionismo.
Ya sabemos que el sistema de la Restauración se fundamentaba en el control social, económico y político de la población a través de la figura del cacique. Esa práctica, que desvirtuaba la esencia de un régimen liberal y democrático, fue denunciada por un amplio sector de los intelectuales, como Joaquín Costa, Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno o Antonio Machado. Pero también hablaban de regenerar a España algunos políticos conscientes de nuestro atraso respecto a Europa Occidental. Entre ellos cabe destacar a dos que llegaron a la presidencia del Gobierno: uno del Partido Conservador (Antonio Maura) y otro del Partido Liberal (José Canalejas). Incluso el general Primo de Rivera, al hacerse con el poder en 1923, pretendía llevar adelante un programa de reformas que entroncaba inicialmente con los ideales regeneracionistas con que se identificaba gran parte de la población española.
El regeneracionismo social y económico aglutinaba el malestar de las “clases productoras”: pequeños y medianos empresarios que no se sentían representados en el régimen de la Restauración. El ideólogo de esta vertiente fue Joaquín Costa. Censuró el sistema político y el falseamiento de la democracia y propuso una serie de reformas económicas y educativas. Propugnaban la necesidad de dejar atrás los mitos del pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad, alfabetizar a la población, solucionar la bancarrota financiera del Estado, el caciquismo, el fraude electoral, la carencia de auténticas instituciones democráticas, el militarismo.
El regeneracionismo intelectual y literario estuvo representado por Unamuno, Ramiro de Maeztu, que expresaban un pesimismo existencial e irracionalista y reflexionaban sobre la decadencia de España. Este espíritu impregnó la obra literaria de la “generación del 98”.
El revisionismo político empleó los argumentos regeneracionistas (la supresión del caciquismo, la “reforma social”, el proteccionismo y la grandeza de España) para dar nuevo impulso a la política de la Restauración. Los tres objetivos comunes a todos los proyectos revisionistas eran: la revitalización de las instituciones liberales y parlamentarias, el intento de evitar sobresaltos revolucionarios, la democratización del sistema. Los primeros en adoptar estos puntos de vista fueron los políticos conservadores, liderados por Francisco Silvela, que ya había expresado la necesidad de cambiar el rumbo del país. El nuevo gobierno mostró una cierta voluntad de renovación. Se inició una política reformista, se esbozaron proyectos de descentralización administrativa, y se impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre los productos de primera necesidad y creaba nuevos impuestos para hacer frente a las deudas contraídas durante la guerra. Sus esfuerzos también iban encaminados en terminar con la corrupción administrativa, el fraude electoral y el caciquismo. Reformó la Hacienda estatal y retomó la legislación social.
En la ETAPA PARLAMENTARIA de la monarquía de Alfonso XIII (1902-23), hay que señalar que hasta 1917 se mantuvo el bipartidismo entre conservadores y liberales, aunque lentamente iría creciendo el número de diputados republicanos, socialistas y catalanistas, que eran todos ellos grupos de oposición al sistema. En este período continuó la práctica del caciquismo y la pasividad del electorado.
Los dos partidos del sistema se resintieron de la desaparición de sus indiscutibles líderes históricos (Cánovas y Sagasta).
En el Partido Conservador a la muerte de Cánovas (víctima de un atentado anarquista en 1897) le sucedió Silvela, a quien podemos calificar de regeneracionista. Tras Silvela, el nuevo líder del conservadurismo fue Antonio Maura, otro regeneracionista, que intentó acabar con el caciquismo, descentralizar el poder y fomentar la economía. A él se le atribuye una célebre frase que resume su mentalidad: “O hacemos la revolución desde arriba o nos la hacen desde abajo”. Ni siquiera dentro de su propio partido pudo encontrar Maura apoyo a su programa reformista. El declive de este político le vino por causa de la Semana Trágica (1909), cuando se produjo una rebelión popular en Barcelona contra la Guerra de Marruecos. Maura era entonces presidente del Gobierno y no sólo no supo impedir la revolución, sino que además fue muy criticado por el empleo de durísimos métodos represivos para controlarla.
