28 Jul

Una vez liberado por Napoleón, Fernando VII inició su regreso a España por un itinerario de vuelta programado por las Cortes para jurar la Constitución de 1812. Sin embargo, éstas fueron desobedecidas y el monarca dio un golpe de Estado en 1814, mismo año que firmó el Real Decreto en el que condenaba la labor de las Cortes y dejaba constancia de que no juraría la Constitución, restableciendo así el absolutismo y las instituciones del Antiguo Régimen. Fue apoyado por la nobleza y el clero, que se expresaron en el Manifiesto de los Persas. Además, fue favorecido también por el nuevo contexto internacional de las potencias absolutistas de Austria, Rusia y Prusia que se reunieron en el Congreso de Viena de 1814 para restaurar el Antiguo Régimen y crear la Santa Alianza.

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Se establece la etapa del sexenio absolutista (1814-1820), que se caracteriza por una política personalista debido a la falta de un programa político, surgiendo una represión contra los enemigos del régimen (los afrancesados y los constitucionalistas), una agravación de la situación económica tras la guerra de la Independencia y la emancipación de las colonias, y por último, la oposición liberal protagonizada por militares de las guerrillas que dieron varios pronunciamientos, como Espoz y Mina, y Riego, que triunfa y consigue establecer gobiernos liberales, dando lugar al Trienio Constitucional o Liberal (1820-1823).

El Trienio Liberal (1820-1823)

Se caracteriza por ser una etapa inestable debido a la división entre los liberales. Por un lado, los moderados (doceañistas) que apoyaban un gobierno fuerte y Cortes bicamerales, con una libertad de prensa limitada y un sufragio censitario. Por otro lado, los radicales –veinteañistas- partidarios de desarrollar al máximo el contenido de la Constitución de 1812, donde destaca la figura del coronel Riego. El rey en esta etapa presenta una actitud involucionista, para recuperar el poder absoluto. La represión social hizo que se produjeran insurrecciones armadas con partidas de guerrilleros, llegando a establecer una Regencia Suprema de España. Las Cortes apoyaban la legislación reformista para acabar con el Antiguo Régimen. Para ello tomaron medidas en el apartado agrario, como la supresión de la vinculación de la tierra y la desamortización de las tierras de propios y baldíos. Fracasó totalmente ya que únicamente benefició a los propietarios mientras que el campesinado vio su situación empeorada.

En el apartado de la religión, se exige a los religiosos jurar la Constitución y se suprime la Inquisición y la Compañía de Jesús. En el apartado militar, se subordina el poder militar al poder civil, se restablece la Milicia Nacional y la autorización del ejército en la defensa del nuevo orden constitucional. En el apartado educativo, se produce la secularización de la enseñanza y centralización del sistema educativo. En el apartado fiscal, se devalúa la moneda y se crean nuevos impuestos básicos.

La Década Ominosa (1823-1833)

En 1822, las potencias de la Santa Alianza decidieron en el Congreso de Verona intervenir en España con el fin de acabar con la revolución liberal española, por lo que en 1823 entra el ejército francés (Cien Mil Hijos de San Luis) en España que liberan al rey y restauran su poder absoluto. Esto da lugar a la década ominosa (1823-1833), cuando Felipe VII anula toda la legislación del Trienio Constitucional y retorna a las instituciones del Antiguo Régimen y toma algunas medidas represivas (Comisiones Militares, Juntas de Purificación, Comisiones de Fe, Voluntariado Realista), reforma la Administración… En 1829 se forma el Banco de San Fernando y la Bolsa de Madrid posteriormente en 1831.

Crisis y Conflictos

Se produce entonces una ruptura de los bandos absolutistas, por un lado los realistas que iniciaron la guerra de guerrillas para relevar en el trono a Fernando VII por su hermano, Príncipe don Carlos, dando lugar al inicio del carlismo. El otro bando era el absolutista.

Los conflictos internos más el agravamiento de la crisis económica debido a la caída de precios, la Mesta, Guerra de los Agraviados en Cataluña (1827), hundimiento de los sectores industriales, desaparición del mercado colonial debido a la Independencia definitiva de la América Hispana, y la agudización del problema de la deuda del Estado que provoca la bancarrota de la Hacienda. Todo ello hace que aparezcan conspiraciones liberales a partir de 1830, con generales como Torrijos.

La Crisis Sucesoria y el Inicio de la Guerra Carlista

La crisis sucesoria surge por el nacimiento de la hija de Fernando VII, la princesa Isabel, que no podría ejercer el cargo debido a la ley Sálica francesa. Sin embargo, las Cortes aprobaron la Pragmática Sanción que anulaba esta ley. En el otro bando, los carlistas se oponen a Isabel, y tienen lugar los sucesos de la Granja (1832). El rey consciente de su muerte, entrega el control de los resortes del poder a personas defensoras de la candidatura de su hija, por lo que tiene lugar una guerra civil en la que se enfrentarían los carlistas y los isabelinos, dos modelos de sociedad antagónicos.

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