El Partido Liberal también tuvo que renovarse tras la muerte de su líder histórico, Sagasta (1903), al cual le surgieron tres candidatos para sucederle, con las consiguientes divisiones: Montero Ríos, Segismundo Moret y José Canalejas. Éste último, siendo presidente del gobierno, llevó a cabo entre 1910 y 1912 un programa de reformas que puede incluirse dentro de la línea del regeneracionismo. Las principales medidas que adoptó el gobierno de Canalejas fueron: la separación de la Iglesia y el Estado (en concreto, la llamada “ley del candado”, por la cual no se podrían establecer nuevas órdenes religiosas sin la autorización del Gobierno, motivó la ruptura de relaciones con el Vaticano); el fomento de la educación; la instauración del servicio militar obligatorio para todos los varones (se suprime la figura del “soldado de cuota”, que permitía a los ricos librarse del servicio militar a cambio de pagar una considerable suma de dinero); y la creación de la “Mancomunitat de Catalunya”, bajo la presidencia de Prat de la Riba, en un intento de contentar a los nacionalistas catalanes. La muerte del presidente en atentado terrorista en 1912 frustró esta nueva tentativa de regeneración nacional. Le sustituiría el Conde de Romanones al frente del Partido Liberal.
3. CRISIS SOCIO-ECONÓMICAS (1902-1923).-
3. 1. LAS CRISIS DE 1909 Y 1917
La violencia e inestabilidad política son características de toda la etapa parlamentaria de la monarquía de Alfonso XIII (1902-1923). Pero en ese periodo hubo dos momentos particularmente graves y que pusieron de manifiesto las grandes carencias e incapacidades del sistema restauracionista. Son las crisis de 1909 y 1917.
A) La crisis de 1909.-
El régimen de la Restauración fue incapaz de solucionar los conflictos sociales. En 1909, el clima de tensión, agravado por la guerra de Marruecos, estalló en la Semana Trágica y, en 1917, la situación de crisis económica desembocó en una huelga general revolucionaria.
La cuestión de Marruecos.- Perdido el imperio ultramarino y cada vez más aislada de Europa, España trató de participar en el reparto de África. Marruecos se convirtió así en el nuevo objetivo colonial de España, pero esto exigía llegar a acuerdos con Francia, a cuya área de influencia pertenecía la zona. En 1904 una declaración franco-británica reconocía los intereses españoles en la costa mediterránea de Marruecos. Ese mismo año un convenio hispano-francés los ratificaba. Tras la Conferencia de Algeciras (1906), celebrada para resolver los conflictos sobre Marruecos planteados entre Francia y Alemania, España obtuvo el reconocimiento definitivo de sus derechos sobre el norte del territorio. El Tratado hispanofrancés (1912) establecía un protectorado francoespañol en la zona de Marruecos. A España le correspondió el territorio de El Rif, una zona montañosa del norte, con la obligación de pacificarlo y organizarlo. El interés español por esta región venía estimulado por los posibles beneficios económicos (minas, inversiones en ferrocarriles, etc), pero sobre todo por el deseo de restaurar el prestigio del ejército, hundido tras el desastre de Cuba.
La presencia española en esta área estuvo contestada por los continuos ataques de rifeños, organizados en cabilas. En 1909, los rifeños infringieron una importante derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas bajas. Se decidió entonces aumentar el número de soldados en el Rif con reservistas, muchos de ellos casados y con hijos, y se dispuso que partieran algunos regimientos desde Barcelona, lo cual provocó un importante movimiento de protesta popular.
La Semana Trágica de Barcelona (1909).-
La cuestión de Marruecos provocó el descontento popular a causa de los reclutamientos forzosos de tropas para una guerra que sólo interesaba a dos grupos sociales minoritarios:
1. un sector del ejército, que veían ella la oportunidad de recuperar el prestigio profesional perdido tras el desastre del 98, y un medio de ascenso en el escalafón y de protagonismo político
2. los capitalistas interesados en la explotación de las minas de hierro del Rif
Hasta el establecimiento del servicio militar obligatorio en 1912, los que tenían dinero se podían librar de la incorporación a filas, mediante el pago de una cuota demasiado elevada para las posibilidades económicas de las clases bajas. Éstas, por tanto, eran las que sufrían los estragos de las guerras, lo que explica el antimilitarismo popular.
El nueve de julio los rifeños atacaron una línea de ferrocarril próxima a Melilla y mataron a cuatro trabajadores españoles, por lo que Maura decidió reforzar militarmente la zona. El ministro de la Guerra cometió el error de enviar un cuerpo de ejército que incluía a reservistas catalanes, muchos de ellos casados y con hijos.
La movilización contra la guerra se inició en el puerto de Barcelona el día 18 de julio, durante el embarque de las tropas hacia Marruecos. El día 24 se constituyó un comité de huelga, con la participación de republicanos, socialistas y anarquistas, que hizo un llamamiento a la huelga general para el día 26. Pero esa huelga derivó en una revuelta popular que desbordó el objetivo inicial de protesta contra la guerra de Marruecos y acabó siendo un estallido espontáneo de todas las tensiones sociales acumuladas.
Los incidentes en la calle se multiplicaron, se levantaron barricadas, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas del orden público y, finalmente, explotó un fuerte sentimiento anticlerical que desembocó en el ataque e incendio de más de 80 centros religiosos. Las autoridades respondieron declarando el Estado de Guerra y enviando refuerzos para reprimir las manifestaciones. El elevado número de muertos y heridos radicalizó el movimiento insurreccional, pero la falta de dirección y coordinación políticas derivó hacia la acción descontrolada de grupos que actuaban indiscriminadamente y sin objetivos claros. Los sucesos violentos fueron controlados el dos de agosto. La autoridad militar proclamó el estado de guerra (del 26 al 31 de julio, Semana Trágica) y envió varias unidades militares de refuerzo que llegaron a utilizar cañones para sofocar la insurrección. En los enfrentamientos callejeros murieron 104 civiles y 9 miembros de las fuerzas de seguridad.
Los motivos que provocaron este confuso estallido de violencia colectiva fueron la protesta contra la guerra colonial de Marruecos, el anticlericalismo y el descontento económico del proletariado barcelonés. La movilización de los reservistas catalanes desató la indignación popular. Las clases obreras rechazaban el injusto sistema de reclutamiento, y consideraban que los jóvenes más pobres eran enviados a morir a África para defender los intereses económicos de un grupo de empresarios deseosos de explotar las minas del Rif y para satisfacer a los oficiales del Ejército que esperaban conseguir ascensos rápidos durante esta aventura colonial. Otro de los factores fue el odio anticlerical que estaba fuertemente arraigado entre las clases populares. Es muy posible que el resentimiento fuera uno de los resortes que desataron la agresiva furia de las clases trabajadoras catalanas, ya que los clérigos tenían a su cargo la administración de la mayor parte de los centros de beneficencia y exigían a los pobres que solicitaban las ayudas y los servicios de caridad la asistencia obligatoria a las misas dominicales, la comunión, la participación en oraciones colectivas o el certificado bautismal.
Las consecuencias más importantes de la Semana Trágica fueron:
1. la durísima represión gubernamental que se saldó con el encarcelamiento de casi 2000 personas de las que 59 fueron condenadas a penas de cadena perpetua y 5 fueron ejecutadas, entre ellas la de Ferrer Guardia, anarquista y fundador de la Escuela Moderna. Esta ejecución levantó una ola de protesta internacional que provocó la dimisión del presidente del gobierno, el conservador Maura.
2. El gobierno conservador de Maura tuvo que enfrentarse a duras críticas y los liberales y los republicanos se unieron para exigir su dimisión. La oposición a Maura, consiguió que Alfonso XIII disolviera las Cortes y traspasara el gobierno a los liberales.
b) El impacto de la Gran Guerra En el verano de 1914, estando al frente del gobierno el conservador Eduardo Dato, se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial; Dato declaró de inmediato la neutralidad española, manteniendo al país fuera del conflicto y evitando el grave desastre que hubiera significado para la población. La guerra permitió exportar productos industriales y agrarios, de los que los combatientes tenían una enorme necesidad y por los cuales estaban dispuestos a pagar altos pecios. Los industriales, especialmente catalanes y vascos, hicieron grandes negocios.
Sin embargo, al dedicarse gran parte de la producción a la exportación, los precios interiores experimentaron alzas desorbitadas, que no fueron acompañadas de subidas de salarios. La carestía de vida se convirtió en un problema para las clases populares. El conflicto social, a causa del empeoramiento de las condiciones de vida de la mayor parte de la población, fue creciendo de manera imparable y las organizaciones obreras encabezaron una protesta cada vez mayor que desembocó en el movimiento huelguístico del verano de 1917.
c) LA CRISIS DE 1917, en plena I Guerra Mundial, puso de relieve los problemas que venía arrastrando España desde hacía décadas, problemas que se pueden sintetizar en tres: el militar, el político y el social. El problema militar consistió en la creación en los cuarteles de las llamadas Juntas de Defensa, una especie de sindicatos de militares que se oponían a los ascensos por méritos de guerra (muy fáciles y rápidos para los que estaban destinados en la Guerra de Marruecos). También solicitaban mejoras en los sueldos. Las Juntas de Defensa dividieron al estamento militar entre “africanistas” y “peninsulares”. La respuesta gubernamental fue la promulgación de la Ley del Ejército de 1918, que consagraba la influencia de éste en la política española. El problema político surgió en julio de 1917 como consecuencia de la creación de una “Asamblea de Parlamentarios” de toda España en Cataluña, a instancias de Cambó, líder de la Lliga Catalana. Esta Asamblea pretendía llevar a cabo una profunda reforma constitucional que democratizara al sistema político y que incluyera un estatuto de autonomía para esa región, a todo lo cual se oponía el Gobierno. En el fondo se trataba de una rebelión de la burguesía catalana y de los sectores más progresistas españoles contra la oligarquía imperante en Madrid. El Gobierno acabó disolviendo la Asamblea de Parlamentarios, a la que acusó de separatismo. El problema social es consecuencia del malestar causado por la carestía ocasionada por la Gran Guerra y, en general, por la situación que padecía la clase obrera española, muy agravada por la inflación. Ese malestar cristalizó en una huelga general convocada por los dos grandes sindicatos, UGT y CNT, junto al PSOE. Desde muy pronto la huelga se radicalizó provocando graves disturbios en un clima de violencia, seguido de una enorme represión en la que intervino el Ejército, que pretendía así demostrar a la clase política quién era el verdadero sostén de la Monarquía.
La incapacidad de los partidos políticos tradicionales para asegurar el orden y la estabilidad y el desprestigio de los militares fueron los argumentos que utilizó el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, para dar un golpe de estado en septiembre de 1923. El rey Alfonso XIII, saltándose la Constitución y el Parlamento, le nombró presidente del gobierno. Así acabó el sistema liberal de la Restauración. Comienza una nueva etapa: la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30).
4.- La descomposición del sistema (1917-1923).-
Entre 1917 y 1923, la incapacidad de los gobiernos para reformar en profundidad el sistema político, la fuerte conflictividad social y las tensiones políticas derivadas de la guerra de Marruecos hicieron imposible la supervivencia del régimen de la Restauración.
El régimen de la Restauración entró en una progresiva descomposición; los partidos dinásticos sin líderes claros, se fragmentaron en grupos encabezados por diferentes políticos. Desde 1917 se recurrió con frecuencia a la solución de los gobiernos de concentración. Las diferencias entre los coaligados imposibilitó al gobierno a llevar a cabo reformas, contener la inflación y restablecer el orden social.
Fracasados los gobiernos de concentración, se volvió al turno dinástico: entre 1918 y 1923, el país conoció diez cambios de gobierno y fue constante el recurso a medidas de excepción, a la suspensión de las garantías constitucionales y a la clausura del Parlamento.
En España, el final del conflicto europeo propició un cambio brusco de las condiciones económicas, la producción descendió, aumentó el paro y subieron los precios, lo que provocó la movilización obrera y un espectacular crecimiento del sindicalismo.
La conflictividad laboral degeneró en una radicalización de las posiciones de los sindicatos y de la patronal, sobre todo en Cataluña. Para detener la fuerza sindical la Federación Patronal contrató a pistoleros a sueldo para asesinar a los dirigentes obreros. Algunos grupos vinculados a la CNT respondieron a esta situación practicando también un activismo violento y atentaron contra las autoridades, los patronos y las fuerzas del orden.
Al comenzar la década de 1920, en la zona oriental del protectorado de Marruecos, en torno a Melilla, las tribus rifeñas hostigaban al ejército español de forma permanente. En 1921 se intentaron varias operaciones con el fin de controlar a los rebeldes y para dirigir el ejército se nombró al general Silvestre que inició una ofensiva hacia el interior del territorio que acabó en un verdadero desastre. El ejército fue derrotado en Annual, se perdió todo el territorio ocupado y se produjeron unas 13000 bajas.
En 1923, con gobiernos inestables y una grave tensión social, el anuncio de que sería discutido en el Parlamento el caso de Annual y que se iban a pedir responsabilidades que podrían implicar al propio monarca, movilizó a sectores del ejército y de la derecha, que desde hacía tiempo veían la solución a la crisis en una dictadura militar. La incapacidad de los partidos políticos tradicionales para asegurar el orden y la estabilidad y el desprestigio de los militares fueron los argumentos que utilizó el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, para dar un golpe de estado en septiembre de 1923. El rey Alfonso XIII, saltándose la Constitución y el Parlamento, le nombró presidente del gobierno. Así acabó el sistema liberal de la Restauración. Comienza una nueva etapa: la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30).
TEMA 2. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA
1. Introducción
2. La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
2.1. Directorio Militar
2.2. Directorio Civil
2.3. Política económica y social
3. La oposición a la Dictadura
4. La caída de la dictadura
1. INTRODUCCIÓN.-
La ineficacia del sistema monárquico parlamentario hizo que en un amplio sector del Ejército, muy sensibilizado por su desprestigio ante la opinión pública debido al “Desastre del 98” y a la humillante derrota de Annual en la Guerra de Marruecos, surgiera la idea de sustituir en el poder a “los políticos” y a los partidos a través de un golpe de estado. Éste tuvo lugar finalmente el 13 de septiembre de 1923, y fue encabezado por el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña. No se trataba exactamente de un golpe de estado al estilo de los del siglo XIX, puesto que éstos siempre se habían hecho en apoyo de un partido político, sino que ahora el objetivo era el de acabar con el propio sistema liberal y parlamentario de la Restauración y establecer en su lugar una dictadura que “normalizase” el país. El rey Alfonso XIII dio su visto bueno a la nueva situación, nombrando presidente del Gobierno al general.
Fueron años de conflictividad obrera, en que los sindicatos veían la necesidad de la negociación directa entre obreros y patronos. En Andalucía las revueltas campesinas por el hambre de tierras y el deterioro de salarios y condiciones de vida, llevó a la quema de cosechas, ocupación de tierras,… Algunos grupos anarquistas practicaron un activismo violento y atentaron contra las autoridades, patronos y fuerzas del orden. Empresarios y patronos contrataron a pistoleros a sueldo para asesinar a dirigentes obreros y recurrieron al cierre de empresas. Es la época del “pistolerismo”, con más de 800 atentados y 226 muertos.
El problema de Marruecos.- En los primeros años del siglo XX la presencia de Francia en el norte de África motivó que algunas potencias europeas apoyaran la celebración de la Conferencia Internacional de Algeciras (1906) por la que Francia y España se repartían la tutela sobre Marruecos.
Uno de los principales problemas que tenía España en Marruecos consistía en que los tres enclaves que poseía, Melilla, Ceuta y Larache estaban aislados entre sí y era necesario aunque difícil conectarlos. En julio de 1921, el comandante de Melilla, general Fernández Silvestre cometió un error militar con trágicas e imprevistas consecuencias. Emprendió una campaña para alcanzar Alhucemas y someter a la tribu rifeña, pero su imprudencia y errores tácticos, en contraste con la eficaz actuación del dirigente rifeño Abd el-Krim, condujeron a la derrota de Annual: destrucción de todas las fuerzas de comandancia, con 13.000 bajas. El desastre precipitó la caída del gobierno.
Los sucesos de Annual tuvieron dos efectos importantes:
1. afectaron al Ejército, muy dividido entre “africanistas” o partidarios de seguir la guerra de Marruecos y “peninsulares” o “juntistas”, partidarios de abandonar el conflicto. Las acusaciones a los políticos por parte de los militares fueron frecuentes: les reprochaban que les exigieran resultados sin proporcionarles los medios adecuados, por lo que alentaron la rebeldía del ejército contra el Parlamento, una institución a la que consideraban incompetente.
2. abrieron un debate sobre las responsabilidades del desastre: arma política que la oposición utilizó para desacreditar el régimen. Se llegó a acusar al rey de animar al general Fernández Silvestre a emprender una operación imprudente.
Se formó una comisión para aclarar las acusaciones contra el rey, los políticos y el ejército, cuyo informe, el informe Picasso no llegaría a las Cortes, ya que pocos días antes, Primo de Rivera protagonizaba el golpe de Estado que iniciaba la Dictadura.
2. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923-1930)
Durante el período de entreguerras, los sistemas políticos basados en el pluripartidismo, las elecciones libres, la igualdad ante la ley y el respeto por las libertades individuales entraron en declive, se hundieron y fueron disueltos en numerosos países europeos y latinoamericanos. En el continente europeo muchos sistemas democráticos fueron reemplazados por gobiernos de tipo dictatorial autoritario o fascista.
Las causas del golpe militar.- Primo de Rivera y los sectores que le dieron apoyo (militares, políticos cercanos a la monarquía y parte de las clases dirigentes ) defendieron su acción como una solución para poner fin a la crisis política y a la conflictividad social que atravesaba el país. Para los golpistas, entre las razones que justificaban la necesidad de cambiar la situación hay que destacar: la inestabilidad y el bloqueo del sistema político parlamentario, así como su desprestigio derivado del continuo fraude electoral; el miedo de las clases acomodadas a una revolución social ante el auge de la conflictividad obrera y campesina; el aumento de la influencia del republicanismo y de los nacionalismos periféricos; y, por último, el descontento del ejército tras el desastre de Annual. En la decisión de Primo de Rivera, así como en el apoyo del ejército y del rey, también influyó el deseo de evitar que las Cortes exigieran responsabilidades por los hechos de la guerra de Marruecos.
El 13 de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, mandó ocupar los servicios telefónicos de Barcelona y leyó un comunicado ante los periodistas, dando un golpe de Estado; prometía acabar con el terrorismo, la agitación separatista, el desorden. El golpe militar fue pacífico, ya que la oposición política y social fue escasa. La protesta sindical fue también débil.
La Dictadura, que se presentaba como una “solución provisional”, fue bien acogida por la burguesía, la nobleza y el clero (es decir la oligarquía), clases que eran partidarias de restablecer un sistema de orden y seguridad, aunque fuese a costa de acabar con las libertades propias de un régimen liberal-parlamentario. Las organizaciones de la clase obrera reaccionaron divididas: mientras los socialistas aceptaron el nuevo régimen, llegando al principio incluso a colaborar con él (por ejemplo, el dirigente del PSOE Francisco Largo Caballero fue nombrado “consejero de estado” por Primo de Rivera, aunque otros miembros de su partido se mostraron en contra de tal colaboración), los anarquistas y el recién creado Partido Comunista estuvieron en la oposición y fueron las principales víctimas del sistema. También se mostró desde el principio en contra de la Dictadura un amplio sector de los intelectuales debido a la política represiva que ejerció el Gobierno en el terreno cultural (por ejemplo, el Ateneo de Madrid fue clausurado y Miguel de Unamuno sufrió el destierro en la isla de Fuerteventura).
Aunque existe una coincidencia cronológica con el fascismo italiano, la figura de Primo de Rivera, sin embargo, no se parece en nada a la de Mussolini: no encabezaba ningún partido, carecía de carisma popular y su régimen no tenía ideología alguna. Los valores y principios eran simples, tradicionales y típicamente castrenses, amor a la patria, orden, eficacia, disciplina y autoridad.
2.1. Directorio Militar: la reorganización del Estado.-
El general Primo de Rivera presentaba su gobierno como una solución transitoria que duraría el tiempo necesario para restablecer el orden social en España y la situación militar en Marruecos. Contaba con el soporte del monarca, de una parte importante del Ejército, de las burguesías industrial vasca y catalana y de sectores conservadores del país (terratenientes, iglesia,…). Se proclamó el estado de guerra y fueron suspendidas ciertas garantías constitucionales.
Las primeras medidas del Directorio Militar (hasta 1925) mostraron su carácter dictatorial: suspensión del régimen constitucional, disolución de las cámaras legislativas, cese de las autoridades civiles, prohibición de las actividades de los partidos políticos y de los sindicatos, etc. El régimen de la dictadura suspendió la Constitución (no la derogó) y fue, por tanto, una solución transitoria al desmoronamiento del sistema político de la Restauración. Se disolvieron las Cortes, se destituyeron instituciones como Diputaciones y Ayuntamientos, dejaron de actuar partidos político y sindicatos y se estableció una fuerte censura de prensa. Creó además un único partido, la Unión Patriótica. Toda la vida política fue militarizada y la enseñanza vigilada. Sus objetivos venían definidos por el lema “menos política y más administración”. Los gobernadores civiles fueron sustituidos por militares; los delegados gubernativos también fueron militares.
En cuanto a la organización gubernamental, fue el resultado más de la improvisación que de la puesta en práctica de un verdadero programa político. No obstante, si la dictadura duró algo más de seis años fue en gran medida por sus éxitos iniciales, principalmente del restablecimiento del orden público y la resolución del problema de Marruecos, sin despreciar tampoco la favorable coyuntura económica internacional, de la que España se benefició.
Aunque Primo de Rivera era partidario de abandonar Marruecos, los oficiales “africanistas” le convencieron de seguir en la guerra. Una campaña hispanofrancesa permitió el desembarco de Alhucemas (1925) y el fin de la guerra colonial (julio de 1927). Esta complicada operación en la que el ejército francés debía atacar el flanco sur, mientras las tropas españolas efectuaban el desembarco en la bahía de Alhucemas, con el apoyo de aviación y de fuego artillero desde los buques, fue un completo éxito. Abd del Krim se rindió y en poco tiempo se completó la ocupación total del territorio. Este final victorioso de la guerra de Marruecos que había costado varias derrotas, muchas frustraciones, más de 25000 muertos y gastos por valor de 5600 millones de pesetas supuso el éxito más evidente de la dictadura.
2.2. Directorio Civil.-
La creación de la Asamblea Nacional Consultiva en 1927 vino a demostrar la firme voluntad del general de construir un nuevo Estado autoritario y antidemocrático. En cuanto al orden público, Primo de Rivera adoptó enérgicas medidas represivas y declaró el estado de guerra, que significó la suspensión de las libertades constitucionales en todo el país, incluyendo los derechos de expresión y reunión.
Primo de Rivera intentó mantenerse en el poder creando un sistema político nuevo. En cierta manera, imitaba el fascismo que Mussolini acababa de establecer en Italia: un Estado corporativo. En diciembre de 1925 formaba un nuevo Consejo de Ministros, en el que además de militares, figuraban políticos monárquicos conservadores (Calvo Sotelo). En 1927 reunía una Asamblea Nacional Consultiva con la idea de redactar una Constitución que, sin embargo, acabó siendo un fracaso. No obstante, se llegó a elaborar un proyecto de Constitución que instituía un Estado corporativo y conservador. Se prohibió la utilización del catalán en los actos oficiales y se suprimió la Mancomunidad de Cataluña, impidió la exhibición de la bandera catalana.
2.3. La política económica y social.- La dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional (los “felices años 20”), en este contexto, el régimen puso en marcha un programa de fomento de la economía española en el terreno industrial y en las infraestructuras, aunque apenas se ocupó del problema agrario. La idea rectora fue la nacionalización de importantes sectores de la economía y el aumento de la intervención estatal. El Estado tuvo un protagonismo notable gracias al fomento de las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, planes hidroeléctricos, etc.).
El Gobierno aprobó el Decreto d Protección de la Industria Nacional, que preveía la concesión de ayudas estatales a las empresas que no podían competir con el exterior. También se concedieron grandes monopolios, como el de telefonía, a la Compañía Telefónica Nacional de España, y la exclusividad en la importación, refinado, distribución y venta de petróleo a la compañía arrendataria CAMPSA. El reforzamiento del proteccionismo arancelario para salvaguardar los productos agrarios e industriales nacionales de la competencia exterior. Todo ello fue financiado mediante los llamados Presupuestos Extraordinarios, que iba acumulando una gran deuda extraordinaria. El mundo agrario siguió en manos de los grandes propietarios sin que se emprendiera reforma alguna, aunque sí se promovió el regadía a través de la creación de las llamadas Confederaciones Hidrográficas, que pretendían el máximo aprovechamiento de los recursos hidráulicos en las cuencas de los grandes ríos españoles.
En el terreno social, la dictadura puso en marcha un modelo de regulación del trabajo que pretendía eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del Estado, la integración de los sectores moderados del movimiento obrero y la represión de las organizaciones más radicales. Con este fin se creó la Organización Corporativa Nacional, que agrupaba a patronos y obreros en grandes corporaciones (sindicalismo vertical) y regulaba los conflictos laborales a través de los Comités Paritarios, formados en igual número por patronos y obreros. Su misión era la reglamentación de los salarios y de las condiciones de trabajo, así como la mediación y arbitraje en caso de conflicto. Su función consistía en la resolución de los conflictos laborales que pudieran plantearse en el sector industrial en un intento de evitar las huelgas, los enfrentamientos sociales. El sistema fue bien visto, aunque no en todos sus aspectos, por una parte del movimiento obrero representado por UGT, que pudo desenvolverse con cierta libertad bajo el régimen; mientras los anarcosindicalistas y comunistas eran perseguidos y obligados a permanecer en la clandestinidad.
3. LA OPOSICIÓN A LA DICTADURA
La oposición a la Dictadura estuvo integrada por algunos líderes de los partidos dinásticos, los republicanos, los nacionalistas, los comunistas, los anarquistas, determinados sectores del ejército y la casi totalidad de los intelectuales. Los antiguos partidos del turno criticaron la excesiva duración del régimen y varios dirigentes participaron en conspiraciones militares como el complot de la “sanjuanada” en junio de 1926.
Con respecto a los intelectuales y el mundo universitario, la dictadura pretendió controlarlos férreamente mediante la censura y limitando su libertad, llegando incluso a cerrar universidades. El conflicto derivó en algaradas y protestas estudiantiles y fue el origen de un gran sindicato, la Federación Universitaria Española (FUE), de carácter republicano.
El enfrentamiento de los intelectuales con la dictadura estuvo protagonizado por figuras como Unamuno, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Menéndez Pidal. En 1924 suscribieron un manifiesto con más de cien firmas en contra de la política cultural. La represión no se hizo esperar, Unamuno fue desterrado a Fuerteventura y Blasco Ibáñez se trasladó al extranjero desde promovió una gran campaña contra el rey y contra Primo de Rivera.
El conflicto político más persistente se produjo, sin embargo, con el republicanismo y los nacionalismos, especialmente el catalán. En Cataluña, las medidas tomadas por Primo de Rivera, como la liquidación de la Mancomunidad (1925), así como la prohibición del uso público de la lengua catalana y del baile de la sardana, fueron recibidas como profundamente anticatalanas y provocaron un notable distanciamiento.
Por último la CNT se mostró contraria al régimen y fue intensamente perseguida, también el PSOE cambió su posición hacia 1929, cuando rechazó abiertamente los intentos continuistas del régimen y se pronunció a favor de la República.
4. LA CAÍDA DE PRIMO DE RIVERA
A partir de 1928, se hizo patente la decadencia política del régimen de Primo de Rivera, que, además, se encontraba gravemente enfermo. Las conspiraciones contra el Gobierno aumentaron, al igual que la movilización de los republicanos; desde 1929 se incrementó la conflictividad social. Se produjo la división en el ejército. La oposición en las Universidades, con huelgas y manifestaciones de estudiantes; las críticas de los intelectuales, oposición del PSOE, UGT, CNT; la oposición de la burguesía catalana. El distanciamiento entre Alfonso XIII y Primo de Rivera; el agravamiento de las dificultades financieras; la actitud de los medios empresariales que comenzaron a recelar de las intenciones y proyectos políticos del dictador, desconfiaban del excesivo intervencionismo y estaban cada vez más molestos.
La creciente oposición a Primo de Rivera se intensificó cuando el rey y su camarilla se convencieron de que la dictadura era un peligro para la permanencia de la monarquía. En esta tesitura, el rey optó por retirar su confianza al dictador quien acabó dimitiendo el 30 de enero de 1930 y se exilió a París, donde murió poco después, dejando a Alfonso XIII frente a un grave problema de gobierno.
El general Berenguer fue el encargado de sustituirle, con la misión de celebrar unas elecciones que permitieran retornar a la normalidad constitucional (dictablanda). La oposición comenzó a organizarse y los republicanos, los catalanistas de izquierda y el PSOE acordaron la firma conjunta del Pacto de San Sebastián (agosto de 1930), un programa para presentarse a las elecciones y constituir un comité revolucionario que debería convertirse en el gobierno provisional de la futura República. Berenguer fue incapaz de preparar las elecciones y en febrero de 1931, fue sustituido por un gobierno presidido por el almirante Aznar, que puso en marcha unos comicios en los tres niveles establecidos: municipales, provinciales y legislativos. El gobierno decidió convocar en primer lugar las elecciones municipales, al considerarlas las menos peligrosas para la monarquía, y las fijó para le 12 de abril de 1931. Se intentaba volver a la normalidad como si nada hubiese sucedido, pero Alfonso XIII se había comprometido excesivamente con la dictadura y las elecciones se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía.
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